En los últimos cinco años, la eurozona ha mantenido, sin el consentimiento popular expreso, una estricta orientación política sobre austeridad fiscal y reformas estructurales –a pesar de las serias repercusiones sociales, no solo en los países del mediterráneo e Irlanda, sino también en un país central de la Unión Europea, como Francia. A menos que los líderes de la eurozona reflexionen sobre su enfoque, el éxito del partido radical Syriza en Grecia en las elecciones generales llevadas a cabo recientemente podría resultar ser solo un paso adelante hacia la fragmentación social e inestabilidad política futuras en Europa. O podría marcar el inicio de una reorientación positiva y realista de la estrategia económica de Europa.
Claro, la sostenibilidad fiscal es esencial para evitar un refinanciamiento perjudicial de la deuda e inspirar confianza en los inversionistas y consumidores. Sin embargo, no se puede negar que es mucho más fácil respaldar la austeridad fiscal cuando se posee un nivel de riqueza que permite no depender de las ayudas sociales o correr el riesgo alto de desembocar en el desempleo de largo plazo. (Los ricos también siguen teniendo en gran parte control de los medios de comunicación, el discurso público y los flujos de capital transfronterizos).
Para los millones de trabajadores –y en especial los jóvenes– sin perspectivas de empleo, la sostenibilidad fiscal sencillamente no puede ser la única prioridad. Cuando se eliminan las ayudas de desempleo hay quienes resultan afectados. Y cuando los recortes al presupuesto se extienden a la educación, son los niños los que no pueden obtener los conocimientos necesarios para alcanzar su futuro potencial.
El sufrimiento inducido por la austeridad es particularmente excesivo en Grecia. Los recortes a las pensiones están impidiendo a los mayores vivir una vida con dignidad. Se ha puesto una gran carga en aquellos que sí pagan sus impuestos, mientras que muchos –a menudo los más ricos, que desde hace mucho ocultan su dinero en el extranjero– siguen evadiendo sus obligaciones. Los servicios de salud han colapsado por lo que muchos pacientes de cáncer están perdiendo acceso a un tratamiento que les puede salvar la vida. Los suicidios están aumentando.
Con todo, los acreedores griegos siguen ignorando estos acontecimientos. Claramente, esto no puede seguir así –situación que el ex director del Departamento Europa del Fondo Monetario Internacional, Reza Moghadam, reconoció durante un llamado reciente para cancelar la mitad de la deuda griega, siempre y cuando se llegue a un acuerdo sobre la realización de reformas creíbles que fortalezcan el crecimiento.
La sostenibilidad social es crucial para el éxito económico de largo plazo. Un país no puede prosperar si su sistema educativo carece de los recursos y capacidad dotar de la preparación que posibilite triunfar en la economía digital a sus niños. Del mismo modo, no se puede poner en aplicación un programa de reformas si la desigualdad, la pobreza y la frustración social fortalecen a los partidos políticos extremistas, como el partido griego abiertamente fascista, Golden Dawn, o el partido francés de extrema derecha, antieuropeo, Frente Nacional, que ahora se jacta de tener el 25% del apoyo electoral.
Cuando los tiempos son difíciles, los inmigrantes y las minorías son blanco fácil. Como Joseph Stiglitz señaló recientemente es improbable que Hitler hubiera llegado al poder si la tasa de desempleo en ese entonces no hubiera sido del 30%. No ayuda que aquellos atrapados en guetos pobres que circundan las ciudades principales –aunque sean una minoría – tengan la tentación de usar la violencia y caigan en manos de reclutadores terroristas.
Independientemente de lo que puedan indicar los informes sobre las rentas corporativas y los índices bursátiles, un país no puede alcanzar un éxito incluyente y sostenido en términos económicos y humanos si no se abordan de modo adecuado estas cuestiones sociales fundamentales. Desde luego, no se puede abandonar la precaución fiscal. Después de todo, si los gobiernos o el sector privado gastaran de manera ilimitada dinero prestado o recientemente acuñado, simplemente habría más crisis, cuyos principales afectados serían los pobres. No obstante, la sostenibilidad social debe ser parte integrante del programa económico de un país, no solo una acotación.
La tendencia persistente a hacer declaraciones vacías sobre la sostenibilidad social mientras se aplican programas económicos centrados en una austeridad implacable es una de las principales causas de inestabilidad política en Europa. Aunque los programas de reforma orientados a crear marcos macroeconómicos viables siguen siendo esenciales, deben incluir disposiciones estrictas relativas a políticas anticíclicas para compensar la «paradoja de la frugalidad» (la tendencia a ahorrar más durante una recesión, lo que socava el crecimiento económico). Cuando la demanda agregada es inferior a la oferta agregada, los gobiernos deben aumentar el gasto público.
Además, los gobiernos que hoy están centrados estrechamente en las cuestiones microeconómicas deben dedicar el mismo nivel de atención y compromiso a diseñar y aplicar políticas sociales que se concentren explícitamente en asegurar los medios de subsistencia, la salud, la educación y la vivienda de los segmentos más vulnerables de la población. Además, mediante la utilización de nuevas tecnologías para analizar grandes cantidades de datos, deberían mejorar la eficiencia de los programas sociales y promover al mismo tiempo la participación de los ciudadanos interesados.
La Comisión Europea y el FMI han admitido sus errores – no solo los pronósticos macroeconómicos erróneos en los que se basó el programa de Grecia, sino también la decisión de no tener en cuenta la sostenibilidad social – y han aceptado que el programa no ha producido los resultados esperados. Con todo, por alguna razón los acreedores de Grecia se niegan a negociar con el nuevo gobierno (que goza de un fuerte apoyo interno) para diseñar un nuevo programa que incorpore alivio de la deuda, un menos superávit fiscal y reformas estructurales qua apoyen el crecimiento y promuevan la cohesión social. Esto debe terminar.
Los últimos cinco años han resaltado el desafío de alcanzar la estabilidad financiera. Pero la estabilidad política y social ha resultado ser incluso más difícil. Los encargados del diseño de políticas deben dedicar al logro de la sostenibilidad social los mismos esfuerzos y recursos que dedican al cumplimiento de las reformas financieras de Basel III. La prosperidad futura de Europa – y su papel global – dependen de ello.
Por Kemal Derviş
Traducción de Kena Nequiz
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