¡Así no, señor presidente!

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Ante todo, destaco el respeto que me merece como hombre y ciudadano. Las afirmaciones que seguirán a continuación serán únicamente de carácter político y nunca, repito nunca de carácter personal y menos aún moral. Que conste, pues.

Un hombre político se prueba a si mismo en la fragua de los problemas que debe enfrentar en el diario vivir. Lo sé un hombre recto que desea poseer una conciencia antes que psicológica, moral.

Usted es, presidente Lacalle, el primero entre sus iguales, léase: sus conciudadanos.

Luego, usted no es un líder. Sea mundial, regional o incluso nacional, por varios motivos:

– Es un concepto populista y/o fascista que no tiene cabida alguna en una democracia republicana y participativa como la que queremos siga existiendo en el Uruguay.

– Porque, desde el respeto que usted me merece, su Partido fue la segunda minoría en la pasada elección nacional.

– Porque su Partido debió necesariamente compartir el poder con los partidos que están aun más a la derecha de lo que ya estaba.

– Reitero que usted es “primus inter parís”, concepto que merece la máxima dignidad para un presidente. Vale decir, es un honor en una democracia plena el ostentar tal concepto.

– La libertad es ”responsable“, o no lo es. Puesto que una libertad sin responsabilidad seria igual a individuos que lejos de sumar esfuerzos en pro de un bien común son seres disociados, apolíticos y consiguientemente, proclives a darse en “servidumbre voluntaria “a un líder y/o tirano. En este sentido, recordamos el “Tratado sobre servidumbre voluntaria” de Étienne de la Boétie, el gran amigo de Michel de Montaigne.

– La libertad de expresión no es, ni debe ser, una “gracia presidencial”, sino que se trata de un derecho constitucional del que usted, presidente Lacalle, debe ser el primer y más claro garante.

– Errar es algo humano. Indigno seria negarlo. Pretender esconderlo es focalizar la responsabilidad directa o indirectamente en un chivo expiatorio.

Señor Lacalle Pou este es un momento de dolorosas grandezas y no de livianas inequidades. En tanto lo sé un hombre probo, le invito a vestir, aunque con dolor, el ropaje de la grandeza, desechando los trapos de las miserias humanas.

Cordialmente,

Hector Valle

AQA 11451

 

 

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