“El atelier”: El germen de la violencia

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CINE | “El atelier”: El germen de la violencia

Los conflictos de una juventud radicalmente perpleja ante las contemporáneas mutaciones civilizatorias en un contexto de creciente violencia e intolerancia, constituyen el revulsivo disparador temático de “El atelier”, el drama del aclamado realizador francés Laurent Cantet.

Este es el nuevo opus de uno de los realizadores más talentosos, críticos y controversiales de la cinematografía gala, autor entre otros títulos, de “Recursos humanos” (1999), “El empleo del tiempo, tiempo de mentir” (2001) y la inconmensurable “Entre los muros” (2008), que cosechó nada menos que la Palma de Oro del Festival de Cannes.

Al igual que la galardonada “Entre los muros”, “El atelier” plantea los problemas de la juventud de la posmodernidad, en un paisaje europeo sacudido por la violencia, la xenofobia y el recurrente fenómeno de la inmigración.

En ese contexto, en el centro del debate está la integración social como supremo desafío en una sociedad estremecida por odios raciales, por la incertidumbre y, naturalmente, por el miedo.

La historia está ambientada en La Ciotat, un pueblo cerca de Marsella que otrora fue un centro de atracción turística por su puerto de yates que atraía a personas de alto poder adquisitivo.

A raíz del cierre de la terminal portuaria y del astillero y pese a la indudable belleza paisajística del lugar, la afluencia de visitantes se tornó bastante más esporádica.

La protagonista de este largometraje es Olivia Dejazet (Marina Fois), una docente y novelista a cuyo cargo está la dirección de un taller (atlelier) literario con la participación de un grupo de jóvenes.

Con la integración social y hasta étnica como desafío, el encuentro reúne a europeos, a dos musulmanes y a un negro, bajo la consigna de escribir un relato compartido de suspenso.

Mientras se plantea con los jóvenes concebir una novela que gire en torno a un asesinato, la propia escritora comienza a elaborar su nuevo libro en base a los insumos devenidos de esta experiencia.

Empero, la notoria heterogeneidad y carácter multicultural del grupo –que origina permanentes conflictos- genera obstáculos casi insalvables a la consecución de la propuesta.

En ese marco, el estudiante más díscolo es Antoine (Matthieu Lucci), un solitario joven que divide su tiempo entre la natación recreativa en la franja costera y el hiper- consumo de violencia vía Internet, que no omite la visualización de discursos de militantes o líderes de la ultra-derecha fascista y nacionalista.

Esa auténtica dosis cotidiana de odio, sumada a una cuasi nula relación con sus padres, transforman a este joven en un potencial resentido social con perspectivas de mutar incluso en un individuo agresivo.

Aunque su vida transcurre en una situación de virtual aislamiento, tiene igualmente un grupo de pertenencia integrado también por jóvenes de talante exacerbado, que suelen entretenerse imaginando guerras ficticias en las cuales se embadurnan las caras para camuflarse y poder evadir a sus supuestos enemigos e incluso disparan armas de fuego al azar.

Mientras su existencia transcurre en una realidad paralela que pone en jaque su propia racionalidad, Antoine intenta vanamente mimetizarse con los demás integrantes del taller de escritura literaria que comparten el proyecto común de escribir un libro.

En esas circunstancias, el guión de Robin Campillo y el propio  Laurent Cantet evoluciona hacia una suerte de enfrentamiento entre la docente y el alumno rebelde.

Esa situación de aguda tensión que se verifica en el seno del grupo es originada por permanentes apelaciones racistas, salidas de tono y enfrentamientos verbales que pueden derivar en serios incidentes.

En ese contexto de rencillas sobrevuelan fenómenos como el de la emigración compulsiva procedente de naciones periféricas, el rechazo al extranjero, la lucha del denominado Estado Islámico y la cruenta confrontación bélica de Siria.

De todos modos, tal vez el meollo de la película sea realmente la relación entre el arte y la violencia y entre lo real y lo ficticio, observado por los absortos ojos de un grupo de jóvenes que padecen cotidianamente una permanente prédica de intolerancia.

No en vano la propia docente intenta razonar con sus alumnos, con el propósito de que comprendan que puede describirse el perfil de un asesino literario sin compartir sus acciones ni sus eventuales motivaciones.

Una escena que es sin dudas paradigmática y pertinente a la comprensión del film, es la que visualiza al alumno inadaptado disparándole con una pistola a la Luna, en plena noche.

En esta secuencia aflora una carga de violencia acumulada e introyectada psicológicamente a los jóvenes, por una sociedad en la cual crece incesantemente el redivivo fantasma del fascismo.

Si para muestra basta un ejemplo, resulta insoslayable aludir a  la irrupción en la escena política francesa de Marine Le Pen, la líder del partido ultra-derechista Frente Nacional, que recibió un sorprendente apoyo en las elecciones del año pasado.

“El atelier” es un potente drama de escritura elocuentemente alegórica, que advierte sobre la radicalización de una sociedad contaminada por el odio, la exacerbación y la violencia racista.

Se trata de un film testimonial, que aborda -sin ambages- la problemática de una juventud jaqueada por las incertidumbres y contagiada por la devastadora plaga del autoritarismo subyacente.

 

 

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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