I – Genio
Hay que celebrar que el premio Nobel de Literatura 2016 haya sido otorgado al norteamericano Bob Dylan. De una manera u otra, con este nuevo galardón, se premia no solamente su genio, su don, sino también, especialmente, su fiel y permanente defensa de los Derechos Humanos, desde la denuncia, a través de crónicas artísticas, en letras, músicas y otras artes, de la desolación de gentes sin trabajo ni futuro tanto en su país, como allende el mismo.
Ciertamente, hay mucho más que testimonio y denuncia en su variado y riquísimo hacer artístico. Vale, entonces, escudriñar un poco más adentro de este hombre, que le ha llevado a ser poeta, músico compositor, cantante, escritor y, por si fuera poco, destacado escultor.
“ Cuántos caminos debe recorrer un hombre,
antes de que le llames «hombre»
Cuántos mares debe surcar una blanca paloma,
antes de dormir en la arena.
Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de ser prohibidas para siempre.
La respuesta, amigo mío, está flotando (silbando) en el viento,
la respuesta está flotando en el viento…”
Blowing in the wind
Bob Dylan, 1962.
Robert Allen Zimmerman cambió legalmente su nombre por el de Bob Dylan (como ya era conocido desde 1961), en agosto de 1962. Dicha elección obedeció al fuerte impacto y admiración que le produjo la obra del escritor y poeta galés Dylan Thomas (1913-1953).
Influencias (algunos ejemplos, directos e indirectos)
Woody Guthrie
El adentrarse en las fuentes sociales y musicales de la América Profunda, le llevó, entre otros descubrimientos, pero especialmente, a conocer la vida y obra del músico Woody Guthrie.
Guthrie (1912-1967), partícipe y testigo del largo y penoso deambular de ingentes masas de trabajadores desempleados, tantas veces olvidados o ignorados, fue un militante de izquierda, decididamente antifascista y, así, abiertamente contrario a todo tipo de explotación del hombre por el hombre.
Ese deambular, errático y trágico, lo dejó traslucir, con maestría, a través de su música, en sus letras e incluso en la dicción que empleaba al cantarlas.
Bob Dylan lo conoció a inicios de 1961, encontrándose Guthrie muy enfermo. Más adelante, Dylan escribiría sobre este referente tan inicial e importante en su vida, lo siguiente:
a. “…Las canciones en sí tenían el barrido infinito de la humanidad… (Él) fue la verdadera voz del espíritu norteamericano. Me dije a mí mismo que iba a ser el discípulo más grande de Guthrie.”
b. “…Él fue mi último héroe.”
Joan Baez
La cantante norteamericana Joan Báez nació, al igual que Bob Dylan, en el año 1961. Su padre, Albert Báez, nació en Puebla, México en 1912. Él estudio Matemáticas y Física, convirtiéndose en coinventor del microscopio de rayos X y en autor de varias obras sobre Física. Albert rechazó trabajar por convicciones personales en el Proyecto Manhattan para desarrollar la bomba atómica, así como en lucrativos empleos en la industria armamentística, hechos que, evidentemente, influyeron en su hija Joan.
Dylan conoció a Báez en un festival de folk en Nueva York en 1961. En 1963, con tres discos de oro, fue ella la que le invitó a que tocase en su gira y fue así como le introdujo en un circuito hasta entonces desconocido para Dylan. La relación duraría pocos años, pero con el paso del tiempo, volvieron a encontrarse y amigarse.
Marcha por los Derechos Civiles, agosto de 1963
Este momento cumbre por los derechos civiles en general, y en particular de la población afronorteamericana, tuvo también como partícipes a Bob y a Joan. Ambos interpretaron varios temas. entre los que se destaca Only a Pawn in Their Game (Sólo un peón en su juego), un recordatorio, homenaje y denuncia de Dylan sobre el asesinato del activista por los Derechos Civiles, Medgar Evers.
El premio Pulitzer
En algo que no pocos ven como el inicio del camino que le condujo a la obtención del Nobel de Literatura, Bob Dylan recibió, en 1996, el Premio Pulitzer por su “profundo impacto en la música popular y en la cultura norteamericana, marcado por sus composiciones líricas de extraordinario poder poético”
Dylan es, ante todo, un eximio poeta y músico, a la vez, vale reiterarlo que escritor y escultor. Ese es su “genio”, visitemos, ahora, su época.
II – Época
Digamos, sucintamente, que los años 60 fueron, y tuvieron, un élan, una “fuerza vital”, que aun sigue reflejándose, fresca, poderosa y valedera, en los jóvenes de hoy en día.
Años sesenta en los que, tempranamente, el joven Dylan, entonces de veintipocos años, tuvo otros referentes indirectos, digamos que de su tiempo, tales como el Nobel de Literatura de 1962, el recordado John Steinbeck (De ratones y hombres y Las uvas de la ira, por ejemplo) quien, luego de un comienzo como escritor volcado hacia el humor, supo bucear por las profundidades lacerantes de los desplazados de una Norteamérica que se resistía a llevarlos a la luz, luego a propender a darles la dignidad merecida por todo hombre y toda mujer, sin distingo de especie alguna.
Para citar otros referentes indirectos no podemos dejar de mencionar al doctor Martin Luther King, cuya figura no hace sino agigantarse con el tiempo, e incluso el propio ex Presidente Lyndon B. Johnson, último gran norteamericano en ocuparse y lograr, mejoras sustantivas en la vida digna de los norteamericanos, sin distingos de especie alguna.
Es cierto que a Johnson le acompaña y pesa el tema de la guerra en Vietnam, pero a la distancia, y con la perspectiva que da el tiempo y los acontecimientos, su figura, en suelo norteamericano fue y sigue siendo un faro en la noche que hoy circunda a esa Nación.
Ni qué hablar del mayo francés del 68 y su repercusión en universidades norteamericanas, salvajemente reprimidas en sus manifestaciones por la libertad y por la paz.
Hoy, sin referentes a la vista que tengan la talla suficiente para alentar la esperanza, el recuerdo de los sesenta no es sólo para los nostálgicos sino que también para los jóvenes. Mujeres y hombres, que, emancipados de una realidad alienante, por consumista y cosificadora, ubican su mirada en ese faro, en esa fuente de luz, dadora de sentido y proyección.
III – Conclusión
En suma, aunque quieran esconder el horizonte, con su Sol de Mediodía, este podrá aparecerse en la mente de una chica o de un chico libre, emancipada y comprometida.
Hoy, cuando el 90 por ciento de los medios de comunicación norteamericanos están en manos de 6 corporaciones, es buena cosa que, además de otras, haya una mosca, como Dylan, en la sopa de los gigantes mediáticos.
La esperanza no tiene caducidad, la efímera ilusión, sí.
La esperanza comprende a las gentes conscientes de sí y de su circunstancia, en tanto que la ilusión yace inerme en la mente de individuos entregados a ser meros engranajes de un sistema, sin poseer ni la osadía que da la autoconsciencia.
Convengamos que el hombre es un ser social, luego, es hijo de su circunstancia y, de un modo más general, del espíritu de su época, de su Zeitgeist. Es decir, del clima intelectual y cultural de una era.
Abrevemos, entonces, en el manantial, del agua negra y fresca de la música y letras de este poeta norteamericano magistral, de este ciudadano del mundo. Y brindemos por la esperanza.
Por: Héctor Valle
Historiador uruguayo
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