No hay ningún rincón de la Constitución de la República que diga que los dirigentes sindicales no pueden ser candidatos de los partidos políticos en una elección nacional o departamental. Lo que es, sin duda, una buena señal para nuestra democracia, una de las más perfectas del mundo.
A pesar de ello, el diario El País, que tiene varios exámenes perdidos en materia de derecho constitucional, pone el grito en el cielo porque hoy hay dirigentes del PIT-CNT que tienen aspiraciones políticas y que por ello están integrando las listas de distintos sectores del Frente Amplio.
Sin mucho esfuerzo profesional, encontraron seis o siete que son dirigentes sindicales y que, a la vez, están incorporados a la política. Pero si hubiera pedido ayuda, le habríamos dado una mano para que incorporaran otros nombres de sindicalistas que con el FA llegaron a los centros del poder político, siendo electos por la ciudadanía en el cuatro secreto, que no es cuarto oscuro.
Solo a título de ejemplo: Víctor Rossi fue dirigente del sindicato del transporte y terminó siendo ministro; Oscar de los Santos fue dirigente del Sunca en Maldonado y fue, por dos períodos, intendente de ese departamento y ahora va por la diputación y el Senado; Marcos Carámbula, presidente del SMU, va a estar diez años al frente de la Intendencia canaria y ahora aspira al Senado.
Quizás el caso más impactante es que José D’ Elía, dirigente histórico del movimiento sindical, fue candidato a la Vicepresidencia de la República por el Frente Amplio, a la salida de la dictadura.
Con solo este pequeño relato se muestra que no hay ninguna novedad sobre la participación de los dirigentes sindicales en la política partidaria, pero siempre hay un elemento común: los partidos tradicionales nunca pudieron incorporar a un dirigente sindical a sus filas, porque los sectores empresariales y de la producción del agro los tuvieron siempre bajo sospecha.
Es en este marco que hay que recordar que los dirigentes sindicales que enfrentaron el golpe de Estado de 1973 han recibido y siguen recibiendo el aplauso de los sectores más progresistas de los dos viejos partidos.
Por todo esto se vuelve muy incomprensible la actitud regresiva de El País, que parece querer reducir la actividad intelectual de los dirigentes sindicales a las políticas reivindicativas, sin que se propongan participar en zonas de decisión en el aparato de poder del Estado.
Sería bueno para el país y el republicanismo que los dirigentes empresariales no ocultaran su identificación político-partidaria, para que de esa manera todos supiéramos con quién estamos hablando. Si esto llegara a pasar algún día, todos nos sentiríamos mejor en tanto nuestra democracia sería mucho más transparente.
También se podría dar otro paso en esto de la transparencia: algún día los periodistas no ocultaremos a quién hemos votado desde que llegó la democracia. Yo no lo he ocultado… ¿No será la hora?
Por Raúl Legnani
Periodista y maestro
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