Una vez que los batllistas abandonaran paulatina y abrumadoramente las filas partidarias a resultas de los bandazos ideológicos y programáticos de los señores Sanguinetti y Batlle, el Partido fue cooptado por un indisimulable neoconservadurismo que culminó con el ascenso protagonizado por un hombre que a resultas de su historia familiar en la primera elección que intervino sólo utilizó su primer nombre y como color utilizó al celeste, abandonando, también en lo simbólico, la tradición partidaria y ni qué hablar de la actitud y el verbo que los anteriores habían desviado al desván de lo perimido.
Pedirle a quienes hoy permanecen en el Coloradismo, “nuevas ideas” es un quimera y un contrasentido. Quimera, porque hace lustros que no presentan ideas claras, específicas y bien articuladas en pro de la gente y no de un corporativismo por otro lado exhausto, sino también porque son, ciertamente, neoconservadores. Contrasentido, porque es una contradicción que a restauradores de un orden (que nunca fue) se les pida alumbren un corpus doctrinario y programático
Asimismo, quienes secundaron a aquellos ex presidentes, bien como quienes acompañaron al candidato renunciante, distan años luz – vistas sus propias actuaciones públicas – con emparentarse con el sustrato batllista que refiriéramos en nota anterior: actitud y un apego cabal a la Justicia Social.
El Batllismo, vale reiterarlo, sigue teniendo, desde hace casi 3 lustros, una primera, aunque crítica opción en el Frente Amplio, porque es donde aun es posible luchar, y conquistar, la Justicia Social en pro de la gente, entre otras caras banderas progresistas.
Hay quienes aducen que, por afinidad ideológica, que no de estrato social, el conservadurismo colorado va a votar en masa al conservadurismo blanco, representado por el hijo del ex presidente, algo que si bien puede suceder creemos que no será tan así.
Nunca debiera olvidarse que en el Partido Nacional, vive y late la pujante vertiente wilsonista late con voluntades tanto dentro como fuera del corsé partidario, con lo cual el ala conservadora puede ser sorprendida en su retaguardia. Máxime, ya haciendo futurología, si hubiere una segunda vuelta, donde la lealtad primera es para con el país.
En definitiva, lo que hizo el señor Bordaberry fue retirarse a tiempo, cuando su espacio conservador pautaba el 8 por ciento, sin aun verse reflejado en las encuestas, ni tampoco acabarse (porque apenas comenzó) el “affaire Sanabria”.
De ahí que el Partido Colorado tiene, por ahora, lo que puede aspirar: un menguado 8 por ciento del electorado nacional. Siempre y cuando, reiteramos, el “affaire Sanabria” no se desmadre y muestre, además de una marea baja que va dejando guijarros a la vista, a cangrejos en franca huida.
Por Héctor Valle
Un batllista de izquierda.
Foto Portada, Domingo Arena- Juan Pedro Bordaberry
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