Desde que el mercantilismo creó el mercado mundial y promovió la división internacional del trabajo, el capitalismo se expandió por todas las regiones del planeta y se desarrolló, de forma irregular, desigual y combinada, integrando y absorbiendo, en el proceso de acumulación, las economías más atrasadas, naturales, agrícolas, no capitalistas y precapitalistas. La economía mundial no constituye, por lo tanto, una suma de economías nacionales, sino un todo, una realidad viva, con su propia dinámica y, a partir de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, las potencias industriales – los países más desarrollados – pasaron a constituir mercados cada vez más importantes e imprescindibles unos a otros, mientras, al mismo tiempo, compiten, obstinadamente, entre sí, en la conquista de mercados no capitalistas.1
Brasil, en su condición de potencia emergente, no puede dejar de mantener, tanto como le sea posible, las mejores relaciones económicas, comerciales y diplomáticas con los países desarrollados – con los Estados Unidos y la Unión Europea, así como con China y Rusia – indispensables para el drenaje de su producción tanto agropecuaria como manufacturera. Sin embargo, compite con estos países, no sólo en la medida en que trata de abrir y consolidar mercados en América del Sur, África, Medio Oriente, sino también en su propio mercado interno, debido a sus dimensiones demográficas y económicas, con el PBI de U$S 2.33 trillones (2012 est.),2 de acuerdo a la paridad del poder de compra, mayor que el de Francia, del orden de los U$S 2.238 trillones (2012 est.), y equivalente al del Reino Unido, la segunda mayor economía de la Unión Europea, con U$S 2.313 trillones (2012 est.), por debajo apenas de Alemania, cuya masa económica se calcula en U$S 3.167 trillones (2012 est.).
Situado en el Hemisferio Occidental, Brasil tendió a tener una especie de unwritten alliance con los Estados Unidos, de cuyo mercado sus exportaciones de café, durante casi un siglo, dependieron entre un 60% a un 70%. Esta complementariedad económica influyó mucho en que su política exterior hasta 1950 casi siempre siguiese las líneas trazadas por el Departamento de Estado. El ex canciller Afonso Arinos de Melo Franco, contó en sus memorias, que el senador João Villas Boas, encargado cierta vez de una misión internacional, que la única instrucción dada por el Itamaraty fue la de “votar de acuerdo con nuestros amigos, los Estados Unidos de América del Norte”.3
La invocación de la “amistad tradicional” entre Brasil y los Estados Unidos, como un estereotipo ideológico, tuvo como objetivo pautar el funcionamiento del sistema de relaciones internacionales, dentro del hemisferio, según los intereses de Washington. En realidad, a lo largo de la historia, las relaciones entre los dos países nunca fueron tan amistosas y tranquilas. En el siglo XIX, el Imperio de Brasil suspendió tres veces (1827, 1847 y 1869) las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, si bien desde 1848 ya les había destinado la mayor parte de sus exportaciones, principalmente de café. Ya en 1849, el jefe de la Legación de Brasil en Washington, Sérgio Teixeira de Macedo, escribió que no creía que hubiese “un solo país civilizado donde la idea de provocaciones y de guerras sea tan popular como en los Estados Unidos”.4 Y comentó que la “democracia”, orgullosa de su desarrollo, sólo pen¬saba en conquista, intervención y guerra extranjera, preparando, por un lado, la anexión de toda América del Norte y, por otro, una política de influencia sobre América del Sur, que se confundía con feudalismo. Hubo un momento, en el inicio de los años 1850, que los dos países casi llegaron a la guerra, por causa de la Amazonia.
Los Estados Unidos y Brasil representan las dos mayores masas geográficas y demográficas y, no obstante la enorme asimetría, son las dos mayores potencias económicas del Hemisferio Occidental. Este dato cartográfico, si por un lado, constituye una fuente de contradicciones, un factor de tensiones latentes y desavenencias y de rivalidad entre los dos países, determina, por otro, cierta convergencia de intereses y necesidad de cooperación, en los más diversos sectores. Brasil y los Estados Unidos necesitan, por lo tanto, conservar buenas relaciones y establecer entendimientos, cualesquiera que sean las tendencias de sus respectivos gobiernos o discrepancias económicas y políticas.
Brasil, en el siglo XX, trató obstinadamente de superar la dependencia en la que lo mantenía la monocultura del café con relación a los Estados Unidos, y el proceso de industrialización y diversificación de su comercio exterior se aceleró, como un proyecto de Estado, a partir de 1930, durante el régimen del presidente Getúlio Vargas. El esfuerzo de desarrollo económico pasó entonces a moldear, en gran medida, los intereses nacionales, dado que redujo la importancia del café, como producto de exportación, eliminando, gradual y consecuentemente, la complementariedad económica entre los dos países y determinando la política exterior de Brasil, que volvió a reclamar reciprocidad de los Estados Unidos, en términos similares a los establecidos por el barón de Rio Branco.
A los Estados Unidos nunca les interesó, efectivamente, la industrialización de Brasil, sobre todo luego de haber suplantado a Gran Bretaña, después de la Primera Guerra Mundial. Brasil representaba un importante mercado para la colocación de sus manufacturas. Sin embargo, el funcionamiento del complejo siderúrgico de Volta Redonda, como emprendimiento del propio Estado, posibilitó la implantación del sector de bienes de capital, la expansión de las fuerzas productivas del capitalismo, y las crecientes necesidades del proceso de industrialización pasaron a condicionar el interés nacional. Así, a partir de los años 1950, el rush de los capitales europeos, con los alemanes al frente, constituyó quizás el principal factor, inter alia, que obligó a los Estados Unidos a incrementar las inversiones en la industria brasileña, con la finalidad de no perder el mercado frente a los países europeos, y consolidar su presencia en el mercado brasileño.
La contradicción entre las necesidades económicas y políticas de Brasil, luchando para superar las dependencias, y los intereses de los Estados Unidos como potencia dominante, se agravó y sus relaciones cayeron en el “círculo vicioso de las dificultades políticas en conflicto”, según observó el embajador Herschell V. Johnson. Acelerado en la década de 1950, el desarrollo de la industria, tanto de bienes de consumo como de medios de producción, dio a la economía de Brasil, al superar el peso de la agricultura, características de madurez capitalista y creó la posibilidad y las condiciones para ser autosustentable y poder autotransformarse. Este cambio cualitativo en la estructura económica había ocurrido, sobre todo, debido‚ a la intervención del Estado, que el presidente Getúlio Vargas, en sus dos gobiernos – 1930-1945 y 1951-1954), había transformado el Estado en capitalista colectivo real, con la finalidad de impulsar a los sectores de base de la economía. 1951-1954). Y Brasil, necesitando exportar cada vez más para continuar importando y creciendo a niveles compatibles con su aumento demográfico, del orden de casi el 3% anual en la década de 1960, no podía mantener sus relaciones internacionales y su política exterior sujetas a los intereses de los Estados Unidos. De ahí que la política exterior de Brasil, con los gobiernos de Jânio Quadros (enero – agosto 1961) y João Goulart (1961-1964) no sólo se alejó de la agenda del Departamento de Estado, sino que también se contrapuso a sus directrices, al defender la soberanía y la autodeterminación de Cuba, oponiéndose a la intervención militar, bajo el manto de la OEA, para derrocar el régimen revolucionario de Fidel Castro. Sin embargo, como lo destacó el periodista Glenn Greenwald, de The Guardian, de Londres, “el gobierno de los Estados Unidos mira como una amenaza a aquellos países que no siempre le obedecen. Cuanto más les desobedece un país, más será visto como amenaza”.6 Esto era lo que Washington pensaba con relación a Brasil. Su política exterior independiente fue uno de los principales factores que llevaron a los Estados Unidos a alentar el golpe de Estado contra el gobierno constitucional del presidente João Goulart, concretado el 1° de abril de 1964.
Como comentó la profesora norteamericana Jan K. Black, bajo el gobierno del presidente Humberto Castelo Branco (1964-1967), instalado con el golpe militar, “Brasil declaró su dependencia” y se transformó en “portavoz” de las políticas de los Estados Unidos hacia América Latina.7 El general Juracy Magalhães embajador en Washington y después Ministro de Relaciones Exteriores, llegó al punto de declarar “lo que es bueno para los Estados Unidos es bueno para Brasil”.8 Y, con toda razón, el ex canciller Afonso Arinos de Melo Franco lamentó el “subordinamiento melancólico” de Brasil a la política exterior de los Estados Unidos”, durante el gobierno del mariscal Humberto Castelo Branco, que llevó las premisas hasta sus conclusiones más radicales, “privando a Brasil de cualquier acción propia internacional y destruyendo el prestigio que conquistáramos, y todo ¿para qué? Para nada, a no ser desfigurar nuestra fisonomía nacional”.9
No obstante, cualesquiera que sean las percepciones o ideologías de los partidos en el poder y de los gobernantes, las relaciones internacionales y, por consiguiente, la política exterior de un país, tiende, en última instancia, a subordinarse a los intereses nacionales concretos, generados y moldeados por las necesidades del proceso productivo, que el Estado nacionalmente articula, organiza y representa, a nivel social y político. Las percepciones, en su dimensión ideológica, pueden a veces predominar y la política exterior adquirir cierta dinámica propia y cierta autonomía. Pero, en realidad, son las necesidades concretas — económicas, sociales y políticas — del proceso productivo del país, las que determinan los intereses nacionales y se sobreponen, ante las contingencias, como condición de seguridad, defensa o expansión del propio Estado nacional, responsable por su satisfacción, no importando cual es su forma imperii (forma de soberanía) o su forma regiminis (forma de gobierno).
Incrementar la capacidad industrial de Brasil, sin embargo, correspondía a los intereses de las Fuerzas Armadas, como factor preponderante del poder nacional. Y de ahí que, desde la ascensión del general Artur da Costa e Silva a la presidencia de la República, Brasil restableció líneas de política exterior muy similares a las de los gobiernos de los presidentes Jânio Quadros y João Goulart. Con toda razón, en el inicio de la década de 1970, el embajador João Augusto de Araújo Castro, en Washington, declaró que Brasil debía continuar oponiéndose “tenazmente a cualquier tentativa de contención, tanto más en cuanto es cierto que, en el umbral y en pleno desarrollo económico, Brasil sería, entre todos los países del mundo, en forma más acentuada que, por ejemplo, la India, México, Argentina y la República Árabe Unida, el que más sería perjudicado por la afirmación de una política de contención, o, en otras palabras, de una política de congelamiento del poder mundial. Texto escrito fue escrito, inicialmente, para un panel temático «Las relaciones de Brasil con los países desarrollados», uno de los eventos de los «Diálogos sobre Política Exterior», promovidos por el Ministerio de Relacions Exteriores, con el apoyo de la Fundación Alexandre de Gusmão (FUNAG), entre los días 26 de febrero y 2 de abril, en el Palacio Itamaraty, en Brasilia. Fue revisado y actualizado el 07/12/.2014. 10/ El “objetivo primordial”, de acuerdo con sus propias palabras, consistía en la “neutralización de todos los factores externos” que pudiese contribuir para “limitar su poder nacional”.11
Brasil se opuso entonces al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), que se basaba, según el embajador Araújo Castro, en la “idea de fuerza y poder y apunta al congelamiento de este poder y de esta fuerza”, dado que, “en todos estos años de vigencia del TNP, las superpotencias no realizaron un esfuerzo serio para llegar a medidas de ‘desarme nuclear’ tal como se preveía en el mismo tratado”.12 El congelamiento de la estructura del poder mundial – acentuó, con toda razón, el embajador Araújo Castro – estaba basada en “dos fechas históricas arbitrarias: 25 de junio de 1945, firma de la Carta de las Naciones Unidas, que intentaba inmovilizar el marco político-estratégico, emergente de la Segunda Guerra Mundial; y el 1° de enero de 1967, fecha límite reconocida por el Tratado de No Proliferación Nuclear para que, a través de sus explosiones, los países se calificasen como potencia militarmente nucleares.”13 Y Brasil no firmó este acto internacional, porque “institucionalizaba la desigualdad entre las naciones y tendía al establecimiento de un oligopolio de la tecnología nuclear”.14
La decisión de hacer que Brasil firmara y ratificara el TNP, con la que el presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) revirtió (en 1997-1998) una directriz de política exterior que había permanecido inalterable a lo largo de 29 años, significó congelar el statu quo de 1945, eternizar el dominio de las cinco potencias nucleares y legitimar una orden internacional, fundada en el desequilibrio de derechos y obligaciones de los Estados. Sin embargo, al contrario de lo que el presidente Fernando Henrique Cardoso imaginó y pretendió, su iniciativa no fortaleció la credibilidad de Brasil ante la comunidad internacional y no le dio acceso a los foros multilaterales de decisión política. Los Estados Unidos no lo invitaron a integrar el G-7 ni le apoyaron en su pretensión de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque, ya en 1975, Brasil propugnase por una revisión de la Carta de San Francisco, pues, como dijo el embajador Araújo Castro, “no podemos vivir eternamente en el año 1945”.15
La perspectiva de Washington, evidentemente, era otra. De acuerdo al documento – Defense Planing Guidance – elaborado, en 1990, por los neoconservadores (neocons) del Partido Republicano, Paul Wolfowitz, Lewis ‘Scooter’ Libby y Eric Lewderman, el objetivo estratégico de los Estados Unidos, consistía en permanecer como “permanent unilateral superpower”, tomar el control de toda Eurasia (Europa y Asia), y encontrar los medios “to integrate the ‘new democracies’ of the former Soviet bloc into the U.S.-led system”.16 Y así los Estados Unidos, con el colapso de la Unión Soviética (1991), trataron de consolidar la hegemonía mundial, como lonely power, a “anchor of global security”, a reafirmar el “American exceptionalism”, el mito de que siempre despeñaron un papel a favor de la humanidad, cuya política exterior es “what makes America different”, mantra del que se valieron muchos de sus líderes, entre ellos el presidente Barack Obama, como lo proclamó cuando pretendió invadir Siria en 2013.17
La estrategia, elaborada, en 1992, por el general Colin Powell, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, ya en aquel entonces recomendaba al gobierno del presidente George H. W. Bush (1989-1993) que preservase la “credible capability to forestall any potential adversary from competing militarily” con los Estados Unidos18 , impidiese a la Unión Europea convertirse en una potencia militar, fuera de la OTAN, la remilitarización de Japón y de Rusia, y desalentase cualquier desafío a su supremacía o intento de revertir el orden económico y político internacionalmente establecido. Y designó para las Fuerzas Armadas latinoamericanas, como nuevas misiones:
“to maintain only such military capabilities as are necessary for self-defense and alliance commitments counter-narcotrafic efforts, disaster relief, international peace keeping forces and consistent with their laws and constitutions and other missions, with the principles of the Organization of American States and United Nations Charters”.19
En un documento difundido en la misma época – 1992 – Dick Cheney, secretario de Defensa, del presidente George H. W. Bush, ratificó que la primera misión política y militar de los Estados Unidos post Guerra Fría, consistía en impedir el surgimiento de algún poder rival en Europa, en Asia y en la extinta Unión Soviética, y atribuir a la OTAN el monopolio de la violencia internacional. Y la esencia y el desideratum del Project for the New American Century, que el presidente George W. Bush (2001-2009) trató de llevar a cabo, posteriormente, consistían en la implantación del full spectrum dominance, es decir, la consolidación y ampliación de la hegemonía planetaria de los Estados Unidos, que se abrogaron la condición de única potencia verdaderamente soberana sobre la Tierra,20 al mismo tiempo en que buscaban derogar, unilateralmente o por medio de la ONU, con el apoyo de las potencias de la Unión Europea, el principio democrático de la igualdad de todas las naciones.21 Esta estrategia caló en los Estados Unidos en un “perpetual wartime footing”, contra un enemigo que no pueden reconocer ni concretamente nombrar – el terrorismo – enemigo asimétrico, sin escuadrones y sin fuerza aérea, y cuya organización militar, recursos económicos y sistema de información, no pueden evaluar debidamente, mucho menos describir con detalles. El presidente Barack Obama hizo suyo el objetivo de implantar la full spectrum dominance, tal como se había explicitado en la Joint Vision 2010 y ratificado por la Joint Vision 2020, del Estado Mayor Conjunto, bajo la dirección del general del ejército Henry Shelton,22 Y continúa manteniendo a los Estados Unidos en una “forever war”, realizada con Unmaned Aerial Vehicles (UAVs), drones, cuyos objetivos constan de una“kill list”, lo que llevó al general Brent Scowcroft, ex jefe del Foreign Intelligence Advisory Board“ (2001-2005), a comentar que “there is something very troubling about how we have become policeman, judge, jury, and executioner, all rolled up together.»
El problema es que la economía de los Estados Unidos deja de funcionar sin un estado de guerra permanente. De las 100 mayores empresas de armamento y equipamiento bélico que más ganaron con los gastos de guerra, según el Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), 47 son de los Estados Unidos.24 Ellas monopolizaron el 60% de las ventas totales de armamento producido, de ahí la correlación entre el gasto militar y el agravamiento de la deuda pública de los Estados Unidos. La industria bélica y toda su cadena productiva no puede drenar la producción, sin las órdenes del Pentágono, como forma de subsidiarla, quebraría, arrastraría a varios Estados de la federación, que se nutren de los impuestos que recaudan, y el desempleo aumentaría aún más. David M. Walker, jefe del Government Accountability Office (GAO), órgano del Congreso norteamericano encargado de la auditoría de los gastos del gobierno, advirtió, en agosto de 2007, que los Estados Unidos estaban sobre una “plataforma incandescente” (burning platform) de políticas y prácticas insostenibles, escasez crónica de recursos para la salud, problemas de inmigración y compromisos militares externos y apuntó “notables similitudes” entre los factores que resultaron en la caída del Imperio Romano y la situación del país, debido a la decadencia de los valores morales y de la civilidad política, confianza y a la excesiva dispersión de las Fuerzas Armadas en el exterior, así como a la irresponsabilidad fiscal del gobierno.25 Dichos problemas se asemejan mucho a los que afirmaron la decadencia y la caída del Imperio Romano, tan magistralmente descriptos por Edward Gibbon.
A Brasil, seguramente, no le interesa confrontar con los Estados Unidos, pero, como dijo el canciller Antônio Azeredo da Silveira, Brasil “no es un país ‘satelizable’ ni acepta cualquier ‘alineamiento automático’.26 El relacionamiento entre los dos países es bastante complejo, permeado por divergencias y convergencias, una agenda de litigios, salvo durante el “breve y aberrante interludio” del gobierno del mariscal Castelo Branco, como el propio embajador de los Estados Unidos, John Crimmins, calificó sus tres años de administración.27 El profesor Arthur A. Schlesinger, ya en 1962, había observado, en un memorandum para el presidente John Kennedy (1961-1963), de quien era asesor, que Brasil quería ser reconocido por su condición de transformarse en potencia mundial y el fuerte nacionalismo continuaba siendo el gran factor de condicionamiento de su política, tanto interna como exterior.28
Sin embargo, si los Estados Unido no aceptan que la Unión Europea se convierta en una potencia militar fuera de la OTAN, un pacto para subordinarla y dominarla, la remilitarización de Japón y de Rusia, y trata de desalentar cualquier desafío a su supremacía o tentativa de revertir el orden económico y político internacionalmente establecido, no admiten, seguramente, que Brasil se proyecte cada vez más como una potencia industrial emergente, aunque no represente ninguna amenaza a la seguridad. Brasil, por sus dimensiones y bajo todos los aspectos, se les plantea como un rival, un adversario, que compite en los mercados de América del Sur, de África y en otras regiones. Los Estados Unidos nunca aceptaron, realmente, la integración Brasil-Argentina y, por consiguiente, la formación del Mercosur, como lo percibieron claramente los ex presidentes Arturo Alfonsín (Argentina) y José Sarney.29 Por otra parte, seguramente, no se conformaron con el fracaso del proyecto para implantar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el cual intentan desde 1889 y todavía insisten en implementar, a través de la Alianza del Pacífico, bloque formado por México, Colombia, Perú y Chile, que redujeron a cero los aranceles de más del 90% de los productos comercializados entre sus miembros.
El objetivo estratégico de los Estados Unidos, como superpotencia, consiste en preservar a toda costa la supremacía sobre América del Sur, como en el resto del mundo, e incorporar a todos los países del hemisferio a su espacio económico, lo que implicará, necesariamente, el alineamiento político y la subordinación a sus directrices en las negociaciones internacionales. Brasil, sin embargo, “tiene un lugar propio en el mundo y no está ubicado en el ‘patio trasero’ de nadie”, como dijo el embajador Araújo Castro, en 1975.30 Y el embajador Samuel Pinheiro Guimarães, en la misma línea de política exterior, acentuó que sus relaciones con los Estados Unidos “pueden revestirse de la mayor delicadeza, pero el principio básico debe ser el de que el gobierno brasileño no tiene ninguna razón para someterse a la hegemonía norteamericana”.31 Brasil no puede renunciar a su objetivo estratégico, es decir, a la formación de un bloque regional en América del Sur, representado por el Mercosur y la UNASUR, ni negociar acuerdos de libre comercio, militares o de desarme, propuestos por países desarrollados, bastante asimétricos, como la Unión Europea, lo que llevaría a los Estados Unidos a reclamar igual tratamiento. Es un serio riesgo, en especial cuando la Unión Europea, subordinada a la OTAN, tiene la perspectiva de negociar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Lo que ella apenas pretende es abrir un mercado para sus productos, dado el estancamiento al que aún se enfrenta. La eliminación o la rebaja de sus aranceles por parte de Brasil, en cualquier acuerdo de libre comercio, implicará, inevitablemente, el fin del Mercosur y, por consiguiente, su anexión y la de toda América del Sur al espacio económico, político y militar de los Estados Unidos.
Como potencia económica y política emergente, Brasil tiene que eliminar las vulnerabilidades internas y externas, ampliadas por el neoliberalismo predominante en los años 1990, y reservar enteramente para sí mismo la definición de sus propios intereses nacionales, así como defenderlos, y a los de América del Sur, promoverlos y empeñarse en la preservación y ensanchamiento de su propio espacio económico y de su proyección y autonomía en el sistema político internacional, convencido de que la rígida estructura de poder y riqueza existente en el mundo, debe cambiar. Y está cambiando.
No obstante la baja tasa de crecimiento en los últimos años debido a diversos factores, sobre todo al impacto de la crisis económico/financiera mundial que hizo eclosión en 2007-2008, la distancia que separa a Brasil de las economías altamente desarrolladas, tiende cada vez más a disminuir. De acuerdo con las medidas del PBI de diversos países, en 2013, divulgadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), más favorables a los mercados emergentes, la masa económica de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) todavía no había superado totalmente a la de los JUUGS (Estados Unidos, Japón, Alemania y Reino Unido), pero está previsto que lo haga dentro de cinco años.32 Como lo manifestó el politólogo Niall Ferguson, con respecto a dichos datos, el hecho de que la participación de los BRICS en la producción global corresponde actualmente al 27 por ciento contra el 31 por ciento de los países más desarrollados (Estados Unidos, Japón, Alemania y Reino Unido) ya es por sí mismo asombroso, cuando hace 30 años atrás, la participación era, respectivamente, del 14 por ciento y el 45 por ciento.33
Los Estados Unidos, aunque sean una superpotencia económica, política, militar y cultural, y lo serán por muchas décadas, mientras el dólar continúe siendo la fiat currency, moneda de reserva internacional, no superaron la crisis económico-financiera en la que se empantanaron desde 2007-2008. A partir de entonces el Federal Reserve (FED) hizo todos los esfuerzos no convencionales, como quantitative easing (QE), con el propósito de aliviar la política económica, emitiendo mensualmente cerca de U$S 75 mil millones para comprar enormes sumas de long-term securities, títulos públicos y derivativos, al mismo tiempo en que redujo al más bajo nivel la tasa de interés, al debilitar al dólar, sin, sin embargo, alcanzar un éxito mayor. Aunque alcanzase una lenta y débil recuperación, a diciembre de 2014, la crisis no terminó. Es estructural y, evidentemente, afecta y sacude a todos los países del mundo.
Los Estados Unidos siguen emitiendo dólares, sin respaldo, para pagar la energía, commodities y manufacturas que importan de otros países. Y estos países, como China, Arabia Saudita, Brasil y otros, con los mismos dólares sin respaldo, compran bonos del Tesoro norteamericano, financiando el déficit comercial y su inmensa deuda pública, cuyo monto total, incluyendo la deuda federal y las deudas estatales y locales, estaba previsto que alcanzaría a los U$S 21.3 trillones, que al final del año fiscal (septiembre) de 2014 estaba representando más del 101,5 por ciento de su PBI, , estimado en $17,5 trillones (Septiembre de 2014 est.).35
Una superpotencia, con enormes carencias, especialmente de energía, representa, sin embargo, un peligro aún mayor, cuando está perdiendo la hegemonía y no solamente pretende mantenerla, sino establecer el full spectrum dominance, como cuando expandía su imperio. Una superpotencia hegemónica no tiene aliados, sino vasallos. Y las amenazas siempre existen, aunque puedan parecer remotas. Los yacimientos del pre sal, descubiertos a lo largo del litoral, en la Amazonia Azul, despiertan los intereses de organismos y Estados, como la OTAN, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, que tienen la capacidad de aplicar el poder o ejercer presiones sobre Brasil en la región. La IV Flota navega, en el Atlántico Sur, coordinada con el United States Africa Command (AFRICOM) con la perspectiva estratégica a mediano y largo plazo, con el fin de asegurar el flujo de las líneas de comunicaciones para recursos primarios fundamentales al sistema productivo de los Estados Unidos.
Como nos enseñó el gran jurista Ruy Barbosa, citando a Eduardo Prado, autor de la Ilusión Americana, la ley de las naciones, es decir, el Derecho Internacional, no es respetado sino entre las potencias cuyas fuerzas se equilibran.36 La historia lo confirma. Esta lección debe pautar la estrategia de seguridad y defensa de Brasil, respaldada por inversiones en tecnología, especialmente en el área nuclear, misilística e inteligencia, de modo que pueda disipar cualquier amenaza eventual a su soberanía. Y “la souveraineté est la grande muraille de la patrie” -proclamó Ruy Barbosa, como delegado plenipotenciario de Brasil, en la Segunda Conferencia de Paz, en La Haya (junio de 1907),37 al defender, en una frontal oposición a los Estados Unidos, la igualdad entre los Estados soberanos y la democratización de las relaciones internacionales, inaugurando una línea de actuación que perdura hasta el día de hoy.38
Por el profesor Luiz Alberto Moniz Bandeira
Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte
La ONDA digital Nº 701 (Síganos en Twitter y facebook)
Luiz Alberto Moniz Bandeira es doctor en ciencia política, profesor titular de historia de la política exterior de Brasil en la Universidad de Brasilia (jubilado), tiene más de 20 obras publicadas, entre las cales figuran: Formación del Imperio Americano (De la guerra contra España a la guerra en Irak) y la Segunda Guerra Fría – Geopolítica y dimensiones estratégicas de los Estados Unidos (De las rebeliones en Eurasia a África del Norte y al Medio Oriente), y varias fueron editadas en otros países, como Argentina, Chile, Alemania, China, Rusia y Portugal.
Texto escrito fue escrito, inicialmente, para un panel temático «Las relaciones de Brasil con los países desarrollados», uno de los eventos de los «Diálogos sobre Política Exterior», promovidos por el Ministerio de Relacions Exteriores, con el apoyo de la Fundación Alexandre de Gusmão (FUNAG), entre los días 26 de febrero y 2 de abril, en el Palacio Itamaraty, en Brasilia. Fue revisado y actualizado el 07/12/.2014.
1LUXEMBURG, Rosa. Die Akkumulation des Kapitals. Ein Beitrag zur ökonomischen Erklärung des Imperialismus. Berlin: Buchhandlung Vorwärts Paul Singer GmbH. 1923, p. 339.
2CIA – Fact Book – https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/fr.html
3MELO FRANCO, Afonso Arinos de. Planalto. Rio de Janeiro, José Olympio, 1968, p. 53.
4“Política exterior de los Estados Unidos y el peligro que ella representa para Brasil”, Oficios, Sérgio Teixeira de Macedo al Visconde de Olinda, Washington, 06.08.1849. Archivo Histórico del Itamaraty – 233/3/5.
5Telegrama del embajador Herschell V Johnson al Departamento de Estado, Rio de Janeiro, 11/3/1952,8 p.m., secreto, prioridad, en la 832.00 TA/3-1152.
6 Rodrigo Craveiro. “El guardián de los secretos de Snowden / Entrevista / Glenn Greenwald. Correio Braziliense, Brasilia, 06.09.2013
7BLACK, Jan K., United States Penetration of Brazil. University of Pennsylvania Press, 1977 p. 49-53.
8MAGALHÃES, Juracy, Mi experiencia diplomática (Rio de Janeiro: José Olympio,
1971), p. 275. Id., Mis memorias provisorias (testimonio prestado al CPDOC), Alzira Alves de Abreu (coord.) (Rio de Janeiro: Civilização Brasileira ,
1982), p. 176-177.
9MELO FRANCO, Afonso Arinos de. Planalto. Rio de Janeiro, José Olympio, 1968. p.188. Sobre la política externa interdependiente, vide BRUMMEL, Hans-Jürgen – Brasilien zwischen Abhängigkeit, Autonomie und Imperialismus (Die Grundlinien der brasilianischen Außenpolitik (1964-1978) unter besonderer Berück-sichtigen der Beziehungen zu Lateinamerika (Frankfurt/Main: Haag und Herrchen, 1980), p. 92-102.
10João Augusto de Araújo Castro, “Exposición a los Becarios de la Escuela Superior de Guerra”, Washington, 11/6/1971, in Araújo Castro. AMADO Rodrigo (org. y notas) (Brasilia: Ed. de la Universidad de Brasilia, 1982), p. 206.
11Ibidem, p. 212.
12Ibidem, p. 274.
13 Ibidem, p. 318,
14João de Araújo Castro. “Exposición a los Becarios de la Escuela Superior de Guerra”, Washington, 17.06.1975, pp. 317-318
15 João Augusto de Araújo Castro, “Exposición a los Becarios de la Escuela Superior de Guerra”, Washington, 11/6/1971, in Araújo Castro. AMADO Rodrigo (org. y notas) (Brasília: Ed. de la Universidad de Brasília, 1982), p. 318,
16 «Prevent the Re-emergence of a New Rival» – The Making of the Cheney Regional Defence Strategy, 1991-1992 – Declassified Studies from Cheney Pentagon Show Push for U.S. Military Predominance and la Strategy to «Prevent the Re-emergence of a New Rival»- William Burr – National Security Archives. RALPH, Diana. “Islamphobia and the ‘War on Terror’:The Continuing Pretext for U.S. Imperial Conquest”, in ZAREMBKA, Paul (edit.). The Hidden History of 9-11. Nueva York-Toronto: Sven Stories Press, 2n ed., 2008, p. 257. Patrick E. Tyler (Special toThe New York Times). “U.S. Strategy Plan Calls for Insuring no Rivals Develop a One-Superpower World.” Pentagon’s Document Outlines Ways to Thwart Challenges to Primacy of America”. The New York Times, March 8, 1992. Jeffrey Steinberg “LaRouche Demands Cheney’s Resignation” Executive Intelligence Review. October 4, 2002. http://www.larouchepub.com/other/2002/2938_lar_cheney_resign.html
17Remarks by the President in Address to the Nation on Syria
East Room. The White House Office of the Press Secretary For Immediate Release
September 10, 2013 9:01 P.M. EDT – http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2013/09/10/remarks-president-address-nation-syria
18POWELL, Colin L. – The Military Strategy of the United States – 1991-1992, US Government, Printing Office, ISBN 0-16-036125-7, 1992, p 7. Draft Resolution – 12 “ Cooperation for Security in the Hemisphere, Regional Contribution to Global Security – The General Assembly, recalling: Resolutions AG/RES. 1121 (XXX- 091 and AG/RES. 1123 (XXI-091) for strengthening of peace and security in the hemisphere, and AG/RES. 1062 (XX090) against clandestine arms traffic.
19Ibidem, p. 7.
20LIEVEN, Anatol. America Right Or Wrong: An Anatomy Of American Nationalism. Oxford-New York: Oxford University Press, 2004 p. 13.
21Análisis de este tema vide MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto. Formación del Imperio Americano (De la guerra contra España a la guerra en Irak). Rio de Janeiro: Civilização brasileña , 2ª edición, 2006, pp. 28-31.
22http://www.fs.fed.us/fire/doctrine/genesis_and_evolution/source_materials/joint_vision_2020.pdf
23Michael Hirsh & James Oliphant. “Obama Will Never End the War on Terror. The president stands to leave an open-ended conflict to his successor”. National Journal, February 27, 2014. http://www.nationaljournal.com/magazine/obama-will-never-end-the-war-on-terror-20140227
24 Stockholm International Peace Research Institute 2014. http://www.sipri.org/yearbook/2013/04
25Jeremy Grant, “Learn from the fall of Rome, US warned”, Financial Times,
August 14, 2007. James Quinn, “US Economy on a burning platform”, FinnancialPortal.com
26Apud João de Araújo Castro. “Exposición a los Becarios de la Escuela Superior de Guerra”, Washington, 22.06.1974.
27Declaración del ex embajador John Crimmins, United States-Brazilian Relations
— Hearing before the Subcommittee on Inter-American Affairs, cit., p., p. 50.
28Memorandum for the President — Subject: Brasil. Briefing Book, A. Schlesinger
Jr., Washington, Mar. 31, 1962, confidential, JFKL.
29Declaraciones realizadas en conversación con el Autor en diversas ocasiones.
30João Augusto de Araújo Castro, “Exposición a los Becarios de la Escuela Superior de Guerra”, Washington, 17/6/1975, in Araújo Castro. AMADO Rodrigo (org. y notas) (Brasília: Ed. de la Universidad de Brasilia, 1982), p. 320.
31PINHEIRO GUIMARÃES, Samuel. Desafiíos Brasileños en la Era de los Gigantes. Rio de Janeiro: Editora Contraponto, 2005, p. 268.
32 “Niall Ferguson’s diary: Brazil is overtaking us – but it no longer feels like that
Plus: Ignoring the bad news on education, and a new acronym to go with ‘Bric’. The Spectator – 1 March 2014 – http://www.spectator.co.uk/the-week/diary/9146961/niall-fergusons-diary-brazil-is-overtaking-us-but-it-no-longer-feels-like-that/
33Ibidem.
34http://www.usgovernmentdebt.us/ – Ron DeLegge. “Will U.S. Public Debt Reach $22 Trillion by Feb. 2014?”. October 22, 2013 3:52 PM. http://finance.yahoo.com/news/u-public-debt-reach-22-195230330.html
Economic Research – Federal Reserve Bank of St. Louis.
http://research.stlouisfed.org/fred2/series/GFDEGDQ188S
35 Bereau of Economi Analisis. Department of Commerce. BEA 14-52, October 30, 2014 http://www.bea.gov/newsreleases/national/gdp/2014/pdf/gdp3q14_adv.pdf
36 Ruy Barbosa. “O continente enfermo”. la Imprensa, Rio de Janeiro, 3 de maio de 1899.
37BARBOSA, Rui. Obras Completas. Vol. XXXIV, 1907, Tomo II, la Segunda Conferencia de Paz. Rio de Janeiro: Ministerio de Educación y Cultura, 1966, pp. 256-257.
38AMORIM, Celso. La diplomacia multilateral de Brasil. Un tributo a Rui Barbosa- Conferencia del Ministro de Relaciones Exteriores, embajador Celso Amorim, en ocasión de la “II Conferencia Nacional de Política Exterior y Política Internacional – Brasil y el Mundo que se viene” Rio de Janeiro, Palacio Itamaraty, 5 de noviembre de 2007. Ministerio de Relaciones Exteriores. Fundación Alexandre de Gusmão/Instituto de Investigaciones de Relaciones Internacionales, Brasilia 2007, p. 5.
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