Ante la aparición de una confabulación más para huir de la justicia y volver a lapidar a sus víctimas, queremos hacer esta reflexión y compartirla con ustedes.
Las alimañas que crecieron a la par de la dictadura, hablamos de algunos uniformados, creen hoy que tienen poder, aupados tanto por el voto popular como por sus circunstanciales asociados, esa otra caterva de civiles, a quienes denominaremos “rapelitas”.
El Uruguay del siglo XX, desde el Colegiado Blanco hasta 1985 padeció el terror y el horror insano y deleznable tanto de las alimañas como de los rapelitas y sus círculos de acción necrófila.
Luego la búsqueda de Verdad y Justicia tuvo grandes enemigos ubicados supuestamente a la izquierda, cuando de izquierdistas nada tuvieron y sí, vaya cuánto, de populistas necios, burros y mentirosos.
El principal traidor fue Fernandez Huidobro, aupado por su secuaz, el desvergonzado Mujica Cordano y algún que otro liliputiense que pergeñó literatura fantástica, pasada como si fuera historia. Sinvergüenzas! Mercachifles…
Sepan todas estas heces que nosotros somos ellos. Las mujeres y los hombres vejados, torturados, robados, asesinados por cobardes todos ustedes.
Nosotros, esto es las generaciones que nos precedieron, como así también la nuestra y las que nos sucederán, somos como el aroma a la flor; como la tierra al rocío matinal.
Entiéndase, pues y que no tengan sombra de duda los supuestos poderosos que así es y seguirá siéndolo.
Cómo no recordar en este instante de reflexión moral al general Líber Seregni.
General de Artigas, como estos otros horcos creen serlo y, para ello, se inventaron un “artigas” que, de tan burdo ni ellos se lo creen.
Usted, General Seregni, que con sencillez nos narrara cómo gustaba de salir al clarear el nuevo día, descalzo y así, con el rocío sobre el verde sentirse unido a la Naturaleza.
De tal suerte que en profana comunión con Gaia miraba al horizonte, pero el lejano, es decir, oteaba más allá de lo aparente, más unido a su pueblo, pensando un tiempo sin usted, el tiempo del Uruguay tan ansiado por hombres y mujeres de a pie.
Supo usted marchar junto a su pueblo, sin armas, sabiendo le aguardaba la cárcel y, por lo menos, el oprobio. Igual marchó, al frente, codo a codo con su gente, esbozando una sonrisa seca y franca.
Usted, mi General, miró más allá de lo contingente – esto es, el escarnio que aquellos le iban a infligir – llevando a cabo la tarea de un líder artiguista: dar ejemplo de conductor demócrata.
Por consiguiente, nosotros no “somos los que se van” – como dijera Borges, en un célebre poema de su autoría – sino los que permanecen.
Que se sepa: Nuestra permanencia no se agota en nuestras vidas, singulares y pasajeras, sí en generaciones – ya van dos – de mujeres y hombres de este país.
Ninguna manada de horcos, ni de falangistas, ni de rapelitas y menos aún de enmierdados populistas, nos harán dejar la línea trazada por nuestro General.
Habrá Verdad y Justicia!
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.