No, aferrarse al naufragio, estirar lo más que se pueda

Tiempo de lectura: 5 minutos

Los colorados andan con problemas. La debacle de octubre, la derrota de los asociados en noviembre (menos votos en conjunto que cinco años antes) y el pésimo pronóstico para el Partido de la Concertación en candidato colorado dentro del mismo, si hablamos de números. Además: dirigentes del interior que sin autorización acuerdan con los blancos mientras abandonan a sus correligionarios que son candidatos en su departamento; dirigentes de Montevideo que trabajan para el candidato independiente de la Concertación en detrimento de aquel que fuera “institucionalmente” designado por los colorados; también por la Capital, otros dirigentes respaldando a los candidatos frenteamplistas. Y entre reproches e insultos, denuncias a la Comisión de Ética y el silencio (dicen poco y dejan hacer mucho) de los líderes de la última interna partidaria, la colectividad colorada parece disolverse.

COLORADO  150 X 100
Dr. Ricardo Rachetti candidato de la Concertación

Sancionar conductas violatorias de principios y orgánica, independientemente de su justicia y necesidad, termina por ser inconducente si es que al mismo tiempo se eluden los problemas de fondo. La crisis colorada radica en lo poco que se profundiza en los por qué de los episodios. Esto sí que opera como un efectivo disolvente. Los concertacionistas se rasgan las vestiduras. Es cierto, una cosa es aprobar un acuerdo con el Partido Nacional por las vías que correspondían, como el caso de la Concertación, y muy otra que se apoye al candidato de otro partido sin que medie la habilitación partidaria. Pero siendo la forma muy importante, el fondo tampoco debía descuidarse.

Justamente, se desdeñó a la Concertación como lo que es, una fantástica habilitación general para el desbande. Crear un nuevo partido en el que blancos y colorados acumulen para ganarle al adversario, da el mensaje de que por encima está la herramienta y mientras se la vote, tanto da votar a uno su otros. Y lo que es acá ¿por qué no lo será allá? La obligación del dirigente es distinguir las formas pero la señal enviada es la conveniencia que blancos y colorados se «junten». Alegaran que no era el efecto buscado, pero como decía Vaz Ferreira, se puede discutir infinitamente sobre cuestiones de palabra pero otra cosa son las cuestiones de hecho, para el caso, la lógica generada.

La Concertación es, a escala, lo que sería a nivel nacional un «frente tradicional». Como sucedió con el otro Frente, con el tiempo sus miembros quedarán supeditados a una supra identidad más relevante que las identidades parciales, transformado a sus componentes en fracciones y a la coalición en partido. Pero ocurre que la supra identidad blanca-colorada ya existe (más sólida —incluso—que la identidad del Frente Amplio al fundarse) por lo que la propuesta concertacionista encuentra un terreno abonado y adelantado: en lo práctico los partidos tradicionales ya funcionan como fracciones de ese «frente» y los desplazamientos entre ellos pierden su carácter traumático. A su vez, como su homónimo, el «frente tradicional» no se restringirá a sus miembros originales sino que la propia dinámica creará nuevas fracciones producto de la articulación de grupos y ciudadanos blancos, colorados e independientes que coexistirán con los primeros (ya aparecerán las «vertientes artiguistas» o las «asambleas Uruguay» de la Concertación).

Ahora, sucede que los fenómenos mencionados ya se dieron porque el candidato independiente de la Concertación en realidad funge como una nueva fracción que solo responde ante sí misma y es respaldada por colorados que se sienten legitimados a hacerlo porque de cualquier modo — sostienen—continúan dentro de lacoalición creada. Por otra parte, otros entienden que el mejor camino es cruzar al otro frente. La Concertación, pues, aceleró los trasvasamientos al interior del espacio blanco-colorado y «justifica» el desplazamiento hacia el espacio frenteamplista de los desconformes.

Pero pensar quela historia empieza con la Concertación también sería quedarse en la epidermis. ¿Por qué la inmensa mayoría del electorado colorado (el que queda)se siente parte de un bloque común con los blancos? Para la elección de 1994 la mayoría colorada pidió que se reparara en lo diferente que era ser gobernados por un batllista comparado con un herrerista, ubicado sin más en la derecha (Lacalle Herrera era el presidente). Cinco años después el gobierno colorado consideraba como una continuidad las políticas públicas llevadas adelante por él y aquel gobernante herrerista. La tesis de las «familias ideológicas» se había lanzado poco antes: las diferencias ideológicas, de mentalidad y sensibilidad entre blancos y colorados no tenían trascendencia y si la tenía el «nosotros» de los partidos tradicionales contrapuesto al «otro», frenteamplista.

Probablemente se venían borrando las diferencias desde los sesenta con la «derechización» del coloradismo en general y tal vez de algunos batllistas incluso antes. Pero no todos lo soportaron y decenas de miles de batllistas anónimos dejaron de votar colorado durante las últimas décadas.

Nos desagradará pero ésta es otra de esas cuestiones de hecho. No obstante, podríamos ir más atrás para entender ciertos fenómenos. Suele hablarse del Partido Colorado como un todo ideológico cuando en realidad ésta es una idea bastante reciente.

Desde el liderazgo de Batlle en adelante lo real es que existieron colorados batllistas (progresistas) y colorados no disolvente colorado: No pensar ni equivocado batllistas (conservadores) que bien supieron diferenciarse y sectorializarse. Y la verdad es que no era para nada raro ver a los colorados no batllistas acordando con los blancos conservadores en contra de los batllistas. Veamos: las Uniones Vecinales en 1946 eran lemas transitorios que reunían a colorados no batllistas y herreristas para disputarle las intendencias a los batllistas; el pacto golpista de Terra y Herrera en 1933 que hasta amenazó con hacer un lema común; las elecciones legislativas de 1917 —¡si vendrá de atrás la cosa!—en la que se formaron las Coaliciones Cívicas entre riveristas, herreristas y católicos para derrotar a Batlle. Es decir, no es que no hubiera antecedentes de acuerdos electorales entre blancos y colorados sino que estos fueron siempre reaccionarios y antibatllistas.

Si hoy los colorados consideran a un lema común con los blancos como materia incuestionable podría deberse a que el Partido actual sería más bien el partido de los colorados no batllistas, por herencia o viraje político (la generalidad cabe pese a las excepciones). Cuando analistas y ciudadanos de a pie sostienen que las identidades de los partidos tradicionales no deberían constituir ya un impedimento para la unión, quizá tengan más razón de lo que imaginan.

Sintetizando, es un gravísimo error interpretar las dificultades coloradas como coyunturales o vinculadas exclusivamente a determinadas personas. Hurgar en lo recóndito aunque perturbe sería lo sensato, si de salvar el futuro colorado y batllista se trata. Y si no, aferrarse al naufragio, estirar lo más que se pueda vidas políticas e intereses personalísimos y no pensar mucho porque como dice el tango:

“Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran.

Y si la murga se reí, hay que saberse reír.

No pensar ni equivocado. ¡Para qué si igual se vive!

¡Y además corres el riego que te bauticen gil!”*

Por Carlos Fedele
Politólogo
Columnista del semanario OPINAR

*»Las Cuarenta» de Roberto
Grela y Francisco Gorrindo (1937).

La ONDA digital Nº 714 (Síganos en Twitter y facebook)

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.

Otros artículos del mismo autor: