Hay que democratizar la cultura en Chile

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Sostuvo Carmen Berenguer, la destacada poeta, cronista y artista visual ha sido nominada al Premio Nacional de Literatura. Su pluma asoma en el Chile de la década de los ’80, en plena dictadura cívico militar. Carmen Berenguer tiene entre sus méritos el de ser una de las pioneras en la instalación del Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana en 1987. Dos años más tarde, junto a Las Yeguas de la Apocalipsis, fue parte de la “Refundación de la Universidad de Chile”, performance que contó con la participación de su hija Carolina y la poeta Nadia Prado.

Hace algunos meses se publicó su última obra, “Mi Lai”. Al interiorizarse el texto da la sensación de revisar un álbum fotográfico de sus experiencias, en el cual el lector puede acercarse fácilmente a su personalidad y al impulso que la lleva a llenar una hoja en blanco con contenidos que permiten recorrer variados y coloridos paisajes.

En entrevista con El Siglo, la autora comparte y profundiza sobre temas ligados a la literatura, y aborda otras materias trascendentes que atañen a nuestra sociedad.

– Chile es un país de poetas, con dos Premios Nobel. ¿Qué lugar ocupa la poesía actualmente entre los lectores?

– Creo que los poetas, como siempre ha sido, se leen entre ellos, con excepción de momentos un poco más importantes e históricos donde la voz oral de la poesía era un coro; estaba Gabriela, Neruda, fue un periodo de la teatralización de la poesía donde se recitaba, se leía, donde había también una asamblea que le gustaba, la poesía se escuchaba también en la radio. Eso permitió incorporar la poesía a nuestras cabezas como género central, porque es el que nos ha dado un espacio a los chilenos.

La poesía es un espacio que tiene que pensar Chile, es una metáfora y una alegoría al país y a América Latina. Desde ese sentido, la poesía hoy no está incorporada dentro de la cabeza de los chilenos. La poesía no se escucha, no hay interés en ella. La razón puede ser, entre otras, la existencia de un analfabetismo creciente en lo que todos concebimos como lectura. Hoy los más pequeños leen y escriben todo el día en sus computadores o teléfonos, practican una escritura, pero nos les interesa la historia ni la literatura y tampoco la escritura, no está entre sus prioridades el hacer un trabajo literario. Hay un individualismo exacerbante impuesto por el modelo. Según encuestas sólo hay un 2 % de personas que leen y un 52 % no comprende lo que lee.

– ¿Nuestra poesía está en crisis?
– La poesía siempre está en crisis en este siglo, una crisis de representación. Este diagnóstico tiene que ver con el modelo que estamos viviendo, un modelo brutal, que se impuso a los chilenos. Agrega que el filósofo alemán Theodor Adorno, decía que es un “modelo salvaje”, que nos pasa por encima que incluso entra a tú casa. Todo eso hace que la poesía actualmente no tenga salida.

cb1312Hoy no se publican más de 300 ejemplares, que deben demorar dos años en venderse, salvo algunos títulos. Esto también se relaciona con el lenguaje, las formas en que se ejerce la comunicación. Por ejemplo en dictadura, yo planteé que no había que seguir con las mismas formas de escritura que ya estaban instaladas y que había que renovarlas, creando un nuevo estilo, para lo cual que comunicarse con la gente. De ahí surgió el poema que llamé “Concholepas concholepas” (nombre científico del molusco conocido como loco), una onomatopeya sugerente, donde escribí lo que le pasaba al loco. La lectura de un poema con ese contenido en una época donde no se podía hablar libremente, la gente lo escuchaba feliz y se logró un “lector cómplice”.

– Tus versos se han caracterizado por expresarse desde lo femenino. ¿Es muy machista la poesía en Chile?
– Es tremendo, la poesía es patriarcal, curiosamente es el género donde hay mayor arraigo machista en la escritura, en el lenguaje. En Chile la literatura en general no reconoce -a nivel de premiaciones-, en un siglo, más que a cuatro mujeres.

El nuestro es un país machista y ello se acentúa en la literatura porque se piensa que tal vez la poesía es el bastión más importante de todos los otros géneros. Incluso en la narrativa, donde hay más mujeres, sólo tres han alcanzado un reconocimiento desde el Premio Nacional: Brunet, Bombal y Allende.

Entonces, la poesía es como la concentración del poder machista, pero eso también tiene que ver con los “saberes”. En los ’60 hubo toda una ascensión social, la mayoría de los poetas en esos años iban a la universidad -Neruda estuvo dos años estudiando francés-, muchos se hicieron académicos, lo que permitió que se conformara una línea académica de mirada literaria que no tiene nada que ver con la poesía. En los ’70 y ’80 comienza una ebullición en el mundo literario y poético de otra índole, que se separa un poco de esta línea. Ya no había que ser académico para pensar, entonces el machismo y la evolución de las relaciones literarias con el país han tenido mucho que ver.

– En una entrevista de hace algunos años aseveraste que Chile es un país fragmentado. ¿Qué elementos te llevan a hacer esa afirmación?
– Somos unas islas, producto del sistema, del monopolio de la verdad, y eso marcó desde el golpe de Estado en adelante una fragmentación gigante entre los chilenos: los de arriba y los de abajo. En los condominios, pequeños guetos, vive la gente rica. Chile está en manos de los empresarios, es una empresa en un país fragmentado que no logra tener una convivencia social ideal. Con una sociedad tan fragmentada, profundizar la democracia se hace cuesta arriba.

– Fuiste muy amiga de Pedro Lemebel. ¿Por qué y cómo te involucrarse con Las Yeguas de la Apocalipsis?
Mi participación fue a partir de una reflexión en torno a la democratización del país, donde nuestra idea era develar los campos polares de pensar el arte. En nuestro Coordinador Cultural pensábamos que el arte era una entelequia y que a nosotros no nos correspondía ser artistas. Éramos personas a las que nos gustaba jugar y en ese juego debíamos disputar un espacio, era una estrategia; se trataba de develar con sarcasmo, con ironía, lo que se suponía era la verdad, esa fue la premisa en el contexto de lo político-cultural.

Nuestra primera aparición pública fue la acción en la Universidad de Chile, por la presencia del entonces rector Federicci, impuesto por la dictadura. Allí desatamos nuestras propuestas, nuestra locura, nuestra indignación y el deseo que las minorías tuvieran acceso al saber.

– Tu último libro, “Mi Lai”, permite adentrarse en tus vivencias y da pistas acerca de las profundas razones que te han llevado a escribir durante gran parte de tu vida.
– “Mi Lai” tiene que ver con un racconto, con un espacio que capturo no como fin, sino como reflexión personal y cultural con respecto a lo que ocurrió, a lo que nos ocurrió a todos en el período de la dictadura, lo que pasó con cada uno de nosotros y donde a mí me tocó aprender en otro lugar que no era Chile. Estuve confrontada a estar en el centro del capitalismo, creo que ahí me hice escritora, allí pensé que podía serlo, siempre me gustó escribir.

También se vincula con mi relación con el mundo literario de ese momento, el de Rubén Darío, Gabriela Mistral, Neruda, Martí: mi entorno poético. Esto fue mi práctica poética, donde yo empecé a pensar lo que realmente era el imperio para los países latinoamericanos. Fue como un despertar, pero un despertar allá, y vi los movimientos importantes que ocurrieron en Estados Unidos, donde la nueva izquierda ocasionó un sismo en ese país en mayo de 1968.

Este libro es de la tragedia que ocasionó EE.UU a Mi Lai, pueblo pequeño en Saigón, Vietnam: una masacre del ejército norteamericano, buscando terroristas donde sólo vivían mujeres, niños y ancianos. Este hecho hizo conciencia en el pueblo estadounidense para parar la guerra.

– ¿Qué relación se podría establecer entre la literatura y el proceso que desembocara en una nueva Constitución nacida en democracia?

Es urgente democratizar la cultura, encontrar una identidad posible, tener una editorial estatal, una restitución de la verdad y justicia, que también son parte de la cultura.

Respecto del libro, hace falta una democratización de los lugares donde se ejerce la actividad literaria, eliminar el impuesto al libro, y que vuelvan las artes al currículo formativo de jóvenes y niño

 

Entrevista de Nelly Carrasco
Fuente: El Siglo cl.

 

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