El mundial está en marcha, enfermos de fútbol

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Confieso que no tengo el mismo entusiasmo que en 2010, pero seguramente sea cuestión de horas (esta nota se escribe a escasas 48 horas del debut celeste), para que el mismo crezca y la fiebre mundialista me contagie como al resto de los uruguayos. Es formidable ver a los gurises -y no tanto- verlos confundidos en una onda cromática de color cielo que invade locales comerciales, escuelas y hasta el más alejado rincón del país que vive esta instancia como lo que verdaderamente es: una fiesta.

Vuelven las sensaciones comunes, los temas comunes, los abrazos, las mismas intenciones, las cosas que aglutinan y nos juntan. Vuelve el mundial y Uruguay es una de las atracciones. ¡Qué lejos quedaron aquellos tiempos de verlos como simples espectadores! El proceso Tabárez -que tuvo su punto más alto en Sudáfrica 2010 y Argentina 2011- llevó al proyecto de selecciones nacionales a ser uno de los pocos países (sino el único) de clasificar a todos los mundiales de las diferentes categorías.

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Pero, la mayor es la mayor… y a pesar de lo angustioso del trámite de ingreso a una contienda que reúne a los 32 mejores del mundo, la fiesta está pronta y nos tiene atentos a lo que ocurra en esta nueva competencia de un mundial de fútbol.

Y nada menos que en Brasil, donde la historia nos marcó a fuego con la mayor hazaña que recuerde la historia del fútbol mundial.

Los resultados deportivos vendrán o no, eso es parte del juego, lo que más importa es que por unos días (que esperamos sean varias semanas hasta lo más alto del fixture), podremos decir que hay algo que nos junta y nos identifica sin diferencias, sin distinciones. Aquella inspiración de Serrat en su inolvidable canción “Fiesta”, se hace carne en los uruguayos que olvidamos por un tiempo nuestras diferencias y abrazamos la misma causa nacional.

Que buena cosa sería que pudiéramos trasladar ese sentimiento nacional a otros ámbitos de la vida, porque de ese modo minimizaríamos muchos de nuestros defectos y potenciaríamos nuestras fortalezas. Es claro que la selección es una cuestión de Estado, así lo demuestra ese sentimiento colectivo que nos invade y agrupa sin medida ni necesidad de convocatoria.

“La celeste” tiene un poder oculto que debiéramos saber explotar para generar sentimientos positivos que perduren en el tiempo. Ese intangible que ha sabido construir el Maestro Tabárez conformando un colectivo de personas que tienen el adicional de ser jugadores de élite sin olvidar ese don de gente que ha sabido potenciar el seleccionador.

Una inversión en el orden lógico de selección que prevaleció en la conformación de otros combinados, es un valor agregado que hacen a este proceso único y -esperamos- repetible por mucho tiempo.

Ese oro en polvo -que hace del combinado celeste un grupo que se ha ganado el corazón de más de tres millones- es una reserva invalorable que tenemos la obligación de preservar y fomentar.

El mundial está en marcha, Uruguay aspira a ser protagonista -que ya lo es- por historia y por presente. Un presente que nos ha devuelto la alegría de poder ver a la casaca color cielo, compartiendo una contienda mundialista como uno de los mejores combinados del mundo.

Fuimos los últimos en clasificar, que seamos los últimos en volver es un sentimiento que todos compartimos.

Una razón más para abonar la idea de querer contar con un mundial todos los días…

el hombre prendió la tele,
el perro tenía puesta la celeste…

Por el Perro Gil
Columnista Uruguayo

La ONDA digital Nº 676

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