Ciudadanía e Información libre,los entresijos del poder mediático

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(…) Si es cierto que la libertad de información es un derecho fundamental de rango constitucional, en cuanto tal supraordenado a los poderes políticos y a los poderes económicos, es la relación entre libertad fundamental de (y derecho a la) información y propiedad de los medios de comunicación, y no sólo entre información y poderes de gobierno, la que hoy debe ser repensada e invertida en sus términos si se quiere impedir el colapso de la democracia.”
Luigi Ferrajoli //
Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional.

Desde el Uruguay y lo contingente
La pasmosa discrecionalidad operativa con la que se manejan los oligopolios mediáticos de la región, de los cuales el Uruguay no es, ni de lejos, una excepción, debe ser repensada, analizada y, así, legislar en consecuencia, con las debidas salvaguardias y contrapesos, para que aquella discrecionalidad no de paso a otra de signo contrario y de igual peligrosidad para la vigencia misma de la democracia republicana.

Una democracia republicana, se comprende, que vaya a más, esto es, con un talante abierto, participativo e igualitario, como la vivida crecientemente en estos últimos diez años en el Uruguay.

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Democracia ésta que todavía requiere, ciertamente, mayores profundizaciones en cuanto a mejor redistribución de la renta, mayores accesos a la educación, en sus varios niveles, con una creciente permanencia en los diversos estadios educativos iniciales e intermedios, evitando con ello la dispersión y peor aun la salida temprana del sistema.

Una democracia republicana que tenga por anatema su parodia, que consiste en levantar una escenografía electoral, meses antes de las elecciones nacionales, con las consabidas consignas y otros actos circenses que buscan, mientras se burlan del pueblo. Luego, evitar, como sucede en otros países, la permanencia de grupos dominantes en el ejercicio mismo del poder real, con nuevos ropajes que les hagan a la vista de los otros el parecerse a gobernantes serios, que no lo fueron ni lo serán.

Una democracia republicana, en suma, donde el gobierno sea el de todos, el más participativo, con las personas en la plaza pública, es decir, conscientes de su coprotagonismo sociopolítico y así primeros centinelas en la vigencia plena de sus derechos mientras hacen gala, sin remilgos, de sus obligaciones.

Y un Estado que, además de cumplir un programa progresista, no tenga crisis de conciencia por la aplicación en su justa medida de la represión que viene con él, como en lo que guarda relación con el mantenimiento del orden y la tranquilidad pública, siempre de la mano de la Constitución y de las leyes, pero también, de la mano del pueblo, via plebiscitaria, toda vez que uno u otro entiendan es del caso activar tan noble instituto.

Y para que todo esto se dé, se explore, debe circular, sin cortapisa alguna, la información y de su mano la más libre expresión a todo nivel ciudadano, sin distinciones.

Y sólo será así si hay libertades garantizadas y probadas en la arena de las acciones cotidianas, una vez que la libertad de información, junto con la libertad de expresión, son caras de una misma moneda.

Hacer, pues, que rueden sin lomos de burro que las hagan saltar, toda vez que el interés espurio de un grupúsculo busque limitarlas so pretexto de argumentar el hacerlo contraviene, altera y pone en peligro su propia existencia, es decir, sus ganancias. Estos grupúsculos de poder llaman a la libertad, manipulación, y al vil comercio, justamente lo contrario: libertad de individuo y de propiedad.

Veamos, a nivel “interamericano” cómo defienden ciertos grupos sus intereses y cómo los denominan hacia lo público.

Vaya, como muestra, una consideración sobre la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), integrada por dueños de medios de comunicación.

Entre sus postulados, no encontramos ni una sola vez incluido el término “ciudadano” o “ciudadanía”, ni tampoco la expresión “sociedad democrática y republicana”, teniendo sí las expresiones “sociedad libre” y “libertad individual”. Por mayores detalles al respecto, favor visitar Sociedad Interamericana de Prensa

Bien. Prosigamos.
No escapa a quien quiera investigarlo que, en el Uruguay ha habido durante estas últimas semanas una campaña sistemática de hostigamiento con informaciones sesgadas sobre el rol del Gobierno y del Frente Amplio, sin que existan contrapesos iguales a través de los cuales contra argumentar. Segmentos del oligopolio vernáculo en cuestión han tenido a su cargo dichas acciones.

El poder corporativo, de una u otra forma, marca posición y lanza diatribas sin que sea necesario basarlas en pruebas. Basta lanzarlas y que la nube se disipe sola, o se constituya en tormenta eléctrica. Su candidato es el hijo del ex Presidente Lacalle, naturalmente, quien, se sobreentiende, está en contra de toda regulación a los medios de comunicación.

El señor Lacalle adujo haberle hallado al proyecto de ley en cuestión, unas diez inconstitucionalidades, además de estar en contra del “espíritu” de la ley. Afirmó, además, que: “la mejor ley de medios es la que no existe.”

Y si faltaba algo a todas estas expresiones, llamémosle “libertarias”, las mismas se correspondieron con una bajísima cobertura por parte de los principales medios de comunicación, del verdadero contenido y tenor de este proyecto que, repitámoslo, finalmente fue votado afirmativamente en Comisión de Cámara de Representantes y que ya está listo para volver al pleno de la Cámara para ser tratado y votado, y así siga su paso rumbo al Senado de la República. Lo que sucederá; Se votará y saldrá. Agreguemos sólo lo siguiente: tal es la voluntad política del Gobierno y del Frente Amplio en su conjunto.

Es así que el oligopolio está “nervioso” y labora en pro del candidato afín a no innovar en la materia. Cuenta el oligopolio con leales servidores que no dudarán ni por un segundo en defenderlo, mientras estén en sus nóminas. Allá ellos con su conciencia.

Desde lo filosófico y universal
Como habrán podido apreciar, hemos utilizado para nuestro epígrafe una cita del filósofo italiano del Derecho, Luigi Ferrajoli, de cuya elevada estatura moral y filosófica no cabe la menor duda.

El estudio que Ferrajoli encaró en esta pequeña gran obra tiene por centro la crisis de la democracia constitucional. En este sentido, es que dentro de las propuestas que él efectúa se encuentra la que se emparenta con nuestro análisis.

Dice Ferrajoli, a propósito de la reforma del sistema de la información, teniendo en cuenta la libertad de información y las garantías de su independencia que: “hay un orden de remedios a la actual crisis de la democracia, tal y como se manifiesta en la degeneración del sistema de la información provocada por el doble control, político y propietario, que, como se ha dicho, pesa sobre los medios de comunicación, en particular sobre la televisión.”

Y de inmediato, al gran filósofo del Derecho agrega lo siguiente que consideramos debe prestársele suma atención: “Frente a esa doble patología hay que reiterar, primero, la incompatibilidad entre funciones políticas y grandes intereses privados, sobre todo si son de relevancia pública, y por ello la necesidad de la separación de poderes políticos y mediáticos, tanto más esencial en vista del creciente condicionamiento de los segundos por parte de los primeros.”

Casi de inmediato, el italiano aduce lo que sigue: “Si la función de los medios de información es ofrecer informaciones y opiniones, no se entiende por qué no debe bastar a tal fin la propiedad de una sola cabecera y por qué las mayores inversiones no deban estar dirigidas a reforzarla, incrementando su calidad y difusión, y no a adquirir y con ello a controlar y a neutralizar las cabeceras de la competencia. Por consiguiente, una similar garantía de la información – la prohibición a cualquiera de la propiedad privada de más de un diario y de una red televisiva – es la única medida capaz de asegurar un pluralismo efectivo y una efectiva diferenciación de los medios de información.” Un par de párrafos después es que se inserta el que colocáramos como epígrafe de esta nota.

A votar!
Que conste, pues, que estas palabras, que este mensaje no es un mensaje que parte de una mente obnubilada por la pasión y por el sectarismo, no. Somos gente de izquierda, con pensamiento crítico que velamos las armas de la democracia republicana, directa y participativa.

Sépase, pues, que seremos custodios y así, garantes de la libertad responsable, aquella que admite en su cielo – desde el caminar sereno y erguido de mujeres y hombres de nuestros pueblos – la disidencia, la divergencia, la multiplicidad de formas de pensar, siempre que las mismas se ajusten a la Constitución y a las leyes de este, nuestro, Estado democrático republicano, el querido Uruguay.

Enfrentados a nosotros, siempre lo estarán quienes se esconden buscando, rapacidad mediante, hacerse con el todo, ante la voracidad que nace de un espíritu alienado cuya “boca” siempre está abierta y que, como en el cuento de Kafka, esperan el picoteo del cuervo para dejar salir su sangre hedionda e intentar alcanzar la paz que su interioridad le niega. Una paz que es muy otra a la ganada en y a través de la democracia más abierta y participativa, voto secreto y universal mediante.

Nosotros no seremos ese cuervo, ni tampoco seremos aves rapaces. Apenas seremos lo que somos, hombres y mujeres de a pie, que se saben personas, seres sociales, luego humanos y comprometidos con el destino del otro, del diferente, del disidente, incluso de los que se esconden en los entresijos del poder, porque ellos también tienen derecho a que un día puedan abandonar la frialdad de una vida hueca y animarse a estar a cielo descubierto, en la arena de lo público, codo a codo con ese otro del que hoy abominan.

El domingo 26, elegiremos. Y elegiremos, en paz, con libertad y altura de miras.

Hay un horizonte de mayor crecimiento en dignidad que nos aguarda. Hacia él vamos confiados y serenos. Será una fiesta. Y, para algunos, será una lección cívica que jamás olvidarán.

Por: Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo.

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