La estruendosa Marcha del Silencio

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Este sábado 20 los uruguayos volverán a la calle, a muchas calles del país, renovando sus reclamos: verdad, justicia, nunca más y, ojalá, aparición con vida. “Desde el ’96 y durante dos décadas creció inmensamente; ahora pienso que es algo que se mantiene en el tiempo. Y lo importante, importantísimo, es que no decae. La gente sale a movilizarse por los mismos asuntos aunque tenga otros conceptos, otras consignas y otras formas de denunciar y de significar; mostrando su rechazo a la impunidad, al terrorismo de Estado, y reivindicando la vigencia de la causa de la búsqueda de verdad y justicia. Sí, es un fenómeno muy importante”, señala Mariana Fry, socióloga y docente de Udelar.

Mariana Fry

Y tiene sus raíces. “Hay una memoria de luchas muy vieja, porque viene de fines de los ’70 pero que se observa que tiene mucha vigencia en la cantidad de gente que se moviliza, en la renovación de los mensajes y de las consignas que se van planteando. y también en la participación importante de personas jóvenes, que no solo participan en la marcha sino que colaboran en su organización. Y eso es también muy importante, pues deja claro que no es una causa ‘de gente vieja que vivió directamente el terrorismo de Estado’ sino que es una causa que es social y que involucra a las nuevas generaciones, y que implica una proyección de futuro”.

Ese reclamo que pasa de generación en generación tienen un significado social importante. “Sin lugar a dudas, porque las personas que lideraron o que protagonizaron este movimiento fueron asertivos a la hora de dejar en claro que esta no es una lucha por el pasado, sino que es una lucha por la memoria sobre el pasado, por el relato sobre el pasado, pero que impacta fuertemente en las actuales y futuras generaciones. Habla de cómo queremos vivir como sociedad, de qué entendemos como justicia y cómo queremos profundizar la democracia, y en última instancia a qué le llamamos democracia. Esa forma de significar, de construir ese mensaje, ha permitido que nuevas generaciones se identifiquen y se apropien de esa causa. Lo cual considero que es parte de lo que hace que las personas jóvenes se sigan sintiendo involucradas en esta causa y que la hayan tomado como propia”.

Hay allí un proceso creativo, renovador. “Cuando los movimientos sociales se movilizan y crean conceptos y consignas, no sólo reclaman o demandan o colocan un problema que puede ser resuelto en la órbita institucional estatal, sino que también crean en la práctica e implementan nuevas formas de vida. Eso es posible leer en los movimientos de derechos humanos, pero también en otros movimientos, ¿no? No solo reclamamos que algo sea, sino que construimos y recreamos y difundimos un relato sobre el pasado; una memoria sobre el pasado. Eso en si es un hecho que profundiza la democracia; que interpela el propio concepto de democracia formal”.

Andrés Alsina

Fry hace presente que la movilización social “ha tenido muchos hitos en el Uruguay, desde el referéndum del ’89 y el plebiscito del 2009, y la críticas concretas, iniciativas y proyectos de ley, que a veces es difícil recordarlas porque no están en los principales medios de prensa y demás (lo cual refiere a su alto número). Pero pensemos: cuando se dio la Comisión para la Paz en el gobierno de Jorge Batlle, las organizaciones vinculadas al tema primero tomaron esa propuesta y participaron, y luego fueron muy críticas en el rechazo a los límites esa Comisión para la Paz. Y recuerdo también una iniciativa durante el gobierno Tabaré Vázquez que quería constituir el 19 de junio como el Día del Nunca Más, y muchas organizaciones salieron con una crítica muy fuerte al tema. Hay por un lado una lógica en este movimiento, que es la de discutir políticas concretas que hacen a la verdad de la memoria y la justicia, pero a la vez y al mismo tiempo, es la existencia misma de este movimiento y su participación activa en el debate social la que construye un relato distinto al que se quiso imponer desde distintos gobiernos sobre el pasado.

La movilización construye un relato que señala que esto no fue una guerra, que aquí hubo violencia estatal, que aquí hubo terrorismo. Y que la población en Uruguay rechaza estas medidas y sigue buscando detenidos desaparecidos, y recordando lo que pasó para que no vuelva a suceder”.

Respecto a la pertenencia partidaria de los participantes de las movilizaciones, “es posible ver –señala Fry– que es un movimiento bastante crítico con propuestas que vienen de gobiernos tanto progresistas como de derechas. Esto, ante iniciativas que tendían al olvido y a cerrar las causas de los derechos humanos; a cerrarla con un discurso que acotaba la búsqueda de la verdad. Creo entonces que si bien puede haber conexiones –y evidentemente las hay, porque muchas personas que participan en este movimiento también están vinculadas al Frente Amplio–, creo que los participantes de las movilizaciones no han dejado de tener una mirada crítica con propuestas que vienen de distintos gobiernos. Y me parece que eso es importante, pues es parte de lo que explica la continuidad de este movimiento en el tiempo”.

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