Relanzarán “Memorias del calabozo” a treinta años de su primera edición

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Mañana, miércoles 5 de octubre, Ediciones de la Banda Oriental procederá al lanzamiento de la edición aniversario de “Memorias del calabozo” en el marco de la 39ª Feria Internacional del Libro, obra emblemática conjunta de Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, a treinta años de su publicación original.

El acto, que comenzará a las 19:00 horas, en el Salón Dorado de la Intendencia de Montevideo, será encabezado por Henry Engler, Mauricio Rosencof y Marcelo Estefanell.

En la oportunidad, se proyectarán fragmentos de “Los nueve locos”, un documental de treinta y tres minutos de duración producido por Telesur y Minga Producciones, que recoge testimonios de los rehenes de la dictadura sobrevivientes del suplicio.

De común acuerdo, la selección priorizará particularmente la participación de unos de los autores del libro, el ex ministro de Defensa Nacional Eleuterio Fernández Huidobro, quien dejó de existir el pasado 5 de agosto.

memorias-del-calabozo-2El libro, que próximamente será adaptado al cine por la productora Mariela Besuievski y el realizador Álvaro Brechner, condensa la peripecia de encierro de los dos ex guerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y del actual senador y ex presidente José Mujica en condición de rehenes, quienes permanecieron encarcelados en condiciones de absoluto aislamiento en las bastillas de la dictadura liberticida.

En idéntica condición padecieron la cárcel otros seis combatientes: Henry Engler Golovchenco, Julio Marenales Sáenz, Raúl Sendic Antonaccio, Adolfo Wasen Alaníz, Jorge Zabalza Waskman y Jorge Manera Lluveras.

Esta historia real de coraje, abnegación y sacrificio, fue publicada por primera vez en 1986, a poco más de un año de la restauración democrática y de la sanción de la Ley de Amnistía que posibilitó la liberación de los presos políticos.

Por entonces, nuestro país iniciaba el largo periplo de reinstitucionalización, en un contexto de alta tensión por la demanda de organizaciones de derechos humanos que clamaban por verdad y justicia y por el castigo de los crímenes de lesa humanidad.

Por supuesto, también fue el año en que se sancionó la denominada Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que consagró la impunidad de las aberraciones perpetradas por los uniformados contra miles de opositores.

En ese contexto, el libro constituyó y aun constituye, tres décadas después, un auténtico mojón en la reconstrucción de la memoria histórica de los años más oscuros.

Según el prologuista del libro, que fue el fallecido escritor Eduardo Galeano, la obra celebra una victoria de la palabra humana, ya que en él los rehenes rememoran lo que fue su experiencia de vida en el cruel encierro al que fueron sometidos en condiciones infrahumanas.

Al respecto, Galeano escribió: “alguna vez, a lo largo de estos largos años, pudieron mirarse al espejo: vieron a otro. Flacos como ´fakires´, triturados por la tortura incesante, los ´rehenes´ de la dictadura militar uruguaya anduvieron de cuartel en cuartel, condenados a la soledad de calabozos poco más grandes que un ataúd. No podían hablar ni siquiera con las cosas. En las celdas no había cosas, no había nada.

Dormían sobre el helado suelo de hormigón, sobresaltados por cualquier ruido de rejas o paso de botas que podía anunciar una nueva ronda de torturas. A veces no les daban ni agua, y ellos bebían sus propios orines. A veces les negaban comida, y ellos comían moscas, gusanos, papeles, tierra. A veces ocurría un milagro: una ráfaga de aire fresco traía un aroma de naranjas por algún agujerito de la ventana tapiada; o por el agujerito entraba un bichito de luz, o una pluma de pájaro. Y a veces resonaba, en la pared, algún mensaje del preso vecino: un mensaje dicho con los nudillos de los dedos.

La comunicación, lograda por un improvisado código Morse, fue la clave de esa salvación. Tamborileaban los dedos y así ellos reconquistaban el negado derecho a la voz: a través del muro se daban aliento y consuelo, discutían, compartían experiencias y delirios, gentes y fantasmas, recuerdos y sueños.

Aquella música de tamborcitos, aquellos ruiditos humildes, eran la mejor sinfonía de Beethoven; en ellos resonaba la maravilla del universo. Prohibida la boca, hablaban los dedos. Hablaban el lenguaje verdadero, que es el que nace de la necesidad de decir. El encuentro entre Mauricio y el Ñato a través de la pared no solo revela la fuerza de dignidad y el poder de astucia de nuestros presos políticos: ese diálogo alucinante es, además, el más certero símbolo del fracaso de un sistema que quiso convertir a todo el Uruguay en un país de sordomudos”.

Sobre la vigencia de este libro referente, que pronto será película, el escritor, dramaturgo y ex guerrillero tupamaro Mauricio Rosencof comentó a LA REPÚBLICA, que la obra constituyó el primer documento testimonial sobre lo sucedido en las mazmorras de la dictadura.

Al respecto, recordó que estando aun privados de su libertad, se habían juramentado que quien sobreviviera al tormento de la prisión y la tortura recrearía la historia.

Preguntado respecto a por qué no se aguardó más tiempo para encarar este proyecto editorial, Rosencof afirmó que se trataba de un insoslayable acto de militancia. En ese contexto, ambos autores se trasladaron a “La casita de los viejos” en el balneario Las Toscas, donde encararon la escritura de la historia.

Aclaró que “Memorias del calabozo” está dedicado a todos los desaparecidos durante la dictadura de todos los sectores. “Contamos la historia de todos, porque rebotamos en los mismos lugares”.

La clave era compartir esas dolorosas vivencias tal cual sucedieron y con una superlativa carga de realismo. Por eso, según explicitó, se eliminaron deliberadamente los adjetivos y los nombres propios.

Finalmente y en al alusión al contenido del relato, evocó que los rehenes estaban confinados en “lugares terribles”, en espacios de aproximadamente un metro ochenta por sesenta centímetros.

“En esas circunstancias reinventamos el código Morse, a puro golpe de nudillo. La primera ´palabra´ que me mandó el Ñato en un mensaje, en una noche de navidad, fue felicidad”.

 

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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