En los años 50, Guichón ya era un pueblo culto. La alta escolaridad se continuaba en el Liceo y la Escuela Industrial. Los profesionales del pueblo, más los radicados, aportaban saberes y conocimiento que volcaban desde su consultorio, en las instituciones del Estado y las Comisiones de las entidades educativas y deportivas y sociales.
La sinergia de esa comunicad llegó a producir esa misma década-en un pueblo de poco más de tres mil habitantes- un Cineclub. La música y el canto se practicaban en las reuniones bailables que, bajo el quincho del Club Nacional, al aire libre en el Club Obreros o en el elegante salón de la Liga del Trabajo, llegaban a realizarse… el mismo día. Las Peñas de los sábados en la confitería “El Grillo” juntaban varias generaciones. Llegó a haber campeonatos de ajedrez!
Paralela a la cultura oficial, con valores no por distintos menos valiosos, vivía la popular. La creatividad y espontaneidad era liderada por personajes como “pichón Esquivel”, cuentista sin igual. Pero los vocablos autóctonos tenían varios autores. Mi amigo “Willo” Pías contagiaba a la barra con el Íbirii ! compendio de saludo y alegría a viva voz. En cambio el saludo entre camioneros_ eeaa!era una expresión gutural sin traducción posible. Pero denotaba compañerismo y orgullo por la profesión. Este se hacía patente en el auxilio recíproco en un repuesto, una consulta o el rescate en cualquier hora y lugar de algún accidentado o empantanado. Vi muchas veces a mi padre cargar las sogas gruesas y salir de noche en ayuda de un colega.
Otra expresión opa chiquita…ieva ,ieva! destinada a las muchachas, era según la entonación y circunstancia, piropo, admiración o chanza. Esa, al menos, sin el tinte machista con que la intimidad de la barra calificaba como “incogestible”. Ninguno será incorporado por la Real Academia pero viven por la tradición oral como las “esnautas” que estoy transcribiendo.
Hacen a la identidad de una comunidad integrada muchos de cuyos descendientes, hoy dispersos, añoramos con un dejo de culpa. No hemos podido continuar con el proceso social del pueblo al que nuestros abuelos y padres contribuyeron. Al que remite con nostalgia mi modesto aporte.
Por el Arq. Luis Fabre
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