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INTRODUCCIÓN La exposición se centra en replantear el tema del exilio político, dentro de la complejidad de la época y referido al caso concreto del trabajo internacionalista realizado por integrantes del Partido Comunista del Uruguay (en adelante PCU) en Angola (1977-1985), recorrido que continúa a partir de trabajos anteriores de la autora. Esta “memoria individual” que pretende incluirse como experiencia en la memoria colectiva, que aún falta ser apropiada por parte de nuestra colectividad humana mayor, podría constituir, en términos de Halbwachs, recuerdos en tanto “… múltiples representaciones que descansan, al menos en parte, sobre testimonios y razonamientos”. (Halbwachs 2002) Dentro de la sociedad uruguaya el tema “exilio” es un gran ausente. Los pocos trabajos al respecto, han sido realizados por académicos uruguayos que viven en la extranjería o por personalidades académicas de otras nacionalidades (fundamentalmente argentina). Esta ausencia refuerza la fractura que sufrió la sociedad toda con la dictadura fascista (1973-1985) reflejándose en diferentes niveles de la conciencia individual, la esfera socio-familiar y grupal-comunal, situación que ha dificultado la integración plena de los individuos a la vida cotidiana en la esfera política y social. Exilio y desexilio presentan para este colectivo, particularidades concretas, visualizándose un exilio en el cual priman muy fuertemente niveles de solidaridad y de autoconciencia humana y un proceso de reinserción (desexilio) a la comunidad de

origen, acompañado por la falta de reconocimiento que sufren los sujetos en su construcción de ciudadanía. A 28 años del regreso al país, continúan apareciendo detalles políticos y personales, o quizás no “tan detalles”, que marcaron una manera de hacer política y una manera de vivir durante la dictadura militar. Releyendo textos, leyendo nuevas publicaciones, abriendo la memoria, aparecen y reaparecen con fuerza situaciones “ocultas”, aquéllas sobre las cuales es mejor no hablar no decir nada, “no pedir explicaciones” quizás por miedo a sumergirse aún más en los laberintos del exilio-desexilio. También en las historias personales emergen hechos no conocidos por todos en aquel momento, pero reales, sobre los cuales nadie puede dudar y que hacen a la memoria colectiva y al folklore de la brigada del Partido Comunista en su conjunto. He aquí el ordenamiento que guiará la exposición: I) Uruguay 1973: dictadura fascista; exilio político; Partido Comunista. II) Exilio (Ideología – solidaridad – autoconciencia). III) Desexilio (reconocimiento – cosificación). IV) Memoria – recuerdo. V) Conclusiones. I) URUGUAY 1973: DICTADURA FASCISTA; EXILIO POLÍTICO; PARTIDO COMUNISTA Para el partido comunista enfrentar la dictadura fascista implicaba en términos generales, la lucha contra el capitalismo monopolista de estado, el capital financiero, la banca, el imperio representado fundamentalmente por los EEUU, cuyos lineamientos económicos son aceptados e implementados por los fascistas uruguayos y la oligarquía nacional, apoyándose en las fuerzas armadas, entre otros motivos, por falta del sustento de la población civil. El PCU, al caracterizar la dictadura de fascista, lo hacía en términos de una dictadura terrorista al servicio del capital financiero. En 1979 el Partido a través de su primer secretario (Rodney Arismendi, 1979) analizaba tres momentos de la dictadura militar:

1) “de junio de 1973 a octubre de 1975, caracterizado por la acentuada tendencia fascistizante de la dictadura, con predominio de jefes militares fascistas y lacayos civiles”, con proscripción del PCU y otros partidos políticos, represión, tortura, etc. 2) “de 1975 a 1977, se completa proceso de restructuración fascista … en la política exterior se acentúa la campaña de guerra contra el marxismo internacional y en lo interno la gran ofensiva concentrada contra los comunistas, la clase obrera”. 3) “de 1977 a la fecha (1979) consolidación de las fuerzas de la resistencia, la ruptura del inmovilismo político y un mayor proceso de acentuación del aislamiento interior e internacional de la dictadura”. En ese informe Arismendi realiza un extenso análisis sobre la situación a nivel nacional e internacional y en especial del PCU, destacando que “la piedra de toque debe ser el reclamo de libertad para los presos, el restablecimiento de las libertades, el desmontaje de las estructuras fascistas”, destacando “el papel heroico del partido en el interior del país”. En esta línea de análisis el Partido Comunista, a posteriori, enumera 3 etapas más que atravesó la dictadura2 : 4) derrota del cronograma que tenía la dictadura para afianzarse definitivamente y avance de las fuerzas democráticas, con el Plebiscito de 1980 en el cual la ciudadanía vota NO a la reforma constitucional planteada por la dictadura (reforma que le reconocería el poder absoluto); 5) contraofensiva popular a partir de mayo de 1983, caracterizada por manifestaciones multitudinarias: 1º de mayo, la “generación del 83” de los estudiantes y trabajadores, e inicio de las conversaciones a nivel de la dirigencia de diferentes partidos políticos, para el retorno a la vida democrática (conversaciones del Club Naval); 6) la transición hacia el fin de la dictadura desde agosto de 1984 (con la realización de elecciones nacionales para un nuevo gobierno en noviembre) a 1º de

marzo de 1985, cuando asume el gobierno electo por el pueblo (retorno a la vida de la institucionalidad democrática). Delimitado en su forma más general el enemigo de clase y frente a las “varias caras del fascismo”, el PCU desarrolla y propone diferentes estrategias para enfrentar la dictadura, que lógicamente se incluyen dentro de los planteos generales de la izquierda uruguaya, manteniendo la continuidad de su línea política. Utilizando los instrumentos del imperio, en sus particularidades y especificidades, se pliega a la denuncia sobre la violación de los derechos humanos, enfatizando dos aspectos: a) que la dictadura será derrocada en la medida en que la militancia interna en el país tanto de los trabajadores, de las clases populares, como de los miembros de la sociedad toda, oponga resistencia a su estabilidad, y b) que la batalla es contra la dictadura fascista. El Partido no consideraba al exilio una posibilidad abierta a sus afiliados. Es a partir de los acontecimientos de 1975 (recrudecimiento represivo contra sus afiliados en la llamada “operación Morgan” –en alusión al pirata británico–, persecución, encarcelamiento, tortura) que frente a los hechos acepta que sus militantes salgan del país, sucediendo una fuerte migración hacia Argentina. El exilio constituyó una estrategia política más para el Partido: mantiene contacto político con todos sus militantes, se preocupa por su ubicación en diferentes países, y se pliega a la labor de la resistencia a la dictadura desde el exterior. Este exilio político tiene una efímera presencia en la historia del PCU (que no llega a delimitarse como momento particular en su relato); su plataforma programática alude a la solidaridad entre los pueblos. Exilio coyuntural de respuesta al momento histórico, línea estratégica que no se incluye en la lucha de clases, no tiene representación teórica, es una acción aleatoria en la lucha antidictatorial. Como estrategia no requería plasmarse en documentación escrita, la misma estaría demostrada por la preocupación y las gestiones realizadas por sus dirigentes en Argentina y otros países, para la recepción de militantes integrantes del PCU, en la

búsqueda de países receptores de dichos militantes tanto del “mundo” capitalista como del “mundo” socialista, y su posterior ubicación y organización.3 En este contexto, y estando una gran cantidad de militantes en la Argentina, se decide la participación de una brigada de trabajadores comunistas en las tareas de la recuperación de la joven nación angoleña recientemente liberada del colonialismo. 4 Quizás la forma más pura que asume el exilio político y que refleja la línea política del Partido, fue el internacionalismo, (camino ya transitado por los uruguayos específicamente hacia la república española en su lucha contra el franquismo). 5 Este “exilio político internacionalista” da forma a los acuerdos de la III Internacional Comunista de la cual el PCU formaba parte, concretando en definitiva una nueva forma de internacionalismo proletario. La documentación con que se cuenta respecto de estas experiencias es parcial y posterior a los hechos, y es explicitada en entrevistas que diferentes investigadores realizan a los actores directos, publicadas en diversos artículos. II) EXILIO El exilio conjuga represión, persecución, y tiene un fuerte carácter excluyente: quita a las personas el ejercicio de la ciudadanía, la pertenencia a un lugar, a un idioma, a sus costumbres, a vivir en su país de origen, suspende el mantenimiento de sus vínculos familiares, afectivos, sociales. Cada individuo debe recurrir a su capacidad de resiliencia, a todos los recursos personales y vinculares posibles, para sortear las dificultades que se presentan al enfrentarse a una vida social, afectiva, política, laboral, diferente, y al establecimiento

de nuevos parámetros en su cotidianidad. El impacto inicial sufrido perdura en el tiempo, produce desconcierto y afecta a las estructuras personales más íntimas de cada uno. Para el militante a todo esto se agrega la “culpa” por vivir en libertad, ingrediente que en la intimidad convierte su accionar en un permanente “vivir de regalado”, o “todo lo que se haga es posible superarlo en cantidad y calidad”, sin importar los costos personales y familiares que ello implica. El PCU quizás 6 evitando el carácter “excluyente” que representa el exilio, no modifica su accionar cotidiano proveyendo un “marco de continuidad” a sus militantes tanto a través de la vida orgánica partidaria (reorganizando agrupaciones e instrumentando la organización leninista del partido, delimitando la militancia) como de su proyección socio-política (organizando la solidaridad con los compañeros que trabajan en la clandestinidad, con los que están presos, con los trabajadores y con los movimientos sociales dentro y fuera del país, denunciando la violación a los derechos humanos, etc.). 7 Se mantienen las especificidades relativas a la vida interna del PCU (principios políticos fundantes) y la participación en la militancia política orientada hacia la construcción colectiva del proyecto revolucionario. Como antecedentes situacionales, los brigadistas tienen siempre presente las historias de sus familiares mayores y otras personalidades sociales, en las cuales Uruguay interviene como país de acogida y receptor de las migraciones de principios de siglo XX y luego partícipe en la solidaridad hacia España republicana. Uruguay incorporó a su vida social a estos grupos humanos y sus diferentes experiencias vitales, que repercutieron notoriamente en la vida de las organizaciones gremiales y sociales de la época, y fueron copartícipes en la construcción de la naciente y joven sociedad uruguaya.

Estos antecedentes confluyen en una consecuencia no prevista al enfrentar el exilio político: el carácter tanto político como social de la brigada abre paso al mito (sistema de creencias) de la sociedad solidaria, capaz de brindar apoyo a otros pueblos hermanos en condiciones difíciles; mito que refuerza el fundamento ideológico de la brigada y su accionar político durante el exilio. El exilio oculta la exclusión de la ciudadanía, la cual no queda explicitada dado el carácter fuertemente solidario de la brigada, pero no escapa de ser transitada en diferentes niveles personales e íntimos por cada integrante. Como contra parte se manifiesta la capacidad cada vez mayor de la brigada en su conjunto, para crear e innovar formas de trabajo y solidaridad. El PCU enfatizaba fundamentalmente el desarrollo de la tarea político-solidaria, la cual era motivo de análisis en las reuniones de la brigada. No se descuidaba el cumplimiento del trabajo personal, pero éste no era colectivizado, siendo resorte exclusivo de cada uno su mejor desempeño. 8 Esta forma de vida que por elección cada brigadista adoptó, favoreció la realización de la tarea solidaria, tanto con la sociedad angolana a través del trabajo, como con la sociedad uruguaya, en las acciones políticas de solidaridad. El ejercicio de la autonomía y el movimiento libremente realizado (lejos y fuera del grupo político y social de origen), permitía trascender la cotidianidad accediendo a formas de libertad y autonomía a las que se aspiraba llegar en una nueva sociedad. Los brigadistas participan activamente de la esfera pública-política angoleña de convivencia y construcción colectiva de los ciudadanos y de la ciudadanía, en la cual se realiza un ejercicio muy fuerte en el desempeño de la moral y la construcción de eticidad. Esta particular forma del modo de vida que se desarrollaba en la brigada, se manifiesta en todos los relatos consultados y existentes. 9 Quizás la expresión abarcativa de esta singularidad más clara, queda reflejada en la frase “… uno puede producir de una forma increíble todo el tiempo!”. (Decia-Diez, 2012, pg. 16).

El exilio político vivido en Angola por los uruguayos tuvo una historia plasmada en las actividades realizadas, en el trabajo individual y colectivo implementado en sus diferentes áreas, en documentos oficiales (por el trabajo de cada uno en su lugar) y en documentos políticos-partidarios (pronunciamiento de diferentes organizaciones políticas de África Austral en denuncias de los hechos realizados por la dictadura fascista en Uruguay) y en la sociedad civil angolana (diarios, radio, etc.). Para el brigadista la militancia le exigía asumir compromisos políticos, sociales y de clase muy fuertes, colocando por encima de todo al PCU, mostrando al mismo tiempo, “la valentía” que incluye ser un ciudadano libre y manteniendo la dignidad del Ser. El militante transita de la vida de la esfera privada e íntima hacia la esfera pública y social para introducirse en la vida política del ciudadano, supeditando la primera a la segunda. Para Arendt (1997) conquistar esa libertad significa poder alejarse de la familia, de su mundo privado y querido; requiere valentía para superar el peligro al que se somete el individuo al ingresar al espacio de la vida política. “La valentía es la primera de todas las virtudes políticas y todavía hoy forma parte de las pocas virtudes cardinales de la política, ya que únicamente podemos acceder al mundo público común a todos nosotros, que es el espacio propiamente político, si nos alejamos de nuestra existencia privada y de la pertenencia a la familia a la que nuestra vida está unida”. (Arendt 1997; pag. 73-74). La humanidad de los brigadistas se apoyaba en el pasaje hacia la esfera políticasocial y la conquista de la libertad como ciudadano, con su contraparte del alejamiento de su grupo de origen y de referencia, ocupando ese lugar la propia brigada. Para algunos integrantes este ingreso al mundo público, fue realizado en compañía de su núcleo familiar, manteniendo así un referente y apoyo importante, pero todos sus miembros debieron también vivenciar este proceso (esposa, esposo, hijos). La valoración de la incidencia de la identidad de género y generación en estos procesos excedería las posibilidades de este trabajo. 9 Recorrer esta experiencia nutría a los militantes, a la brigada, al Partido, reforzando la acción solidaria, que siempre fue aceptada y reconocida ampliamente por los trabajadores y dirigentes políticos angolanos.10 III) DESEXILIO – RECONOCIMIENTO – COSIFICACIÓN La situación de “exiliado” tuvo una finalización formal, marcada por: a- la caída de la dictadura y el inicio de la apertura democrática en el Uruguay, b- finalización del exilio político, c- finalización de la tarea internacionalista, tarea particular y específica de los brigadistas. Para la brigada internacionalista la finalización del exilio y el retorno al Uruguay asume las mismas características que la salida al exilio: cumplir con el compromiso político-partidario continuando la tarea militante dentro del país. Retomar las actividades en la vida social y política significó una dispersión de los vínculos establecidos durante el exilio. Los brigadistas no se volvieron a nuclear como grupo más allá de algunas pocas amistades que surgieron por afinidades personales o militancias compartidas posteriormente. El tránsito a la democracia incluye un sujeto pluricultural, –el “brigadista”–, construido en la esfera pública de una sociedad vivida y mantenida en la idea (aspecto necesario para el mantenimiento del “yo”) y forjada en una praxis diferenciada y ajena. Es con esta particularidad que la práctica política y social de los brigadistas debe enfrentar las nuevas situaciones políticas (tanto nacionales como internacionales) sumándose a la esfera pública-social como “nuevas” expresiones de la cuestión social, que por veces asume formas “fantasmagóricas” y ubicuas, por lo diferenciado de dicha práctica. Igualmente, esta particular experiencia no encuentra el espacio en la esfera pública-social ni pública-política donde plasmarse, como tampoco un lenguaje que la legitime.

A nivel interno partidario, queda postergado el tratamiento de la problemática de cómo abordar la “reconversión” de las diferentes vertientes (cárcel, exilio, clandestinidad) que emergen en la construcción de la nueva democracia, desapareciendo de escena el exilio político “de cara al Uruguay”. En el desexilio el mito de la sociedad solidaria, si bien mantiene su matriz inicial, reaparece en la idea del “Uruguay del consenso”, dando sustento y seguridad a la nueva etapa que transita la sociedad en la reconstrucción democrática, y en dicho “mito” queda atrapada la necesidad del reconocimiento, ocultando la inseguridad que produce la reinserción. Este retorno a la sociedad civil se realiza en base al “entendido” (no explicitado) de que la esfera pública-social reabsorbería en su totalidad la diversidad de experiencias exiliares, lo que permitiría una rápida y plena inclusión ciudadana.11 Esta idealización es proclive a que las relaciones intersubjetivas pierdan su naturaleza humanizada, que en definitiva es la pérdida del “si mismo” y del “nosotros”; proceso en el que la libertad no aparece en su total dimensión, y el ser ciudadano conlleva derechos limitados “objetivados”. Desexilio connota alienación del individuo, en tanto querer hacer y no poder reencontrarse con su país, y es al mismo tiempo, auto alienación en relación a sí mismo y a sus posibilidades humanas, se aparta de sus antiguos amigos de la vida cotidiana, se permanece ajeno, dejando paso a la autoalienación de la propia vida cotidiana. En la complejidad del proceso de reinserción, se percibe una cosificación del ser, como individuo y militante, que oculta sus dimensiones humano-exiliares. Hay alienación porque se pierde la libertad para retornar a sí mismo, se vive en permanente “extrañamiento” de difícil superación, y las relaciones humanas sufren el proceso de objetivación. De esta forma libertad y autonomía se naturalizan y la estima social no aparece.

“La cosificación se produce cuando en los procesos de conocimiento queda olvidado el reconocimiento que le subyace, es decir, los vínculos normativos y afectivos que presupone la percepción del mundo circundante”. 12 En términos honnethianos, este proceso nos llevaría a plantear relaciones despersonalizadas pues “el otro” igualmente está presente por ser portador de las características universales-genéricas de la persona y la especie. El ocultamiento de lo humano, en tanto lo específico de la especie y lo particular como expresión de sus relaciones sociales, que genera relaciones “despersonalizadas”, produce al mismo tiempo un olvido de la existencia del otro y las relaciones sociales. Esta interacción que en apariencia es inexistente, sería comparable al “olvido del reconocimiento” en sentido honnethiano. El reconocimiento que acompaña la socialización humana, es constitutivo de lo específico y humano genérico e incluye comunicación. En este proceso se desarrollan las formas morales del comportamiento de y en la sociedad. Reconocimiento y moral conforman una unidad que se implican mutuamente en el desarrollo de la autonomía, la dignidad, la libertad, y en la participación solidaria para la creación del proyecto común de sociedad a alcanzar. Es en este sentido que las obligaciones recíprocas de participación solidaria en las que se afirma el valor de las capacidades individuales no se reconocen. La re-inserción de las subjetividades se realiza con el consabido sufrimiento moral, no encontrando validez social ni reconocimiento del “valor” (en el sentido de la “valentía” ya vista en el punto anterior) con que enfrentaron la tarea del exilio político. La desposesión de derechos ciudadanos ya transitada durante el exilio, vuelve a emerger en la situación de desexilio bajo otro aspecto: la dificultad de inserción a una sociedad diferente donde lo específico y genérico de la humanidad no aparece en su real significado tendiendo a la estigmatización del carácter social de la ciudadanía. La vida cotidiana del ex-brigadista transcurre en un permanente ser extrañado, (muda relación entre lo particular y lo específico) y atrapada en su propia dinámica. La

experiencia personal realizada en la esfera laboral, social, política, no encuentra formas de expresión IV) MEMORIA Existen al presente, testimonios que conforman relatos individuales, aislados, parciales, realizados en diferentes tiempos (entre los años de 2003 a 2013), con diferentes objetivos (relatos, entrevistas, investigaciones académicas y periodísticas) que no llegan a integrar la memoria colectiva, y como tales permiten una identificación en la diversidad grupal, pero de forma individual y personal. Esta memoria individual forma parte de la memoria colectiva pero no se confunde. Dichos testimonios plasman el pasado a partir del momento histórico presente de cada individualidad. Ofician como “cuaderno de campo” para el relator, y cada relato incluye el tiempo y las subjetividades de los entrevistados y entrevistadores, configurando una versión que no tiene diálogo entre los protagonistas más allá de las representaciones que cada uno incorporó en las interacciones al momento de la experiencia entre 1977 y 1985. Se recuerda desde el presente, lo que incluye los cambios ocurridos posteriormente tanto en el investigador como en el entrevistado, en su conciencia subjetiva y en acontecimientos sociales y políticos. Se recuerda desde un marco presente que no es el que fue, y hacerlo explícito permite a la objetividad reconciliarse con la subjetividad. Son testimonios cargados de hechos cuyas significaciones, si bien se presentan como personales y diferenciadas entre sí, constituyen subjetividades que fueron construidas en la dinámica de la experiencia realizada, y por veces en un devenir casi único, individual; tienen la particularidad de representar las variadas facetas de la vida cotidiana de la propia brigada. El corte abrupto sufrido por el retorno y la construcción de la nueva democracia en el país de origen, congeló la propia experiencia, y la memoria individual y social dejó paso al olvido. Testimonios (si aplica el término) que son vivencias de situaciones compartidas, pero no elaboradas colectivamente en el devenir histórico, cuyo hilo conductor genera

entonces un trazado confuso al momento de su contextualización y construcción identitaria grupal. Si no hay narración colectiva la comunicación se ve interrumpida. La historia es temporal, reconstrucciones de continuidades temporales, que facilita el anclaje de la memoria. “A memória é a vida, sempre carregada por grupos vivos e, nesse sentido, ela está em permanente evolução, aberta à dialética da lembrança e do esquecimento, inconsciente de suas deformaçoes sucessivas, vulnerável a todos os usos e manipulaçoes, suceptível de longas latências e de repentinas revitalizaçoes”. (Nora; pg. 9) Es importante que la reconstrucción de la memoria de la brigada no se convierta en simple mirada de la historia, explicitada a partir de hechos, datos, sino que incluya las vivencias, sentimientos, trayectorias. Existen fragmentos de una narrativa por veces coincidente históricamente, pero mostrando las diferentes facetas ucrónicas de la memoria colectiva (construida desde la individualidad) pues “el hecho” tiene múltiples maneras de recordación. Como forma aislada de expresión se puede pensar en un testimonio “inexistente” que no colabora en la legitimación de este exilio. La memoria colectiva corre el riesgo de “desaparecer” históricamente junto con la desaparición física de los integrantes de la brigada, quedando un referente mínimo en el cuerpo social referenciado en los testimonios personales. V) CONCLUSIONES La Brigada como colectivo no ha realizado a la fecha la recopilación histórica de su accionar que permita “legitimar” esa forma de exilio político. No se ha podido reconstruir una historia compartida del exilio—desexilio. El exilio aparece como práctica política invisible en un país con una tradición fuerte en la solidaridad, que se diluye con la “nueva” democracia post-dictatorial, colocando la solidaridad a nivel “mítico”, es decir inalcanzable, produciendo la cosificación del ser. (clivaje entre lo humano sucedido y lo político sucedido). El exilio como escuela formadora de humanidad solidaria para la sociedad uruguaya y en especial para el PCU, no trascendió como para dejar una impronta en las

luchas de clase y en la sociedad más amplia, no pudiendo dar cuenta del mito de la solidaridad internacional. El brigadista aparece en la sociedad inmediata y cercana bajo el estigma de “exiliado” (abarcativo a todo el universo de la población que salió del país expulsada por la dictadura militar). No se reconoce el exilio-político de la brigada como tarea partidaria respecto del internacionalismo proletario. La ausencia del tratamiento del tema del exilio-desexilio trae aparejado la falta de reconocimiento de los militantes en los aportes frente a un proyecto común de sociedad, y al mismo tiempo contribuye a silenciar el tema y la experiencia. Todos estos aspectos colaboraron en la desvinculación de los brigadistas entre sí y al desmembramiento como grupo nucleado en torno a un proyecto político y social compartido.

DOCUMENTOS CONSULTADOS Y BIBLIOGRAFÍA
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http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar/ii-jornadas/actas-2014/Decia.pdf

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