En estos días se dan a conocer una serie de propuestas, incluyendo las de una resucitada comisión nacional de vivienda. Posiblemente como apoyo técnico-social a la definición presupuestal parlamentaria para este período de gobierno.
Los que, incluso dentro de la misma, abordan la problemática bajo el paradigma del derecho y la economía circunscriben las soluciones al mismo. Sin embargo, enfrentada en una dimensión integral de la vida humana sobre el territorio, las soluciones se abren. Abordando el complejo contexto del hábitat, se encuentran acordes al mismo.
Los principios en una sociedad se identifican con una vida mejor para la misma, para todos sus miembros. Las posturas deben supeditarse en primer lugar al habitar dignamente dentro y alrededor de una vivienda. Sin embargo, hasta el presente, todas ellas refieren a la aceptación de la propiedad privada colocándola en el mismo nivel.
Desde esta otra mirada, en principio simplista pero de sentido común -dado que los techos habitables no alcanzan para todos- es ineludible, incluso antes de construir otros, habitar los que no se usan!
Otros argumentos llevan a la misma conclusión: la vida compleja de la ciudad requiere que los inmuebles “funcionen” en ella. Que usen los servicios construidos, que se sustentan en la utilización de los mismos. Que alberguen las células de la comunidad, la gente que interactúa y sinergiza con sus vecinos cercanos, con sus costumbres, su trabajo, su esparcimiento y su ocio. La comunidad cuyas manifestaciones vitales son distorsionadas por los vacíos urbanos. La desocupación y el abandono edilicio cuya utilización informal, inadecuada a la convivencia social-aquí una cuota de razón a los argumentos economicistas-apareja una disminución del valor material del inmueble y la zona.
Anécdota con moraleja
Amelia, se mudó a Buenos Aires, cerca de su hija y sus nietos. Su casa vacía en el Cerro, cambió en pocos meses. La maleza avanzó desde el jardín y el patio. Las alimañas también, afuera y adentro. La humedad invadió cielorrasos y paredes por un desagüe tapado en la cubierta. Las facturas de servicios y avisos se amontonaron bajo el zaguán. El riesgo de robo era inminente. Entonces otro nieto decidió vivir en la casa. Sin pagar alquiler pues lo que importa es que la ocupe, la mantenga y la cuide. Y con esa solución ganaron todos. Que obsta a que sea aplicada en la mayoría de inmuebles ociosos?
Con el marco legal existente
Aceptando que la dificultad crónica de pago de los demandantes es una condición y no tiene por qué ser un obstáculo insalvable, es posible atender los superiores intereses sociales sin tocar lo esencial de la propiedad. Si bien de acuerdo a la Constitución y las Leyes, la propiedad privada permanece incólume con el arrendamiento, el mismo es inaccesible a buena parte de los demandantes al presente. Aún así existe una forma vigente: el comodato. Es completamente viable aplicar esta forma de ocupación temporal. Claro que no voluntaria, lo que a tenor del listado de fincas desocupadas, demostrado está no ha funcionado. El Estado puede ejercer su función coercitiva para conjugar el derecho a la vivienda de compatriotas con las obligaciones incumplidas por poseedores a cualquier título de esos inmuebles. Trasladando esas obligaciones a los usuarios junto a un plazo de ocupación y el uso legal de los servicios. Y también puede compensar a la propiedad parte de la renta no percibida con exoneraciones en las cargas tributarias.
Cómo se puede hacer
Siendo una tarea común, desde los respectivos Ministerios y la Intendencia, responsable de optimizar los servicios e infraestructura en la planta urbana, tienen potestades más que suficientes para intervenir. Como un asignador idóneo, con competencia, ya que el registro de demandantes y la lista de inmuebles relevados requieren fijar condiciones caso por caso. Eso sí, asegurando se cumplan las que, al suspenderse, quitaron razón de ser a los vacíos urbanos. Para llenarlos de vida.
Arq. Luis Fabre
luisfabre@gmail.com
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