Reviviendo la historia de Ícaro

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Como un perro que quiere morderse  la cola, en la sociedad actual sobre el globo cada cual busca sobresalir respecto a los demás…aún a costa de los demás. Y así unos cuantos lo hacen, acumulando bienes y bienestar en tanto “derraman” migajas de sus cosechas materiales…y  veneno sobre el medio ambiente. Al menos con sus acciones, aunque poco visibles, obtienen resultados tangibles, medibles y consiguientemente cuestionables. Otros en cambio, operan desde el cuasi anonimato en las redes etéreas del mundo globalizado ofreciendo los nuevos espejitos de la digitalización. Son más peligrosos pues venden tecnologías que parecen de magia por  increíbles… y engañosas. Y predican que cualquiera puede así tener éxito!

La interrogante abarcativa y profunda que nos hacemos los ciudadanos comunes es qué sentido tiene conseguir una vida más cómoda si es al enorme precio de perder la privacidad y libertad en una carrera en que siempre iremos detrás.

La manada

Mientras la humanidad, incluso literalmente, se acerca más al sol mayor es el riesgo de morir abrasada. Tengamos en cuenta que el ancestro que esto escribió era un sabio, los de ahora son sabelotodo, inventores y expertos cuyas actividades  omiten lo esencial que es  mantener la vida en el planeta. Lo que permitirá que haya un mañana no es la tecnología sino la sabiduría. Esa que en lo personal, si prestamos atención, vamos adquiriendo de nuestra experiencia y, sobretodo, de nuestros errores. Debemos aprender de sus poseedores para vivir en el más amplio sentido pero teniendo en cuenta a los demás, cualesquiera sean  y  donde estén. Con la certeza  que en esta carrera suicida nos salvamos todos o ninguno!

Por las buenas y las malas.

La historia enseña que los grandes imperios colapsaron sobre sí mismos. Este sistema- mundo en tanto la extraordinaria tecnología que lo hace poderoso sea  utilizada como arma, no será la excepción. Y, con suerte, la diferencia al suicidio de Ïcaro será la que bien  sintetiza otro sabio de antaño:

“llegará un día que encuentre al último hombre con vida caminando en una playa desierta… siguiendo sus propias huellas”.

Luis Fabre (arquitecto)

 

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