El próximo 4 de diciembre cumplo un año de una crisis biológica que me puso al borde de la muerte o, en el mejor de los casos, quedé expuesto a una enfermedad que me anunció el peligro de que quedara paralítico de ambas piernas. Los que saben dicen que fue una caída sobre mis propios pies, algo así como el desbarranque de las Torres Gemelas cuando se produjo el atentado.
En la etapa posterior a esa crisis sentí, en lo más profundo del alma, que enfrentarse a las posibilidades de la muerte es algo sencillo, incluso porque no genera malestar. Fue así que tengo buenos recuerdos de una muerte posible, que nunca se concretó (¿por suerte?).
Luego de estos sentimientos contradictorios no sentí temor ni miedo. Les diría más: sentí que los hombres tenemos la capacidad de controlar nuestro destino, aunque ese control no sea eterno, completo, ni maravilloso.
Debido a estos sentimientos me paré ante la vida con una gran cuota de optimismo. Fue así que planifiqué mi final. Por eso me propuse aproximarme a los 70 años de edad, a los que llegaré dentro de los próximos 4 años de edad, con la idea de que en ese tiempo podría disfrutar de Tomás, ese campeón que es mi nieto y seguir trabajando como periodista.
Pero hoy el problema es otro, desde el momento que tengo una gran sospecha de quien es el responsable de este diario de la izquierda y quien lo seguirá comandando, que tanto aportó a la construcción de una nueva hegemonía en el pensamiento progresista.
Mientras hago todos estos planteos sobre los fenómenos estructurales que se manifiestan en el debate de los cuasi propietarios de este medio de prensa escrita, me pregunto si será posible construir un nuevo medio de comunicación que ayude mirar por encima del horizonte con el fin de que el futuro de este medio de comunicación no quede atrapado en los intereses menores de los posibles empresarios propietarios.
Hasta la fecha la dirigencia sectorial del Frente Amplio ha preferido enmudecer ante la crisis del complejo comunicacional de izquierda, que tiene a La República como eje central de la herramienta. Aunque parezca increíble en la izquierda uruguaya existe el más firme convencimiento de que no es necesaria la prensa escrita, para librar un debate exitoso en la búsqueda de construir una hegemonía del pensamiento progresista. Hegemonía que si se manifiesta dentro del pensamiento conservador, no hay otro camino que ir aceptando el próximo triunfo de la derecha en las urnas.
Por Raúl Legnani
Maestro y Periodista
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