El pasado 14 de setiembre, se conmemoró el centenario del nacimiento del egregio escritor, poeta, novelista y ensayista Mario Benedetti, que condensó en su literatura toda la pasión de su compromiso militante por la consecución de una sociedad más justa e inclusiva, sin las escandalosas asimetrías sociales del pasado y el presente.
Su prolongado periplo creativo -que se edificó sobre el talento, el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio- fue un auténtico ejemplo para varias generaciones y un paradigma ineludible de resistencia al autoritarismo y la dictadura del mercado.
No en vano, Benedetti fue admirado fuera de fronteras, donde cosechó un sólido prestigio y numerosos galardones y distinciones, en reconocimiento a su descollante aporte a las letras castellanas.
Sin embargo, quizás uno de sus mayores méritos haya sido haber logrado una suerte de entrañable romance con su multitudinaria legión de lectores, que se nutrió de la comunicación, la sensibilidad y la cabal comprensión del sentir popular.
Benedetti fue un retratista por antonomasia, que interpretó, como pocos, el espíritu de la idiosincrasia uruguaya, con una mirada que excedió claramente los marcos geográficos y culturales de nuestra pequeña comarca.
La universalidad de sus temas y abordajes erigió a su obra en una suerte de catálogo, que atesoró el sentir, la pasión y los sueños de un país que comparte las mismas vicisitudes que sus hermanos latinoamericanos.
Mario Orlando Hamlet Brenno Benedetti Forugia nació el 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó. Su familia se trasladó a Montevideo, cuando el futuro poeta tenía apenas cuatro años. Ese fue el comienzo de su romance con nuestra capital, que condensó en múltiples narraciones y composiciones poéticas que revelan minuciosamente sus hábitos, costumbres e inflexiones emocionales.
Cursó estudios primarios en el Colegio Alemán, iniciando prematuramente un periplo que fusionó la experiencia con la palabra, ejes de su vasta producción literaria.
En paralelo a su pasión por la escritura creció su impetuosa pulsión por la lectura, que coadyuvó, en forma determinante en su formación intelectual. También fundó un periódico que solía distribuir entre sus vecinos.
Mario Benedetti afrontó una adolescencia dura, ya que a los 14 años debió abandonar sus estudios secundarios para comenzar a trabajar en una casa de repuestos de automóviles. Asimismo, fue taquígrafo, cajero, traductor y funcionario público, pero su segunda gran pasión, además de la literatura, fue el periodismo. Ese contacto temprano con el trabajo le permitió conocer a fondo diversos ambientes, particularmente el mundo bastante gris de las oficinas. Esa experiencia nutrió su obra de los primeros tiempos. Entre 1938 y 1941 residió en Buenos Aires y, mientras se afirmaba su vocación literaria, trabajó como taquígrafo, cadete oficinista y, más tarde, gerente de una inmobiliaria.
La pluma militante
En 1945, ya de regreso en Montevideo, publicó su primer libro de poemas, “La víspera indeleble”, que él mismo consideraba como un mero experimento carente de mayor relevancia.
Su insoslayable vocación por el periodismo le permitió ingresar al emblemático semanario «Marcha», donde se formó junto a Carlos Quijano y otros referentes de la denominada generación del 45, de la cual fue uno de los más brillantes exponentes.
Su vínculo con dicha publicación independiente terminó en 1974, cuando la dictadura cívico militar concretó su cierre definitivo, en el marco de su operativo de arrasamiento de las voces opositoras. Benedetti se casó con Luz López Alegre, con quien compartió casi toda su vida, pese a las exigencias del trabajo y su prematuro compromiso con las ideas de izquierda, que le demandaron un importante esfuerzo de militancia.
En 1948, dirigió la revista literaria «Marginalia» y ese mismo año publicó el volumen de ensayos “Peripecias y novelas”, que fue marcando su itinerario creativo. Un año después, integró el consejo de redacción de la revista «Número», una de las publicaciones culturales más importantes de la época, cuya primera etapa se extendió hasta 1955.
La primera expresión de su fuerte militancia y su alto nivel de compromiso, fue su participación en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos. Su postura antiimperialista se mantuvo incólume hasta su muerte.
Con “Quién de nosotros” (1953) y “Poemas de la oficina” (1956), el autor inauguró una nueva veta temática hasta ahora no transitada por el género poético.
En 1957, el escritor viajó por primera vez a Europa, visitando nueve países en su calidad de corresponsal de “Marcha” y “El Diario”. También visitó Estados Unidos en 1959, donde recogió una valiosa experiencia que afirmó su condición de militante contra el imperialismo.
Su visita a la potencia del Norte coincidió naturalmente con el triunfo de la revolución cubana, hito histórico que fue determinante en su consolidación ideológica.
La publicación de “Cuentos montevideanos” fue uno de los sustentos de su concepción urbana de su narrativa, que ya ingresaba con mayor profundidad en la conciencia de un país enfrentado a una crisis de identidad.
Un libro referente de su producción, que se considera clave por la impronta crítica del autor, es “El país de la cola de paja”. Sin embargo, recién con la edición de “La tregua” -su novela más difundida y aclamada- Benedetti comenzó a ingresar en el corazón de miles de lectores de todas las edades.
“La tregua”, que es una historia de amor mínima pero potentemente emotiva, tuvo más de un centenar de ediciones, fue traducida a diecinueve idiomas y adaptada al teatro, el cine y la televisión.
Junto a “El país de la cola de paja”, “La tregua” es el otro título que afianza un espíritu de denuncia y toma de conciencia ante la crisis de una sociedad que comenzaba dramáticamente a fragmentarse.
Su obra poética de la época se sintetiza en dos títulos referentes: “Poesías del hoy por hoy” y su primera edición de “Inventarios”, que condensa textos concebidos en el período 1950-1958.
A mediados de la década de los sesenta, Benedetti trabajó en el diario “La Mañana”, donde publicó crítica de teatro. También colaboró con la revista humorística “Peloduro” y escribió crítica de cine en «La tribuna popular».
Poco después de publicar “Gracias por el fuego”, viajó por primera vez a La Habana, para participar, en calidad de jurado, en el concurso Casa de las Américas. El escritor vivió durante un año en la capital cubana, adonde regresó reiteradamente.
Su vinculación con Casa de las Américas fue permanente y trabajó en su biblioteca y varias veces como jurado. Sus obras han sido publicadas infinidad de veces por las principales editoriales cubanas y sus textos son estudiados en escuelas y facultades.
Censura y exilio
A su intensa actividad literaria y periodística, el poeta sumó su cada vez más intensa militancia política, que le llevó a ser cofundador del Frente Amplio, en 1971.
Ese mismo año publicó “El cumpleaños de Juan Ángel” y fue designado director del Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Humanidades.
Su inclaudicable compromiso con la izquierda que condensó siempre en sus textos, lo expuso a las represalias de la dictadura militar instalada en junio de 1973, que censuró y prohibió su obra y lo proscribió y persiguió personalmente. A raíz de esta situación, debió emprender el camino del exilio, trasladándose inicialmente a Buenos Aires.
Su libro “El escritor latinoamericano y la revolución posible” (1974) marcó a fuego su papel de férreo oposición a los gobiernos autoritarios instalados en el continente.
Amenazado por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) partió rumbo a Perú, donde fue rápidamente deportado. En esas circunstancias, regresó a Cuba como exiliado.
Sin embargo, pese a la lejanía de su patria natal y a ser censurado por la dictadura, Benedetti siguió escribiendo y publicando: “Con y sin nostalgias” (cuentos), “La casa y el ladrillo” (poemas), “Pedro y el capitán” (obra teatral) y “Cotidianas” (poesía).
En 1980, ya en Palmas de Mallorca, comenzó a concebir “Primavera con una esquina rota”, que vio la luz dos años después.
La aparición de “Vientos del exilio” (1981) retrató elocuentemente el perfil eminentemente nostálgico de un intelectual que, pese a añorar a su país, nunca abdicó de su papel de fuerte opositor al gobierno autoritario que detentaba el poder en nuestro Uruguay.
También residió en Madrid, donde es admirado y tuvo residencia paralela durante un buen tiempo, aún luego del final de la dictadura. Su regreso a nuestro país tras la restauración de la democracia, contribuyó a transformarlo – más que antes- en una figura admirada y venerada. Publicó artículos periodísticos en el semanario Brecha y sus principales obras fueron publicadas por el diario La República.
Su itinerario creativo prosiguió durante la década de los ochenta, con la publicación de sus “Cuentos completos” (1986) y “Yersterday y mañana” (1989). En la década de los noventa, apareció otra recopilación de “Cuentos completos”, el conjunto de ensayos “El ejercicio del criterio” y el libro de poesías “El olvido está lleno de memoria”.
Legado de dignidad
Pese a sus crecientes problemas de salud y al doloroso luto derivado de la muerte de su gran amor, jamás dejó de crear, editando casi un libro por año. Su último título, “Testigo de uno mismo”, data de mediados de 2008, un año antes de su desaparición física.
Aunque fue premiado y condecorado en varios países extranjeros, el reconocimiento en su Uruguay le llegó recién en 2005, cuando le fue otorgado el título Doctor Honoris Causa por parte de la Universidad de la República.
Autor de más de medio centenar de libros de poesía, novela, cuentos, ensayos y biografías Mario Benedetti fue, sin dudas, una de las figuras más descollantes de la literatura uruguaya contemporánea.
Sus obras adaptadas al cine, al teatro también inspiraron canciones de Joan Manuel Serrat y Pablo Milanés, entre otros intérpretes de América y del mundo entero.
La variedad del universo literario benedettiano, que suele resultar inclasificable, tiene un registro que le otorga coherencia y la suprema cualidad de establecer una fuerte relación de complicidad con el lector.
La escritura de Benedetti fue brillante y provocadora, despertadora de conciencia crítica y fuertemente comprometida con la realidad y con las necesarias transformaciones sociales y políticas que requiere el continente americano.
Su pluma fue una suerte de antídoto contra la resignación, la frivolidad y la hipocresía de los falsarios que pretenden monopolizar el discurso histórico.
Aunque siempre cultivó el humor de sesgo inteligentemente irónico, el emblemático escritor fue un agudo crítico del autoritarismo, el imperialismo y el monopolio del poder.
Su vasta obra constituye, sin dudas, un legado perpetuo que contribuirá a seguir formando a las futuras generaciones en la dignidad, la solidaridad y el compromiso ético.
En una larga entrevista que le realicé en 2000 para el diario La República, Mario Benedetti manifestó un sentimiento de escepticismo no exento de pesimismo.
Al respecto, afirmó: “temo que la humanidad se esté suicidando”. Asimismo, fustigó ácidamente a la “globalización hipócrita”, al neoliberalismo y al imperialismo unipolar hegemónico.
Once años después, sus reflexiones mantienen plena vigencia.
Por Hugo Acevedo (Analista)
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