Antes de empezar vaya por delante una aclaración: yo no sé lo que va a pasar en Grecia la semana que viene, ni si Grecia saldrá o no del euro, si conseguirá o no un acuerdo in extremis con los acreedores europeos. Creo que usted tampoco lo sabe, ni los saben los periodistas y economistas que escriben sobre el tema, ni los socios europeos, ni las autoridades del FMI. Es probable que ni el gabinete del gobierno de Atenas lo sepa. Estas cosas no pasan todos los días y por tanto no tenemos a mano muchos ejemplos que nos ayuden a entender cómo se van a desarrollar. Cuando pasan, es importante prestar atención, quizás nos sirvan para aprender cosas nuevas.
Desde la semana pasada las negociaciones entre Grecia, el FMI y las autoridades de la UE han sido una especie de montaña rusa de decretos y declaraciones. El viernes 26 de junio subían las bolsas y bajaba el riesgo en los bonos europeos en anticipación de un acuerdo exitoso. Al día siguiente, el primer ministro Alexis Tsipras rechazaba con contundencia la última propuesta conjunta de la UE y el FMI y convocaba un referéndum.
El presidente del Eurogrupo declaraba horas después que esa convocatoria daba por concluidas las negociaciones y el Banco Central Europeo (BCE) se rechazaba a aumentar el volumen de asistencia de liquidez a los bancos griegos. Al día siguiente el gobierno griego decretaba un feriado bancario y un corralito. Después, enviaba una contrapropuesta de acuerdo a los socios europeos seguida el martes por nuevas propuestas de los socios. En este maremágnum de noticias en tiempo real, reuniones ejecutivas interminables y trascendidos de prensa es difícil sacar algo en claro.
Referéndum y negociaciones
Un primer mensaje que podemos extraer es que, al día de hoy, las negociaciones continúan. El lugar desde el que se realizan y el tono de las declaraciones cambió, pero el intercambio diario de propuestas y contrapropuestas entre el gobierno Griego y la UE parece haberse intensificado en lugar de debilitarse. Y esto no va a acabar ni mañana ni el domingo. Esta situación involucra a muchos actores que no van a desaparecer del día a la mañana y que van a seguir discutiendo en el futuro. En ese contexto, es importante tratar de poner en valor a la propuesta de referéndum como parte de la estrategia negociadora del gobierno griego.
Un elemento clave en la negociación es el voto que proponga Syriza en el referéndum del domingo. De momento, Tsipras y otras autoridades del partido han dicho que pedirán el No. Pero esa situación puede cambiar si apareciese la posibilidad de un acuerdo favorable con la UE, según declaraciones del ministro de economía Yanis Varufakis. Gracias a que cuenta con la posibilidad de inclinar la balanza hacia el sí el domingo, el gobierno de Syriza mantiene cierta flexibilidad para seguir negociando.
Con esta convocatoria Tsipras se compromete a no ceder fácilmente, a mostrar que está dispuesto a rechazar un acuerdo que no le resulte satisfactorio y a buscar apoyo en las urnas para hacerlo. En teoría de juegos, el juego “gallina” es una buena ilustración de cómo jugar fuerte en las negociaciones puede llevar a uno de los jugadores a ganar. En su versión clásica, el juego consiste en que dos conductores se dirigen a toda velocidad a un choque frontal, uno contra otro. El primero en doblar para evitar el impacto, pierde. En ese juego comprometerse a jugar fuerte, a no doblar bajo ninguna circunstancia, aumenta las chances de victoria ya que el contrario se enfrenta a la disyuntiva entre morir o perder (y elige perder). Convocando el referéndum Tsipras muestra que está dispuesto a jugar fuerte, a buscar el apoyo que le permita asumir el riesgo de una salida de Grecia del euro. Eso puede mejorar su poder de negociación.
El resultado del referéndum, independientemente de que haya acuerdo o no, afectará las negociaciones que pueda haber a partir del lunes. Las autoridades europeas ya han manifestado que no quedará nada por negociar si gana el No. Parece ser una posición firme pero en vista de las veces en que estas conversaciones han estado a punto de cerrarse para luego continuar como si nada, no está claro qué esperar. Cualquier acuerdo posterior tendría que respetar las líneas rojas que trace el referéndum u ocurrir bajo acusaciones permanentes de ser antidemocrático. Si los socios siguen negociando tras un No, esto puede fortalecer la posición de Tsipras. Por otro lado, un sí en el referéndum liberaría a Syriza de al menos una parte de la responsabilidad en la aplicación de otra nueva ronda de ajustes y reformas liberalizadoras.
Con todo, es obvio que la jugada tiene un precio. El corralito que impuso Grecia al sector bancario este lunes quizás no hubiese sido necesario si la negociación hubiese seguido por canales “convencionales” (aunque mi sensación es que, aún sin convocatoria de referéndum, el impago al FMI de la noche de hoy habría propiciado una corrida bancaria de todos modos).
Quizás sea más importante el riesgo de que definitivamente los miembros del Eurogrupo, no suavicen sus posiciones, abandonen la mesa de negociaciones y empiece el proceso para aislarse del impacto de un default griego y una posible salida del euro (la bautizada operación Albania). El riesgo es real y traería más problemas a la vida diaria de los griegos de a pie además de un posible contagio para Europa si efectivamente Grecia deja la unión monetaria. En el juego gallina, si los dos jugadores juegan la estrategia de no doblar, chocan de frente.
Y esto nos trae a la segunda finalidad del referéndum, que se aleja de su condición de instrumento para la negociación. El referéndum es una forma de que una ruptura desordenada de las negociaciones pueda suceder sin que ello implique un suicidio para el gobierno griego.
Legitimidad
La propuesta de referéndum, las declaraciones de Tsipras diciendo que pensaba pedir el No y la respuesta del BCE cerrando la canilla de liquidez a los bancos griegos ya generaron un corralito. Un descarrilamiento definitivo de las negociaciones puede causar otras turbulencias. Algunas voces en Syriza han dicho que es mejor seguir el camino de la ruptura que continuar con políticas de austeridad que no parecen dar resultados con el objetivo de pagar una deuda que muchos consideran impagable.
Quizás tengan razón, pero una ruptura con los socios europeos pondría una presión enorme sobre Syriza en los próximos meses. Un gobierno nuevo, de un partido que hasta hace poco era prácticamente testimonial en Grecia, tendría ante sí la tarea de navegar una incertidumbre brutal, en un contexto de emergencia social creciente, con el sistema financiero deshecho y una situación fiscal lamentable. Para el gobierno griego el referéndum quizás sea una buena manera de conseguir la legitimidad necesaria para asumir esta tarea con un mínimo de confianza en sí mismo.
Desconozco si a Grecia le conviene más aceptar las condiciones “posibles” de un acuerdo con los demás países (que probablemente profundizarían algo más el ajuste actual) o romper la baraja y dejar la mesa de negociaciones. Pero si el gobierno heleno está convencido de que rechazar definitivamente las propuestas de la troika y dar un impago es una opción real, me parece lógico que quiera armarse de capital político para poder dar este salto si fuese necesario. Sería irresponsable hacerlo de otra forma. Por más o menos esta plata cayeron presidentes argentinos como fichas de un dominó en 2001. Sería cándido por parte de Tsipras pensar que esto no se puede llevar por delante su gobierno si no cuenta con un mandato ciudadano claro. Con él, quizás tengan el apoyo necesario para no quedar a merced de las circunstancias que puedan darse en estos meses. Sin él, no creo que puedan aguantar el degaste de una agudización (otra más) de la crisis que afecta al país. En este sentido, la convocatoria del 5 de julio parece oportuna.
Por el Economista Felipe Carozzi
Doctorado en curso del Centro de Estudios Monetarios y Financieros de Madrid. Profesor asistente en London School del Reino Unido.
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