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El preámbulo de la historia reciente

Por Sergio Schvarz

 

No es usual conocer trazos de la historia uruguaya de lo que denominamos usualmente la derecha política. Y menos saber de su trama violenta, ubicada en el entorno del régimen colegiado, prolegómeno de la espiral de violencia que desembocara en el golpe de Estado de 1973. Para conocer esa realidad la Doctora en Historia y Licenciada en Ciencias Históricas, Magdalena Broquetas, hace una adaptación de lo que fue la tesis para acceder al doctorado en la Universidad de La Plata, misma que se nutrió del trabajo de investigación en el Departamento de Historia del Uruguay y del Instituto de Ciencias Históricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Si bien es cierto que se trata de un periodo de escasa investigación histórica, este libro es atrayente por la seriedad, e incluso novedad, que da el amplio manejo de las fuentes consultadas.

La tesis a que se alude es el de comprobar si “¿las acciones violentas de sectores de izquierda fueron anteriores a la aparición de la represión o una respuesta a esta? Por supuesto que, y eso lo pone en claro la autora desde un principio, la mayor violencia es lo injusto del sistema, que condena inevitablemente al hambre y a la miseria a los que, en el mundo, nada tienen.

Sergio Schvarz

Un primer inconveniente para tratar el tema fue la falta de estudios sobre los años cincuenta, debido a la dispersión, a la falta de conservación y la dificultad de acceso a las fuentes históricas. La bibliografía académica ha sido poca, y ha tenido escasa atención de la literatura testimonial; hay sin embargo otro tipo de obras con tramos históricos más extendidos. El trabajo de investigación se nutrió de informes de la inteligencia policial, la prensa periódica, publicaciones y folletos de los movimientos estudiados; documentación oficial y documentación diplomática, fuentes tanto éditas como inéditas. Una cita obligada es el libro biográfico del ex agente de la CIA en Uruguay, Philip Agee.

La autora examinó documentos obtenidos en el National Archives and Records Administration (NARA), de Washington (EE.UU), carpetas (período 1958-1967) y memorias anuales de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), de la policía uruguaya, series documentales (como las actas del Consejo Nacional de Gobierno (1959-1967) ), la prensa de la época, publicaciones periódicas de grupos derechistas, como “Centinela” (1961), “El Federal” (1964), “Información” (1958), LOAS, periódico de la Liga Oriental Antisemita (1960), ODI, boletín de las organizaciones demócratas del interior (1962-1963), “Patria Libre” (1965-1966),” Prensa Libre” (“1957, 1961, 1963, 1964), revista “Antorcha” (1961), “Revolución Nacional” (1964).

Los dorados años cincuenta.-
Bajo la categoría “derecha” los integrantes son quienes están “aglutinados en una actitud refractaria hacia tendencias igualitarias y proyectos de izquierda”, pero donde el elemento común y aglutinante es el anticomunismo, en la retórica de la Guerra Fría, y una reacción que quiere ser freno ante la posibilidad de un cambio radical. Ya entre el año de 1947 y 1952 había habido una coordinación de gremios autónomos y clasistas (gremios solidarios), que luego con la huelga de empleados de Salud Pública (marzo de 1952) habilitó las primeras Medidas Prontas de Seguridad, y luego se sucedió una ola de conflictos en bancos, transportes, electricidad y radiodifusoras que duró hasta octubre y se adopta en setiembre la segunda vez de las Medidas Prontas de Seguridad, con la represión consiguiente (detenciones y “apremios”, fichajes y seguimientos).

Pero en realidad la historia de la derecha empieza con la escisión de la formación General Fructuoso Rivera dentro del Partido Colorado, acaudillado por Pedro Manini Ríos en el lejano 1913, que se oponía al reformismo batllista. En 1915 se crea la Federación Rural con el mismo objetivo de frenar al reformismo y defender sus intereses. Esa es una de las dos vertientes de la derecha: liberal, conservadora, demócrata. También dentro del Partido Nacional, que sería su segunda vertiente, la del herrerismo, son (ultra) nacionalistas, antiliberales y anticomunistas.

Por lo tanto al antibatllismo de esa primera época  se le sumará el anticomunismo, xenófobo y antisemita de la última ola migratoria de Europa del Este y los nacientes fascismos (el falangismo entre los inmigrantes gallegos, franquistas). Incluso estos mismos grupos hablaban de “inmigración indeseable” (como hablan ahora, y comparémoslo con sus argumentos de hoy día, que no difieren mucho).

El ejército, mientras tanto, está identificado con los colorados, son antibatllistas y anticomunistas. De ellos se nutre Terra para el golpe del 31 de marzo de 1933, junto a los colorados no batllistas: riveristas, terristas, el vierismo de Feliciano Viera, el Partido Colorado Radical y el sosismo, de Julio María Sosa del Partido de Tradición Colorada. Y, por supuesto, el herrerismo. Hasta elementos nazi fascistas en medios castrenses, y el apoyo de la desaparecida Unión Cívica y la Iglesia Católica. Estos movimientos funcionaron más o menos activamente hasta la segunda guerra mundial, durante la neutralidad bajo Baldomir y luego de Pearl Harbor el Uruguay pasa a ser aliado a Estados Unidos y estos grupos se disuelven. Entre las primeras agrupaciones derechistas, en 1930, destaca el Movimiento Renovación Nacional, con prensa propia y con una prédica violenta y destructiva.

No faltará a la cita Domingo Bordaberry, primer secretario de la Federación Rural, colorado y antibatllista, director del diario terrista El Pueblo, y Benito Nardone, “Chicotazo”, en su papel como comunicador en la radio. Ambos buscaban la democratización de la Federación Rural y estaban en oposición a la sindicalización en el medio rural (y un vago temor a una reforma agraria y la extensión de los Consejos de Salarios al sector —no muy diferente a hoy día, por cierto, donde desistieron de participar del mismo—). La Liga Federal de Acción Ruralista, dentro del modelo conservador reaccionario, da un discurso sencillo, con jerga popular, expresiones coloquiales y chabacanería. Y para 1958 se unirá el ruralismo con el herrerismo.

Sobre el final de la década de los cincuenta, con el fin de la bonanza que, como el de los “locos años veinte” parisinos, enfrentaba la descomposición social en su seno, comenzó el declive económico que trajo un inevitable enfrentamiento social que años más tarde desembocaría en las Medidas Prontas de Seguridad y en “la encrucijada” de 1968: la represión generalizada, la militarización de lugares de trabajo, la eclosión de la guerrilla… “Los efectos de la crisis económica y desde el estancamiento productivo repercutieron” en la sociedad, y mientras tanto se “había alcanzado una mejora en las condiciones de vida y en el poder adquisitivo” de sectores asalariados y capas medias, con gran capacidad de movilización y presión, cuando esto ya no se produjo los costos los tuvo que pagar el Partido Colorado, mediante el Colegiado blanco, la línea herrero-ruralista como alternativa al modelo batllista. Este colegiado tuvo “la apuesta a la liberalización de la economía” que, sin embargo, produjo una profundización de la crisis y una intensa movilización social. Se firma la primera carta de intención con el FMI y ante las movilizaciones sindicales aumenta la presión y se endurecen las condiciones del préstamo. La especulación, que favorecía a la clase alta rural en detrimento a los “sectores de ingresos fijos”, hace aumentar la inflación y desempleo.

A la mitad de los años cincuenta, la lógica de la Guerra Fría se apodera del discurso. Las diversas agrupaciones y coaliciones de la izquierda y la movilización sindical terminan desbordando “los límites de las reivindicaciones laborales para adoptar posiciones sobre los problemas generales del país” (FEUU en 1958, CNT en 1964), bajo la influencia de la Revolución cubana. El tercerismo cede el lugar ante las tendencias comunistas y de la nueva izquierda (guerrilla, foquismo).

Autora del libro; Magdalena Broquetas

Recién en 1963 se conforma la primera organización de tipo armado dentro de la izquierda, el Coordinador, como autodefensa, y para 1965 nacerán como Tupamaros, por lo que claramente este grupo es una respuesta, a tono con el momento histórico en América Latina, a la represión y al terrorismo de Estado que, como venimos viendo, se da —por lo menos— desde 1952 en una espiral ascendente.

La respuesta de Estados Unidos y de todo el arco conservador que lo apoya, es actuar sobre las causas económicas y sociales, y para ello, para no tener otra Cuba en cualquier otro país latinoamericano, lanza la propuesta de la Alianza para el Progreso, que es un programa de ayuda económica para América Latina, lo que evidencia el fracaso del modelo. Pero, previendo lo que puede causar, otorga programas de adiestramiento policial y militar, con injerencia estadounidense en el país, capacitación de líderes sindicales, intercambio estudiantil y “estadías en centros de estudio y formación”.

La CIA —desde 1947— realiza acciones de vigilancia y campañas propagandísticas, mediante organizaciones de fachada, como la Liga Oriental Anticomunista (LOA), y vínculos con los servicios de inteligencia policial y militar. Benito Nardone, por ejemplo, “reclutado en 1958 por Howard Hunt”, desarrolló “una agresiva prédica anticomunista… contra el cuerpo docente de la educación pública y los movimientos sindical y estudiantil” (pág. 66). Según un documento de analistas de la embajada de Estados Unidos (en 1963), la línea de acción es: “identificar y apoyar fuerzas democráticas bien conocidas en organizaciones privadas, en especial sindicatos y estudiantes”; fomentar especialmente la influencia del “sindicalismo democrático” a través del establecimiento de centros de formación; mantener las becas para visitar Estados Unidos; enfatizar en conversaciones privadas el hecho de que la penetración comunista en los sindicatos y en el campo de la educación era la única amenaza real a la independencia uruguaya; lograr una disminución de la tolerancia en relación a las actividades del bloque soviético…” (pág. 67), lo que incluyó, como es sabido, programas de entrenamiento militar y policial en la zona del canal de Panamá y en Estados Unidos. “En diciembre de 1963 la embajada (estadounidense) depositaba esperanzas en la carrera política de Bordaberry (Juan María) y destacaba su perfil “genuinamente anticomunista y gran defensor de Estados Unidos”.

Programas, líneas y ámbitos de acción de la derecha uruguaya.-
La matriz ideológica de la derecha es liberal y conservadora. Entre los grupos creados en los años 50, se encuentran el ala conservadora del Ateneo de Montevideo, heredera del Movimiento Antitotalitario del Uruguay, el Movimiento Nacional para la Defensa de la Libertad (MONDEL), desde agosto de 1958, y las filiales: el Movimiento Nacional Feminista y por el Movimiento Estudiantil para la Defensa de la Libertad (MEDL). Estas provenían de la Liga Oriental Anticomunista (incluso dos de sus miembros fueron integrantes principales), y crearán la Organización Democrática Latinoamericana (ODLA).

Otro grupo es la Confederación de Estudiantes del Interior (presentes en 52 de los 62 centros estudiantiles”; Amigos Cuba Libre y Democrática en  julio de 1960, que condena las “desviaciones” del movimiento revolucionario en prácticas y métodos. La Asociación de Lucha Ejecutiva contra los Totalitarismos en América (ALERTA), nacida el 4 de octubre de 1960, dirigida por el teniente (retirado) del Ejército, Julio César Ribas (hijo del general Juan Pedro Ribas, ex ministro de Defensa, que en 1957 desafió a duelo a Luis Batlle). El Movimiento Civil de Reafirmación Democrática en Guardia, que es una escisión de ALERTA, junto a la Confederación de Maestros del Uruguay y la Organización de Padres Demócratas (ORPADE), forman el movimiento “demócrata” con una vigilancia ideológica en la enseñanza y luego en el campo sindical estudiantil.

La Confederación Sindical del Uruguay (CSU, 1951), vinculada a la Confederación Internacional de Centrales Sindicales Libres y a la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, lideradas por los sindicatos estadounidenses (como por ejemplo la Liga Bancaria Anticomunista), relacionado a su vez con ALERTA. Las Organizaciones Demócratas del Interior (ODI, 1962), que son agrupaciones sociales y estudiantiles de localidades del interior (con movimientos cristianos). El boletín de ODI fue un elemento importante de propaganda. Su director fue Hugo Enrique Pagani Peralta, quien había estado infiltrado en el Partido Comunista del Uruguay desde mediados de 1960 hasta febrero de 1961, que “actuó en filas comunistas a fin de revelar sus procedimientos”, operador radiotelegrafista de la Escuela de Transmisiones del Ejército.

En las filas eclesiásticas podemos destacar el Movimiento Cristiano del Uruguay Pro Defensa de la Libertad y los Derechos Humanos (MCU), de Nelson Otamendi. La Iglesia del Silencio, que condena la presión comunista a la Iglesia. La Unión de Anticomunistas de Rusia en Uruguay (filial de la misma en Argentina), cuyo líder es Juan Pawlowski, quien tiene fuertes nexos con MCU y con Asamblea de Naciones Europeas Cautivas (Hungría y Europa Oriental). Menos ORPADE, a mediados de 1963 todas habían desaparecido.

La percepción de amenaza iba a lo sindical, donde se entremezclaban “intereses económicos, temor de clase e incertidumbre” sobre la profundización y prolongación de prácticas de movilización, huelgas y ocupaciones. Tenían la convicción de que el “enemigo” (el comunismo) se había deslizado hacia puestos clave en la administración pública y conducción del Estado, además de lo estudiantil y sindical, copando todos los sectores. Enarbolaban la bandera de los mártires húngaros de 1956 y la “traición” cubana al relacionarse con la URSS y proclamarse socialistas. De allí la campaña tendiente a romper relaciones diplomáticas con Cuba. Para ellos el comunismo se había infiltrado, como una especie de pulpo: “los comunistas se encuentran en todos los sectores de la sociedad. Los hay en la prensa, en la radio, en la televisión, entre los intelectuales, profesionales, obreros, empleados, estudiantes, campesinos y políticos. Entre los ricos y los pobres”, sentenció Martínez Bersetche en una conferencia organizada por ALERTA en junio de 1962” (pág. 95), y agrega: “constituyen “un poder que va tomando cuerpo”… y ha “adquirido volumen con una acción planeada y dirigida con la habilidad y astucia de una muy fina estrategia”, y había que detenerlos.

Hay un supuesto “apoliticismo” en la pretensión de estar por fuera de los partidos políticos, pero en realidad estos grupos son integrados por hombres y mujeres de todos los partidos políticos “democráticos”, que están “unidos en una misma tendencia ideológica ante un mismo tema y movilizados en el terreno social”, y en la práctica son “simpatizantes o participantes activos de un partido político determinado” (pág. 96). “Los movimientos de la derecha conservadora vinieron a apuntalar a los partidos Nacional y Colorado y, como en otros momentos de crisis, sugerir la unión” (pág. 97). Uno de los aspectos centrales es la defensa de la patria, desde un patriotismo barato, y la protección del orden institucional y social establecido (basado en la teoría del enemigo interno). Es la lógica del ellos y los otros, patriotas y vendepatrias o antipatriotas; “blancos, colorados, ambos o independientes, o las izquierdas partidarias y a la mayoría de los movimientos estudiantiles y sindicales” (tradicionalistas en el sentido conservador, de mantener el status quo, “que la juventud se impregne de la tradición ya que por ella es eterno el concepto de la patria. En ese caso, la “otra” juventud, sería revolucionaria pero antipatriótica”.

La función de la derecha conservadora era desenmascarar una realidad paralela, y despertar la conciencia nacional, alertando sobre el peligro y mostrando el método de infiltración comunista: “crear una conciencia nacional de defensa de la nación y de sus instituciones democráticas” (pág. 99). Proclamaban “el repudio explícito a la violencia (pero) iba acompañado de una declaración amenazante en caso de verse obligado a usarla”. Por ejemplo: “el camino de la violencia que otros han elegido no nos gusta pero tampoco nos asusta” (estos grupos derechistas hacían ostentación de las armas). Además, hay un fomento a las delaciones y a la divulgación de información personal de los individuos, tanto desde volantes, impresos, librillos, como mediante la prensa nacional, en particular El Día, lista 14 y UCB, batllismo, y desde El País, de la UBD, o El debate por el herrerismo y La Mañana que era antibatllista.

Entre las prioridades de esta derecha —como hemos señalado— está la recopilación, organización y divulgación de información. Esa información complementó —y alimentó, a su vez— los conocimientos acumulados de los servicios de inteligencia del Estado.

El Movimiento Femenino, por ejemplo, dice: “…el comunismo no puede tener asiento en un país constitucionalmente organizado, ni su propaganda cabe en una tierra que respeta la libertad humana en todas sus manifestaciones, por lo cual constituye un movimiento, al fomentar actividades antinacionales, se coloca fuera de la ley, y no debe tener sitio en el plano de nuestros partidos políticos” (pág. 117, publicado en El País, 3 de octubre de 1959). El comunismo es visto como una patología social, como una desviación. Un claro ejemplo de la divulgación de información se nos muestra en la página 115 con la exposición pública de los datos filiatorios y demás de la historiadora Lucía Luz Sala Fernández de Tourón, gran investigadora sobre temas artiguistas.

Los otros grupos, orientados a los métodos de acción violentos.-
En 1961 aparece la Legión Artiguista (antes como Legión Oriental Artiguista, LOA), que es una agrupación de tipo policial y militar, de carácter nacionalista y que adopta conceptos clave de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Es desde allí de donde surgen las primeras propuestas golpistas “estructuradas”, cuyos miembros eran militares retirados y civiles. Reproducía la idea de “una agresión externa —“ataque de fuerzas foráneas”— a través de un enemigo encubierto” (agitadores profesionales” sindicales y/o políticos). “Los representantes del movimiento discrepaban tanto con las soluciones de los gobiernos blancos (apertura económica, vínculo con los organismos internacionales de crédito, etc.) como con la orientación política que había caracterizado a las administraciones batllistas durante la década anterior, ya que en ellas veían el origen del exceso de burocracia y la demagogia como vínculo con la ciudadanía. En este planteo, el “gremialismo” era presentado como la antítesis del “patriotismo” y era este último sentimiento el que, junto al “sacrificio” pretendía avivarse en las masas trabajadoras para sacar al país de la crisis” (pág. 129), y además “se reivindicaba entonces la herencia del pensamiento artiguista ante las apropiaciones del “fidelismo” y el “comunismo” que representaban “la negación más rotunda del ideario y la lucha de  Artigas” (pág. 130). Carlos Restito y Raúl Sartorio, eran sus líderes máximos.

Vanguardia Tricolor fue uno de los máximos exponentes de la derecha uruguaya, la que intentó hacer un golpe de Estado en 1963, mismo que ha sido poco estudiado. Esta agrupación decía: “encarnar la acción más directa o contundente contra la actividad que desarrolla el comunismo tanto en el plano sindical como político”.

La radicalización de este sector político se da en simultáneo con la movilización social. “Aquí hace falta una mano fuerte, que ponga orden”, es una de esas frases comunes de la época. Hay un viraje hacia lo militar tras el golpe militar en Brasil, con la creación en 1965 de la Logia Tenientes de Artigas, con militares de perfil nacionalista, como Mario Aguerrondo y Esteban Cristi. La milicia es vista como “fuerza jerárquica y disciplinada, bajo el mando de un jefe”.

La Liga Oriental Antisemita (LOAS), porque el antisemitismo es otra de la vertientes del movimiento derechista, vinculada a la Organización Mundial Antisemítica (OMAS), realizan atentados antisemitas luego del secuestro de Eichmann en Argentina. Un poco antes, en mayo de 1960, hay una ola de atentados y secuestros antisemitas.

El Movimiento de Organización Nacionalista, con el falangismo franquista como su inspiración. El Frente Estudiantil de Acción Nacionalista (FEDAN), con un pensamiento cercano al de Luis Alberto de Herrera, con el slogan de Dios, Familia y Tradición, antisemita, anticomunista, con un perfil estudiantil universitario y de enseñanza media, “nacional, popular y cristiano”.

El Movimiento Nacionalista Montonera (particularmente en Minas, Lavalleja), que propugnaba por un estado fuerte y descreía de los partidos políticos, que, junto al Movimiento Nacionalista Revolucionario de Unión Oriental (MNR, de 1964, ex de FEDAN y de Montonera), aunque buscaba la unificación del Partido Nacional, eran nacionalistas y católicos, anticomunistas y tenían una visión decadente de la política y de la sociedad. Estos terminan confluyendo en la Cruzada Patriótica Revolucionaria (CPR), con una estructura similar a la falange española.

Movimiento Progresista, de 1962, tiene una antipatía pronunciada por los partidos políticos, de orientación nacionalista y que lucha por las clases populares aunque no tiene propuestas claras.

El Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT, de 1957), de Argentina, quienes son ex militantes de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios – Sector estudiantil de Alianza Libertadora Nacionalista.

La Cruzada Patriótica Revolucionaria, en especial, tenía un discurso a favor de la corporación, de estilo fascista, y con puntos de contactos con el nuevo militarismo tras el golpe brasileño, y se empeñan en el blanqueo de Oribe, de haber sido el degollador del Cerrito se le rescata desde una postura nacionalista y antiimperialista, en una posición totalmente revisionista y utilitaria de la historia. Ya en ese tiempo Luis Alberto de Herrera hablaba sobre “el odio de la capital al campo” (pág. 169), y de un odio que no es económico.

En un contexto más general, estos grupos se emparentaban con Jeune Europe (Joven Europa), Organización del Ejército Secreto (OAS), y con Joven América, que tiene contactos con los exiliados cubanos. Así, en Uruguay, el MNR se transforma en Partido Joven Uruguay, que hace una violenta exaltación en su discurso y en la práctica. Como católicos lanzan la idea de una conspiración judeo-masónica.

Por lo tanto, ese antisemitismo y el antiizquierdismo, en un contexto internacional (brotes antisemitas en Alemania, escuadrones (comandos) de la muerte en Estados Unidos) y nacional derechizante, más el apoyo del nacionalismo argentino desemboca en el recrudecimiento de la violencia contra los judíos en especial en Argentina a raíz del secuestro y, sobre todo, con la muerte, de Adolf Eichmann, pero también en Uruguay. Explotan artefactos explosivos contra sinagogas en Montevideo y hay pintadas svásticas a fachadas de comercios y atentados contra personas (marcamiento), amenazas telefónicas, esquelas anónimas o secuestros (como el de Soledad Barrett). El modelo evidente es el de la OAS, donde hay un “vínculo entre servicios de inteligencia policiales infiltrados en manifestaciones políticas, las organizaciones anticomunistas de la época y algunos medios de prensa como el diario El País” (pág. 190).

Es cuando empieza la estigmatización de la protesta social así como las medidas sindicales y estudiantiles son vistas como una mera gimnasia revolucionaria, como medidas de agitación que buscan la perturbación del orden normal, e incluso desde el punto de vista moral, ya que estos grupos tendrían una relajación delincuencial en sus costumbres (disolutorias). A su vez hay un seguimiento a los asilados brasileros después del golpe.

Una de las propuestas de la derecha conservadora, que buscó de alguna manera apoyar al endurecimiento de la política, era una ley sobre la “notoria filiación democrática” para el ingreso en la administración pública, con la inhabilitación o la destitución del cargo (como sucederá en la dictadura, con la Declaración de Fe Democrática) en el marco de una noción de “legítima defensa” preventiva.

Nardone veía la necesidad de organizar “algunas unidades, batallones o compañías de soldados especializados […], en alguna cosa más que el uso del fusil…”. Y cuando nuevamente instauraron las Medidas Prontas de Seguridad, lo hicieron porque desde el gobierno veían la “actividad gremial al servicio de fines políticos”.

Aumentan entonces las operaciones encubiertas de la CIA y programas de apoyos de fachada legal. El Servicio de Inteligencia y Enlace de la Policía de Montevideo (creado en 1947), con jurisdicción nacional, se encargará del control de conflictos obreros, vigilancia de huelgas y actos públicos, el fichero de izquierdistas y comunistas, seguimientos, recopilación de información. A la vez los métodos de interrogatorio son más feroces, con golpes, asfixia y picana eléctrica. Grupos de castigo eran reclutados, pagados y respondían a los servicios de inteligencia de Estados Unidos, es decir que: “dirigentes de organizaciones de la extrema derecha nacionalista se valieron de la voluntad financiadora del gobierno estadounidense, así como de las redes sociales de la derecha conservadora” (pág. 253)

En ese contexto del incremento de la violencia sucede la muerte de Arbelio Ramírez a la salida del discurso que diera el Ché Guevara en la Universidad (1961), asesinato nunca aclarado pero que algunos signos apuntan al grupo de Sayago.

“En tiempos de crisis las derechas moderadas y extremas tienden a unir sus fuerzas para aunar proyectos que en otros momentos serían irreconciliables”, así señala Sandra Mc Goe Deutsch, como una de las confluencias de la época. Y además siempre se puede contar con el apoyo de la Iglesia Mormona y el ruralismo, los brazos represivos del Estado y “altas autoridades policiales y militares” (pág. 254). A eso le sumaremos el enlace con la CIA y los grupos parapoliciales y paramilitares en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional, porque como sentenciara, sin pudor alguno, el ex consejero Batlle Pacheco (de la lista 14): “hay que eliminar a los comunistas”. Y no hablaba metafóricamente.

 

 (La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966), de Magdalena Broquetas, Ediciones Banda Oriental, 2ª edición, 2015, Montevideo, Uruguay, 280 páginas)

 

Por Sergio Schvarz
Escritor, poeta, y ensayos breves.

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