Tiempo de renovar mis votos

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El peligro más grande para la mayoría de nosotros no es que nuestros objetivos sean muy altos y no los alcancemos, sino que sean muy bajos y los alcancemos. Miguel Ángel Buonarroti

Supongo que a lo largo de nuestras vidas, cada tanto o frente a sucesos importantes, nos interpelamos sobre nuestras decisiones. Sobre lo vivido se puede reelaborar una interpretación, pero lo que no se puede, es cambiar lo sucedido. Tampoco andamos cuestionando, o cambiando nuestras pasiones deportivas, soy de Aguada y Nacional, esa adhesión forjada desde niño una vez consolidada nos acompaña y vibramos según los resultados deportivos con alegría o tristeza, pero ¿cambiar de cuadro? ¡Jamás!

No nos pasa lo mismo cuando se trata de nuestras opiniones culturales, sociales o políticas, el paso del tiempo nos va moldeando y conforme a nuestras experiencias adquiridas, nuestra formación cultural, humana y nuestras relaciones frente al trabajo vamos tomando posturas que muchas veces cambian.

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La política es la actividad más abarcativa y generalizadora de todas, desde ella se organiza la sociedad, nos regula a todos. Justamente nuestras opiniones en ese campo pueden variar. Los distintos actores, apuestan a ello y cada quien, organización o partido buscan convencernos de sus postulados u opiniones.
No hace mucho el presidente Tabaré Vazquez nos convocaba a que como el siglo XX fue el siglo del batllismo, el siglo XXI, sea el del frenteamplismo. No cabe dudas que el objetivo es ambicioso, lo que habrá que descubrir son los contenidos del mismo.

Vuelvo en el tiempo a mis primeras experiencias políticas y recuerdo aquel lejano primer acto final del FA. La avenida Libertador, de Colonia al Palacio Legislativo llena de pueblo de izquierda que de manera inédita encontraba el camino para romper el bipartidismo histórico. Las izquierdas se trascendían a sí mismas, aunaban esfuerzos, pensamiento y acción generando una singularidad histórica sin antecedentes en Uruguay.

No te vayas hermano, ha nacido una esperanza, decía un spot de la época. Al Uruguay que se derrumbaba, la izquierda uruguaya, le abría un sendero por el que transitar. Fue dramático, vaya si lo fue, tanta perspectiva tenía que el poder económico y político hicieron todo lo posible por evitarlo. Sin embargo, ni la noche de terror de la dictadura evitó que finalmente ganáramos el gobierno. No abundaré en comparaciones y resultados, me parece demasiado obvio, el Uruguay de hoy tiene indicadores absolutamente superiores, en producción de riqueza, en salarios, en condiciones laborales, en derechos adquiridos. Es claro que mi imaginario era infinitamente más luminoso cuando vi desplegadas las banderas del Frente por primera vez, que las concreciones que hoy vemos.

Las inequidades sociales se mantienen de manera explícita y si bien los gobiernos del FA, han logrado contemplar a quienes eran simplemente invisibles, no dejan de existir miles y miles de personas bajo los índices de pobreza, aún hay zonas importantes de salarios bajos y jubilaciones que no resuelven necesidades básicas.

¿Llegó el fin del FA? ¿Se agotó como fuerza política impulsora de cambios? ¿Puede la izquierda mantener gobiernos aún sin expansión económica?

Desde la derecha se apresuran a decir que el fin está cerca, envalentonados por el enlentecimiento de la economía y por algunos triunfos electorales pasan a la ofensiva continental. Inclusive con mayor audacia. El derechista Piñera que ganó en Chile en el período anterior no se animó a una ofensiva ideológica continental como Macri, quien no solo impulsa ferozmente una regresión neoliberal sino que toma iniciativas internacionales apuntando claramente a romper los avances continentales de entendimiento entre gobiernos progresistas.

Desde la izquierda, surgen voces también de disconformidad, el desgaste que provoca gobernar, recorrer la experiencia inédita para la izquierda de sostener por vías democráticas y por varias elecciones el respaldo de la población no es gratuito y además desconocido.

Aquí mismo me detengo para hacer una observación que me parece nada menor, la experiencia Frente Amplio, como singularidad de unidad en diversidad, como experiencia de acumulación de fuerzas sociales y políticas para el cambio es un recorrido absolutamente novedoso. Lo fue en la implementación del primer gobierno y al abordar los problemas de una sociedad en crisis. Tuvo que encontrar formas para darle continuidad y desarrollo al proceso productivo e iniciar un proceso creciente de inclusión. Por primera vez tuvo que confrontar con la corrupción no como opositor denunciante sino como gobierno que tiene que controlar su propia gestión.

También tuvo que sortear las dificultades que surgen lógicamente de la composición diversa.No siempre tenemos las mismas miradas para la resolución de problemas. Todo eso ha ido sorteando la fuerza política .

Me recuerda al viejo relato donde un conductor estaba estacionando en un lugar prohibido, el inspector de tránsito lo ve y le dice que allí no se puede estacionar, el conductor del vehículo, le dice que raro, yo estoy pudiendo.
Creo que eso mismo nos pasa estamos pudiendo. Cuarenta y cinco años de vida del Frente Amplio, el nuevo escenario nos lleva a seguir transitando por situaciones nuevas, el que lo sepamos realizar o no dirá si como experiencia está agotada.

Sostengo que al renovar mis votos frenteamplistas, daré por concluida esta experiencia cuando seamos capaces de encontrar una síntesis superadora. Las izquierdas en el Uruguay fueron siempre superando sus propias experiencias, no tengo porque imaginar que hoy no será así.

Por Walter Martinez
Columnista uruguayo

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