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Por Lic. Fernando Britos V.

El jueves 8 de mayo del año 2008, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México festejó el septuagésimo cumpleaños del escritor, periodista y cronista Carlos Monsiváis otorgándole el Honoris Causas Perdidas – un diploma honorífico diseñado por el caricaturista Rafael Barajas, “El Fisgón” – como reconocimiento a su infatigable labor para “poner en el temario de los problemas nacionales” las causas perdidas [i].

El coloquio que entonces tuvo lugar se denominó “De inclusiones, exclusiones y otros olvidos” y Monsiváis se extendió acerca de las causas perdidas que la sociedad mexicana ha ido acumulando a lo largo de su historia.

Recordar esto, en el Uruguay de hoy, en el mundo de la pandemia, equivale a sumergirse en su vigencia, a empaparse en su potencia y proyección de un activista cuya lucidez puede iluminar nuestro camino.

Monsiváis afirmó que la categoría “causas perdidas” es la certeza del valor inmanente de las exigencias de justicia y de las batallas para alcanzarla. “La primer gran victoria – dijo – se alcanza sobre el pesimismo que da noticias sobre la enormidad de los obstáculos y del final lamentable de los que han intentado desafiar a los vencedores de siempre”.

“No ennumero ni intento describir – aseguró – una procesión de mártires voluntarios, existen en este panorama pero nunca son los más, sino a los convencidos que las injusticias cometidas contra ellos y contra sus ancestros y de seguro sus descendientes, deben concluir porque eso lo exige la síntesis de los derechos humanos, que es la sensación dual de libertad y dignidad”.

Carlos Monsiváis es definido muy acertadamente en Wikipedia al señalar que “sus posiciones políticas y su perspectiva crítica lo llevaron, desde el inicio de su carrera periodística, a dar cuenta de todos aquellos fenómenos literarios, sociales y culturales que implicaban un desacato al autoritarismo, al orden establecido y al conservadurismo”.

Biblioteca personal del escritor, hoy depositada en la Biblioteca José Vasconcelos de México

Torrencial e incansable, Monsiváis dedicó su atención a todos los personajes o acontecimientos que implicaron un avance de las ideas progresistas y el rechazo de todos los autoritarismos. Promovió los derechos de las minorías, combatió el racismo,  fue gran defensor de la educación pública y la lectura, apoyó la lucha por la diversidad sexual y los derechos de los animales (se opuso a las corridas de toros), apoyó los movimientos feministas y fue un firme partidario de la despenalización del aborto en el marco de la salud sexual y reproductiva.

Fue un verdadero polígrafo: escribió cuentos, fábulas, aforismos, crónicas y ensayos. Tengo en mis manos un ejemplar del que es su libro más famoso: Días de guardar (Ed. Era, México, 1970) y en su homenaje transcribiré el texto que Monsiváis incluyó en la contratapa.

Días de guardar: No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vió: multiud en busca de ídolos en busca de multitud, rencor sin rostro y sin máscara, adhesión al orden, sombras gobernadas por frases, certidumbre del bien de pocos, consuelo de todos (sólo podemos asomarnos al reflejo), fe en la durabilidad de la apariencia, orgullo y prejuicio, sentido y sensibilidad, estilo, tiernos sentimientos en demolición, imágenes que informan de una realidad donde significaban las imágenes, represión que garantiza la continuidad de la represión, voluntad democrática, renovación del lenguaje a partir del silencio, eternidad gastada por el uso, revelaciones convencionales sobre ti mismo, locura sin sueño, sueño sin olvido, historia de unos días.

[i] Dos años después, en junio de 2010 el escritor falleció víctima de una insuficiencia respiratoria producida por una fibrosis pulmonar.

 

Por Lic. Fernando Britos V.

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