El comandante del Ejército Brasileño, el general Eduardo Villas Bôas descartó la menor posibilidad de una intervención militar en el país. La semana pasada, el general Villas Bôas dimitió al comandante Militar del Sur, Antonio Hamilton Martins Mourão, transferido después a la Secretaría de Economía y Finanzas del Ejército, un cargo burocrático, en la Capital Federal. Mourão fue dispensado luego de rendir un homenaje póstumo al torturador y las asesino confeso de presos políticos, durante la dictadura, coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra. Mourão agrega a su lista negra el discurso en el cual insta a los brasileños al “despertar de una lucha patriótica” y afirma que “la ventaja del cambio (de la presidente de la República) seria la eliminación de la incompetencia, mala gestión y corrupción”.
En la entrevista a la periodista Tânia Monteiro, del diario conservador paulista el Estado de S. Paulo, Villas Bôas justificó el alejamiento del oficial afirmando que “en tiempos difíciles, no es para nada deseable que se produzca inestabilidad o inseguridad”, resaltando que el Ejército debe “cooperar para el mantenimiento de la estabilidad para que las instituciones puedan cumplir sus roles y encaminarse hacia la solución de la crisis en nombre de la sociedad”. El comandante resaltó, inclusive, que quien se debe pronunciar en nombre del Ejército es el comandante y garantizó: no habrá intervención militar.
— He sido bastante enfático, en varias oportunidades, al afirmar que el papel del Ejército es la preservación, mantenimiento de la estabilidad y toda y cualquier actuación del Ejército será absolutamente institucional y constitucional. No existe ningún riesgo de que el Ejército vaya a actuar fuera de estos límites. Brasil es un país de instituciones sólidas y maduras, que están cumpliendo con sus cometidos. Brasil es un país sofisticado, con un sistema de pesos y contrapesos y no es necesario que la sociedad sea tutelada — afirmó el comandante.
Inestabilidad
“Lea, a continuación, los principales puntos de la entrevista concedida por el general, el sábado pasado, en su despacho, en el Cuartel General del Ejército, cuando festejó, con el mate en la mano, la investigación de la Fundación Getúlio Vargas que describe a las Fuerzas Armadas como las instituciones con más credibilidad en el país, nueve puntos por encima de la Iglesia, que está en segundo lugar. Gaúcho de 63 años, el general Villas Bôas comanda a los 217 mil hombres del Ejército, desde febrero pasado.
—¿ La dimisión del general Mourão fue un castigo ejemplar?
— Se trata de un oficial reconocido en la Fuerza, que cuenta con todo el respeto del comandante. Pero este tema no puede ser abordado de una forma simplista. En un momento difícil, no es para nada deseable que se produzca inestabilidad o inseguridad. Nuestra preocupación es cooperar para el mantenimiento de la estabilidad para que las instituciones puedan cumplir sus roles y caminar hacia la solución de la crisis en nombre de la sociedad. Fue esto lo que nos motivó, para que ningún movimiento venga a generar inseguridad o inestabilidad. Esta actitud (del general Mourão) tuvo el sentido de mostrar que toda y cualquier manifestación del Ejército tiene que ser institucional.
— ¿Usted teme que este episodio pueda provocar solidaridad o indisciplina dentro de la Fuerza?
La convocatoria del general Mourão para el homenaje al torturador recibió críticas inmediatas, en las redes sociales
— Dentro del Ejército, no, en lo absoluto. En el Ejército, esto no es mérito mío, lo recibí así. El Ejército nunca fue tan disciplinado y tan unido. No existe preocupación en este sentido. Todo y cualquier pronunciamiento de este tenor en este momento tiene que ser institucional, por intermedio de su comandante. Esto que sucedió, si no se tomase ninguna medida, podría ser un precedente y podría volver a suceder, inclusive con manifestaciones en otro sentido. La intención es esta. Dar la señal que este tipo de procedimiento es inaceptable.
— ¿Si otros militares en actividad hiciesen declaraciones como esta pueden ser plausibles de castigos similares?
— No hay forma de establecer un parámetro rígido de comportamiento porque todo depende del contexto, del tenor, de la coyuntura. Pero, en términos generales, sí. Manifestaciones tanto en un sentido, como en otro, no son deseables. Institucionalmente, quien se manifiesta en nombre del Ejército es el comandante.
— ¿Un militar no debe hablar?
— Un militar tiene que hablar, puede hablar. Es lógico que cada uno en su ámbito de atribución y en los temas institucionales, quien se manifiesta es el comandante. La sociedad brasileña se desacostumbró a escuchar a los militares y siempre que los militares se manifiestan, esto causa alguna reacción, repercusión, y no debe ser así. El segmento militar forma parte de la sociedad y del Estado y tiene un papel muy importante.
— Ante toda esta crisis que vivimos en el país, ¿cuál es el rol de los militares?
— Me parece raro que las declaraciones del general Mourão estén siendo interpretadas como una tendencia de la acción del Ejército. He sido bastante enfático, en varias oportunidades, diciendo que el papel del Ejército es la preservación, el mantenimiento de la estabilidad y que toda y cualquier actuación del Ejército será absolutamente institucional y constitucional. No existe ningún riesgo de que el Ejército actúe fuera de estos límites.
— Entonces, ¿no hay chance que los militares intenten alguna aventura?
— No hay chance de eso. Brasil es un país con instituciones sólidas y maduras, que están cumpliendo sus roles. Brasil es un país sofisticado, con un sistema de pesos y contrapesos, o sea, no hay necesidad que la sociedad sea tutelada. Nuestro papel es esencialmente institucional, legal y enfocado al mantenimiento de la estabilidad para permitir que las instituciones cumplan sus funciones.
— Usted habló del riesgo de que una crisis política actual se transforme en una crisis social y esto en una crisis social y en esto sí se refería a las Fuerzas Armadas…
— El Ejército pasó 14 meses como fuerza de pacificación en la Favela de la Maré porque existía un riesgo de crisis social y el Ejército fue llamado a intervenir. No existe alarmismo en esto. Es una situación prevista en la Constitución. Tanto es así que fuimos empleados en la Maré, en el Alemán, en un área indígena en Mato Grosso. Y sí, nos preocupa, porque si la crisis económica continúa, el desempleo, la falta de perspectiva, es natural que esto termine transformándose en un problema social y un problema social, si se agrava, se transforma en violencia, y si se transforma en violencia, comienza a preocuparnos directamente. Este es el papel constitucional del Ejército y esto no manifiesta ninguna intención de quiebre de la institucionalidad. Nuestro papel es mantener la estabilidad y nos preocupa todo aquello que venga, eventualmente, a quebrar esta estabilidad.
— ¿Esto no tiene nada que ver con una intervención política?
— En lo absoluto. Esto no tiene nada que ver. “Es bueno que esto quede bien claro”.
Informe
Fuente: Correio do Brasil – Por Redação – de São Paulo
Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte
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