La discriminación sexual, la sospecha, el acoso y el bullyng constituyen los cuatro desafiantes y removedores ejes temáticos de “Close”, el controvertido pero contundente largometraje del realizador belga Lukas Dhont nominado al Oscar como Mejor Película Internacional, que indaga –con singular sutileza y fina sensibilidad no exenta de lacónica austeridad- en las subyacentes disfuncionalidades de sociedades que se ufanan de su presunto vanguardismo en materia de inclusión, pero que en realidad pecan de hipócritas e intolerantes.
La película plantea un tema sin dudas polémico, que recorre la epidermis de modelos de convivencia contemporáneos signados por la doble moral, que oscilan –en una progresión cuasi simétrica- entre la tolerancia y la intolerancia.
En efecto, mientras en la superficie son tolerantes, en lo profundo realmente no lo son, ya que cuestionan actitudes ambiguas o directamente rechazan determinadas conductas que en la teoría afirman aceptar.
Se trata de un tema de fuerte impronta cultural que cruza a todas las generaciones. En efecto, en estos casos, no se trata de ser joven o adulto, porque también en este aspecto pesa la herencia, que obviamente no es genética sino de naturaleza social.
Aunque es bien sabido que en las sociedades más conservadoras y en muchos casos de paradigma teocrático, existe un radical rechazo al diferente, como en los países que abrazan la religión musulmana, que criminalizan la homosexualidad, también en las naciones blancas, occidentales y cristianas se expresan esas patologías de odio que contaminan las relaciones interpersonales.
En esos contextos tan singulares, no solo gravitan las posturas dogmáticas, sino que también incide la tradición, que se resiste a admitir que existen opciones e inclinaciones diferentes que exceden a lo meramente biológico.
Un ejemplo concreto es nuestro Uruguay- un país conservador a ultranza y contaminado por el virus de la tradición- que durante los gobiernos progresistas inició una apertura hacia la diversidad, con normas que amparan la cuestión de género, los derechos de los homosexuales incluyendo a las lesbianas e incluso de los transexuales, que son tan ciudadanos como cualquiera de nosotros.
Empero, no siempre la figura jurídica que ampara las opciones del diferente tiene su correspondiente correlato en el conjunto de la sociedad, que, en muchos casos, sigue aferrada a los prejuicios y al caduco status quo del pasado.
Así, es habitual que algunas organizaciones o partidos políticos como el ultraderechista Cabildo Abierto, pretenda ignorar esos cambios que avanzan lentamente en un colectivo social aun inmaduro para asimilarlo o bien para tolerarlo.
También existen otras colectividades políticas, como el gobernante Partido Nacional, que, mientras sigue promoviendo ideas casi medievales, alberga en su seno homosexuales como el senador Gustavo Penadés, independientemente de que el legislador pueda haber incurrido eventualmente en prácticas de pedofilia, que si constituyen un delito penalizable. En este caso, nadie cuestiona la tolerancia con un compañero. El tema es la ambigüedad de esas actitudes.
Empero, donde se expresan masivamente los miembros de una sociedad es en las redes sociales- una suerte de caja de resonancia- que corrobora, en forma absolutamente contundente, que aún subsisten en Uruguay deleznables expresiones de intolerancia y actitudes de descalificación.
Sin embargo, en los denominados países nórdicos, a los cuales se suman por ejemplo Bélgica y Países Bajos, parece existir una actitud bastante más abierta desde hace un buen tiempo, pero esta está lejos de ser generalizada.
No en vano “Close”, que aborda precisamente este álgida problemática, es una historia ambientada en una región rural de la vanguardista Bélgica, donde dos adolescentes transitan hacia la adultez aparentemente sin mayores contratiempos.
Por supuesto, entre estos amigos todo es ideal. Es un presente de crecimiento personal, pero también de juegos, porque los aprendizajes también están relacionados a las actividades lúdicas.
Los protagonistas de esta historia de ficción, que bien puede ser real, son Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav De Waele), quienes lo comparten todo: los estudios, el juego y el solaz, pero, particularmente el placer de estar juntos.
Por supuesto, esos vínculos, que parecen irrompibles, se expresan con visitas a ambas familias, donde los adolescentes son recibidos con indisimulable afecto. Esos entrañables sentimientos generan lógicos sentimientos de pertenencia y de gozo mutuo, cuando ambos comparten largos paseos por verdes paisajes cuasi de ensoñación, que sugieren la existencia de una especie de mundo paralelo que los separa radicalmente de su entorno.
Empero, esa suerte de paraíso- que como tal es artificial- comienza inexorable a agotarse cuando terminan las vacaciones y ambos amigos inician las clases, donde deberán convivir cotidianamente con otros chicos de su misma edad.
En ese marco, los amigos comienzan a ser terriblemente hostigados por su cercanía física. En efecto, los abrazos, que desde la más temprana infancia entre ellos eran habituales, fueron tomados por sus compañeros como una actitud de excesivo cariño rayano en la homosexualidad.
No en vano, un grupo de chicas les preguntan sin ningún prurito: “¿son novios?”. Por supuesto, esas agresiones gratuitas e inquisitivas derivan en un cambio de postura de Leó, quien comienza a apartarse paulatinamente de Rémi.
Sin margen para cualquier eventual descargo, el permanente acoso y las burlas comienzan a horadar un vínculo que a priori parecía invulnerable a las impurezas del mundo.
En este caso, el que tensa la ahora delgada cuerda relacional es Leó, quien, de un día para otro, resuelve sumarse al equipo de hockey sobre hielo, un deporte bastante rudo con el cual los hombres habitualmente demuestran su fortaleza física y su mal entendida masculinidad.
Ello provoca una suerte de aislamiento para Rémi, que, además del recurrente bullyng, ahora debe padecer la soledad y la marginación de todas las actividades recreativas de sus compañeros. Por supuesto, no entiende lo que está sucediendo, porque su amigo, en lugar de comunicarse con él, comienza paulatinamente a ignorarlo y a borrarlo de su vida.
Es en esos términos que comienza a instalarse el drama y la angustia, en una película que a priori parecía ser tal vez una mera comedia con dos adolescentes como protagonistas y ulteriormente se erige en una trama de extrema complejidad.
Una de las virtudes de este opus de Lukas Dhont, es que admite dobles lecturas sobre una misma situación. En efecto, el vínculo entre los jóvenes es de mera amistad o bien trasciende a esta y también existe una atracción sexual, en un tramo de la adolescencia donde no siempre las opciones en esta materia están absolutamente definidas.
Si bien algunas miradas y actitudes pueden sugerir que hay una homosexualidad en ciernes por lo menos por parte de uno de los dos amigos- en este caso Rémi- esta hipótesis jamás se confirma plenamente, porque el propósito de este film no es realmente ese.
Muy por el contrario, la apuesta del realizador es sí a denunciar la hipocresía de una sociedad que se cree a sí misma modélica, pero no lo es. En efecto, si los jóvenes actúan con ese grado de intransigencia, seguramente lo heredaron de los adultos.
El autor de “Close” corrobora en esta oportunidad toda su fina sensibilidad para el abordaje de un tema sumamente delicado, que sólo los prejuicios sociales lo transforman en escabroso.
No hay, obviamente, una apología de la homosexualidad, porque, en ningún momento, se confirma la hipótesis que entre los protagonistas exista un vínculo que trascienda al de la mera amistad. En cambio, el cineasta ensaya un profundo ejercicio de análisis psicológico de un ambiente hostil e intransigente, que termina por deteriorar un vínculo aparentemente blindado contra toda agresión exterior.
Mediante esta estrategia, Lukas Dhont se adentra en el corazón de una sociedad que posee una legislación sumamente avanzada en materia de derechos individuales y colectivos, aunque esas herramientas jurídicas no sean capaces de permear a todo el colectivo social.
Es claro que se trata de un tema eminentemente cultural, que más allá de lo meramente normativo, requiere respuestas contundentes en materia de garantías y respeto recíproco.
Más allá de un epílogo que ya de por sí es trágico, por más que el cineasta lo presente con la mayor sutileza y sobriedad, aquí la primordial son las lecturas que se ensayan hacia dentro de la propia comunidad, impregnadas más por la ética, las costumbres y las tradiciones que por el derecho propiamente dicho.
Quien escribe, por obvias razones pertenece a una generación furiosamente contaminada por el machismo, la homofobia y la misoginia, ha logrado comprender el supremo valor de respetar la diversidad, que es, sin dudas, sinónimo de tolerancia.
Lucas Dhont, quien ya había insinuado una postura desafiante con la recordada “Girl” (2008), en esta oportunidad vuelve a abordar un tema en clave de denuncia, que pone en juego nada menos que uno de los valores y derechos más preciados: la libertad.
Es precisamente aquí donde reside el intrínseco valor de una película recomendada para público sensible y abierto, que pone bajo la lupa a una sociedad contradictoria, que, mientras se aferra a valores ancestrales, exhibe una imagen de vanguardia que, en algunos casos, está absolutamente disociada de la realidad.
El director y guionista despoja a su obra de toda impronta declarativa, transformando al eventual espectador y consumidor más que en un mero observador, en una suerte de analista de la coyuntura por la cual atraviesan ambos protagonistas.
Esa suerte de empoderamiento permite a cada uno de nosotros elegir en el rol que más de adecua a nuestra sensibilidad: somos jueces y fiscales o bien individuos libres y tolerantes que observamos el cuadro situacional despojados de pesados prejuicios.
En ese contexto, “Close” juega libremente con los primeros planos, que generan cercanía visual pero también conceptual y expresan, en algunos casos con ambigüedad y en otros con explicitud, las condensadas emociones que transitan por el sistema circulatorio de las emociones y los signos identitarios de la siempre controvertida condición humana.
FICHA TÉCNICA
Close Bélgica-Países Bajos-Francia 2022. Dirección: Lukas Dhont. Guión: Lukas Dhont y Angelo Tijssens. Fotografía: Frank Van den Eeden. Edición: Alain Dessauvage. Música: Valentin Hadjadj. Reparto: Eden Dambrine, Gustav De Waele, Émilie Dequenne, Lea Druker y Igor van Dessel.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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