Una aguda radiografía de la alienación

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La violencia psicológica como patología recurrente en un contexto de soledad y crudo desencanto es el desafiante disparador temático de “Montevideo noir”, la nueva novela del escritor, periodista y creativo publicitario Hugo Burel, publicada por Editorial Alfaguara.

La historia es una auténtica radiografía sobre la alienación, ambientada en un país en aguda crisis económica y social, que comienza a precipitarse rumbo al abismo de la confrontación. No en vano el relato se retrotrae a 1964, cuando nuestro Uruguay era gobernado por el segundo colegiado de mayoría nacionalista, preámbulo de los oscuros tiempos del autoritarismo pachequista y de la propia dictadura.

Por entonces, la sociedad uruguaya era atravesada por un profundo desencanto, por el dramático descaecimiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora y la injusticia social.

Ese contexto de creciente polarización devino ulteriormente en una situación de violencia política, con epicentro en la escalada represiva que tuvo su pico más crítico durante la segunda mitad de la década del sesenta.

NOIR

El protagonista de este drama narrado en clave policial es Keller, un periodista y creativo publicitario que, tras haber enviudado, vende su propiedad y arrienda un apartamento en el apacible barrio Parque Rodó.

Empero, como su único hijo emigró a Australia como tanto uruguayos expulsados por la falta de oportunidades, se encuentra totalmente solo.

Sumido en una profunda depresión y con una vida absolutamente vacía y huérfana de afectos, se aferra obsesivamente a la novela negra que está leyendo, cuyo personaje principal es nada menos que un sicario.

En ese marco, siente una fuerte empatía y fascinación por Murray Sullivan, un frío asesino a sueldo que se vende el mejor postor y no duda en despachar a sus víctimas sin el menor reparo.

Evidentemente, su baja autoestima y falta de valor para afrontar la realidad le induce a admirar a un ser realmente deleznable, que sí se atreve a violar todas las reglas de convivencia con su actividad criminal.

Por supuesto, esta exaltación del antihéroe constituye una suerte de patología de naturaleza maníaca que modificará radicalmente el curso de su vida.
Desarrollando dos relatos que discurren en forma paralela, Hugo Burel reconstruye el azaroso periplo de un hombre que pierde paulatinamente el rumbo y el control de sus propias acciones.

Esa suerte de alienación es potenciada por una joven vecina del edificio donde reside, quien tiene a su cargo el cuidado de una tía enferma.

En buena medida, esa enigmática joven constituye una obsesión no exenta de deseo, en tanto esta se transforma en blanco de una estricta vigilancia.
El otro personaje de la compleja trama es un no menos extraño ludópata, asiduo concurrente al casino del Parque Hotel y amante de la mujer, con quien se encuentra en secreto.

Burel transforma al protagonista de su novela en una suerte de improvisado detective, que no duda en disfrazarse para pasar inadvertido y así poder concretar sus propósitos.

El autor describe minuciosamente el largo proceso de descaecimiento emocional del protagonista, quien muta de una persona convencional en un individuo perverso que lucha contra sus propias dudas e inseguridades.

Esa metamorfosis lo mimetizará con el asesino a sueldo de la novela, que, se erige, a la sazón, en un auténtico icono digno de ser emulado.

Retrotrayéndose en el tiempo a más de medio siglo, Hugo Burel reconstruye una Montevideo apacible en la superficie, aunque con un clima de violencia latente.

En ese periplo retrospectivo no faltan referencias a sitios emblemáticos de la época, como el aun existente Parque Hotel (hoy sede del Mercosur), la tienda La Ópera, la confitería “La Alhambra” y el café Sorocabana de la Plaza de Cagancha.

En ese contexto, son habituales las alusiones a la crisis que ya está instalada en la sociedad uruguaya e incluso a algunos episodios históricos que, con el tiempo, alimentarán conflictos de larga duración.

“Montevideo noir” corrobora el sólido oficio literario de Hugo Burel, que le ha permitido transformarse en uno de los autores referentes del género policial. Al respecto, cabe recordar títulos de singular valía como “El corredor nocturno” (2005), “El desfile salvaje” (2007) y “El caso Bonapelch” (2014), entre otros.

Empero, más allá de su enjundiosa construcción narrativa, esta obra no es un mero thriller convencional sino un descarnado retrato sobre la alienación personal, la soledad y el más agudo de los desencantos, con el trasfondo de la literatura policial como género de intransferible identidad creativa.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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