La emancipación femenina a una edad madura en un contexto cruzado por el radical desencanto, el abandono, el dolor de la pérdida, la cultura, la política y hasta las más acendradas utopías, es la ambiciosa propuesta artística que desarrolla “El porvenir”, el largometraje de la joven y muy talentosa realizadora francesa Mia Hansen-Love.
La película se exhibe en el marco del ciclo de cine francés de Cinemateca Uruguaya, que se emite todos los viernes, a partir de las 22:00 horas, por el canal TV Ciudad.
Autora de una filmografía que incluye títulos referentes como “Un amor de juventud” (2011), “Edén” (2014) y “Maya” (2018), la cineasta gala –que ganó el Oso de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Berlín- sabe imprimir a sus propuestas la frescura de los verdaderamente auténtico, con fuerte énfasis en las emociones y en la condición humana.
En ese contexto, la talentosa directora construye un universo creativo que se sustenta en potentes imágenes y músicas sugerentes, que amplifican la caligrafía cinematográfica.
En tal sentido, sus temas predilectos y casi siempre recurrentes son el devenir del tiempo, los conflictos interpersonales, los afectos, las pérdidas, las ausencias y las pasiones, todo ello condensado con el énfasis discursivo que logra dotar al cine de belleza y singular enjundia expresiva.
La protagonista de este drama, que a menudo muta en comedia de fuertes trazos costumbristas, es Nathalie (la estupenda Isabelle Huppert), una madura docente de filosofía autora de una colección de libros de su especialidad, quien comparte su vida con su esposo, quien es también educador, y con sus dos hijos.
Aunque otrora sostuvo posturas políticas radicales durante el emblemático Mayo Francés de 1968, hoy es ideológicamente bastante más moderada, aunque no renuncia a su propósito de enseñar a sus estudiantes a reflexionar y a desarrollar su espíritu crítico.
Sin embargo, no duda en discutir acaloradamente con un grupo de alumnos que instalan un piquete en la puerta del edificio universitario para impedir el ingreso, en el marco de una huelga de protesta que resiste la reforma jubilatoria.
No en vano, la película está ambientada en 2010, cuando el presidente francés Nicolás Sarkozy promulgó una ley previsional que elevaba la edad de retiro de 60 a 62 años de edad, con el presunto propósito de eliminar los problemas financieros que tenía el Estado para atender esas prestaciones.
Durante el transcurso del debate legislativo, esa medida originó una huelga general de proporciones que paralizó el país, incluyendo a docentes y estudiantes.
Esta es precisamente otra de las claves de esta película, que si bien enfatiza particularmente en la peripecia de la protagonista, no soslaya en modo alguno los avatares políticos de la Francia contemporánea y, en ese contexto, las reformas de impronta regresiva impulsadas por gobiernos neoliberales.
Lo cierto es que la docente, quien se manifiesta inocultablemente seducida por un ex estudiante anarquista que le hace recordar su pasado radical, tiene permanentes desencuentros con su esposo, quien sostiene posturas abiertamente conservadores.
Empero, aun los une la vocación por la filosofía, la pasión por la cultura y un estilo de vida pequeño burgués. No en vano, viven en una casa muy confortable, con un living comedor que, por la cantidad de libros, parece una auténtica biblioteca.
En ese vínculo subyace, más allá del mero desgaste de la relación de pareja, una dicotomía de miradas que remite a sueños y utopías fagocitadas por el tiempo y la dinámica de la historia, cuando un grupo de estudiantes, en mayo de 1968, encabezó un movimiento de impronta contestataria, al cual se sumaron organizaciones sindicales y partidos políticos.
Aunque inicialmente todo parece transcurrir por carriles normales, Nathalie asiste, en poco tiempo, al estrepitoso desmoronamiento de su vida privada, cuando su colección de libros es cuestionada, su esposo la abandona por una mujer más joven, sus hijos se marchan y muere su madre, que padecía un trastorno de pánico devenido de demencia senil.
La talentosa e inquieta Mia Hansen-Love juega con la paradoja, cuando muta esa situación dramática en una suerte de experiencia emancipadora. Ahora, la protagonista es una mujer bastante más libre, sin condicionamientos, limitaciones ni ataduras.
Esta coyuntura le permite, por ejemplo, convivir durante un tiempo con un grupo de jóvenes que residen modestamente en el medio rural en directo contacto con la naturaleza, respondiendo a la invitación de su ex alumno anarquista.
Aunque esa peculiar concepción de una vida austera colisiona con la habitual comodidad de su impronta burguesa –que su discípulo le cuestiona permanentemente- en muy buena medida la docente se siente espiritualmente plena.
Empero, como era previsible, Nathalie igualmente se aferra a un pasado que sin dudas añora. El símbolo de esa nostalgia es su obsesión por conservar a la vieja gata de su madre y llevarla consigo a todos lados y la necesidad de regresar a su casa, para reencontraste con lo que queda de su mundo.
Más allá de lo meramente afectivo, la extinta prog3nitora también adquiere una dimensión si se quiere ideológica, porque en los años de su juventud fue una activa militante de izquierda.
Además de la paradoja, que es sin dudas uno de los ejes del relato, esta laureada película juega también con el recurso de la incertidumbre, que sobreviene inexorablemente a un radical cambio de vida originado en acontecimientos singularmente traumáticos.
“El porvenir”, que como lo sugiere su propio título es una historia esperanzadora pero no exenta de impronta dramática con un fuerte sabor agridulce, convoca a una profunda reflexión en torno a las emociones, la cultura, el amor, el desamor, el abandono, los desencuentros afectivos e ideológicos, el demoledor dolor de la pérdida, la emancipación y el sentido de la libertad.
Empero, esta propuesta cinematográfica, cuya protagonista es encarnada por la tan versátil como estupenda Isabelle Huppert, también tiene una dimensión intransferiblemente política, que remite explícitamente a las movilizaciones populares contra las políticas regresivas de los gobiernos neoliberales y a la indudable vigencia de utopías acuñadas por una pasional generación que otrora soñó con un mundo sin explotadores ni explotados.
El porvenir (L’avenir) Francia- Alemania 2016. Dirección y guión: Mia Hansen-Love. Producción: Charles Gillbert. Fotografía: Denis Lenoir. Montaje: Marion Monnier.Reparto: Isabelle Huppert, Edith Scob, Roman Kolinka, André Marcon, Sarah Le Picard, Solal Forte, Elise Lhomeau, Lionel Dray y Marion Ploquin.
(Publicada en Revista Onda Digital)
Por Hugo Acevedo (Analista)
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