En España no se sabe quién será presidente

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Ante esta emergencia social no es legítimo reducir el déficit // En España no se sabe quién será investido presidente de gobierno. Con un Congreso donde ya no es fácil formar mayorías absolutas, puede ser presidente el muy conservador Rajoy o el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, recién convertido a la socialdemocracia clásica. Cualquiera de los dos podría ser Presidente, porque ninguno tiene fácil reunir la mayoría suficiente para ser investido.

Pero al Eurogrupo le da igual quien gobierne. Su presidente, el holandés Jeroen Dijsselbloem (presunto socialdemócrata y uno de los dirigentes europeos más partidario de la nefanda austeridad) ya ha apremiado perentorio que “el nuevo Gobierno deberá hacer más ajustes. España debe hacer más reformas”.

Ajustes y reformas. Sabemos que significa, porque hemos pagado muy caras las perpetradas hasta ahora. Dijsselbloem ha sentenciado también que “el desafío del próximo Gobierno es [reducir] el déficit”. Aserto rechazable, visto lo muy negativas que han sido para la gente la austeridad y reducción del déficit que se pretendía con ella. Porque la situación de España es de las peores de Europa. Aumento abrumador de contratos temporales, incluso de un solo día, desempleo juvenil galopante y pobreza laboral, como denuncia la OIT. Con tal panorama, el único desafío legítimo es acabar con la emergencia social y no mantener la dictadura del déficit. Reducir el déficit solo beneficia a los bancos, culpables de la crisis), que cobran pingües intereses de deuda pública, adquirida con los préstamos casi regalados del BCE.

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Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “España tardará al menos diez años en volver a los niveles económicos y empleo de antes de la crisis”. En realidad ni eso, porque el empleo que se recupera es de saldo. Empleo que no asegura salir de la pobreza. El director de la OIT para España, Joaquín Nieto, insiste además en que no hay recuperación social por la precariedad del empleo generado y el incesante aumento de trabajadores pobres. La lucha contra la pobreza ha de ser, sin paliativos, el primer desafío a afrontar por el nuevo gobierno español.

Cuando las previsiones de la OIT para 2016 son más desempleo y más desigualdad, el desafío es combatirlos, no reducir el déficit como reclama el Eurogrupo. Por cierto, Eurogrupo que no tiene legitimidad alguna para meterse en camisa de once varas enmendando la plana a ningún gobierno, pues no tiene competencia institucional asignada. Su naturaleza jurídica es más que discutible: solo es una reunión informal de ministros de Economía y Finanzas de los países de la Unión con el euro como moneda. Invento eurocrático que va a su aire y nadie ha elegido. Una vez más esta Unión Europea no se ve muy democrática sino más bien un montaje que mangonean unos pocos como en el dicho de Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como.

Tal sucede cuando el aumento descontrolado y obsceno de la desigualdad hace posible que ¡solo 62 personas! posean tanta riqueza como 3.600 millones, la mitad de la población mundial. Lo ha denunciado Oxfam Intermon en su documentado informe “Una economía al servicio del 1%”.

Según ese informe, en España 20 ricos poseen entre todos tanto dinero como un tercio de población. Algo más de docena y media privilegiada tienen tanta riqueza como 15 millones de personas. En España también, un reducidísimo 1% de población concentra más riqueza que el 80% más pobre, mientras un presidente de empresa del Ibex35 cobra ya 158 veces el salario medio de un trabajador. En 2015, mientras el patrimonio de las 20 personas más ricas aumentó 15%, la riqueza del 99% de la población española se redujo un 15%. Obviamente, no es casual ni azar que coincidan ambos porcentajes.

No es ajeno a esta situación un sistema fiscal muy regresivo, injusto e insuficiente, en el que quienes más tienen pagan muy poco y el capital apenas paga nada. Sin olvidar la fuga constante de dinero que no cesa hacia los paraísos fiscales. La huida de capital desde España a esos paraísos aumentó un 2000% en 2014.

Por eso, las declaraciones de Dijsselbloem son un insulto. Es imprescindible que el pueblo trabajador se organice y mueva a fondo para que el desafío sea resolver la grave emergencia social que hay, no el déficit. Diga lo que diga el Eurogrupo.

 

Por Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor

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