Mario Benedetti y el fútbol

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Este año se celebran los 100 años del nacimiento de uno de nuestros máximos exponentes de la cultura nacional, un poeta y escritor que ha trascendido fronteras y que es un referente ineludible para todo el mundo. Sus poemas, traducidos a multitud de idiomas, seguramente enamoraron a muchas novias, y se han convertido en canciones. Y además, se han convertido en símbolo y estandarte de una época.

A los once años, Mario Orlando Brenno Hardy Benedetti Farrugia, su nombre completo, quien había nacido un 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, escribió su primera novela, El trono y la vida. Y en total, durante toda su vida publicó unos ochenta libros entre poesía, cuento, novela, obras de teatro, ensayo y periodismo, que han tenido diversas valoraciones críticas.

Algunas anécdotas
Desde niño jugó al fútbol, como golero, debido a su asma: “Muchos dicen que es el peor de los puestos. Cuando los compañeros meten un gol el arquero no puede festejarlo con ellos porque está muy lejos, y cuando le convierten uno está resignado a soportarlo en soledad”. Con unos amigos de la infancia, jugaban en una azotea que tenía un tejido altísimo, y como esos amigos eran de Nacional, él se hizo hincha de ese equipo.

Así cuenta su versión Benedetti, en una entrevista para El Gráfico: “Mi padre era hincha de Peñarol; mi señora y toda su familia siempre fueron de Defensor. Yo, para llevarles la contra, me hice de Nacional”. Pero pese a ello fue admirador de Schiaffino, al que consideraba como “muy inteligente” y que fue a verlo jugar. “Lo que más admiraba de él era cómo se movía cuando no tenía la pelota, cómo se colocaba para recibir los pases, las órdenes que daba para organizar el juego”.

De Obdulio Varela, el “Negro Jefe”, dirá que era sobrio y que se mantuvo coherente y muy entero hasta el final. El recuerdo de Maracaná, del que fue testigo privilegiado, y sobre todo la historia de Obdulio “cuando después del partido se fue a beber con los brasileños para aliviar la pena que sentían”, lo emocionaba hondamente y le hacía “aguar” los ojos.

A los siete años, fue a un diario para enterarse, gracias a unos pizarrones donde iban anotando las jugadas y el resultado de las mismas, de la final entre Italia y Uruguay, en los Juegos Olímpicos de 1928, en Amsterdam. Dos años después escuchó por radio la final de 1930, que ganara nuestro país contra Argentina, en el recién inaugurado Estadio Centenario.

Fue un admirador incondicional de Mazurkiewicz, de Atilio García, además del mencionado Schiaffino. Conoció, personalmente, a Menotti y a Valdano.

Literatura y fútbol
Sin pretender hacer ninguna valoración crítica sobre su obra, hay tres cuentos que Mario Benedetti hizo alrededor del fútbol. Es de señalar, además, que en la década del cuarenta fue cronista deportivo en La Mañana y en El Diario, con el seudónimo de Orlando Fino, e incluso fue enviado especial a los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960.

El cuento El césped, que está publicado en Despistes y franquezas, de 1990, y que Jorge Valdano incluye en una antología de fútbol (Cuentos de fútbol), narra la historia de un arquero de un club chico, Martín, que soñaba con una transferencia millonaria que le cambiara su destino.

En Puntero izquierdo, que es del año 1954, publicado en la revista Número y luego en Montevideanos, nos habla de un muchacho que juega al fútbol, sin estudios ni ambiciones, y que intenta resistirse a un soborno para que su equipo ceda la victoria a otro más poderoso, a cambio de una recompensa económica.

En cambio Cambalache, de 1999, publicado en Buzón de tiempo, cuenta la historia de un equipo de cuyo nombre no quiere acordarse y en el que todos los jugadores son acusados de traidores, apátridas, saboteadores y cretinos por los dirigentes (por cantar el tango “Cambalache”, del que todos sabían perfectamente la letra, en vez del Himno Nacional, del que apenas sabían algunas estrofas).

Lo que siempre destaca Mario Benedetti es que el fútbol debería seguir siendo considerado nada más que un juego, y de hecho reprobaba la violencia que genera ese deporte hoy en día, dentro y fuera de las canchas, así como la mercantilización y la  publicidad desmedida que llega hasta el extremo de invadir la pantalla y no deja observar bien algunas jugadas. Porque el fútbol, en definitiva, es un aspecto de la vida y espejo de nuestra existencia.

Dijo una vez en una entrevista medio en serio medio en broma: “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios”.

Es así que hay un poema, Hoy tu tiempo es real, dedicado a Maradona. Dice así:

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.
Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.

 

Por Sergio Schvarz
Escritor, poeta, y ensayos breves.

Foto de Portada Benedetti pintado por la «Brigada Andrés Di Pascua» (Av. Italia y 

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