CINE |“Horizonte profundo”; cuando la codicia origina la tragedia

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Una de las más impactantes catástrofes ecológicas de la historia contemporánea con todas sus connotaciones económicas, políticas, sociales y éticas es el disparador temático de “Horizonte profundo”, el removedor y emotivo drama del director, actor y productor estadounidense Peter Berg.

El filme recrea la dantesca historia de la devastadora explosión de la plataforma petrolífera semi-sumergible “Deepwater Horizon” acaecido el 22 de abril de 2010, que derivó en la muerte de once trabajadores y en irreparables daños al medioambiente.

Luego de la conflagración, la estructura –que era considerada una prodigiosa pieza de alta ingeniería- ardió durante dos largos días y se hundió inexorablemente como si se tratara de la mítica ciudad Atlántida.horizonte-profundo-1

En efecto, la detonación acaecida en el Golfo de México -que inicialmente fue calificada como un accidente antes que comenzara a conocerse la verdad- devino en el vertido de nada menos que cinco millones de barriles de petróleo que afectaron a una superficie de más de 1.550 kilómetros cuadrados.

En ese contexto, el dramático derrame avanzó hacia la zona Este, desde las costas de Luisiana hasta las de Alabama y Mississippi, con terribles consecuencias a corto y mediano plazo.

Seis años después del conmovedor siniestro, que provocó una ola de indignación mundial, las secuelas aun impactan al medioambiente del vasto espacio afectado y todavía agravian la conciencia planetaria.

No en vano el desastre coincidió paradójicamente con la celebración del Día de la Tierra, una conmemoración de fuerte acento simbólico y, por supuesto, reflexivo.

La película, que es un impactante exponente del tradicional género de cine catástrofe, narra la dramática historia de algunos de los personajes reales que padecieron las devastadoras consecuencias de esta auténtica debacle.

El protagonista de este episodio real trasladado a la sazón al cine, es Mike Williams (Mark Wahlberg), un padre de familia con esposa y una pequeña hija, quien funge como jefe de mantenimiento electrónico de la plataforma ulteriormente siniestrada.

Por supuesto, su actividad es de alta responsabilidad y requiere una incuestionable solvencia técnica, porque en el establecimiento trabajan nada menos que ciento veinticinco personas más.

No en vano la labor le demanda separarse de su familia durante tres semanas, con el propósito de garantizar el éxito de un proyecto que moviliza millones de dólares en ganancias.

En esas circunstancias, los otros dos personajes cruciales del tenso relato son el encargado de seguridad Jimmy Harrell (Kart Russell) y Andrea Fleytas (Gina Rodríguez), la empleada que intenta comunicarse con la guardia costera en medio de un auténtico escenario de desastre.

A medida que avanza la narración se percibe claramente el peligro que se avecina, que, aunque es evidente, no genera la reacción que pueda evitar el fatal desenlace.

En ese contexto, es muy plausible el propósito de la propuesta cinematográfica de denunciar sin ambages las prácticas inhumanas de las corporaciones empresariales, que no dudan en presionar a los trabajadores para que sigan operando en condiciones que no son ciertamente las recomendables.

Desde la óptica del capitalismo más salvaje, mezquino e inmoral que suele controlar estos emprendimientos, la clave es por cierto ahorrar tiempo y dinero. Ese propósito está- naturalmente- totalmente despojado de connotaciones éticas.

Por supuesto, el film propone una mirada profundamente humana, enfatizando en los vínculos entre los propios operarios y con sus superiores, que no están obviamente exentos de conflictos.

Siguiendo al pie de la letra un guión ágil y construido con singular sabiduría y creatividad, Peter Berg sabe administrar las tensiones inherentes a una historia de superlativo dramatismo que aun nos conmueve.

Naturalmente, este proyecto artístico no está para nada despojado de emotividad, en tanto ese talante narrativo de creciente intensidad se traduce en una suerte de homenaje a las víctimas y a sus familias, cuyas fotos aparecen en los créditos finales.

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La mayor virtud del film es no limitarse al mero armado de otro subproducto de cine comercial a los cuales nos tiene acostumbrados Hollywood, sino también indagar en las causas y consecuencias de una tragedia de proporciones realmente apocalípticas.

Si bien nadie niega que este largometraje tenga el propósito de transformarse en un objeto de consumo masivo en tanto no omite explotar el siempre taquillero heroísmo, resulta plausible el propósito de denunciar las prácticas inmorales del gran capital en emprendimientos de gran porte.

Aunque no se trata ciertamente de un alegato, “Horizonte profundo” es una propuesta que convoca a la reflexión, con un reparo actoral en el cual destaca el óptimo desempeño de Mark Wahlberg y la valiosa participación del interminable John Malkovich, en un no menos relevante rol secundario.

 

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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