A la hora de abordar la cuestión de las migraciones hacia el Viejo Continente, Sami Naïr es uno de los expertos europeos más reconocidos en esta materia. Este politólogo, filósofo y sociólogo francés de origen argelino fue asesor en el Gobierno de Lionel Jospin entre 1997 y 1999 de políticas relacionadas con movimientos de población. En esta entrevista con El Confidencial, analiza los problemas que genera la llegada de inmigrantes a las fronteras de Ceuta y Melilla, la crisis de la izquierda y la inexistencia de políticas sobre inmigración en la Unión Europea. “Europa, tal y como la conocimos, ha muerto”, afirma.
– ¿Cuáles son, en su opinión, los actuales males de Europa?
– Europa está en un momento crucial de su historia. Los tratados en los que se asentaba (Maastrich, Lisboa, etcétera) demostraban su evolución, pero ahora estamos en un punto de ruptura. Estábamos construyendo, pero ahora ninguno de los países respeta los términos de convergencia de estos textos, ni Alemania ni Bruselas. El BCE decidió el año pasado violar esos tratados para evitar que los países del sur se hundiesen, pero los problemas de fondo siguen existiendo.
Europa está muerta, el proyecto comunitario está agotado y volvemos a una Europa de competiciones entre los Estados miembros. A partir de julio, cuando el BCE vuelva a una política más ortodoxa, volveremos a los mismos problemas. El euro está muy caro y eso penaliza las exportaciones de los países del sur. La crisis ha empobrecido a los Estados del sur en beneficio de Alemania. Europa está muerta, el proyecto comunitario está agotado y volvemos a una Europa de competiciones entre los Estados miembros. La gente ya no cree en Europa, y tiene razón, porque tal y como la concebimos, está muerta.
– Hablemos de emigración. Afirma que los países del norte de Europa están desarrollando racismo contra los del sur, ¿en qué se basa?
– El problema de la emigración se plantea a tres niveles. Primero, la demanda migratoria, que acaba en el Mediterráneo como todos sabemos y que va a seguir creciendo. Por distintos motivos: aumenta la pobreza en los países del sur, por el propio crecimiento demográfico… Habrá más flujos de gente viniendo hacia Europa. Para hacer frente a esto haría falta una política europea, pero lo único que tenemos son políticas de “fortaleza” de los distintos países a quienes afecta, Italia o España, y eso no sirve.
Si los emigrantes encuentran trabajo en España, se integrarán. Si no lo hay, entonces se plantearán problemas. Hay otro problema, que es el de los movimientos migratorios dentro de Europa. Estos se contemplan en los textos, pero, desde la crisis, unos y otros Estados miembros se reenvían a los emigrantes, rumanos por ejemplo, y eso es incompatible con los tratados en los que se sustenta Europa. Se está poniendo en tela de juicio la libre circulación de personas dentro del territorio europeo. Y, en tercer lugar, está la llegada masiva de emigrantes, en este caso españoles, a Alemania, que da la bienvenida con los brazos abiertos a la mano de obra barata pero muy cualificada (médicos, ingenieros, etcétera). Jóvenes que se han formado en España pero que generarán beneficio en Alemania. Esto es un robo de cerebros por parte de los países más ricos.
– ¿Y qué soluciones existen para los flujos migratorios que llegan de África?
– No hay política de flujos migratorios en Europa y lo que hay es mucha hipocresía: se critica a los Gobiernos italiano y español por sus actuaciones, pero al mismo tiempo el resto de países no hace nada. Existe la ilusión de que se pueden controlar esos flujos poniendo barreras, vallas, y eso es una mera ilusión. Los países a quienes afecta directamente siguen una política de “sálvese quien pueda”. Además, el Gobierno español no respeta los derechos humanos en sus fronteras. Una cosa está clara: si la gente no puede cruzar legalmente, lo seguirá haciendo de forma ilegal, de una u otra forma.
– Marine Le Pen ha afirmado recientemente que los problemas de la llegada masiva de personas a las vallas de Ceuta y Melilla se solucionaban quitando, por ejemplo, la sanidad gratuita para estas personas.
– Eso es una estupidez porque, además, los que llegan aquí no lo hacen por el médico gratis, sino para trabajar. Asimismo, muchos de los que llegan tienen intención de alcanzar Francia. Por otra parte, eso de que la sanidad es gratis en España es mentira: la sanidad la paga todo el mundo y, los primeros, los trabajadores.
– En Francia se han vivido y viven grandes problemas de integración por parte, sobre todo, de la segunda generación, de los hijos de los emigrantes de los años 60-70…
– No me gusta denominar como problema lo de la integración en Francia, más bien es un hecho. La cuestión de la integración no sólo afecta a los hijos de los inmigrantes, también a los colectivos más desfavorecidos. La primera generación de inmigrantes en Francia no creó problemas porque había trabajo y porque, además, nunca plantearon la cuestión de la identidad, del respeto a la misma. La crisis, sin embargo, afectó a la segunda generación, que es francesa de cultura y de nacimiento, pero musulmana de religión. La integración en Francia es una realidad: hay ministros, deportistas, científicos… hijos de emigrantes.
El Gobierno español no respeta los derechos humanos en sus fronteras. Una cosa está clara: si la gente no puede cruzar legalmente, lo seguirá haciendo de forma ilegal. El problema que hoy se plantea es que estos colectivos no quieren renunciar a su religión, y están en su derecho. Eso supone un tema de identidad, lo que hace que el proceso de integración con algunos colectivos sea más conflictivo porque choca con la laicidad a la francesa. Francia es uno de los países más integradores que conozco, lo que pasa es que integra haciendo desaparecer los rasgos identitarios. Hoy no se reconoce a un polaco o a un español en Francia; la diferencia con los magrebíes está en la religión.
– ¿Cree que en España podremos tener los mismos problemas que han tenido los franceses en esta materia?
– Si los emigrantes encuentran trabajo, se integrarán. Si no lo hay, entonces se plantearán problemas, y también llegarán los problemas de identidad. Es lo que pasa, en mi opinión, con Cataluña, que en el fondo es una cuestión económica. Si se sigue degradando la situación económica en España, habrá problemas sociales con estos colectivos.
– Está creciendo el sentimiento xenófobo en general hacia estos países. No obstante, resulta curioso que en otros (Portugal, España, Grecia, Italia o Francia) también está creciendo un sentimiento antialemán.
– Hay un robo de cerebros por parte de los países más ricos. Por ejemplo, la llegada masiva de españoles a Alemania, que da la bienvenida con los brazos abiertos a la mano de obra barata pero muy cualificada R.: Es que Alemania impone un modelo de desarrollo económico que sólo le interesa a ella. Ahora estamos siguiendo una política germano-europea, no europea; no es lo mismo. En los últimos 20 años se han enriquecido muchísimo, se están dedicando a destruir los derechos sociales que se habían conseguido. Les va bien mientras el euro siga fuerte, pero no les iría tanto si se depreciase la divisa. Incluso se podría pensar en que querrán salirse del euro cuando ya no les interese.
– Hablemos de política: la izquierda ha perdido votos y peso en Francia. En España, el PSOE sigue sin rumbo… ¿Qué le pasa a la izquierda?
– La izquierda, y, ojo, que me refiero al Partido Socialista, está viviendo una profunda crisis. No sé qué puede pasar. El Partido Socialista en Francia está en coma, misma situación para la izquierda europea (española incluida); no tienen un proyecto claro. No hay un programa por parte de la izquierda que ponga en tela de juicio la política liberal de Bruselas, no están proponiendo nada frente a la actual política. Llegará un momento de inflexión en el que la izquierda se regenerará, lo que ocurrirá cuando haya un cambio generacional, cuando las actuales élites se marchen. Pero para que eso ocurra tendremos que esperar que la crisis que viven sea aún más profunda.
Entrevista a Sami Naïr
(filósofo y sociólogo)
Fuente El Confidencial es
La ONDA digital Nº 670
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