A un hombre público como el Gral. Líber Seregni fueron muchos y variados los abordajes de la prensa nacional e internacional que hurgaron en su trayectoria, pero aún queda mucho por conocer. Este general del Ejército uruguayo, que el mundo en la mayoría de los casos empezó a conocer cuando por ser el líder político del Frente Amplio estuvo 10 años preso, ya tenía una larga trayectoria, profesional y social anterior.
La ONDA digital reproduce a continuación los tramos de un extenso reportaje realizado a Seregni por uno de nuestros colaboradores. En él recorre los pasajes más salientes de su vida desde la niñez hasta que se retira de la dirección del Frente Amplio.
El tramo que publicamos comienza con sus vivencias en la escuela primaria y se extiende hasta el año 1959, en que como coronel cumple un importante papel en la evacuación de la ciudad de Paso de los Toros, ante el peligro de ser invadida por las inundaciones de aquel año.
Seregni falleció el 31 de julio de 2004.
– Gral. Seregni ¿usted nació en Montevideo?
– Si yo nací en Montevideo, en el Barrio Sur, en la calle Islas de Flores, el 13 de diciembre de 1916.
– ¿Su apellido es de origen italiano?
– Sí, por el lado paterno de origen italiano, de la zona de Milán, del lado materno de apellido Mosquera Arnal de origen español, asturiano y vasco.
– ¿A qué escuela concurrió?
– Más tarde nos mudamos a Positos y toda mi vida escolar la realicé en la escuela Brasil. Estoy hablando del año 1922, esta escuela era relativamente nueva.
– ¿De aquella escuela recuerda algún compañero?
– Seis años…de una escuela primaria, una época fuerte para un niño…por supuesto los recuerdos son muchos… Como compañeros de curso y para nombrar gente que luego tubo actuación publica y son conocidos, recuerdo a Gimenez de Areha, Sazón. Anécdotas muchas desde algunas “rabonas”, “expulsión” de la escuela, peleas en la puerta de la escuela o en los recreos…
– ¿Maestras exigentes?
– Maestras exigentes, pero magnificas maestras, de una generación del magisterio uruguayo que marco rumbos, las recuerdo con cariño, algunas las he podido ver hasta muchos años después.
– Percibo que tiene todos aquellos recuerdos muy vivos
– No solo muy vivos, sino muy gratos para mí, tengo muy presente el primer día que fui a la escuela desde donde yo vivía, caminando por la calle Ellauri y luego llegando al local de la escuela.
– ¿En aquellos primeros años de su educación se pueden encontrar el sentido vocacional de su vida como militar?
– Bueno… yo no diría en la época escolar, si ya en ese momento manifestaba un gran interés por la historia y una veneración que sigo cultivando y teniendo por la figura de Artigas. Un interés particular por aquellas etapas fundacionales de nuestro país.
– ¿En Artigas raíces vocacionales?
– Si, muchas veces me han preguntado porque la vocación por la carrera militar. Yo era bastante bueno en matemáticas y siempre se pensó en la familia y a nivel de mis profesores que mi destino estaba en ese campo. Cuando terminé cuarto año de secundaria decidí presentarme a examen de ingreso en la Escuela Militar.
Los profesores y incluso mi padre, me preguntaban de dónde sacaba esa opción, porque no llegaban a entender. Tenía quince años, podía ser el deslumbramiento por los uniformes el sentido épico que un joven puede darle a estos temas. Lo cierto es que la verdadera vocación profesional la fui cultivando desde el propio ejercicio de la profesión militar, que me fue afirmando en mi manera de ser hasta después de haber egresado como oficial del ejército.
– ¿Cómo fueron aquellos primeros días en la Escuela Militar?
– De sorpresas, de cultivar una forma de vida distinta a la que tenía hasta ese momento, me adapté fácilmente a una vida disciplinada, ordenada.
Claro hay muchas anécdotas de pagar la “chapetonada” en aquellos días de ingreso, bromas en algunos casos bromas muy pesadas. En mi caso una broma que fue pesada de más, ya que se hacían bromas de pintar ciertas partes del cuerpo y que uno lo mejor que puede hacer es no resistirse… En mi caso me resistí y como consecuencia tuve un desgarramiento muscular de una patada tirada al aire que me costó 10 días de internación en la enfermería de aquel establecimiento. También recuerdo de aquellos días, etapas muy agradables.
– ¿La rigurosidad era solo en la disciplina o la había también en la formación cultural y técnica del futuro militar?
– Si la había, eran épocas distintas a las de hoy, había una real exigencia ya desde el ingreso. Por ejemplo nos presentamos al examen de ingreso 112 aspirantes, para llenar nueve vacantes. La exigencia mínima era secundaria completa. Disputaron en ese momento jóvenes que venían de hacer otros niveles de estudios.
A esto se debía agregar como siempre y en todos lados el “cuco” de las matemáticas. En el caso de la Escuela Militar había una materia que siempre fue filtro: la “geometría descriptiva”.
– ¿De aquellos compañeros en la escuela militar continúan con usted hasta que punto de su carrera?
– Mi promoción fue de 27, luego la propia profesión va ubicando a los egresados por rama o destinos distintos. Pero mantuve con ellos una relación fluida y gratos momentos. Luego esta ha sufrido alteraciones como consecuencia de opciones políticas tomadas al final de la carrera militar. Pero mis mejores amigos los hice en los años de la escuela militar y luego en mi carrera.
– ¿Había debates de ideas, de temas entre ustedes?
– Eran épocas fermentales, con apreciaciones políticas de acuerdo a las circunstancias que vivíamos. Al ingresar a la escuela yo obtengo una beca, por concurso, en el mes de diciembre de 1932. Al año siguiente se produce un golpe de Estado, lo que motivaba entre nosotros comentarios y juicios críticos y conversaciones en los ratos de ocio o descanso.
– ¿Cómo los trataban los superiores al observar ese comportamiento de ustedes?
– Como una cosa normal. Teníamos muy buenos instructores, recuerdo muy bien a mi primer capitán, al primer teniente, cuando yo era cadete.
Todo se daba en un marco de mucha exigencia curricular y física pero en un ambiente que se motivaba la discusión de ideas especialmente en torno a las materias de los cursos.
– ¿Cuáles son sus primeros pasos ya como profesional?
– Yo egreso como Oficial de Artillería (Alférez) en febrero de 1936. Mi primer destino fue en el regimiento de Caballería Montada N 2 con sede en la Santísima Trinidad de los Porongos (departamento de Flores), donde aun hoy esta allí esa unidad militar. Pase allí dos años y medio, luego vine a Montevideo.
Estos años en Flores fueron para mí, que era de Montevideo, ingresar a formas de vida distintas, de mayor intercambios conocimiento entre la gente. En esa época se creó una excelente relación entre los oficiales del regimiento y el medio civil.
Esto se expresaba tanto en competencias deportivas como en otros campos de la vida social.
– Un Ejército muy vinculado a la sociedad
– Un Ejército vinculado a la sociedad, profundamente integrado a la sociedad. Participábamos en actos patrióticos escolares y muchos mas de la vida de la sociedad.
También nosotros por la juventud, nos iniciábamos en la vida ciudadana en lo que por la Constitución y la Ley nos estaba permitido. Pero a través de las conversaciones todos sabíamos lo que votábamos, si éramos blancos o colorados.
– ¿En Montevideo qué destino tiene?
– En el Regimiento de artillería montada del Cerrito de la Victoria posteriormente Nº 5.
Como lo había intentado en Flores, continué estudios a nivel civil. Me inscribí simultáneamente en Ingeniería y Agrimensura. Revalidé algunas materias, salvé otras, no llegué a terminarlos porque posteriormente a esos años y en función de buena base de física y matemáticas que tenía ingresé. al servicio geográfico. Allí hice la carrera técnica hasta llegar a Operador Geógrafo que es equivalente a un ingeniero civil.
Me sirvieron mucho esos estudios, los realicé en forma nocturna, los que hacían esos cursos hacían un real sacrificio ya que trabajan de día y estudiaban por la noche.
Mi pasaje por el servicio geográfico fue para mí muy formativo, los trabajos de campo me permitieron mucho realice formación en Topografía luego me dedique a Geodesia y Astronomía teniendo recorrer así casi toda la Republica.
Por aquellos años integré la Comisión de limites de Uruguay Brasil como técnico, trabajando en la frontera, con las brigadas mixtas, Brigadas uruguayas que tenían observadores brasileños y brigadas brasileñas con uruguayos.
Conocí el campo uruguayo, la vida del interior, conocí nuestras riquezas potenciales y nuestras pobrezas. Fueron casi ocho años con ese tipo de vida. Anduve haciendo vida de campamentos viviendo en carpas, observando los cielos de invierno que son los mejores para trabajar.
– ¿Es por esos años que usted viaja a México?
– Si es en esos años. Yo había hecho un curso de pasaje de grado de teniente para capitán, como había obtenido el primer puesto y a este le correspondía una beca al exterior de perfeccionamiento a realizarse en Brasil. Me designaron, di todos los pasos, en ese proceso se suscito un problema de trabajo en el Instituto Geográfic,o que entendieron que lo debía asumir yo, era un trabajo especifico en el Río Cuareim.
Posteriormente el director del Servicio Geográfico, que en aquella época era el General Zubía, padre de los que posteriormente fueron militares. Después realizo un viaje por USA y México (El Gral. Zubía era un hombre de gran empuje) tomando conocimiento de que se había inaugurado un observatorio astrofísico en México. Conversando con las autoridades mexicanas le ofrecieron una beca para estudiar en ese observatorio.
Me nombraron para realizarlo y viajé a México. Era 1944 final de la Guerra. Pero todavía en guerra. Resultó de esas misiones que bien se puede decir que solo en Uruguay se pueden dar.
Me dijeron: “Usted tiene que presentarse en nuestra embajada en la ciudad de México”. Llevaba desde el punto de vista diplomático una designación como agregado militar en Washington, Estados Unidos. Para viajar abordé un servicio regular de Fuerzas Aéreas Americanas. El avión salía de Melilla ( era un viaje “a dedo” como se dice). El primer tramo lo hice sin ningún inconveniente hasta Río de Janeiro. Pero allí se complicó porque en esa base no se entendía por qué yo viajaba “a dedo en ese avión”. Pero finalmente conseguí viajar a Natal, en el norte brasileño, allí tuve que quedarme 10 días, ya que era casi fin de año y las plazas estaban destinadas con anterioridad a mi llegada. De todas maneras el viaje a México duro más de un mes.
– Un mes para viajar a México
– Sí, porque de Natal viajé a Miami a una base militar. Pero allí sí se acabaron los pasajes gratis y tuve que gestionar un pasaje comercial a México.
Llegué a México el 31 de diciembre de 1944.
– ¿Allí se encuentra con otro mundo?
– Allí en principio también tuve algunas dificultades porque no se entendía por qué, si yo era agregado militar en Washington, iba a estudiar a México. Cuando intentaba explicar, me decían porqué no me habían nombrado agregado militar en México, “si usted en realidad va a estar aquí”.
En realidad el tema era mi grado de teniente, un grado de poca jerarquía para ocupar allí formalmente ese tipo de responsabilidades como titular.
– Finalmente se queda en México ¿y como le fue?
– Vea usted esto. Yo iba a ser un curso de astrofísica en un observatorio que estaba y está próximo a la ciudad de Puebla. La materia de astrofísica yo no la había realizado (otra cosa a la uruguaya), en realidad lo que había hecho era astronomía de posición, la astrofísica era un campo del conocimiento totalmente distinto. Pero yo estaba allí para hacer una especialización de difícil aplicación aquí en Montevideo y que muy poco tenia que ver con mi formación previa.
Se dieron una serie de circunstancias muy especiales porque finalmente también cumplía funciones como agregado militar en la embajada uruguaya. Esto implicaba una serie de compromisos sociales. Y se dio una circunstancia, para mi notable desde el punto de vista personal, que fue la conferencia para los problemas de la guerra y de la paz. En 1945, fue una numerosa delegación uruguaya de primer nivel, y por circunstancias que se dieron en el momento me incorporaron como secretario de la delegación y participé en esa comisión de la conferencia referida, que fue el preámbulo de la Carta de San Francisco y de la reunión de San Francisco que se hizo 4 meses después. Para un militar uruguayo, una ventana al mundo, además para mí, un ingresar en el campo de la diplomacia internacional, en esa instancia tan importante, viendo el imposible termino de la guerra, como fue preparar la paz, yo tenia en ese momento 28 años, fue profundamente enriquecedor desde el punto de vista de mi formación humana.
Señalo también otra cosa, llego a México y casi sobre el final del mes de enero, hice una apendicitis aguda y principio de peritonitis. Estaba solo, era un fin de semana, fue una cosa muy interesante también que fue ponerme a prueba también a mí mismo. Yo mismo me diagnostiqué, sentí la gravedad y me hice internar, estaba solo, ya que no había nadie en la embajada en esos días.
– ¿Cómo era la colectividad uruguaya allí en ese momento, había muchos uruguayos?
– La colectividad uruguaya era relativamente pequeña, eran alrededor de 100, con distintas profesiones. En ocasión de las fiestas patrias, trataba el embajador de reunir a los uruguayos. Recuerdo un personaje fantástico, que había sido tenor, que quedó “señado” en México detrás de un amor. Esas cosas poéticas, hermosas de la vida; él tenía una gran habilidad manual y se dedicaba a construir arcos y flechas, y se había asociado con un ex juez mexicano, de manera que era un tenor jubilado con un ex juez mexicano, que tenían una pequeña empresa en donde trabajaban en la fabricación de los arcos, muy solicitados
– Ud. tuvo la posibilidad de conocer en ese momento a los pintores mexicanos más notorios
– Efectivamente, porque en esa época coincidía que el pintor Norberto Berdias, ya fallecido, estaba usufructuando una beca también, y coincidimos y nos hicimos muy amigos, y él me introdujo en el mundo del arte mexicano. Esa época fue la eclosión de los “muralistas”, Rivera, Orozco, visité los talleres de ellos, incluso algún grabado, y alguna tela traje de allá.
Todo esto me sirvió mucho, incluso cuando estaba encerrado, y buscaba ocupaciones para pasar el tiempo, me sirvió para ir “marcando colores” y distraer esos tiempos perdidos.
– No era típico para un militar tener un proceso de esa naturaleza, ¿verdad?
– No, por supuesto que no era, cultivaba la amistad muy estrecha con los compañeros de armas, pero además siempre tuve mi círculo civil, con excelentes amigos que discutíamos fundamentalmente problemas sociales, políticos, en unas peñas. Y en México concurría a seminarios internacionales de astronomía, como de matemáticas, era un poco un bicho raro, primero porque era uruguayo, con esa manera de hablar nuestra, que los mexicanos me decían que yo “cantaba”, y yo les contestaba que “los que cantan son Uds., yo hablo llanito”. Y conocí gente magnífica y cultivé relaciones que siguieron hasta mis últimos tiempos, hice excelentes amigos en México, uno de ellos fue el Dr. Guillermo Aro, jefe de todos los observatorios de astronomía de México, un personaje extraordinario.
– General. ¿Cuándo conoce a Lilí?
– Bueno, a Lilí la conozco de alférez.
– Entonces se va a México con el amor de Lilí..
– Sí, me voy a México con el amor de Lilí y con el amor de las dos hijas nacidas, que por razones obvias no me pudieron acompañar. Era cuando la guerra, así que pasé algo más de un año largo separado de ellas.
O sea que la soledad era significativa, por eso repito, encontré en el trabajo, el tiempo que estuve en el observatorio una vida cuasi monacal, porque el observatorio está en la cumbre de un cerrito, en medio del campo, muy próximo a un pueblito del Estado de Puebla, que tenía en ese tiempo unos 550 habitantes, 3 preciosas iglesias desde el punto de vista arquitectónico y del arte, nosotros trabajamos fundamentalmente de noche, luego de día se dormía algo y luego se trabajaba en laboratorio, una vida que me permitió cultivar una relación muy estrecha con el Dr. Aro. El Dr. Aro fue uno de los puntuales que desde México agitó, cuando yo estuve preso, envió cartas, hizo presiones a diferentes niveles y falleció hace algunos años.
¿Cómo nos conocemos con Lilí?, Bueno yo estaba en la Guarnición de la Santísima Trinidad de los Porongos y me enviaron en el verano del ‘38 a representar al regimiento en una feria ganadera de la ciudad de Durazno. Y fue en la feria donde de pronto veo una figurita que venía con un vestido floreado y una capelina, y ahí nos conocimos, nos presentaron allí algún amigo común y luego de eso empezamos a escribirnos y después formalizamos. Lilí vivía en Sarandí Grande, los primeros contactos eran epistolares, y alguna escapada que me podía hacer para ir a un baile, un 12 de octubre en Sarandi.
– Ese regreso de México lo trae con responsabilidades mayores..
Al regreso, tengo que participar en un trabajo geográfico que era sobre la cuenca del Río Negro preparatorio de su relevamiento.
Luego de un año largo, yo quería seguir perfeccionándome en la carrera y fue entonces que me presenté a los cursos de Estado Mayor y realicé el curso de especialista en Oficial de Estado Mayor. Me costó trabajo despegar del geográfico, pero finalmente hice el curso ahí y terminado el curso quedé como profesor adjunto y también con un cargo de secretario de la escuela de Estado Mayor. Se inicia un período de mi vida distinto, hablando puramente en lo profesional. También soy profesor de Estrategia, profesor de Táctica en los cursos de Estado Mayor. Hacía una labor docente que me gustaba mucho.
Luego ya como coronel, fui destinado a subdirector del Instituto Geográfico y luego designado subjefe del Estado Mayor del Ejército. Esto se da en una época muy especial del país. Vuelvo a tener “dioses aparte” porque se me designa para ese cargo en el año 1959. Es el momento de un periodo de transiciones muy importantes en la vida del país luego que en el ‘58 el Partido Nacional gana las elecciones.
– Usted tuvo protagonismo en todo aquello días de las inundaciones…
– Si por varias razones, primero porque era en los hechos el segundo jefe en el comando. Estamos hablando de una situación muy critica y de emergencia. De hecho se crea una especie de gobierno militar interno para poder abordar las instancias dramáticas que se estaban viviendo. Se evacúa Paso de los Toros, un acontecimiento histórico. El comandante era el Gral. Mañane, pero yo quedé como el “ejecutivo”.
Entre otros hechos interesantes de la época, llega a Montevideo Fidel Castro, quien visitó la zona, el tren o los trenes. Como consecuencia de haber evacuado la ciudad teníamos sobre las vías varios vagones donde habíamos constituido el Comando.
Recuerdo que el comandante Fidel Castro recordaba escenas de la revolución Mexicana de Pancho Villa, con escenarios muy parecidos.
Estos hechos fueron para mí de una experiencia social extraordinarios. Tomé conocimiento en los hechos de lo que es evacuar una ciudad. Paso De Los Toros tenía 5800 habitantes, hubo que evacuarlos en un proceso de horas.
Una parte la traemos a Montevideo. Dejando gente todo a lo largo de la vía hacia el sur. Otra parte muy importante la acampamos sobre la estación de trenes al norte de Paso de los Toros.
Se realizan campamentos que era necesario organizarlos, asistirlos. Dejando atrás una ciudad con todo adentro. La mayor preocupación era sacar la gente y los medicamentos y el dinero de los bancos. En primer lugar el Republica.
Ver aquello de que la gente tenía que abandonar sus casas, sus perros, los pájaros. Y todas sus pertenencias ya que solo podían llevarse un bolsito. La angustia latente de que la represa podía romperse en cualquier momento.
El final también fue raro porque en el regreso se produce una frustración positiva, pero frustración al fin. Porque la represa no se rompe, las aguas no invaden toda la ciudad solo las partes más bajas. El reproche extraño de la gente era que los sacamos pero que la ciudad no se inundó. Pero de todas maneras había que estar allí y ver todo aquello, y a los que sí el agua había inundado sus casas y perdido todo.
Tengo entre otros imborrables recuerdos uno de una pareja de recién casados que lloraban sin consuelo al llegar a su casa de regreso y ver todos sus muebles muy nuevos flotando en el agua.
Para mí todo aquello fue una experiencia de gobierno extraordinaria, manejar situaciones límites de la condición humana. Muy parecida a una situación de guerra.
La ONDA digital
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