Por Sergio Schvarz
En octubre del año pasado, salió una monumental edición donde veinticinco dirigentes comunistas cuentan su peripecia en torno a la lucha contra la última dictadura cívico-militar. Este monumental libro, por su tamaño (más de seiscientas páginas), donde se transcriben la totalidad de las entrevistas que se realizaron entre 2008 y 2012, como también por su pertinencia, por ser un monumento vívido de un grupo revolucionario, en sus distintas generaciones, se hizo en aras de la memoria histórica y como forma de reivindicar el accionar durante la resistencia por parte de los comunistas. El trabajo clandestino es el eje central de esta serie de entrevistas, pero va hacia atrás —hasta 1955, que es cuando se procesa un giro en el Partido Comunista de Uruguay, de la mano de Rodney Arismendi, en el XVI Congreso (“donde se establecieron nuevas bases para el funcionamiento del Partido y para la prosecución del movimiento revolucionario de nuestro país”)—, y luego hacia adelante, hasta el año 1985, donde se cierra esta etapa —además de menciones al “quiebre” interno del Partido y al abandono del mismo de muchos de sus cuadros y dirigentes—. Las preguntas siguen un itinerario temporal: el momento inicial y la afiliación, el tipo de militancia, disquisiciones en torno al golpe, la clandestinidad, prisión y libertad, y qué significa ser comunista según la visión de cada uno. Sin embargo, no hay datos sobre la militancia del interior, ni sobre el exilio.
Según Silvia Dutrénit Bielous, dice en el prólogo que “se reúnen aquí entrevistas que exhiben las vivencias de 25 mujeres y hombres de distintas generaciones y diversos espacios de la resistencia. Ofrecen desde el presente en que se comparten, imágenes con emociones variadas de situaciones muy difíciles, riesgosas y dolorosas emocional y corporalmente que muestran un alto grado de compromiso militante. Evocan la presencia y la lucha comunista en diversos espacios y rememoran a través de relatos individuales las historias de cada persona entrevistada en relación con su inserción en el Partido. Distintas generaciones y diversos momentos de ingreso a la organización hacen posible que el lector encuentre en muchas de esas narraciones un entramado de contextos políticos, sociales, sindicales que anteceden los años de la dictadura e ilustran a la vez la acción partidaria”.
Mientras tanto, Felipe Manuel Bermúdez Irisarri, autor de la obra, agrega que la misma “surgió del convencimiento personal de la importancia de evitar que se perdiera la rica experiencia de quienes desde puestos de militancia diversos y significativos, dedicaron una gran parte de sus vidas al Partido Comunista del Uruguay, en especial durante los años más aciagos de nuestra historia reciente”. Los testimonios se agruparon en: 1) los que, por su edad, aportaron más información, porque su actuación abarca más tiempo, además de “destacados dirigentes de diversas ramas de la actividad económica”, 2) militantes y dirigentes más jóvenes que se iniciaron en la lucha en el liceo, la Universidad o en centros de formación académica, y fueron expulsados de sus centros de estudio, 3) los testimonios de “un equipo de militantes” clandestinos en Buenos Aires, y 4) los testimonios de dirigentes, cabezas de todas las etapas. Todos, salvo los que estuvieron en Buenos Aires y algunos que se mantuvieron en la clandestinidad en la última etapa de la dictadura, fueron apresados y cumplieron condena. “Sus testimonios nos ofrecen impactantes imágenes de su condición como reos de la Dictadura”.

Para esta reseña, tratando de ser lo más breve posible, indicaremos algunos pasajes destacados de cada uno de los entrevistados, sobre todo en aspectos puntuales que cada uno de ellos menciona. Demás está decir el interés particular que me motivó a leer el libro y a hacer esto: dentro de lo personal por ser de padres comunistas (y yo mismo haber militado en la UJC hasta el año 1987), y porque a la caída de la Dictadura el prestigio de los comunistas fue tan grande que en las elecciones de 1984, por ejemplo, la mitad de los votos fueron para las listas que participaban los comunistas. Su ejemplo, de una resistencia sin claudicaciones a la Dictadura, recorre esta obra.
Como dice una canción de Zitarrosa, aquello de que “un traidor vale más que mil valientes”, yo podría decir al revés: que un valiente vale más que todos los traidores juntos (a propósito: ese no dar los nombres de los traidores, ¿es lo adecuado?). Aunque no fueron los únicos, sin duda alguna los comunistas, que se enfrentaron a la Dictadura con las armas de la organización y la lucha, con la perseverancia y el sacrificio, fueron muy valientes. Nuestra nación está en deuda con ellos y con todos los que lucharon por el restablecimiento democrático y por una sociedad más justa.
Victorio Casartelli. Ser comunista es la razón de vivir…- Una constante entre los comunistas, es la reserva para dar información sobre el periodo. No es la excepción en este militante comunista, nacido en 1920, que ha pasado por distintas experiencias. Comenzó en el movimiento universitario y fue uno de los redactores de la Ley Orgánica de la Universidad de la República en 1962. La Guerra Civil española y la lucha antinazi son antecedentes en su compromiso militante. Como delegado estudiantil en la FEUU viaja a Cuba (1967), conoce y habla con Fidel Castro. Participa en el Congreso Mundial de Estudiantes (en Estambul), junto a Gerardo Gatti; integra la agrupación de AMDET (Trolebuses), se lo promueve al primer ejecutivo de la UJC, tiene responsabilidades en el Movimiento de Apoyo a la Revolución Cubana (110 comités de base en “todos los barrios y en todos los gremios”. “…La Revolución cubana fue un gran motor, fue un catalizador para una serie de actividades”).
La unidad sindical y política fue siempre un eje importante de la línea del PCU, eso se expresa en el intento de acercamiento con los socialistas en lo que después fue la UP, y la creación del FIDEL. La política represiva de Pacheco Areco, con lo que todos los trabajadores y estudiantes estaban en desacuerdo, fue sin embargo un aglutinador. Con respecto al MLN dice que “el Partido tuvo que ubicarse correctamente, pues discrepaba con la línea de acción de los tupamaros, ya que la nuestra era la de la acumulación, para tener la fuerza fundamental de la Revolución uruguaya. Sin embargo, nunca atacamos a ese movimiento y siempre entendimos que los objetivos finales de ambos grupos eran compatibles, y que ellos sólo se equivocaban en la línea de desarrollo táctico” (pág. 39); la acción fundamental de la Dictadura fue entonces (luego de la derrota militar del MLN) liquidar al Partido, “eso lo vimos en el 75”. Antes estuvieron los 8 de la Seccional 20 del PCU, y el ataque a la Casa del Partido. “Sabían que el PC era el eje, que había que liquidarlo pues era la fuerza fundamental; tenían claro dónde estaba su enemigo e intentaron liquidarnos, no por nada el Partido fue el que sufrió dentro de la izquierda la mayor cantidad de presos y torturados” (pág. 41).
[Los métodos→] “Los métodos de la represión variaban, desde los que eran apremios físicos hasta lo que era la destrucción de la mente del militante. En el caso particular de la Marina, tenían un método que era fundamentalmente para liquidar la conciencia; era más sutil, pero recuerdo perfectamente que usaban distintos métodos como “el caballete” o “la colgada”…”. Porque “…en esas circunstancias vos tenés que tener mucho cuidado con lo que hacés, vos sabés que allí no sos nadie, que el enemigo te tiene en sus garras y es capaz de cualquier cosa; entonces ¿cómo podés mantener férreamente la defensa de lo tuyo, de lo que sabés y de lo que tú conocés en esa guerra psicológica por un lado y física por el otro?”. En el Ejército: “previamente tenían la sesión de “ablandamiento”, donde la colgada era tremenda; vos deseabas que terminase eso, pero sabías que el momento más doloroso, el más difícil, era cuando te descolgaban, entonces tu cuerpo era una cosa electrizada por todos lados…, era siniestro…”, “una cosa era el tratamiento que daban a la muchachada joven que el que daban a los veteranos; no es que les inspiraran respeto, pero sabían que estaban jugando con alguien que tiene cierta reserva”.
Y luego Casartelli habla de sí mismo: “primero estuve en el cuartel de Burgues (Grupo de Artilleros N° 5), después que salí de “La Tablada” (ubicado en Melilla y Camino de la Redención) y de la máquina, fui a parar a “La Paloma” (Cuartel de Artilleros N° 1), pero ya no era aquella “tan siniestra” que había sido un lugar de exterminio”. “En otros años, yo había trabajado en los cursos especiales de la UTU de la Colonia Etchepare y conocía bastante acerca de mecanismos de rehabilitación, del valor de la actividad física; eso incluso me sirvió mucho en los interrogatorios, porque en los momentos más duros, más difíciles, yo recordaba a aquellos enfermos psiquiátricos que en las últimas condiciones se aferraban a la vida. Así que en mi pasaje de cuatro años por ahí, eso me sirvió tanto para acordarme mejor de lo que eran los elementos de acoso intelectual, como para defenderme de los padecimientos físicos” (pág. 46).
En síntesis “para mí, ser comunista es la razón de vivir y de mi subsistencia, si yo no hubiera tenido militancia, si no hubiera sido comunista y no tuviese permanentemente como hilo de mi conducta lo que es el destino de mi país, no sería nada”. Por último, Casartelli sostiene que la “reconversión” de las tres vertientes del Partido, los que permanecieron en la clandestinidad, los exiliados y los presos, nunca se hizo adecuadamente y eso fue la base de la crisis de 1992.
Luis Iguini y sus experiencias de unidad sindical.- Dirigente de larga trayectoria nacional e internacional, en el área de los funcionarios estatales. A los 14 o 15 años estuvo preso por primera vez. Perteneció a la Federación Juvenil Comunista desde el año 1944.
De su testimonio pueden establecerse los jalones en la construcción de la unidad sindical en torno a los empleados del Estado, en COFE, y luego en la CNT. Por ejemplo, “desde el 59, bajo todos los gobiernos tuvimos Medidas de Seguridad que obligaron a todas las direcciones sindicales a pasar a la clandestinidad, porque no eran declarativas, eran reales; las establecieron los blancos y Pacheco; agarraron la costumbre de mandarnos a los cuarteles; eran detenciones en Inteligencia y Enlace, en la Cárcel Central o te mandaban a distintos lugares”. Además, “con el pachecato, en junio del 68, esas Medidas Prontas de Seguridad se hicieron más serias, más graves, y coincidieron con que también se decretó la congelación de precios y salarios, lo cual estableció una gran diferencia histórica, porque en la actividad privada ya habían culminado las tratativas salariales, los consejos de salarios y los convenios colectivos”.
Pero, por supuesto, hay antecedentes golpistas que, lamentablemente, fructificaron en 1973: “los enviados de Mussolini a nuestro país habían recorrido todos los cuarteles, y ya desde antes de la guerra las vinculaciones con el franquismo existían, hasta el extremo de que, ideológicamente, gran parte de los militares uruguayos sentían también una gran admiración por Franco y sus seguidores; además de ellos recibían mucho material que les enviaban y algunos de ellos viajaron varias veces a España. Por eso, cuando nos enteramos de esas primeras reuniones de los militares, luego del 64 brasileño, lo primero que me acuerdo es que acordamos que si se producía un golpe de Estado en nuestro país, decretaríamos de inmediato la huelga general” (pág. 69).
Sus recuerdos se van desgranando, lentamente: “Aquel primer grupo de militares golpistas funcionó un tiempo nada más; su principal promotor era el gran facho Mario Aguerrondo, que fue candidato a la presidencia de la República por el herrerismo, pero el general que participaba en las reuniones de los conspiradores era Moratorio, a quien nombraron ministro de Defensa, y entonces dejó de ser golpista y pasó a ser gubernista”. Y como Trabal se enteró de las reuniones de los pro golpistas, por eso, y para distraer el foco de la verdadera responsabilidad, “…cuando mataron a Trabal, se reunió el COSENA y el general Vadora, jefe del Ejército, les dijo: “Vamos a matar 15 tupas”, con lo cual Bordaberry se aterrorizó: “15 son muchos para un país tan chico…”, y al final “el Ejército, con el apoyo de la Fuerza Aérea o la Marina, de eso no estoy seguro, trajo a cinco tupas y los ejecutaron en Pando”, dice Iguini.
La línea del Partido, “era algo como lo que planteaba Lenin, acerca de una mayor amplitud en el movimiento sindical; es decir, hay que ser amplio en el movimiento de masas, e incluso si mañana hubiera una central con fascistas, habría que entrarle donde estuvieran las masas y trabajar allí dentro”, y “fue así como logramos la unificación sindical, que costó mucho trabajo, pero que no surgió con base en un acuerdo de partidos, sino que se formó desde abajo. El proceso duró mucho, llevó años, y tuvo particularidades propias de nuestro país; hubo discusiones muy duras…”, y en las que Iguini tuvo participación, por lo que convierte a su testimonio en fundamental para conocer la historia sindical, o una parte de ella, la que se transformó en la unidad de los trabajadores.
Por su importancia, porque no hubo unanimidad al respecto en su momento, destacamos este párrafo: “El levantamiento de la huelga fue una pulseada oportunista. Era evidente que había dos caminos: uno era negociar la libertad de los compañeros presos, que era algo sagrado, pero que implicaba entrar a discutir el aumento salarial que el gobierno no estaba dispuesto a dar; y el otro, que era el que apoyaba la inmensa mayoría de quienes decíamos que no a la negociación, era que había que establecer un muro contra la dictadura, que no debíamos ceder nada. Veíamos que iba a ser un proceso largo y complejo, y si empezábamos negociando algo, eso nos iba a debilitar; más valía terminar la huelga así, duro, como se levantó; que fuera una declaración de guerra contra la dictadura, por la disolución de las bandas fascistas, y fundamentalmente como manera de sostener los principios de libertad de funcionamiento para los partidos, los sindicatos, el parlamento; es decir, libertad para la democracia” (pág. 72). Y a consecuencia del golpe, “en un primer momento hubo persecución, claro que si te agarraban, te encerraban, y si te seguían, te tenías que meter en la clandestinidad; pero la diferencia que hubo fue que los que habíamos actuado en el movimiento sindical teníamos una larga experiencia en nuestras propias medidas de seguridad… mientras que la gente del Partido no estaba acostumbrada a eso”. Y contará, y nos quedaremos atónitos, de la caída de las direcciones del Partido, donde pareciera haber habido improvisación o medidas de seguridad demasiado vulnerables. “El que colocó al Partido en la clandestinidad fue León (Lev), un poco tarde, lo hizo después de muchas detenciones estúpidas, muy nabas. El objetivo de los milicos era liquidar Propaganda y Finanzas, ahí golpearon duro, tenían mucho conocimiento; yo ahora, leyendo sobre lo que tenía la policía y lo que me dieron de Defensa Nacional, sé que tenían una información total” (pág. 75).
Y por último, Iguini nos dice que en el penal de Libertad “nosotros teníamos información; alguna gente tenía muy buena y correcta información de todo tipo, una provenían de las visitas familiares, aunque esas conversaciones se grababan” (pág. 81-82).
Alberto “Pope” Ortiz. Dos modelos revolucionarios: el foco y la acumulación de fuerzas.- Militante de salud pública dentro de los funcionarios del estado, que cae preso en 1981, por la rama sindical. Fue estudiante de Medicina y dirigente de la FEUU. “Nosotros somos hijos de la Revolución cubana, como la generación de Massera, de Suárez, etc. fue hija de la República Española y del fenómeno de la solidaridad con España; nosotros nacimos de la solidaridad con Cuba y, desde ahí, llegamos al Partido”. “El programa de entonces (1971) de Ferreira Aldunate era, así, mucho más avanzado que el programa actual del Frente Amplio. Establecía, por ejemplo, topes de 5.000 hectáreas para las propiedades privadas en el campo” (pág. 91), y eso lo vemos con claridad ahora que, a cien años del nacimiento de Wilson, se ha refrescado su proyecto nacionalista y que, debemos remarcarlo, en muchos aspectos aún tiene vigencia.
“La expresión política de esas capas medias (está hablando del ingreso en la escena política de las capas medias) se manifestó a través de dos fenómenos: la aparición del MLN en el año 64-65 y el ingreso de los oficiales militares a la acción política. Arismendi decía que esos dos fenómenos, la guerrilla urbana y los militares haciendo política eran un fenómeno muy confuso. En parte porque entre los militares había desde sectores pronazis, aunque fueran muy chiquititos, hasta sectores avanzados, como el de Seregni y otros oficiales. Pero se trataba de las dos caras de un mismo fenómeno, y eso el Partido lo manejó maravillosamente bien, sin caer en un antimilitarismo estúpido y, por el otro lado, manteniendo con el MLN una actitud respetuosa, aunque se sostenía que se trataba de revolucionarios equivocados”. “Ese no era el camino nuestro, lo marcamos, lo dijimos, pero de nuestra parte no hubo ni un solo ataque público contra el MLN; sí los había en el plano interno, porque si no, se nos hubiera escapado la esencia del Partido” (pág. 93). “Igual perdimos gente, los tupas nos ganaron alguna gente porque era atractivo su planteo”.
Con el surgimiento del FA, “…la consigna del Partido era que nosotros debíamos llenar la Explanada Municipal (con el primer acto público) y que los otros grupos políticos agregaran gente; y en efecto, aseguramos el grueso de la gente y fue el acto más impresionante que se vio hasta ese momento. Nosotros llenamos la explanada y los otros agregaron, nosotros pusimos toda la plata, pusimos el grueso de la guita y ayudamos en la organización y la conducción del acto” (pág. 97). Y algo más sobre los tupas: “si bien Arismendi decía que (el MLN) se trataba de un avance, indudablemente, en el plano táctico nos molestaba su presencia, pues nos complicaban la vida, y por eso se entabló con ellos una gran lucha ideológica, una gran lucha de ideas; finalmente, la vida demostró que el camino transitaba por la teoría de la acumulación de fuerzas y por la teoría que nosotros habíamos elaborado sobre la revolución”.
Defendiendo la posición del Partido sobre los sucesos de febrero y junio de 1973, Ortiz dice: “En febrero estallaron las contradicciones en el interior de las fuerzas armadas, lo cual reflejaba una situación de crisis”, ya que en el seno de las fuerzas armadas había dos sectores, uno de oficiales avanzados como Seregni y Licandro, y otro de fascistas. Por ejemplo, “…en el Comunicado 4, y al margen de que hubiera conflictos sindicales y estudiantiles, lo que estaban diciendo los militares a la oligarquía era que no iban a dejarse usar para reprimir a los trabajadores y los estudiantes”, pero luego hubo un viraje, donde “mayo mata a febrero”, como decía Arismendi, porque a finales de mayo todo había cambiado, y la correlación de fuerzas se había inclinado hacia los militares golpistas.
Y una vez realizado el autogolpe de Estado el PCU se puso a la cabeza de la huelga general, “…sacando alguna zona típicamente obrera, el jefe y quien diría la huelga era… el secretario del seccional del Partido, y aunque a algunos compañeros no les guste, así era; en algunas zonas estrictamente obreras el partido dirigía y reunía a los comités de base…” (pág. 103). “Estaba previsto que la huelga general pudiera tomar un carácter insurreccional, para eso usamos todo lo que ya habíamos acumulado; sin embargo, para decirlo con la mayor delicadeza posible, la situación no quedaba ahí, pues estaba el problema de la correlación de fuerzas y otras cosas, y la dirección decidió que había que levantar… Yo pienso que fue lo correcto, de lo contrario, hubiera habido un baño de sangre”, aunque todavía persiste la duda si fue o no lo correcto.
El pasaje a la clandestinidad, fue un problema porque “nos conocían a todos”. Por último Alberto Ortiz señala que hubo tres etapas: 1) 1973-1975, 2) 1975-1977, y 3) desde 1977 en adelante, donde hay un aumento de las contradicciones internas que posibilita la apertura democrática.
Martha Valentini: por medio de la tortura “te mantenían un tiempo importante al borde de la muerte, todos los días”.- Articuladora de la unión de sectores de izquierda. Esposa del ingeniero José Luis Massera. Fundadora del FIDEL (Frente Izquierda de Liberación) y del Instituto Cultural Chino. Afiliada al Partido Comunista desde 1945 hasta 1992, cuando renuncia al mismo, debido a la crisis interna. A pesar de dar muchos detalles, muestra cierta reticencia a decir nombres de sus contactos, o a dar información que ya no sirve para fines de inteligencia.
La unidad de la izquierda, expresada en el Frente Amplio fue una labor partidaria: “…en la actualidad (2010) todo el mundo se considera fundador del Frente Amplio, sin embargo, en aquel momento, el Partido y el FIDEL fuimos los elementos fundamentales de la estructura inicial del Frente Amplio, fuimos los que trabajamos para armarlo”, fundamentalmente con Massera, Reyes Daglio, Arismendi y Enrique Rodríguez por el PCU y Seregni con los militares que lo rodeaban, Zelmar Michelini, Alba Roballo. “En el 68 el movimiento juvenil fue fundamental… (fue) el núcleo donde se desarrolló la lucha con más intensidad…”. Pacheco “era un presidente constitucional; sin embargo, impuso normas absolutamente antidemocráticas, gobernó casi todo el tiempo por medio de decretos y con las Medidas Prontas de Seguridad”.
En el 72 “los militares le dieron sucesivos golpes y más golpes al movimiento tupamaro, al extremo de que lo derrotaron en su intento de hacer un cambio político utilizando las armas. ¿Y cuál fue el cambio que se logró? Pues que las Fuerzas Armadas, las Fuerzas Conjuntas, se instalaron y pudieron hacer permanente su presencia al dar el golpe en el 73”. “Pacheco Areco, que se había ido a España como embajador, mandaba las líneas de acción; o sea que Bordaberry era un tipo de una cabeza absolutamente “cuadrada”, y Pacheco le apuntaba su accionar”. En el Partido, además, “…debíamos considerar (en cuanto a los comunicados 4 y 7) la posibilidad de que lo que decía fuera verdad”. “Hoy día le achacan al Partido que sólo nosotros hayamos tenidos esperanzas en esos comunicados, pero no es cierto, no fuimos los únicos que confiamos, y tan no fuimos los únicos, que hasta el propio Ferreira, que en un primer momento tuvo la misma expectativa, luego se desdijo, y ni que hablar de los colorados, que también lo hicieron. El asunto es que en ese momento inicial, hubo más de un grupo político que cifró sus expectativas en lo que decían los comunicados” (pág. 126). Por cierto “los (Comunicados) 4 y 7 pueden ser considerados un momento del golpe de Estado. ¿En qué sentido? Porque marcan la presencia de las fuerzas armadas en la conducción política del gobierno y del país, ya que hasta ese momento, los militares habían sido el “brazo armado de la democracia” ”.
Martha Valentini dice que “…del 71 al 73, a mí me seguían; seguramente no en función de mi persona, sino por el nexo con mi marido, Massera”. En medio de la tortura, “pero antes que al borde de la muerte, ahí adentro estábamos permanentemente con los ojos vendados, con trapo apretado en la nuca, a reventar, y lo peor, con muchos ruidos alrededor”, y esos “eran ruidos producidos. Había un trabajo psicológico muy importante. Además daban pastillas” (pág. 134). “Trabajé en Finanzas, donde recibíamos dinero del exterior, el cual repartíamos entre las familias necesitadas. Teníamos conciencia de quiénes eran las compañeras que pasaban por dificultades…”, y “había que ir a Buenos Aires (para buscar el dinero)… pero no era yo. Había toda una organización, porque sí había que ir a Buenos Aires, pero había que ir de manera que no te arriesgaras, o que se viera natural que fueras”. “Había una solidaridad muy grande entre las personas (que iban a visitar a sus familiares presos), siempre”.
Y, finalmente, ser comunista “significa amar a la gente, esa es la base, sentir que el otro es un hermano. Ser comunista es querer a la gente y querer que la gente viva bien, que tenga una vida humana, porque hay vidas que no son humanas, en desgracia, en miseria, y uno, el comunista o la comunista, lo que desea es que todo el mundo pueda vivir y disfrutar las cosas que la vida brinda y que todo el mundo tenga ese derecho, no es que se lo den de regalo, sino que el que nace tiene ese derecho, tiene el derecho de vivir dignamente”.
Dari Mendiondo. La contradicción fundamental era entre oligarquía y pueblo.- Fue edil departamental por Montevideo. De madre blanca y padre colorado, fue obrero que trabajó en una fábrica metalúrgica, fue balancinero y en el ferrocarril trabajó como medio oficial mecánico. En 1954 lo despidieron por su trabajo sindical.
En el inicio dirá que “…el (XVI) Congreso marcó un cambio de rumbo, rumbo que significó poner al Partido de aquel entonces de cara a las masas”. “Ellos (Arismendi, Massera, “Licho” Silva y otros teóricos) proponían que el Partido recogiese el contenido artiguista, entronando las ideas del marxismo y del leninismo con las ideas de Artigas; así empujaron hacia un gran frente de liberación nacional” (pág. 146). Expresa con detalle todo el proceso político, etapa por etapa. La defensa de la Revolución cubana fue un jalón importante, y se expresó en Comités de Apoyo a la Revolución, pero también “mandamos obreros, metalúrgicos, maestros, profesores” a Cuba. “Por ejemplo, Jesualdo Sosa fue rector de la Universidad de La Habana, al profesor el “Gallego” Buño se le otorgó el doctorado honoris causa por todo lo que enseñó en odontología. Hubo obreros fundidores, como Armando Romero, que trabajó en Saúl y después en INLASA, fue a Cuba a enseñarles cómo se fundía, porque allá no sabían hacerlo, no había industria, todo se llevaba de Estados Unidos ya hecho. La maestra Judith Lemes fue a apoyar en la labor de alfabetización”.
Mendiondo hace algunas consideraciones históricas, locales e internacionales: “El Partido Socialista fue el que formó la Unión Popular con Erro, que había participado con Herrera en la lista 41, aunque la historia indica que Mujica era el secretario de ese movimiento. En mi juventud, yo era ferroviario, militante del Partido Comunista, dirigente del sindicato y veía a Mujica haciendo actos por las listas del Partido Nacional, junto con Nardone. Fue entonces que hicieron la 4190, pero la 1001 (FIDEL) sacó más votos, fue la lista mayoritaria de la izquierda. Se produjo una crisis en el Partido Socialista, que llevó al desencanto a unos cuadros muy inquietos que tenían, cuyo principal líder era Sendic”, además “…no debemos olvidar que en el año 49 había triunfado la gran Revolución china”, y en ese sentido había dos posiciones, expresadas en que “la revolución viene de la boca del fusil” (idea de los chinos, de Mao) versus “la acumulación de fuerzas” (ideas de los soviéticos). Mientras tanto “…en el MLN no se tenía una ideología, era un movimiento que no se unió en torno a una idea sino a un método de lucha, el de las armas. Ese movimiento surgió en el 64, en él había gente que era del Partido, y también se sumaron Mauricio Rosencof, Julio Arizaga, que formaron el Movimiento de Apoyo a los Campesinos, o Washington Rodríguez Belleti, que fue miembro del secretariado de la UJC”.
Una visión (¿romántica?): “Cuando la Dictadura nos empezó a golpear, nosotros teníamos una organización metida en el corazón de las fábricas, en el corazón de los barrios, donde la gente estaba en contacto con los dirigentes. Cuando, luego del golpe de Estado, el Partido resolvió que la estrategia era impedir que la Dictadura se consolidase, nosotros lo logramos, porque tuvimos al frente al Partido, porque la gente nos veía en plena clandestinidad, en las puertas de las fábricas, en los barrios, recorriendo, resolviendo”.
La Cuarta Dirección de Trabajo era la “labor con la tropa, la suboficialidad del ejército, la marina, la fuerza aérea, la policía y los bomberos”, esto es “políticas de alianzas con sectores del espectro socio-político, incluyendo FF.AA.”. “El problema del Uruguay es entre castristas y castrenses”, planteaba en ese momento Ariel Collazo (MRO), a lo que Arismendi responde que “es entre la oligarquía y el pueblo”. Y “…apoyamos los comunicados 4 y 7 porque había una política general de trabajar sobre los sectores nacionalistas de las Fuerzas Armadas que eran proclives al cambio”. Y dice más: “el Partido Comunista era consecuente con una orientación; no era una aventura idílica, no era un dragoneo, no era una política sin principio, no; era una línea ajustada a entender que la política entra en los cuarteles y que los cuarteles son parte de la política…”.
Algunas revelaciones que sirven para entender algunas cosas y desmentir otras: “La gente que cayó de la tropa, cayó por los infiltrados que los mismos militares metieron o por débiles, porque se quebraron o los compraron; yo los puedo contar con los dedos de la mano. También a alguna gente que cayó por la ficha de afiliación, porque nos quitaron el fichero en el 76, y alguna gente estaba apuntada allí; pero en realidad lo que buscaban desesperadamente que era el fichero de cuadros, que no cayó nunca en sus manos porque se le prendió fuego, porque yo di la orden de que se quemara” (pág. 157). En la cárcel “establecimos una organización con una primera condición, que era: “Aquí, nadie le reprocha nada a nadie”, ya que “muchos habían caído por traición, por delación, por gente que había sido quebrada o comprada, o introducida…”. “Había compañeros que no querían que los presos trabajasen, pero resolvimos trabajar porque esa era la línea de los comunistas para transformar la cárcel en un medio de lucha por la sobrevivencia, y no éramos palos vestidos, encapuchados las 24 horas, martirizados por los pensamientos”.
Juan Rodríguez Belleti y Sol Logullo y la actividad gremial.- Ambos fueron dirigentes metalúrgicos. El primero fue soldador en Aluminios de Uruguay. Se afilia al PCU en 1958 hasta 1986-1987. Y de entrada nos dice por qué se fue: “Cuando el problema de la Perestroika, la Glasnost y todo eso (1989-1992), se dio una situación dentro del Partido, en la que unos tenían una posición y otros otra, así que, cuando terminó el congreso, el Partido se dividió…”, y entonces “…no podíamos defender a los jubilados y al mismo tiempo ir a hablar con los blancos y los colorados, que no íbamos a ignorar a la gente que había estado siempre en la lucha” (pág. 167). [Nos enteraremos, de rebote, que en el año 1948, con motivo de la proyección de la película antisoviética La cortina de hierro, “el cine Trocadero —dice la nota a pie de página— fue centro de un atentado con bombas molotov y de alquitrán, del cual fueron responsabilizados militantes comunistas, quienes resultaron duramente reprimidos, detenidos y torturados”.]
“Mi actividad siempre fue en el gremio, mucha militancia, en las distintas fábricas, participaba en charlas, conferencias y asambleas”. “Lo que tenía el sindicato (metalúrgico) era que quizás no todos estaban afiliados, pero aun así daban el apoyo y el respeto. Había sindicatos que también sobresalían por la cantidad de gente, como el textil o el de la construcción, pero el de los metalúrgicos era uno de los puntales del movimiento sindical”. Había otra cuestión “que siempre había sido difícil, me refiero a la unidad entre la gente del campo y de la ciudad. En el 62 vino la primera marcha de los cañeros, y la segunda en el 64, luego hubo otras en el 68 y en el 70. También se había dado una huelga de arroceros, organizada por Leguizamón, un compañero metalúrgico que era socialista y fue a la arrocera como periodista de El Popular, junto con Rosencof. Luego estuvieron los cañeros de UTAA, que se organizaron en Bella Unión para formar una conjunción. No todos tenían las mismas propuestas, había quienes estaban más apurados, querían ir más rápido, y con el entusiasmo de la Revolución cubana, pensaban que la Cuba se podía hacer en todos lados”. Y cuando los militares empiezan a tener notoriedad, dice que podría haber habido conversaciones con ellos: “…me contó la esposa de Jaime Pérez que él pensaba que el “Goyo” era progresista, porque así se presentaba, y sé que alguna vinculación habían tenido” (pág. 172).
El segundo (Sol Logullo) trabajó desde 1938 hasta 1941 en el centro. Nos cuenta que “…el día de la huelga general, estuvimos en la UNTMRA hasta la medianoche esperando la resolución y a las 6 de la mañana, cuando entramos, lo planteamos en la fábrica y salimos a recorrer la zona. Y a las 10 de la mañana ya teníamos cubiertas las doscientas empresas”. “Recuerdo que antes de la huelga, hubo una reunión en la AEBU entre el general Seregni y los dirigentes sindicales en la que se discutieron distintas cosas sobre la huelga general; un compañero preguntó: “¿General, y los elementos físicos?”. A lo que Seregni respondió: “No se preocupe, cuando se necesiten van a aparecer”. Pero no fue necesario, porque era una huelga pacífica” (pág. 176).
“La más grande (celebración del 1° de mayo) fue en el 83, pero ya en el 81 se conmemoraba en las iglesias, en Los Vascos y en otros lados de por aquí. La ASU conmemoraba esa fecha, y no se lo prohibían porque tenía ascendencia católica; después, con gente del sindicato que se integró a la ASU se preparó el primero de Mayo del 83”. “…En la UNTMRA había anarquistas, trotskistas, socialistas, comunistas; lo más importante era la unidad, pues todos sabíamos que por encima de las diferencias internas el enemigo estaba allá, aunque igual se armaban discusiones terribles”, por ejemplo: “…cuando se creó la Central algunos no querían que hubieran dirigentes rentados, ni que pertenecieran a ninguna central internacional; en los congresos los socialistas sostenían una posición y nosotros los comunistas otra; hablaba un socialista y atrás le caía un comunista, le respondía el socialista y atrás el comunista, así que era un tira y afloje…, pero con mucho respeto, nada de insultos, nada de agravios”. “Sabíamos que no se debía partidizar, que la cosa era de clases, de lucha y combatividad”.
El papel del comisario Telechea, jefe de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), que era quien más conocía a dirigentes sindicales: “…me detuvieron y me llevaron a una camioneta en la que estaba Telechea, y adentro del vehículo él decía: “Aquel de allá, para arriba”. “Cuando nos largaron (dice Logullo), nos dieron cinco minutos porque venía la Guardia Republicana y nos dijeron: “Váyanse, porque no sabemos qué va a pasar, afuera con todos” (pág. 179).
“No cualquiera puede ser comunista, hay que tener mucha disciplina y hay que ser muy responsable, también hay que ser muy analítico”. Uno de los principios fundamentales “era aceptar que ser dirigentes significaba que teníamos que dar el ejemplo; si había que hacer algo, primero lo hacíamos nosotros, igual en lo de acatar las resoluciones, las decisiones de las mayorías y en la honestidad”.
Thelman Borges. Los tres círculos de la táctica: la lucha, organización y unidad del movimiento sindical y social; la unidad política; y la construcción de un gran PCU de masas y de cuadros inserto en la sociedad.– Dirigente textil, de la lana, que fue también dirigente de curtiembres y metalúrgicas (coincidían esas industrias con el territorio de la Seccional 11 del PCU). Fue diputado. Sus respuestas son elaboradas y van desarrollando conceptos en torno a hechos sucesivos en una línea del tiempo. La entrevista, que es del año 2008, nos lo muestra con una visión bastante crítica de la izquierda. Cuenta anécdotas de la huelga general y de su niñez, la muerte de su madre, internada en el Saint Bois por tuberculosis, y algo sobre su padre y el ambiente de la época: “Mi padre era un obrero de la construcción, nació en Soriano, pero estuvo mucho tiempo en Carmelo, y ahí se hizo comunista, ahí hizo su primera militancia en el Partido. Tuvo complicaciones, porque por allí en el año 30 y pico hubo un acto herrerista y se armó una batalla muy grande. Estaban relajando a algunos compañeros por ser comunistas, y uno de ellos saltó y dijo que el orador, que era el mismo Herrera, mentía; un policía le pegó un sablazo y cuando se vio la sangre, ahí empezó la trifulca; él se llamaba Celedonio Alarcón y estuvo 12 años preso” (pág. 189). “Mi abuela era católica y comunista. Recuerdo un incidente en Carmelo. Allá fue Rodríguez Larreta, que era blanco, y se puso a hablar mal de los comunistas; mi abuelo también era blanco y había participado en la gesta de la Guerra Civil de 1904, pero se enojó y no quiso saber más nada con el Partido Nacional, porque le acusaron al hijo, que no había hecho nada malo”. “Una noche —desgrana recuerdos—, a mi padre lo llevaron preso, por un incidente. Un comisario le dijo: “Tá feaza la cosa para ser comunista”, y se lo llevaron; estuvo 2 años preso en Colonia, sin comerla ni beberla, sólo por ser comunista”.
Cuenta una de las anécdotas que marcó al Partido: “…éramos pocos, pues entre 26 000 obreros textiles sólo había siete comunistas. En ese contexto, la expulsión de Héctor Rodríguez fue una decisión equivocada, y Rodney Arismendi lo dijo después”. Y dice, además, que este hecho “llevó a que cientos de personas que eran comunistas se borraran del Partido y se fueran detrás de Héctor Rodríguez” (pág. 195). Y, porque aún hoy existe esa opinión, dice: “Surgió así un sindicalismo independiente que hacía cierta gala de apoliticismo, lo cual era una novedad y, desde mi punto de vista, una novedad peligrosa, porque planteaba que con el sindicato todo y con la política casi nada. Así, resulta, pues, que vos te matás luchando en la huelga y después se termina votando a los patrones para ser diputados o senadores…”, y entonces, “¿de qué servía la lucha si los obreros seguían votando a los patrones y así remachaban las cadenas de la explotación?”.
“Las Medidas Prontas de Seguridad fueron un anticipo de lo que sería la Dictadura”, en el aspecto represivo. Una definición muy clara: “…lo peor es la cobardía intelectual. Sabemos que no siempre las ideas que predominan son las que tú tienes en tu proyecto político, pero si abandonas tus ideas no se puede dar un paso, porque aquello de que “sin teoría revolucionaria no hay cambio revolucionario” es verdad; pero esa teoría hay que forjarla en la lucha”. “Yo quiero destacar ese método de trabajo de los dirigentes, que emanaba de las masas. Los dirigentes se debían a la gente, a los trabajadores, y eso se reflejaba en el Partido, que se forjó como partido obrero, no obrerista, porque son cosas diferentes”.
Y no puede faltar la figura señera de Seregni, en el recuerdo sobre el FA: “…el Frente está hecho desde abajo, vos lo sabés bien, por eso no lo rompe nadie, porque es una expresión auténtica y un sentimiento de las luchas de la gente; es algo histórico, podrá tener vaivenes, como los tiene siempre la política, pero se mantendrá”. Porque “…lo que finalmente se intenta es cambiar la forma de pensar, pasar de pensar con una “cabeza de un modelo capitalista” a pensar con una “cabeza de un modelo popular” ”. En ese tiempo “…hubo movimiento que nacieron queriendo copiar el modelo cubano, o sea, agarrar las armas y hacer la revolución, pero no querían darse cuenta ni reconocer que una revolución no se inventa, que una forma de lucha no la inventan las vanguardias sino las masas”, porque “armar un movimiento popular para “darle algo a la gente” es aberrante, es falso, ya que es la propia gente la que construye las cosas si quiere que algo sea auténtico e irreversible”.
“La huelga (general) fue grande porque el modo de pensar de la masa obrera estaba imbuido de una ideología de tipo socialista, en lo que jugó un papel importante el Partido Comunista”. Además, “la ley fundamental de las revoluciones es que las hacen los pueblos”. “No puede darse una revolución sin pueblo, y si un pueblo no quiere la revolución no la hace…”. Claro, están las revueltas, “en las que generalmente no hay una instancia de dirección previa”. En ese sentido “al fenómeno tupa, Arismendi lo calificó como un “movimiento revolucionario sincero, pero equivocado en el camino”, y la prueba de lo acertado de esa calificación es que no pudo triunfar”. Pero agrega: “Y esa lección está más allá del heroísmo, de las hazañas que los tupas realizaron, de las cosas novedosas que hicieron, y también más allá de las muertes, y de la gente que pagó con años de cárcel”. Y al respecto de las armas, el PCU “preparó un grupo de gente para ir a pelear con el Che en Bolivia, el “Grupo del Che” le decían, y lo formaban el “Canario” Rezzano, que ya murió, y otra gente que está viva. ¿Por qué se conformó tal grupo? Porque se pensaba que era bueno participar incluso de la alegría de un foco guerrillero, se pensaba que éramos internacionalistas y que donde hay una fuerza que lucha, hay que darle apoyo y solidaridad”. En definitiva “…el Frente Amplio fue la respuesta no armada al desafío y la necesidad histórica de la unidad de la izquierda”.
Con la dictadura “el estado de represión y de explotación llegó a niveles inauditos; no había libertad para poder expresarse, estaba prohibido andar en grupos o hacer reuniones. Tras la caída de la democracia, dentro de las fábricas todo intento de libertad se pagaba caro”. Se estableció el “1 a 5”: “…la información pasaba en forma horizontal o vertical, tú a los cinco tuyos y esos cinco, a su vez, tenían que pasarla, cada uno, a otros cinco”. Y “la amistad más grande que se crea es la que se forja en la lucha; es la amistad de la solidaridad, con el hombre que conoce todo de ti, incluso a la familia. Eso hace a uno partícipe del otro”.
“En esencia, el Golpe lo dio un aparato fascista, armado por la CIA, vinculado con algunos mandos de una organización fascista dentro del ejército que operaba en el propio costado del mando militar, consumando hechos aun sin contar con la aprobación de todas las fuerzas armadas”. “La tortura como método (además del placer insano, morboso, del propio torturador)… es para liquidar psicológicamente… al otro”, “para destruirlo”. “Y hoy hay gente nuestra en la política que dice que debemos olvidarnos, pero yo digo que el fascismo aún está vivo dentro de las fuerzas armadas. Y lo está, porque no fue castigado ni como ideología ni como práctica, y digo castigado no sólo con penas de prisión, sino con la condena del pueblo”. A ese respecto vale la pena volver a leer —aunque hay que tener estómago para eso— el testimonio recogido por Samuel Blixen sobre “Pajarito” Silveira, y su práctica morbosa, patológica, de violación de menores.
Benito Suárez. El SUNCA había formado una dirección clandestina ya en el año 72.- Dirigente del SUNCA, de Lavalleja, nacido en un pueblo a 30 kilómetros de Minas. Trabajó en el campo y a los 17 años, a la muerte del padre, la familia va a la ciudad de Minas y poco después se afilia al Partido. Cuenta las luchas del SUNCA, y que no quiso salir del país porque “yo tenía claro en mi cabeza que había que luchar, a mí nadie me metió en el movimiento obrero ni en el movimiento social, me metí yo solo, y por lo tanto, yo creía que mi deber era quedarme y seguir luchando por mis ideales, y lo hice hasta el final”.
“En el SUNCA, nosotros habíamos formado una dirección clandestina para enfrentar lo que se nos venía encima; la formamos en el año 72, porque ya veíamos que se venía el golpe de Estado” (pág. 262), él lo sabe porque formó parte de esa dirección. Después del asesinato de la 20, Benito Suárez asegura que el MLN “hizo propuestas a nuestro Partido para que éste fuera la “cabeza pensante”, el “brazo político” y que ellos fueran el “brazo armado”, cosa que el Partido jamás aceptó, porque teníamos otras miras, otras formas de ver la realidad” (pág. 263). El triunfo en el Plebiscito del 80 “fue algo que nos dio fuerzas, nos elevó, hizo crecer aquello que siempre tuvimos naturalmente, la esperanza y la fe en que íbamos a revertir la situación y que íbamos a derrotar a la Dictadura”.
Carlos Dante Caballero. Durante la huelga general, la clase obrera “pasó a actuar de “clase en sí” a “clase para sí”. – Del ramo de la construcción y posteriormente en el área de mantenimiento del CASMU. Recuerda historias de militancia. En las reuniones de la agrupación, en la zona del Buceo, “…siempre estaba presente Enrique Rodríguez, que vivía en la zona, aunque era senador. El decía que para los miembros del Partido, la reunión de los organismos, de la agrupación, era sagrada, por eso él se salía del Senado y se iba a la reunión”. Se une a la lucha política y sindical. En los 60 “…cuando los trabajadores hacían acciones apoyadas por decenas de miles de compañeros, éstas se frustraban por las acciones armadas; es decir, la gente estaba militando y agarrando experiencia, y los logros que podía obtener se frustraban por las acciones directas que realizaba el MLN; y encima, los medios lo levantaban y hacían parecer que eso era lo único que pasaba en el país”. “El Movimiento 26 de Marzo también actuó en los barrios en los que nos agrupábamos los comunistas, y en los comités de base, que entonces surgían como hongos. Todos participábamos y se daba la discusión ideológica y política, pero con mucho respeto…”. Al final “…todo el trabajo que había hecho el Partido durante años, con nosotros, con esfuerzo, en cada barrio, en cada fábrica, en cada seccional, de crear condiciones para pasar a etapas superiores de lucha, fructificó al crearse el Frente Amplio”.
“El problema cardinal para la Revolución uruguaya era construir un gran Partido Comunista que organizara al movimiento obrero y uniera a la izquierda” (pág. 285). La unidad de obreros y estudiantes, desde el 58, es otro elemento, peculiar, de la lucha social. En los 60 “los socialistas rechazaron la propuesta diciendo que la unidad con los comunistas no era rentable”. “Algunos sectores radicales querían un enfrentamiento a los tiros”, y esos sectores nos llamaban “traidores y patrinqueros”.
La clase obrera en Uruguay, durante la huelga general, “pasó a actuar de “clase en sí” a “clase para sí” ”, como definen los clásicos marxistas. “Entre el 73 y el 75 fue un periodo de persecución, de requerimiento. Nuestra tarea principal era trabajar en la clandestinidad, en medio del terror y de la tortura. El fascismo se instaló finalmente en el 75, y empezó a hacer un ajuste de cuentas mayor contra el Partido, y miles cayeron presos. “En el trabajo clandestino andábamos a salto de mata; afortunadamente, el Partido había armado una estructura financiera que nos sostenía”, además “…la mayoría de los comunistas excarcelados se quedaban a enfrentar la Dictadura; los que se fueron autorizados para salir del país se pueden contar con los dedos, casi la totalidad del Partido se quedó aquí, en las agrupaciones, en los barrios, en las fábricas; los que se fueron al exterior, se fueron por su cuenta” (pág. 293).
Según el lineamiento del Partido, “las fuerzas armadas no son el enemigo, son instrumentos de la burguesía, pero son parte de la sociedad; el Partido siempre define al enemigo desde el punto de vista económico, de acuerdo con la propiedad de los medios de producción. Por eso trabajábamos en esa dirección…”.
León Lev. “Ni un minuto de tregua a la Dictadura”.- Militante del movimiento estudiantil, integró el Secretariado Ejecutivo de la UJC y de la dirección del PCU clandestino. Participó, además, en la dirección de la FEUU.
El proceso unitario de la sociedad uruguaya: “…se logró la unidad social en torno a una central de trabajadores, en cuyo seno había también universitarios y gente de las capas medias “cultas”; o sea, la conformación de la unidad del movimiento obrero iba prefigurando la unidad social, y en torno a ese eje de la unidad social se fue construyendo la unidad política de las izquierdas uruguayas”. Y “…la violencia la introdujeron los sectores de ultraderecha” (eso puede comprobarse, con abundante documentación, en “La historia violenta de las derechas”, de Magdalena Broquetas). “Por eso, cuando se habla del 68, también hay que hablar de los atentados fascistas y nazis contra Soledad Barrett, hablar de Julio Raúl Píriz, el niño carbonizado, hablar de la bala asesina contra el Che que mató al profesor Arbelio Ramírez, hablar de “la estaqueada” contra los obreros del Cerro por parte del general Aguerrondo; es decir, lo que pasó en 1966, cuando se asesinó a los trabajadores del Cerro por defender sus derechos, fue un hecho absolutamente inédito en la sociedad uruguaya, nunca se había usado a las fuerzas militares para reprimir a trabajadores que estaban ejerciendo su derecho”.
En torno a Cuba y la OEA, Lev recuerda que “Pivel Devoto, ministro de Educación y Cultura que ocupaba circunstancialmente la dirección de la Cancillería, dio órdenes al representante de Uruguay en la OEA (el doctor José Antonio Mora Otero, presidente del organismo en ese momento) para votar en contra de la ruptura de las relaciones y que, a pesar de ello, en un hecho realmente patético, el representante uruguayo, violentando las propias instrucciones, se abstuvo”. Y respecto a la línea armada del MLN: “el Partido siempre tuvo una actitud de principios, que reconocía la honestidad en cuanto a las intenciones, pero también que esa línea no se correspondía con las ideas del movimiento popular en aquel momento. La línea de los comunistas uruguayos era la de la acumulación de fuerzas para provocar que la gente fuera a la lucha, ya fuese ésta estudiantil, barrial, obrera, universitaria y que así realizara su experiencia, una experiencia encaminada a transformar su conciencia” y quienes sostenían la necesidad de la acción directa era porque visualizaban “que estaban cerrados todos los otros caminos”. Hubo, también, “una pléyade de dirigentes estudiantiles” que jugaron un papel muy importante “para lograr que el movimiento estudiantil universitario saliera de las posturas terceristas y adoptara una posición tendiente a la unidad obrero-estudiantil”.
Hay toda una “concepción de la ultraderecha que arranca desde el año 33 con el golpe de Terra. Ahí se encuentran los orígenes de la mentalidad fascista en nuestro país, una mentalidad de ultraderecha, que primero enfrentó al batllismo; por algo Julio César Grauert y Baltasar Brum son considerados mártires de la democracia, porque ellos lucharon contra esas políticas liberticidas” (pág. 309). Además “…cuando los dictadores dijeron que su lucha era contra la subversión, el movimiento solidario internacional presionó hasta en los propios Estados Unidos por medio de la famosa Convergencia Democrática; así, el mundo empezó a ver que, efectivamente, en el Uruguay no había un gobierno militar luchando contra la subversión, sino que había una dictadura fascista liberticida, antiobrera, antiestudiantil, antirreligiosa y antipopular”.
León Lev desarrolla, con concisión, una táctica precisa para enfrentar a la dictadura: “se trataba del concepto o principio básico de “quién aísla a quien”, porque la cuestión no era que el golpe de Estado fuese irreversible y por lo tanto había que prepararse para enfrentarlo, no, el problema era plantear cómo la sociedad uruguaya lo tenía que enfrentar, porque en esa concepción no sólo actuaban las vanguardias; nosotros hablábamos de oponer cientos de miles a la Dictadura, hablábamos de llegar al millón, y de que cada obrero, cada estudiante, cada intelectual viviera el proceso con el fin de aislar a los golpistas y ser nosotros quienes venciéramos” (pág. 313). Y además, se pregunta: “¿Por qué no respondimos con acciones violentas a la tortura, las violaciones, los asesinatos y los demás crímenes? No fue, de seguro, porque nos fallara el pulso, no fue porque tuviéramos miedo, sino que fue porque sabíamos que el objetivo central era lograr una mayor amplitud de la resistencia para acortar los días de la Dictadura, y esa era la concepción del Partido Comunista, que fue adoptada por el Frente Amplio”.
A esa forma de lucha, los militares respondieron con la represión, la tortura y la desaparición de los militantes. “Se desaparecía a la gente como método para introducir el terror en la sociedad uruguaya, para decirle a la resistencia, a aquellos que mantenían encendida la llama de la dignidad: “No sólo los vamos a torturar, no sólo les vamos a quitar la libertad, sino que los vamos a torturar y los vamos a desaparecer, para que sus familias sufran el doble o el triple de lo que lo harían si simplemente los matáramos” ”. Y de este lado “se buscaba que a pesar de la clandestinidad, la prisión y el exilio, la resistencia se mantuviera unida por mil lazos, de manera de que hubiera una sola concepción y una sola conciencia”. Y luego, ya presos, “con los compañeros que tenían otras concepciones ideológicas, nos permitió seguir planteando el tema de la unidad, y asumir que estando allí, todos presos, teníamos todos un enemigo común contra el que debíamos seguir luchando. Fue así como, también en las cárceles se construyeron la unidad, la resistencia y la política de principios con las que enfrentamos a los golpistas y a los verdugos”.
Por último León Lev destaca que “el papel de las mujeres en la resistencia fue esencial, es cierto que los hombres sufrimos, pero las mujeres sufrieron doblemente, en particular las compañeras anónimas que padecieron vejámenes y humillaciones”.
Antonia Yánez. “Lo primero que hicimos fue existir… para dar la respuesta política”.- Vinculada a la UJC y al PCU, empieza a militar en el IAVA junto a Pacella, luego en el IPA, asumiendo como secretaria del CEIPA. Además, en la Secretaría de la FEUU.
El 68 “se dio en el marco juvenil a nivel mundial, pero aquí se tradujo de una manera particular, que reflejaba nuestros propios problemas, aquellos que nosotros teníamos como juventud”. Porque “cuando mirás la educación desde el ángulo de quienes en el 68 entramos al IPA, ves que era un IPA diferente, con un compromiso y una batalla por el estudio y también por la investigación”. “En aquel momento, teníamos una marca muy diferenciada con respecto al discurso, pues iba subiendo el MLN, y de hecho iba teniendo un correlato en algunos sectores”. Y en esa militancia diaria “nosotros sentíamos que la Juventud y el Partido eran un núcleo muy fuerte que te respaldaba, de él salía una línea política que era justificada, porque se iban consiguiendo las cosas de las que se hablaban y porque tenías una cotidianeidad en la cual te hacían tu lugar”.
“No hay duda de que fue un golpe cívico-militar, es decir, un golpe en el que las fuerzas armadas fungían como brazo armado de la gente que era dueña del país: la aristocracia, la alta burguesía, los sectores que eran sumamente fuertes en el plano económico”, la pregunta del entrevistador, en este caso, es, en sí, toda una definición. “Después del Golpe, tuvieron que darse formas de trasmisión completamente diferentes, y empezabas a ver el valor de aquella etapa anterior de formación, de aquella etapa de poder ver por vos mismo, eso permitió poder prolongar nuestra actividad”, “…vos pensá que estaban los libros de Julio Rodríguez, Lucía Sala y otros historiadores, que si no me acuerdo mal en tercero veíamos. Y entonces recreábamos la historia, y con su estudio y nuestra práctica forjábamos una visión, cosa que no se había dado antes en la historia de este país. Eso te respaldaba plenamente, te respaldaba en tu accionar”, y posteriormente, con la dictadura “hubo una generación truncada”. “No se trata de que fuéramos superhéroes ni nada así, sino de que éramos gente a la que sus propias circunstancias iban llevando, a quienes su propio compromiso y su propia visión de las cosas conducción, y se tenía un compromiso muy vinculado a lo político, muy vinculado al resto de los compañeros. También la familia consensuaba esa situación”. “Lo primero que hicimos fue existir, que no era poca cosa; existir con vínculos, existir en todos los lugares, no andar con el mimeógrafo escondido sino poniéndolo a trabajar, no pensar en lo que había que hacer sino hacerlo, y hacerlo con la rapidez y con la puntualidad necesarias para dar la respuesta política”. “…En ese tiempo (1979-1980) hubo un viaje al exterior, de manera clandestina… que eso es de las cosas que más te enseñan, más te educan y que te pueden dar más fuerza, porque de hecho ese viaje me permitió conocer el exilio, las visiones desde afuera”.
“Yo llegué allí en el 82, al penal de Punta de Rieles. Allí dentro, nuestro objetivo siguió siendo el impulso al Frente Amplio, ése fue el objetivo de nuestro trabajo, porque la existencia del Frente era importante, ya que contenía a las fuerzas que podían acabar con la Dictadura”. Y finaliza diciendo que “ser comunista es tener gran sed de justicia”.
Adela Vaz. “La muerte de Nibia Sabalsagaray fue el episodio que más golpeó a la generación de jóvenes comunistas universitarios…”.- Profesora de Literatura e Idioma Español egresada del IPA, miembro de la UJC, militante clandestina desde 1975 a 1981, presa en el penal de Punta de Rieles, con militancia anterior en el Frente Estudiantil Revolucionario (FER, vinculado al MLN), en secundaria. Se afilia el 27 de junio de 1973, el mismo día del golpe.
Las elecciones universitarias fue “la primera demostración que haríamos tras el levantamiento de la huelga; teníamos que demostrar cuánta fuerza seguíamos teniendo”. Debido a la represión se establecieron “nuevos criterios de protección…” (pág. 364). “El repliegue o la desaparición de otros sectores de la izquierda hacía que la UJC, o si querés el Partido, se convirtiera en la alternativa para nuestra militancia” (importa aquí su visión porque su militancia comunista comenzó en Dictadura y todos sus recuerdos son de esa época).

Con la detención y muerte de Nibia Sabalsagaray “conocimos así el aspecto que puede tener el “terror”, que cada vez se reflejaba en un espejo más cercano. Pero al mismo tiempo, lo que sucedió reforzó nuestra adhesión y nuestro compromiso”. “Nibia se convirtió en una figura que nosotros levantábamos siempre, que homenajeábamos todos los años y en todas las circunstancias” y “eso siempre acarreó consecuencias, por ejemplo, hubo caídas cuando se hicieron actos para recordarla; pero esos actos se realizaban igual, porque su asesinato fue algo muy emblemático para los jóvenes”.
Con la campaña por el NO “…en ese momento se consiguió algo maravilloso, que fue potenciar la capacidad e iniciativa de cada militante”, y “la campaña propagandística fue organizada”, es decir no fue espontánea, más allá de algún hecho puntual, “la mayoría de las cosas que hacíamos se planificaban…”, no había improvisación.
Es destacar que es un hecho que “hay figuras importantes en la vida nacional que se afiliaron al Partido cuando éste estaba en plena clandestinidad”. Y sobre la tortura dice que “la truculencia del detalle no aporta nada a nadie”, pero “lo que sí me parece interesante es que cada vez que uno vuelve sobre ello remueve, y resulta muy impresionante ver los mecanismos de terror que esa gente lograba generar, más allá de la creatividad que tuvieran, de las cosas puntuales que hicieran; todo era para ellos una gran puesta en escena”. Dentro del penal “lo que sí hubo siempre fue una actitud respetuosa hacia las comunistas”. “Ser comunista era una pasión, una ética, una moral, un compromiso, un proyecto de vida”.
Geza Stari. Para los contactos, había que “establecer un control riguroso en lugares muy específicos, donde se podía hacer muy evidente que había gente siguiéndolos”.- Docente y dirigente de Fenapes, y luego representante electo por los Jubilados y Pensionistas en el directorio del BPS. Chofer de camioneta parlante del PCU, repartidor del diario Justicia, chofer y funcionario del Partido. Profesor de matemáticas en el Liceo 14. Participó en el congreso fundacional de la CNT por la Federación de Profesores de Secundaria. Miembro suplente del Comité Central.
Cuando el golpe, “…en la enseñanza hubo una gran discusión sobre el particular, especialmente en secundaria. ¿Qué debíamos hacer los profesores? Frente al planteo de que los profesores teníamos que ir a dar línea a las fábricas, yo dije que no, que los trabajadores se bastaban a sí mismos, que nosotros debíamos ocupar los liceos”. Poco tiempo después se traslada a Argentina para hacerse cargo de la secretaría de la CNT, y ya allí se organiza un grupo a dos niveles: “…un pequeño equipo que tenía como finalidad mantener el vínculo con Montevideo y con el exterior”, y el otro equipo debía “organizar, a través de una especie de departamental, a los comunistas de Buenos Aires y organizar labores de ayuda para poder ubicar a la gente, así como hacer otras tareas que se determinaban conforme era necesario”.
Stari hizo un viaje a Moscú en el 78 y luego hizo cuatro viajes más a Europa: “después del primer viaje, que lo hice con mucho temor y con mucha preocupación, vi que era una cosa bastante fácil de realizar, pues tenía una buena documentación de cobertura para funcionar”. Se encargaba de la propaganda (de hacerla e introducirla al país), y “también teníamos la tarea de facilitar la logística para sacar compañeros de Uruguay, cosa que no resultó siempre fácil”. Además “nosotros tuvimos problemas con gente que cayó presa, que incluso colaboró desde la cárcel”. “…Tomábamos bastantes precauciones para las salidas al exterior”, y “salvo el pasaporte con el que yo viajé y la cédula de identidad, los demás documentos fueron proporcionados por los argentinos, con el aparato que ellos tenían” (pág. 403), habla de los comunistas argentinos. Por supuesto que “…lo vital era mantener abierta la comunicación con Montevideo, tener información de lo que estaba pasando”.
En los últimos años de la Dictadura, “nosotros seguíamos centrando nuestro trabajo en la comunicación, en la atención a la gente que necesitaba de nuestros servicios, en desplegar redes para acomodar a la gente que llegaba”. “Yo salía de casa como a las nueve de la mañana, y trabajaba bajo la cobertura de que era un corredor de seguros, y volvía a mi casa antes de oscurecer; es decir, hacía vida de familia y era un tipo normal”.
Roberto Pereira. “La clandestinidad significa que todos los días de la semana, todos los días del mes, tiene que armarse su vida y que alguien tiene que darle apoyo y cobijo”.- Ingresó a la Facultad de Humanidades al empezar la Dictadura, en el área de Filosofía, vinculado a la enseñanza y el periodismo. Militancia en la UJC dentro del movimiento estudiantil en el liceo IAVA y luego en la Universidad.
“En el IAVA existía una organización de derecha que muchas veces hizo concentraciones para tratar de impedirnos entrar o salir del liceo, y atrás o al costado de ellos aparecía siempre la policía. Ese tipo de cosas perduró por mucho tiempo, pues esta gente colaboraba con la policía en las manifestaciones callejeras que hacíamos para detenernos”. “Tomemos en cuenta que nosotros veníamos de la discusión sobre la participación progresiva del ejército en la represión a la izquierda, incluso muchos de nosotros, estudiantes, fuimos detenidos por la policía pero terminamos presos en alguna unidad militar… Entonces, el hecho de que el candidato a la presidencia fuera un general, un militar, era para nosotros un motivo de confrontación y de discusión muy grande, por más que Seregni tuviera una historia especial”. En ese sentido “…hubo centros estudiantiles que se plantearon si apoyaban o no apoyaban (la candidatura de Seregni), y que algunos finalmente decidieron no apoyar, y que incluso hubo gente nuestra que acompañó, pero que no estuvo de acuerdo con la decisión del Frente Amplio”. “El Partido Comunista tiene una larga historia de trabajo dentro del ejército uruguayo, una larga historia que se remonta a los años 30 y 40, como parte de su concepción política”, entonces “…nosotros discutíamos la participación de Seregni, porque teníamos como referente no al conjunto de la sociedad en una visión amplia, sino que teníamos sólo la visión de que los militares nos reventaban”.
Después “…la Universidad corría riesgo de cerrarse, no por las manifestaciones, sino porque el gobierno nacional no le había entregado el presupuesto. Peleábamos palmo a palmo, facultad por facultad, peso por peso, para que la Universidad lo obtuviera, exigíamos que se le entregara a su debido tiempo…”. “A nivel de la militancia gremial, nosotros éramos compañeros de muchos de ellos (MLN), de unos que aún viven y de otros que han muerto, de algunos, incluso, que murieron en la lucha”. “La muerte de los compañeros de la 20 tuvo en nosotros un fuerte impacto humano, político y desde todo punto vista”. El asalto a la sede central del PCU en Fernández Crespo, fue “parte de un operativo mayor, que terminó siendo abortado” por la aparición de Arismendi, Jaime Pérez y otros, encabezados por Gutiérrez Ruiz, que era el presidente de la Cámara”.
Como tantos otros militantes es requerido por radio y televisión. “La policía fue a mi casa, a la de mis padres y a las de otros familiares; empezaba el allanamiento de las moradas; se llevaron todos los libros, rompieron parte del mobiliario… De esa manera fui obligado a no ir a la facultad cotidianamente y a tomar otras medidas…”. En ese marco “un hecho muy confuso que cambió radicalmente la situación de los militantes universitarios fue que en octubre, en la Facultad de Ingeniería, reventó una bomba y en la explosión murió un estudiante. A raíz de ese suceso, los militares intervinieron la Universidad y entraron a sangre y fuego a cada facultad. Detuvieron a mucha gente y prácticamente desmantelaron las instalaciones”. “Para los familiares y para cada uno de nosotros estar en la clandestinidad fue un largo proceso, pues “clandestino” no es sólo la palabra ni únicamente se requiere de voluntad para serlo, porque la voluntad sí la teníamos, pero había que instrumentarla. “Además, se debe tener un objetivo: ¿clandestino para qué? En general, los comunistas nos planteábamos eso y, en ese sentido, tuve un periodo de transición, con responsabilidades limitadas, e incluso llegué a no tener responsabilidades… en determinado momento, el Partido en su conjunto fue transitando hacia una clandestinidad cerrada”.
Y luego, cuando se le plantea tener cierta responsabilidad en un equipo que funcionaba en Buenos Aires, Pereira aclara que “no se trataba de salir disparado para escapar de las garras de la Dictadura, ése no era el concepto, sino que se buscaba crear una red de apoyo para la resistencia”, por eso al principio de 1976 va a Buenos Aires y se integra al equipo que en un primer momento lo integraban Alberto Suárez, Esteban Valenti y el doctor Liberoff (luego se integraría Geza Stari). “Nosotros funcionábamos como una especie de puente entre el centro de trabajo en Uruguay y Arismendi, y de esa manera ejecutábamos las tareas” (pág. 430).
“Lo de (la utilización de) los mimeógrafos fue una tarea realizada desde el principio, cuando se formó el grupo, hasta el final de la Dictadura, y fue un hecho acompañado por la evolución tecnológica de aquella época, lo que significa que empezamos con unos aparatos en los que tecleabas la matriz y terminamos con impresoras electrónicas, algunas de las cuales ingresamos a Uruguay, pues el trabajo duró once largos años”. Pero también “…fue importante ayudar a los familiares de los militantes que estaban presos; ayudándolos sabíamos con certeza que estábamos ayudando a los propios compañeros presos”. “En la valoración que se puede hacer de ese periodo, los comunistas destacan extraordinariamente con un alto valor ético y político”.
Martín Puchet. En 1970 las fuerzas de izquierda estaban divididas en dos sectores: “los grupos que apoyaban las acciones del MLN (FER)…, y en torno al Partido Comunista, en primer lugar, y otros grupos de izquierda, como los socialistas y otras agrupaciones”.- Profesor universitario que tuvo una importante militancia estudiantil (se inició a la lucha por el boleto en el liceo Zorrilla) en la UJC durante los años anteriores a la Dictadura. Se exilió en 1975 y vive en México.
Nos aclarará que el movimiento estudiantil era parte de un movimiento mucho más amplio (que formaba parte) del movimiento sindical, magisterial, y como respuesta a eso “en el movimiento estudiantil comenzaban a aparecer pequeños grupos que encarnaban a las fuerzas parapoliciales, financiados por algunas organizaciones de la derecha y, quizá, con apoyo de la embajada de los Estados Unidos de América. Aunque varios de esos grupos venían de tiempo atrás, ya que habían sido creados a principios de los 60…”. En ese entonces “…hacíamos labor de organización de los círculos, labores de proselitismo para la afiliación, trabajo de promoción para la organización comunista, todo lo que tuviera que ver con la organización del movimiento estudiantil y sus extensiones, la relación entre el movimiento estudiantil y el movimiento sindical…”.
No se atendieron en su tiempo, desde el gobierno, las demandas que hacían los diferentes sectores; los partidos tradicionales dejaron “de responder a demandas, iniciativas, planteamientos y cuestionamientos” que hacían los jóvenes, y por eso se pasaron a las filas de la izquierda; y la represión que se hizo hacia el movimiento estudiantil —cosa que nunca había sucedido, ni cuando las movilizaciones por la Ley orgánica—, y la muerte de Líber Arce “fue el momento claro de ruptura con el Uruguay anterior”. Las acciones del MLN generaron discusión en el movimiento estudiantil porque “había que tomar posición acerca de si estabas a favor o en contra” de ese tipo de accionar. Con el ingreso de las fuerzas policiales a la Universidad, en agosto del 68 (buscaban a Pereira Reverbel, que estaba secuestrado por el MLN), “se magnificó la discusión dentro de las fuerzas de izquierda acerca de hacia dónde se debía encaminar la lucha”.
“Yo no recuerdo que haya habido una discusión sobre Seregni en esa época, posiblemente porque, de todas maneras, para muchos sectores de la izquierda Seregni era un personaje que había sido marginado por Pacheco, que había sido desplazado de la cúpula militar por razones políticas y, hasta donde nosotros podíamos inferir, había tenido una actitud digna”. “Yo no recuerdo cuestionamientos que lo impugnaran porque él era militar, sino al contrario, que aun siéndolo se había comportado de manera diferente a otros” (pág. 450). La creación del FA “fue la apuesta de muchos sectores, que se abriera y se consolidara la posibilidad de legitimar el poder gubernamental por la vía electoral”. Y llegado el momento de la elección “…la expectativa era que la votación iba a ser mucho mayor de lo que en realidad fue”, y por eso “cundió una gran decepción en muchos sectores”.
“Porque ahora se sostiene, en las memorias de algunos dirigentes políticos del Frente Amplio y otros grupos, que había un conocimiento previo de lo que iba a ocurrir el 14 de abril, que se sabía que los tupamaros cometerían atentados contra algunos presuntos miembros de los escuadrones de la muerte fascistas”, “…lo sabían los que hicieron los atentados, pero no sólo ellos, sino que lo sabían otros dirigentes tupamaros y lo sabía una parte de la estructura de seguridad del Estado, por eso se dio esa reacción inmediata”.
La posición del PC “tuvo una influencia muy importante en el movimiento sindical” ya que se dieron “una enorme cantidad de acciones de diálogo… con el personal de mando de los cuarteles y con las bases de la Marina y la Fuerza Aérea” (una posición de acercamiento, en pos del “peruanismo”). “Durante todo ese periodo (del 73 al 75) hubo represión en muchos sentidos y en muchas direcciones porque la represión contra el Partido fue como el último acto, y ya antes se había dado la represión contra los GAU, se había intervenido la Universidad y se habían hecho muchas operaciones contra grupos que habían tenido algún grado de vinculación con el MLN durante el 73 y el 74”. “…A fines de 1975 empezamos a perder muchas de las posibilidades de movernos, y en diciembre a mí me fueron a buscar a varias casas de la familia. Por eso me fui el último día del año 75”.
El ser comunista conjuga el ideal de una “sociedad más justa, más igualitaria, con una mejor distribución de los recursos”, y también era “la pertenencia a un grupo que tenía identidades culturales y humanas…” muy firmes.
Rodolfo Leibner. “A partir del Golpe, comenzó lo que iba a ser un largo aprendizaje de otro tipo de funcionamiento”.- Se afilia luego del 68, en la zona de Malvín, después de haber participado en ocupaciones y movilizaciones en el liceo.
Nos ubica en la Dictadura: “…a partir del Golpe, comenzó lo que iba a ser un largo aprendizaje de otro tipo de funcionamiento; por más que devoramos literatura y materiales de experiencias históricas de muchos lugares, no entendimos, hasta mucho tiempo después, lo que significaba esa nueva realidad”. En ese momento, cuando el Golpe, “éramos tan ingenuos, y el enemigo también era un tanto ingenuo, así que aprendimos de los dos lados, fue un tiempo y una buena escuela para forjar un buen temple”. En el 75 pasa a militar en la Facultad, “estábamos intentando asegurar el funcionamiento no sólo del Círculo, sino del gremio en general”. “Recuerdo aquellas discusiones entre compañeros, los había más pesimistas y los había más optimistas, pero en general, a ninguno de nosotros se nos ocurría que la cosa iba a ser un combate muy largo; algunos pensábamos que la cosa se revertiría en pocos meses o un poco más…”. “Fue un empezar a aprender a funcionar en casas, en sótanos, a ser duchos en la fabricación de los viejos hectógrafos, comenzar a distribuir los materiales mano a mano, bajar los informes, asumir muchas cosas, pero sí teníamos claro que no nos íbamos a replegar, que no íbamos a mirar lo que pasaba desde nuestras casas, y que teníamos que participar, fuera como fuese, pero siempre activamente, porque todo dependía del qué hacer, no sólo de los comunistas, sino de todo aquel que pudiera hacer fuerza para resolver esa pulseada terrible con el enemigo”. Y, con una especie de desconsuelo, dice que “…hoy (2009) veo que aparece y campea por varios lados el desconocimiento de todo lo vivido y todo lo luchado por la resistencia uruguaya de aquellos años”.
José Pacella. “Yo estoy convencido de que si bien terminamos derribando a la Dictadura, ésta a nosotros nos infligió derrotas estratégicas muy fuertes y dolorosas”.- Estuvo vinculado a la acción sindical y a la UJC (se afilió con 17 años), dirigente de la misma y secretario general entre 1978 y 1980. “…Cuando nos enteramos de la muerte del Che, en el 67, se desató una gran efervescencia, y tengo una imagen de la Universidad llena de claveles y rosas rojas”.
“Si uno hace memoria de los años 60, se ve que la mayoría de los liceos eran fascistas, y no era fácil que entraran comunistas organizados al Liceo 16 o al Liceo 18”. “Yo siempre sostuve que uno tiene que mantener independencia de criterio. En los primeros meses del 69, la dirección intentó mandarme de nuevo para el movimiento obrero, pero yo consideraba que no se podía construir una juventud obrera con un sello, desde arriba, y me negué a ir”, donde nos demuestra una visión particular de la realidad y de su inserción en la misma. “Otra de las cosas importantes que ocurrieron por la época fue la lucha de los docentes en el año 68, cuando mandaron a presos a bastantes docentes, bancarios y obreros a la Isla de Flores”. También “formábamos brigadas para ir al interior en apoyo a las luchas obreras y estudiantiles que se ponían muy tensas; de alguna manera, todo ese accionar fue conformando el desarrollo de la propia Juventud Comunista”. “Teníamos corridas de todo tipo y color, y en nuestras zonas, lo que hicimos fue declararlas como “espacios libres de Medidas de Seguridad”. Entre otras cosas “organizamos la marcha para caminar hasta Punta del Este, pero nos frenaron y no nos dejaron pasar más allá de San Carlos; íbamos unos 250 compañeros” (pág. 486 —cuando vino el presidente Lyndon B. Johnson en 1967—, y por cierto hubo un supuesto intento de envenenamiento cuando estaban en torno a Pan de Azúcar que les provocó diarreas y vómitos).
En particular “…considero que el nuestro y el de los tupas eran dos caminos paralelos…”. En la zona del Seccional 17 “había siete cuarteles, y por eso se daba en los vecinos una mezcolanza en la que había obreros, milicos, hijos de milicos, en fin, eran barrios muy complejos”. La consigna: “Donde tenemos un comité de base del Frente Amplio levantamos un círculo, y donde tenemos un círculo levantamos un comité” (pág. 490).
“El primer día que llegué (al Cerro, donde había problemas de conducta), salía una manifestación del liceo y de la escuela industrial de Colón, y de pronto vi que con los compañeros salían unos ultras que llevaban bombas molotov, por eso lo primero que hice fue meterle una piña a uno de la ROE, lo tiré y lo volteé contra el piso” (pág. 491), había que demostrar que se tenía el “temple” necesario, no ante los demás, sino ante los propios compañeros.
Sobre los hechos del 14 de abril de 1972, dice que “…después de un paro de 700 000 personas que paralizó al país y que puso la ofensiva en manos de las fuerzas populares, exactamente al otro día, el 14 de abril, los tupamaros ejecutaron a Acosta y Lara and company…” y “por eso nos resulta incomprensible la acción del MLN del 14 de abril”, hizo pasar al olvido esa magnífica demostración popular. En torno a los comunicados 4 y 7, y más bien al trabajo anterior, “…creo que fue justa la política de diferenciación del sector militar que aplicó el Partido; la prueba está en que cayeron 170 militares en cana”. “Eramos 70.000 comunistas, 50 000 afiliados al Partido y 20 000 de la UJC, decididos a enfrentar al golpe de Estado, y estábamos sustentados por una clase obrera que se había educado, que tenía conciencia de clase, buenos niveles de organización y una central única; ésas fueron condiciones muy propias y singulares del Uruguay”. Dentro de la propaganda “…fueron muy importantes todas las denuncias que hicimos de la desapariciones y otras cosas y en esto jugaron un papel muy importante como organizadores tanto Líber Arce como Carta, que nunca dejaron de salir, y tampoco dejaron de salir los boletines centrales de la CNT y los periódicos de base”.
Hubo, sin embargo “…una serie de traiciones (que) habían contribuido a que la Dictadura nos diera un golpe tremendo, pues apresaron a casi 250 compañeros, la mayoría de ellos obreros, incluida casi toda la dirección del Partido”. “En la Marina festejaron con whisky y encargaron a un tipo en Argentina, con mucha plata, que sacara una carta falsa, supuestamente escrita por Arismendi, en la que decía que los comunistas debíamos pasar a la lucha armada; también intentaron hacer pasar por verdadera una dirección del Partido que ellos mismos habían creado con el apoyo o el consentimiento de algunos traidores” (pág. 504). La respuesta tenía que ser contundente: “Lo cierto fue que toda esa operación de la carta falsa que llamaba a la lucha armada y las provocaciones hechas a partir de las “direcciones paralelas” se acabó porque sacamos una declaración del Partido muy contundente y asimismo sacamos volantes denunciando la desaparición de compañeros. Al mes y medio sacamos además la “Carta N° 91”, que tenía 16 páginas y era una denuncia muy grande de lo que estaba sucediendo”. Porque “…el objetivo de la Dictadura era terminar con el Partido y avanzar en la creación de una central nacionalista que no fuera ni bolchevique, ni tampoco proyanqui; eso lo intentaba la Marina, buscando sacar del juego a la clase obrera para subir al carrito a los partidos tradicionales y para que el pueblo aprobara el cronograma de las fuerzas armadas”. Mientras tanto, “nosotros dábamos charlas a los jóvenes en las parroquias”, y, por ejemplo “…en el vestuario del equipo de Defensor del 76 se leía Carta y se escuchaba radio Moscú; además Filippini, que era uno de los jugadores de Defensor en esa época, tenía un hermano en cana e hizo una declaración en la que le dedicó el campeonato, y además, en la cancha, todos los jugadores del equipo dieron la vuelta para la izquierda” (pág. 507). “En el 80 se conmemoró el 25° aniversario de la Juventud Comunista y el 60° de la fundación del Partido; ese día tuvimos más de 100 afiliaciones a la Juventud e hicimos el carné de la UJC”. La lucha continuaba.
Felipe Martín. “Sabemos que hubo algunas piezas polémicas que se quebraron y terminaron trabajando para el enemigo, (pero) me parece más valioso señalar que hubo quienes persistieron y resistieron a la Dictadura”.- En el 72 (con 18 años) se afilia a la Juventud Socialista. En la Facultad de Medicina ingresa a la UJC pero hace experiencia barrial, trabajando en Organización de la Seccional 18-24). “Yo no militaba en la facultad, pero cumplía con las jornadas de ahí cuando no coincidían con actividades nocturnas, porque ya fuese por la coordinadora del Frente Amplio o por las actividades de la Juventud Comunista tenía prácticamente ocupado todo el tiempo, aunque sin descuidar mis estudios…”.
“En esos años (73-74) no permanecías congelado, porque si bien desde el golpe de Estado estábamos en una especie de ilegalidad, todo se vivía con una enorme intensidad”. En una jornada de movilización por el 1° de Mayo, en la zona del Ombú de Ramón Anador, es herido y detenido, pero a los seis meses sería liberado, paradójicamente “cuando arreciaban los golpes contra el Partido”, en 1975. “Yo no estuve preso en el Cilindro, pues tenían que llevarme al hospital tres veces por semana para curaciones”. A pesar del miedo “…a los comunistas mucha gente que no era comunista nos abría la puerta” (pág. 525).
“Sabemos que hubo algunas piezas polémicas que se quebraron y terminaron trabajando para el enemigo, como en Conaprole y en los textiles, pero no voy a dar normes, pues esos nombres se conocen y me parece más valioso señalar que hubo quienes persistieron y resistieron a la Dictadura”. En el 83 “vino otro golpe del que nos salvamos raspando, pero en el que se llevaron a muchos jóvenes comunistas universitarios en una operación que casi hizo fracasar las conversaciones del Parque Hotel” (pág. 529). En síntesis “…el Partido Comunista había sido la fuerza más reprimida y perseguida, fue la que tuvo más presos, y eso significó que el Partido se alzara con la mitad de los votos del Frente Amplio en 1984”.
Ana María Barboza. “…Aprendí gracias a la sangre de los compañeros que cometieron errores”.- Se afilia en 1970, actuando en el movimiento estudiantil y en el territorial, tuvo un periodo de formación en la República Democrática Alemana y en la ex URSS, estuvo clandestina y presa. Docente de Secundaria, egresada del IPA en francés e inglés en el Liceo 13.
“Los objetivos de la lucha en esa época eran por el presupuesto para la Universidad y por el boleto de transporte para los estudiantes…”, y “…una de las directivas de la UJC era que las acciones fueran de masas”. “Lo que yo recuerdo, y acepto que pudo haber sido sectarismo de mi parte, es que las relaciones con los que nosotros llamábamos los “ultras” eran malas, muy malas; las discusiones eran impresionantes, sumamente teóricas y políticas…”. El MLN y los que propugnaban por un método armado, “según ellos, habían tomado el ejemplo de la Revolución cubana cuando, en realidad, las condiciones de nuestro país eran muy diferentes; lo que ellos hacían era como un intento de transposición mecánica de la revolución”.
“Tuve 12 alias diferentes, viví en 47 casas diferentes, varias veces en la misma, y en 19 barrios diferentes de Montevideo” (pág. 545). En el Penal, en las barracas, “por las posiciones ideológicas de esas compañeras del MLN, vivíamos una dureza que tenía que ver con lo político-ideológico, que era muy controvertido y había rechazos entre las propias compañeras que estábamos ahí”. “Mi pasaje a la clandestinidad fue totalmente voluntario; yo volví de Europa cuando pude haberme quedado allá sin ningún problema, como lo hicieron muchos; pero yo volví porque quise, porque pensé que era mi responsabilidad y que tenía que hacerlo. Hoy ya no pienso así, pero en aquel entonces, me sentí realizada en lo máximo”.
Hugo Rodríguez. “Muchas veces dedicábamos más energía a disputar con los compañeros de izquierda que a enfrentar las posiciones de la derecha”.- Se acercó a la UJC con 12 años, médico especializado en Medicina Legal, docente universitario. Tuvo militancia a nivel gremial en el Liceo 21. Responsable de la FEUU en la clandestinidad entre 1981 y 1983.
En el 72 “se vivía, por un lado, con un poco de miedo, de angustia y de temor, y por otro, con la sensación de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina”. “Recuerdo incluso cómo nosotros interveníamos en cuestiones del movimiento obrero; mientras unos gritaban “Por la tierra y con Sendic”, nosotros gritábamos “Por la tierra y por el pan”, porque no fuera a ser que nombráramos a Sendic. Esto lo comento como reflejo de la discusión ideológica que se daba en la izquierda de esa época”.
Lo llevan preso siendo menor y va a un albergue del Consejo del Niño. “…una de las estrategias de los comunistas, “estar organizados en la clandestinidad, pero ganar constantemente espacios de legalidad” ”. Después del Plebiscito, “…empezamos a aprontar dentro de la Universidad la lucha contra el examen de ingreso. Seguramente fue la movilización más importante que la FEUU hizo durante toda la dictadura”.
A pesar de que quiere escapar a la última pregunta de rigor, dirá que “…ser comunista fue luchar por la democracia en condiciones muy difíciles, muy desventajosas y muy desfavorables” y “lo que caracterizaba a los comunistas en la clandestinidad era la capacidad de luchar eficazmente contra la Dictadura, la capacidad de organizar gente en las condiciones más difíciles y dar la mayor muestra de apego democrático”.
Ramón Cabrera. “Lo que me salvó de la caída fue tener bien claras las normas de trabajo y de seguridad”.- Comienza la lucha estudiantil en la UTU del Cerro, estudiando Mecánica en la Escuela Industrial. Se afilia en los 60, después de la huelga general pasó a ser secretario de la UJC en el Cerro, fue a la URSS y volvió. Trabaja en varios lugares hasta que en Pablo Ferrando queda trabajando de modo fijo desde 1971 hasta 1975, pero debe cambiar otra vez de trabajo porque es objeto de persecución. En 1977 es requerido por las Fuerzas Conjuntas.
“No caer preso fue fruto de varias cosas, entre dos considero principales: la suerte o casualidad, y el aprender de los errores cometidos por compañeros que cayeron”. “El 99 por ciento de los que cayeron cometieron varios errores; tal vez uno aislado no te llevaba a la detención, pero sumado a otros al acumular errores, ellos terminaban cayéndote encima y no te salvaba nadie”. “En el trabajo clandestino hay reglas que marcan las cosas que no podés hacer, y algunas de ellas incluyen la vida personal. También está la disciplina, que implica nunca subestimar el peligro y siempre medir el alcance de lo que hacés”.
En determinado momento “comenzó el desarrollo de subzonas de trabajo y nos movimos a algo totalmente nuevo, que organizamos partiendo de la base de que todo lo que había de la estructura anterior del Partido ya había sido detectado. Tomando eso como punto de partida, creamos una estructura totalmente nueva; nos olvidamos de los seccionales y de las direcciones, armamos un plan nuevo, de lo anterior no se hablaba, y organizamos todo bajo la idea de los “núcleos de programa”, que eran manejados por equipos muy pequeños” (pág. 579).
“La AEBU jugó un gran papel en todas las etapas; era un sindicato que había ganado espacios legales y al que no le pudieron meter mano a fondo”. “La CBI de Flores Silva y Vaillant la formó la Juventud Comunista en la Casa de Salto, y también Pita y la Corriente Popular” (pág. 581). El acto del Obelisco “…no fue como lo cuentan; a algunos hubo que subirlos al estrado; a Sanguinetti le trasmitimos que “o hacía eso o desatábamos un paro general”; a varios tuvimos que asustarlos, los obligamos. Ese fue un acto en el que participamos en su organización” (pág. 582). “Yo salí dos veces por el aeropuerto de Punta del Este, con el documento de un comerciante, estaba bien hecho. Jugué un papel importante en el traslado de información sobre lo que sucedía en el país”. “El Partido fue el centro de la resistencia. Y resistir no es aguantar, es pensar en que hay que, incluso reculando, hacer pagar a los tiranos el precio político”.
Magdalena Ferrari. “Una concepción de los jóvenes comunistas era que debíamos ser los mejores estudiantes”.- Con 15 años se integra a la UJC en el Liceo 15 de Carrasco, proviene de familia comunista.
Una de las cosas que sucedió a toda una generación militante fue que “…en el 74, a muchos se nos retiró la calidad de estudiantes”. Dentro de las actividades clandestinas, “…con respecto a propaganda cubríamos siempre los muros con pintadas, que eran una actividad permanentemente muy arriesgada, a duras penas zafamos muchas veces”. Con el aumento de la represión, “recuerdo como se vaciaron los boliches, cómo casi nadie andaba por 18 de Julio, la ciudad empezaba a tener una tristeza tremenda; no salías, no ibas a ningún lado, era tal el acoso, todo era un lío, por todo te reprimían” (pág. 591). “Cuando el recrudecimiento de la represión, la nuestra fue una zona (Carrasco) donde se organizaron los bolsos para llevar a los compañeros del penal, sobre todo a los que no tenían familia o que su familia estaba en una situación en la que no podían proveer a su preso, por eso no le faltó a nadie su bolso”.
Los conventuales, que era la congregación de la orden franciscana, “cumplió un importante papel de solidaridad y defensa de los derechos humanos durante la Dictadura y en la transición democrática”. “En enero se llamó a una concentración que se hizo en los parques. Uno de los que habló con Sanguinetti fue Couto, para ver qué apoyo se iba a tener el Primero de Mayo del 80, que fue un evento importante en cuanto a movilización. Sanguinetti le dijo: “A ver cómo sale la de enero para ver cómo apoyamos nosotros en mayo” (pág. 597). Para el plebiscito 80, por ejemplo, “en los baños se colocaron volantes, se circularon cassettes en los que se habían grabado las audiciones de onda corta de Radio Moscú, se hicieron miles de llamadas por teléfono”. “El Partido nunca perdió su continuidad, nunca se quedó colgado, siempre hubo alguien, siempre hubo un informe, siempre hubo una valoración. Los informes se caracterizaban por dar una valoración del contexto internacional y después de la situación coyuntural del Uruguay”. COVISUNCA, también, “era una cooperativa roja, que apoyaba a las familias de muchos presos, a los que no tenían las horas de ayuda mutua, y nosotros trabajábamos para que las tuvieran; también creamos una cooperativa de consumo y asegurábamos y hacíamos las bolsas; y trabajábamos con las familias de los presos, que pasaban por grandes dificultades económicas”.
Por último, para Ferrari “…ser comunista tiene que ver con los valores” humanos, de solidaridad. “Te une la ideología y todo lo demás, pero en situaciones duras, lo que recordás es lo humano”.
Daniel Lindner: “…la resistencia contra la Dictadura había dejado de ser un problema de cuadros para pasar a ser un hecho masivo”.- Asistente social. Inició su militancia en secundaria. En el 72 desde el PCU. “Yo me afilié al Partido sin estar totalmente convencido, pues me mantenía independiente por considerarme más libre”. Fue delegado de clase en el Liceo 10.
“Formamos (en el liceo) lo que llamamos la Alianza de Lucha Antifascista, en la que entró mucha gente que no militaba en grupo, pero también estaba toda la Juventud Comunista; fue uno de esos fenómenos que son interesantes”. “En nuestro caso, los milicos venían y te apretaban un poco, pero no era el nivel de lo que sucedía en las marchas grandes, donde murieron algunos; eso nosotros lo veíamos de lejos”. “Esa militancia era dura y complicada, pero para nosotros era linda, no la sufríamos como algo terrible, por lo menos no como después sufrimos otras cosas. En ese entonces establecimos un amiguismo; éramos unos adolescentes que comprendíamos algunas cosas y no comprendíamos otras, por eso no se dio mucho el tema de los partidismos muy cerrados, ni los sectarismos”. “Eramos románticos, el que tiraba para la izquierda era bueno y el que tiraba para la derecha era un fascista que no servía para nada”. Todo eso antes del golpe.
La movilidad, innata: “La particularidad que yo tenía, y capaz que eso fue lo que me salvó, era que yo me perdía; es decir, militaba un tiempo en la parte organizada del Partido y luego desaparecía… pero sabía bien que todos los días había que hacer algo contra la Dictadura, por eso siempre estaba en alguna cosa… mi militancia no se circunscribía a la propia organización comunista, y por eso, al dar sus golpes, los represores no sabían dónde agarrarme”. La ingeniosidad (¿ingenuidad?): “Desarrollamos un sistema de hacer cartas; conseguimos las direcciones de todos y escribimos que se había formado un gremio en el liceo… (y) nosotros teníamos que comprobar si las cartas llegaban. Nos imaginábamos que las revisaban con rayos X, teníamos mucha imaginación… (entonces) ahí detectamos a quiénes les había caído bien la carta y a quiénes no…”. De alguna forma se había entendido que el único método para no ser detectados, era innovar en las formas de actuación.
Lindner fue armador de grupos en la Asociación Cristiana de Jóvenes, en la Escuela de Servicio Social, en Bibliotecología, en la FEUU clandestina. Luego ingresa en AEBU y después en ANCAP. “Uno destaca el papel del Partido, pero se debe poner en su justo lugar a todos los que lucharon contra ella, entre los que estaban el PVP, los GAU, el Partido Socialista y sectores del PDC que se enfrentaron a la Dictadura”.
“Ser comunista se trata más fundamentalmente de la concepción acerca de lo que tiene que ser… es la conducta y la ética que uno tiene que tener para que el mundo, la gente, llegue a estar mejor”.
Gilberto Ríos. “La estructura conjunta de ASCEEP y FEUU cobró tal relevancia, que la Dictadura decidió dar el golpe represivo del 83, dirigido estrictamente al sector universitario”.- Nacido en Artigas (es el único que habla algo de la militancia en el interior del país). Dirigente de la Asociación de Estudiantes de Medicina y de la ASCEEP-FEUU. Fue diputado en 1985, tras la recuperación democrática.
Reivindica al ingeniero Eladio Dieste, que “tuvo el valor de ser candidato único por el Frente Amplio” en Artigas. Alguno de sus hermanos mayores (son nueve en total) había ido Montevideo “a estudiar a la universidad, y militaban en el movimiento estudiantil, ya afiliados a la Juventud Comunista”. En el 73, “se estaban preparando las elecciones estudiantiles”, pero “hubo entonces una acción represiva muy importante en Artigas, el 25 de agosto del 73, en la que fueron detenidos 14 estudiantes”. Se trataba de los que integraban las listas (entre ellos uno de sus hermanos) “los agarraron, y fueron torturados y procesados por la Justicia Militar”. Por eso “aparecí en una lista, la 8, que era sólo de gente de izquierda; también había listas de la JUP y del MUN, del Partido Nacional”. “La realidad de Artigas era muy compleja. En el año 75 empezó la represión muy dura; mataron a dos compañeros en el cuartel militar de la ciudad, Dante Porta, de la 99, y Juan Faccio, el secretario de la Juventud Comunista. Murieron torturados en Bella Unión, donde estaba el cuartel del 10° Regimiento de Caballería” (pág. 625-626), “…el general Mermot, era el comandante que estaba allí en aquella época”.
Ríos ingresa a la Facultad de Medicina en 1978. “…en el segundo año se cursaba Anatomía; nos juntábamos en pequeños grupos alrededor de un cadáver y eso permitía que uno hablara con el que tenía enfrente. Gracias a eso empezamos a juntarnos y conocernos, y a hacer asados y organizar campeonatos de fútbol…”. “Recuerdo (habla de los debates vinculados con la Iglesia, cuando el No) clarísimo uno muy grande en Conventuales, en el que expusieron Astori y Bruschera, quienes dieron buenos argumentos para decirle “No” al proyecto de continuación institucional de la Dictadura”.
La represión se expresaba, también, en que “…cuando ingresábamos a la facultad después de dar el examen de ingreso, estábamos obligados a firmar un documento que, entre otras cosas, asentaba que teníamos que delatar si veíamos que algún compañero realizaba actividades gremiales o políticas; el no cumplir con esa cláusula de delación te convertía inmediatamente en sujeto de sanciones, cuya pena mínima era la pérdida de la calidad de estudiante”. “En el caso nuestro, el tema más duro fue el golpe represivo del año 81”, y de los quedaron “…los más nuevos quedamos ahí en el medio, ni clandestinos ni congelados, por lo que tuvimos que empezar con nuevas actividades, asumir responsabilidades”. El 14 de agosto de 1981 “…nos concentramos en 18 de Julio a las 3 de la tarde, en un muro de la Biblioteca Nacional se hizo una pintada que decía “Líber Arce vive. FEUU” y “era con esas pequeñas cosas que luchábamos, porque no éramos una organización de masas, no podíamos serlo por la situación política”.
“Cayeron más de veinte compañeros (en el 83), lo cual provocó que se desarmara gran parte de la estructura”. “Yo tuve que pasar a la clandestinidad siendo responsable de los asuntos gremiales de la Juventud, no sólo de la Facultad de Medicina, sino de toda la Universidad”.
Ya en la etapa final de la Dictadura “…en ese momento se efectuaban las reuniones en el Club Naval, durante el día, pero de noche nos reuníamos nosotros con Sanguinetti, Ciganda, Cardozo, el PIT y FUCVAM. En esos encuentros ellos nos contaban lo que se había hablado y discutido, así que teníamos información de primera mano”. “Nos opusimos a su creación (de la Universidad Católica) y el 9 de diciembre del 84 fuimos a una manifestación frente a la sede de la Universidad Católica, donde fuimos reprimidos por los coraceros; la única reivindicación de esa manifestación era “el cierre de la Universidad” Católica”, que fue el último acto represivo de la Dictadura que ya tenía sus días contados. A partir del 1° de marzo del siguiente año, se empezaría a escribir otra historia.
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Por Sergio Schvarz
Escritor, poeta, y ensayos breves.
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