Escribo estas líneas confinada en casa pues tengo el privilegio de poder trabajar en estas condiciones, lo que lógicamente mucha gente no puede hacer. Vi una foto en Facebook que alguien posteó de un cartel que dice: “La romantización de la cuarentena es un privilegio de clase”. Y efectivamente lo es.
Las escuelas y liceos están cerrados a todos los niveles y por tanto la gurisada está en nuestras casas. ¿Quiénes los cuidan mientras los adultos salen a trabajar? En algunos casos quedarán solos, en otros, quedarán los más pequeños al cuidado de las hermanas grandes y en los casos que no haya más remedio que alguien de la casa deba quedarse, ¿quién lo hará? Me animo a decir, conociendo cifras nacionales y globales, que mayoritariamente lo harán las mujeres. Esto trae consecuencias de descuentos salariales, pérdida real de salario (si es una trabajadora zafral) y en el peor de los escenarios la pérdida del empleo. Recordemos que abuelas y abuelos no deberían cuidar porque los adultos mayores es la población de mayor riesgo en complicaciones de la enfermedad.
Los trabajadores que salen a trabajar están más expuestos, según las circunstancias, a contraer el virus. Se contagia socialmente (¡vaya paradoja!), por el contacto, por la proximidad, por compartir objetos que aunque no sea un vaso o el mate, podrá ser hasta una herramienta de trabajo. Por tanto, no todos gozan del privilegio del teletrabajo, “las vacas no se ordeñan solas” me dijo una señora. El sector más exigido en materia laboral es lógicamente el ámbito de la salud donde nos encontramos con un universo altamente feminizado: doctoras, nurses, auxiliares de enfermería, trabajadoras administrativas de la salud. El impacto de esta pandemia también tiene diferencias de género que se deberán analizar con el correr de los días.
¿Cómo se hace para no perder la humanidad entre tanto mensaje de individualismo? La responsabilidad ciudadana nos indica que debemos mantenernos lo más alejadas posibles unas de otros, que no tenemos que demostrar afecto a través del contacto y que por ende debemos reinventarnos la socialización. Porque somos eso: seres sociales por naturaleza. Es cuando tenemos que poner a prueba la creatividad y en esta nueva era que vivimos encontrar los mecanismos para acercarnos y no alejarnos. ¡Cuánto desafío!
Seguramente el desafío no se resuelve comprando compulsivamente como si el acopio nos asegurara inmunidad. Si tengo un poder adquisitivo que me permite llenar varios carros en el súper, dejaré sin los artículos básicos a quienes pueden comprar de a 1 litro de leche, que deberán volver a salir para conseguir la leche o recorrer varios almacenes. Tampoco se resuelve correctamente si creo que, como puedo trabajar desde casa, estoy con una especie de vacaciones y puedo irme a descansar o tomarme el tiempo que quiero para mi propio ocio.
Lo que seguro no es, es crear la alarma y compartir cualquier información por las redes sin confirmar su veracidad. La comunicación e información de calidad es esencial en este tipo de circunstancias pero la inmediatez de replicar todo lo que vemos y escuchamos no siempre es la mejor manera para lograr esto. Calma, tratemos de ir seleccionando lo que nos llega.
Ahora, no se confunda esta responsabilidad cívica con la difusión del miedo y las medidas coercitivas. En las últimas horas hemos vivido algunos atisbos de demostración de poder con la excusa de la pandemia. En España, por ejemplo, el ejército está en la calle y es común en la historia la militarización de las situaciones de emergencia. Así que respetemos las medidas y pensemos que es mejor seguir construyendo formas alternativas de ciudadanía en una situación coyuntural como la que vivimos, pero no queremos que se apliquen medidas represivas. Colaborar con las medidas que nos plantean las opiniones expertas en la salud es nuestro deber, las políticas de Estado deben garantizar los mejores recursos para que lleguen a toda la población en condiciones de igualdad y la seguridad de la mejor atención para las personas que contraigan el virus.
Porque, en definitiva, el virus es de naturaleza biológica; pero la voluntad de sostener el aislamiento social y ayudar a quienes necesitan asistencia es lo que nos hace mejores seres humanos.
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Por Ana Gabriela Fernández
Edila en la Junta Departamental de San José. Actriz egresada de la EMAD y Educadora Social. Doctoranda en estudios de Género en la Universidad de Oviedo. Docente e investigadora en el Programa Género y Cultura de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)
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