CINE | “Sully”: Rebelión contra la tragedia

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La valentía, el sentido de responsabilidad, el poder de decisión y la convicción que desafía todas las reglas son los ejes de reflexión que desarrolla “Sully: hazaña en el Hudson”, el nuevo largometraje del mítico realizador norteamericano Clint Eastwood.

Esta película, que como tantas otras recrea un episodio real, posee la intransferible impronta del gran maestro, quien, en el decurso de medio siglo de carrera cinematográfica, ha consolidado un cine de indudable vuelo y calidad artística.

Desmarcándose claramente del héroe estereotipado o bien del antihéroe deleznable y pro-imperialista de “El francotirador” (2014), el legendario cineasta plasma con singular sabiduría la épica de un personaje mínimo devenido en mito por imperio de las circunstancias.
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En ese contexto, la clave es una tan prolija como sobria reconstrucción de los acontecimientos, desestimando toda eventual tentación melodramática.

El film se inspira en la hazaña consumada por el Capitán Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) y el Primer Oficial Jeff Skiles (Aaron Eckhart), quienes pilotearon y salvaron milagrosamente la vida de 155 pasajeros y tripulantes que viajaban a bordo un avión de pasajeros que partió desde Nueva York.

Por sus peculiares características, el episodio, que es recordado como una suerte de milagro imposible de racionalizar, impactó a la opinión pública mundial.

En efecto, luego de padecer la pérdida de las dos turbinas provocada por una bandada de aves y en una situación de emergencia extrema, los dos protagonistas acuatizaron en el vasto espejo de río Hudson. La inusual maniobra consumada contradijo la recomendación de la torre de control, que había ordenado a los comandantes de la nave regresar al aeropuerto de origen.

Por supuesto, esta actitud de valentía transformó a “Sully” en una suerte de héroe popular, recurrentemente admirado y asediado por los medios de prensa.

No obstante, esa peculiar situación que contrataba claramente con la humildad y sobriedad del piloto, se transformó en fuerte de agudas controversias.

Insólitamente, en lugar de reconocer públicamente este testimonio de valor sin dudas encomiable, las corporaciones que operan en el mercado aeronáutico iniciaron una investigación destinada a defenestrar literalmente al capitán del avión siniestrado.

Como si se tratara de un tribunal de la inquisición, estos poderosos personajes montaron un auténtico juicio contra los supuestos responsables de un acto que, en su opinión, habría puesto en riesgo la vida de más de un centenar de personas.

En ese contexto, el film no se centra particularmente en el episodio del accidente sino en sus ulteriores consecuencias, que bien pudieron derivar en una injusticia de proporciones.

Mediante un ritmo deliberadamente moroso, Eastwood recrea las interminables sesiones de la comisión investigadora, donde los acusados fueron sometidos a implacables interrogatorios.

En ese marco, queda claro que fueron tratados como auténticos delincuentes, sin ninguna defensa más que la que surgió de los argumentos de dos pilotos de reconocida solvencia y trayectoria profesional.
En el decurso de la pesquisa, ambos debieron permanecer a disposición de las autoridades convocantes y sin posibilidades de tomar contacto o convivir con sus respectivas familias hasta el desenlace del proceso.

Esa situación, ya de por sí compleja y estresante, es testimoniada por las permanentes comunicaciones telefónicas que mantiene el comandante con su esposa.

Esos breves coloquios, que están siempre marcados por el laconismo, trasuntan el nerviosismo y la tensión originados por una contingencia naturalmente indeseada.

En esas circunstancias, cada palabra cobra un significado especial, por la solidaridad y el afecto que la mujer profesa por su esposo y la imposibilidad de poder ayudarlo a salir airoso.
En efecto, del resultado de la investigación depende el futuro del aviador, quien, en caso de ser condenado, será cesado e incluso puede hasta perder sus derechos jubilatorios.

Con su habitual maestría, Clint Eastwood elabora un escenario dramático que enfatiza más sobre las ulteriores consecuencias del milagroso salvataje que sobre el episodio en sí mismo.
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En tal sentido, el realizador trabaja la historia con una singular sobriedad, contemplando y analizando todos los ángulos de una tragedia que no fue tal.

No en vano las propias secuencias que reconstruyen el accidente – que revelan el reconocido oficio y la sapiencia del legendario director- están absolutamente desprovistas de los habituales efectismos del género de cine catástrofe.

Las imágenes que sí impactan en la retina del observador son las pesadillas del comandante, quien sueña recurrentemente que su avión colisiona contra un rascacielos, emulando a la tragedia de las Torres Gemelas.

Por otra parte, es muy correcta la actuación protagónica de Tom Hanks, al frente de un reparto actoral competente y comprometido con el proyecto cinematográfico.

“Sully: hazaña en el Hudson” es un film sin dudas valioso, que corrobora el indudable talento de uno de los realizadores más emblemáticos del presente.

Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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