Material Girl- “Lady, you’re the one that I want to spend my cash on. Spend my cash on my baby like.” Canta Madonna. ¿Cuánto dinero ha circulado alrededor de la obra y vida de Frida Kahlo? ¿Cómo pasó de ser una admiradora de Stalin a convertirse en souvenir del más vulgar mercantilismo? Así es la fama, o te encumbra o te abarata. La obra de Kahlo existió para el mundo capitalista cuando Madonna era la reina de los 80’s y compró el Autorretrato con Chango, 1940 y la convirtió en un icono pop, en un modelo de la bisexualidad de sus videoclips. Después de eso la cotización de sus pinturas brincó a los millones de dólares.
El mundo del arte y los medios abrazaron a Frida porque, además, su obra posee la virtud de la ubiquidad, su temática es más fuerte que su factura y logra lo imposible: conjuga en su iconografía los ideales más conservadores, el activismo feminista y el ultra nacionalismo. Sus pinturas tienen como único tema su cuerpo, son como carteles de Provida o de cualquier ONG anti aborto que reducen el valor de la mujer a ser una fábrica de hijos y al mismo tiempo se enfrasca en el eterno y exaltadísimo panfletarismo del cuerpo y la vagina que es bandera feminista.
Su folklorismo estético se convirtió en canon decorativo con el estallido del neo nacionalismo de los 90’s que desató una cultura ultra patriota y kitsch. La integraron a la “nueva cocina mexicana”, a los tamales de autor, a los tacos de diseño, a ese espejo deformado y sin proporción que tenemos de nuestras insulsas tradiciones. Sobre valoramos los antojitos que han existido siempre y nos sorprendemos de que una pintora burguesa se ponga un huipil y pose con macetas porque eso significa dejar nuestra identidad populista y cambiarla por otra más mundana: ahora pretendemos ser multiculturales. Surge el mex-nice.
El circo crece gracias al oportunismo de sus familiares y la complicidad del patronato Diego Rivera y Frida Kahlo del Banco de México que explota su obra y permite que la imagen de la pintora sea vendida como si fuera una caricatura. A los biógrafos y las productoras de películas de biopics les encanta el mito del artista que vive un calvario y que al final es reconocido y si además es exótico, es el pase a la inmortalidad. Frida se convirtió en la virgen dolorosa del arte, su marido Diego la engañaba, ella anhelaba ser madre y estaba imposibilitada. Su causa mórbida se elevó a los altares de la crítica, el masoquismo se convirtió en lección: fue la mujer-mártir que todo aguanta y que una sociedad necesita para redimirse. Heroína de estampita y santa de relicario. ¿Cómo no iba a pegar tal melodrama? Ser famoso no es algo condenable, el arte es para venderse, lo que sucede con la figura de Kahlo es que este culto a la persona, el narcisismo terapéutico que es el centro de su obra, está llevado al ridículo. Frida hizo de la pintura una terapia y un púlpito, pintó para que el mundo se enterara de lo que padecía, para que sus amigos y su entorno sintieran lástima y empatía por ella, para ganar el campeonato del dolor, y lo consiguió. Detalló cada uno de sus padecimientos y esa flagelación, como una venganza del destino, hoy es motivo decorativo, es pegatina, disfraz y comida rápida. Este derroche de sufrimientos contrasta con la careta insensible que hizo de su propio rostro, siempre igual, inalterable en todas sus pinturas, anestesiado por las drogas, se auto nombró nuestra mexican Monalisa con bigotes. El chantaje emocional de su martirio protegió a su obra del análisis de su limitada realización con un dibujo torpe, con problemas de composición que hacen que la pintura sea una estampilla postal y, en el colmo del absurdo, su escaso dominio de la anatomía.
¿Es suficiente ostentar la victimización personal para que la obra tenga valor? El arte tiene otras exigencias, no es una telenovela ni una excusa para exhibirse, es algo más que la obra de Kahlo no tiene. Los autorretratos, trágicos o folk, apenas integran la tercera parte de su obra y son la estrella de su fama, el resto, menos de 100 pinturas, sólo tienen interés porque permiten apreciar su verdadera capacidad y sus limitaciones. Vidas interesantes o trágicas hay muchas. Vidas con una gran obra, hay pocas.
Por Avelina Lésper
Crítica de Arte (México)
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