Estamos en Semana Santa. Todo el mundo sabe qué celebra la mayor parte del mundo occidental cristiano en estos días, mayormente los españoles, educados en un catolicismo donde de memoria sabemos que “se conmemora la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo”. Así es. Muchos no caerán en la cuenta mientras disfrutan del ocio, como tampoco caerán si añado que viven otra pasión y muerte.
A esa memoria religiosa, hay que añadir otra, que no es memoria, sino presente. Nuestro presente. Tiempo marcado por personajes semejantes a los que provocaron la pasión y muerte de un judío elevado a la categoría de Dios. Con la diferencia de que el pueblo español es humano, muy humano, y si acaba muriendo por tanto padecimiento, como suele suceder cuando el dolor es insoportable, no podrá revivir, ni volver a levantarse, ni seguir haciendo historia gloriosa, como parece ser que ha hecho. Y todo por culpa de unos seres desalmados e ineptos que en lugar de oír su dolor, siguen mirando a quien sirven, bancos y empresas, de quien dependen y por quien se desviven para no perder sus privilegios de individuos asentados en torre de cristal, ajenos al sufrimiento de un pueblo que clama en las calles.
El pueblo español está pasando un calvario. Las riquezas que generan sus trabajos y sus creaciones junto a la naturaleza que le rodea y que labra, no repercuten en él, acaba en terceros, países, empresas y personajes, a los que su nación, tan patriotas, ni les va ni les viene, si no es para sacar provecho. Menos les importan sus pobladores. Ejemplo puntual es el interés desmedido de empresas extranjeras (Australia, Canadá, Alemania), en connivencia con políticos, por abrir minas a cielo abierto en multitud de zonas para extraer minerales, desde el feldespato al uranio, o el wolframio y el cobre, sin importarles las terribles consecuencias de contaminación ambiental y acuífera. Dejarán esos lugares devastados, improductivos y venenosos para siempre. Acabarán con la vida de los lugareños, sus animales y su tierra. Todo, con la falaz promesa de crear empleo. ¡Listos!
El pueblo no se lo cree. Y sale en protesta a la calle, a sabiendas quizás de que su grito no obtenga eco. Pero sale en masa porque ya está harto de tanta desidia, tanto dolor, tanta mentira, tantos argumentos sin razón… mientras ellos se aseguran “su vida y su visa”, y arguyen que no hay presupuesto… para pensiones, escuelas y colegios, para dependientes, para sanidad, transportes, amas de casa y viudas sin salarios, estudiantes sin beca, y ancianos sin posibilidad de curarse porque no tienen ni para médicos, ni para medicinas… que para mayor gloria de maridos como el de la Cospedal, hay que pagarlas, y para mayor gloria de la Cospedal en el ejército español, hay que comprar aviones y tanques con un gasto superior a diez mil millones de euros <10.000 millones>. Súmese a este dislate de un país en crisis, el rescate de cinco autovías de pago, innecesarias por otra parte -España es la nación de la UE con mayor número de autopistas-, por el que habrá que pagar a empresas privadas 5.500 millones. Unas autopistas que no se usan y en cuyo pliego de condiciones se dice que si no son rentables a la empresa constructora, el Estado debe asumir esas pérdidas. El timo del “tocomocho”, como se dice por aquí. Y el rescate de los bancos, que ha costado al erario público casi 60.000 millones de euros, y que, como siempre tendrá que salir del bolsillo de los ciudadanos.
Hasta ahora no daban cuentas a nadie de sus dietas, traslados y gastos de representación. Según datos del Congreso, nuestros diputados se gastaron en 2106 más de un millón de euros en 77 viajes que hicieron, con una dieta, aparte, de 150 euros diarios. En sus desplazamientos en el 2015 llegaron a superar los 3,5 millones de gastos. Parece ser que todo esto se va a acabar, y que se les pedirá cuentas.
Mientras tanto, este invierno, pese al frío y a su dureza y prolongación (ha habido nevadas como no se recordaban en 30 años, quedando algunos pueblos incomunicados, y siguen todavía las bajas temperaturas), el clima social ha sido caliente, muy caliente.
Hasta los mayores jubilados se han echado a la calle para reclamar pensiones dignas -más del 33% no llegan al salario mínimo interprofesional fijado en 720 euros mes-. Una de las más enconadas peticiones, por el enojo que ha provocado, es la subida del 0,25% que ha hecho el gobierno en el presente curso, frente al 1,5 % que se han subido el sueldo los políticos (algunos superan los 12.000 euros al mes). En fin, cada semana hay una masiva manifestación, en Madrid y en otras ciudades de España, a las que se suman, los jóvenes, estudiantes y en paro, la mayoría. Este clamor popular fue apoteósico el pasado día 8. Las mujeres esa fecha, aprovechando su conmemoración como Día Internacional de la Mujer, hicieron huelga general todo el día, que culminó con una inmensa manifestación por todas las calles de todas las capitales de provincia. Reclamaban la igualdad en deberes y derechos, entre ellos, equiparación de salarios, “a igual trabajo, igual paga”, y la erradicación de la violencia machista, entre otras reivindicaciones, así como la compaginación de la vida laboral y familiar.
He aquí la lista de listos que nos dirigen y provocan este calvario, desde Puigdemont, el Peropalo, huido y añorado, a Rafael Hernando, el Carapena, vocero del poder, pasando por la vicepresidente Santamaría, la Verónica, “sparring” de Rajoy, el Caifás, jefe del Sanedrín, y los dos ladrones, Bárcenas y Rato, el bueno y el malo, sin descartar el feo… El nuevo western de nuestros pasos privados, hechos públicos en la gran procesión. Y el pueblo con la cruz a cuestas.
Raro es el día que no ha habido, y sigue habiendo, una manifestación en algún punto de España, sobre todo en Madrid de algún colectivo por el cierre de la fábrica, por la regulación de empleo, por la escasez de trabajo… frente al triunfalismo que inunda a los gobernantes en sus discursos del Parlamento.
Todo un calvario el que está padeciendo el ciudadano español, que ve cómo nuestra democracia recorta cada vez más derechos. Ejemplo es la conocida como “Ley Mordaza” (su Nueva Ley de Seguridad), que lleva vigente casi tres años; un atentado contra la libertad de expresión, por la que han acabado en la cárcel o a punto de ingresar en ella algunos artistas raperos. A tenor de ella, la Justicia Europea ha tenido que anular sentencias dictadas por los tribunales españoles, como la condena, felizmente anulada, por quemar un retrato del rey en la calle.
Los responsables de este calvario
Me he permitido hacer un símil con la semana santa de hace dos mil años en Jerusalén, que se conmemora en estas fechas, poniendo nombres definitorios a quienes son los responsables directos de esta involución democrática y crisis de un país harto de estos gobernantes, cuya única solución no se ve a corto plazo, a no ser que cambie de signo el Parlamento. Pero para eso queda tiempo, y el presidente Mariano Rajoy parece no estar dispuesto, pese al agua y la nieve que está cayendo, a adelantar las elecciones. Ya se sabe que es característica del señor Rajoy esperar a que escampe y a ver qué pasa. Su nota dominante es la quietud, y no moverse por si se moja.
He aquí la lista de listos que nos dirigen y provocan este calvario, desde Puigdemont, el Peropalo, huido y añorado, a Rafael Hernando, el Carapena, vocero del poder, pasando por la vicepresidente Santamaría, la Verónica, “sparring” de Rajoy, el Caifás, jefe del Sanedrín, y los dos ladrones, Bárcenas y Rato, el bueno y el malo, sin descartar el feo… El nuevo western de nuestros pasos privados, hechos públicos en la gran procesión. Y el pueblo con la cruz a cuestas.
No se trata solamente de hechos y planes puntuales pergeñados entre gobiernos y empresas, como las minas, sino que es comportamiento usual la toma de decisiones que en nada favorecen a quienes les votan. Nuestros diferentes gobiernos, locales, regionales y centrales, constituidos en partidos como en una mafia, favorecen a sus allegados y machacan al pueblo cuyos intereses deben primar sobre cualquier otra actuación. Esa mala gestión, donde se trastocan los valores y beneficios sociales por los privados, provoca el calvario continuo que dura años, con su correspondiente semana de pasión que sufre España. Las calles se llenan de manifestaciones, de pancartas y de ideas que deben llevar a reflexión a quienes tienen la facultad de cambiar las cosas. Porque las cosas, este calvario, es fácil convertirlo en camino llano y fructífero. Es fácil invertir la pasión, el dolor que sufre desde hace años nuestro pueblo, por la semana de gozo, por días de gloria. Simplemente con usar de manera apropiada los recursos, que son muchos y buenos, allá donde sean necesarios, en favor de los menos favorecidos, sean tierras, ciudades o personas.
Y no será porque falta gente para eso. Otros países con menor cantidad de políticos, están haciéndolo mejor, y eso que poseen menos recursos que los nuestros. Al menos se preocupan por sus paisanos. Países como Suecia, Noruega, Finlandia…, con condiciones adversas de vida, viven en condiciones que nosotros ni imaginamos, a pesar de que en esas latitudes la vida es mucho más costosa por su dificultad climática. A pesar de marcar a veces 20 grados bajo cero, nadie muere de frío, ni de hambre. Alemania, Uruguay o Portugal, por enumerar unos pocos, tratan de superar las condiciones negativas, mejorando las que poseen. Todos tienen conciencia de país. Sus políticos no abusan del poder concedido y cedido en beneficio propio, subiéndose sueldos de por sí muy altos, muy por encima del resto de trabajadores, con gastos de lujo por representación, que no se controlan, ni se reparten adecuadamente… Nuevos ricos están surgiendo en España (semejante a los narcotraficantes), como en tiempos, después de la guerra, sucedió con aquellos que colaboraron directamente con la dictadura y la represión: la clase política.
El 30% de quienes han ocupado algún cargo en estos 40 años, es la nueva clase rica, algunos gozando de prebendas incluso mucho después de abandonar la actividad pública. Y eso cuando no ocultan los dineros robados en paraísos fiscales (como los narcos). No se conforman con una nómina y dietas de representación que superan el sueldo de cualquier directivo empresarial cinco y diez veces. No es extraño que aumenten las desigualdades, con el ejemplo que dan… Hasta ahora no daban cuentas a nadie de sus dietas, traslados y gastos de representación. Según datos del Congreso, nuestros diputados se gastaron en 2106 más de un millón de euros en 77 viajes que hicieron, con una dieta, aparte, de 150 euros diarios. En sus desplazamientos en el 2015 llegaron a superar los 3,5 millones de gastos. Parece ser que todo esto se va a acabar, y que se les pedirá cuentas. Esperemos que así sea, por el bien de todos. Ya se sabe de los desmanes de algunos de ellos con la disculpa de viajes oficiales, como hacía el ex presidente de la Junta de Extremadura, sr. Monago que iba cada dos por tres a Canarias a ver a “una amiga”, con cargo al erario público. Y no es el único.
España, con algo más de 47 millones de habitantes, tenemos casi medio millón de políticos; tocamos alrededor de 1 político por cada cien habitantes (1/100), mientras en Alemania, 81.700.000 habitantes, cuentan nada más que con 150.000, cuya proporción sale a 1 político por cada 545 habitantes (1/545). Por el contrario, en la ratio de sanidad, tocamos a 3,4 médicos por cada mil habitantes, frente a Grecia, 6,3, Austria con 5,1, o Portugal con 4,6… Y no hablemos de otros sectores como la enseñanza. Pocos, pero buenos profesionales. Y según una encuesta, el político es una de las profesiones que, al sentir de los españoles, menos se necesita. He aquí el calvario de este resignado pueblo.
Hay que controlarles, en su comportamiento, en sus gastos, en sus sueldos, en sus incompatibilidades, en su currículum, en su preparación, en sus estudios. Y no digamos en su ética. Y en su gestión. Por ellos deben empezar los recortes. Seguro que disminuirían los gastos públicos y superfluos, generados por la manera suntuosa de vida de nuestra clase política, frente a la austeridad de los políticos suecos, donde sus miembros en el Parlamento europeo cuentan con un pequeño apartamento y una lavadora común, estilo “corrala” (Y nada de tarjetas, ni black, ni “guais”, con cargo al pueblo). Sería una forma de aprender solidaridad y compañerismo. Una vida que les obliga a entenderse y compartir. También a dar ejemplo. Disminuiría el peso de esta cruz a la que nos han condenado.
Por Ramón Hdez de Ávila
Crónica de nuestro corresponsal en España
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