Si existió un error recurrente, que puede ser trágico en sus consecuencias, cometido por la generación que participó de la lucha por la redemocratización de Brasil, fue permitir que la flor de la libertad y de la democracia, germinada en aquellos tiempos memorables, fuese abandonada, a su propia suerte, en el corazón del pueblo, relegada a segundo plano por la batalla, encarnizada y cortoplacista, de sus diferentes facciones, por el poder.
Se perdió la oportunidad – y en esto también debemos hacer un “mea culpa” – de aprovechar el impulso democrático, surgido de la muerte trágica de Tancredo Neves, para incluir en la currícula escolar de instituciones públicas y privadas, obligatoriamente, la enseñanza de nociones de ciudadanía y de democracia, así como de los Derechos del Hombre, establecidos en la Carta de las Naciones Unidas, y este tema podría haber sido específicamente tratado en la Constitución de 1988 y no lo fue.
Al no haberse hecho esto, en aquel momento, la ascensión al poder de un auto-exiliado, el señor Fernando Henrique Cardoso, podría haber llevado al enfrentamiento de esta llaga histórica, y, más aún, por las mismas y más fuertes razones – la cuestión debería haber sido enfrentada en ocasión de la llegada al poder de un líder sindical proveniente de la capa menos favorecida de la población, dispuesto a entender la importancia de dar a otras personas como él, el acceso a la formación política que le permitió cambiarse a sí mismo e intentar, de alguna manera, hacer lo mismo con su país.
Sin embargo, en varios años, no se hizo nada en este sentido.
Incluso tratándose de un tema fundamental – el explicarle a los brasileños, más allá de las eventuales campañas electorales llevadas a cabo por parte de la Justicia Electoral, la división y la atribución de los Tres Poderes de la República, nociones del funcionamiento del Estado, de los derechos y deberes del ciudadano, y de como se procesa, por medio del voto, la participación de la población – nunca hubo, y tratamos el tema muchas veces, ninguna iniciativa de este tipo, aunque pudiese haber sido adoptada en cualquier momento, por cualquier administración municipal.
Se pensó, equivocadamente, que bastaba volver a la elección, por el voto directo, del Presidente de la República, y redactar y promulgar un nuevo texto constitucional, para que se consolidase la Democracia en Brasil.
En realidad, estas dos circunstancias deberían haber sido vistas apenas como el primer paso para un cambio más efectivo y profundo, que tendría que haber comenzado por una verdadera educación cívica y política de la población.
Se imprimió la Democracia en millones de ejemplares de la Constitución de la República, pero no en los corazones y mentes de la población brasileña.
De un pueblo que venía, históricamente, de una serie de cortas experiencias democráticas, interrumpidas por numerosos golpes, contra-golpes de todo tipo; educado a lo largo de las dos décadas anteriores, dentro de los ritos y mitos de una dictadura que precisaba justificar, de forma perentoria, el derrocamiento de un gobierno democrático y nacionalista – ungido por el plebiscito que le otorgó la victoria al presidencialismo – con la disculpa del bovino anticomunismo de la Guerra Fría, ciego e ideológicamente manipulado a partir de una potencia extranjera, los Estados Unidos.
A la ausencia de un programa de educación democrática para la población brasileña – y de la defensa de la Democracia como parte integrante, permanente, necesaria, a nivel del Congreso y de los partidos, del discurso político nacional, se sumó, en los últimos tiempos, la deletérea criminalización y judicialización de la política, antes, después y durante las campañas electorales.
Como parece no darse cuenta que la desestructuración de la Petrobras, del BNDES, de las grandes empresas de infraestructura, de otros bancos públicos, creará un efecto cascada que perjudicará a toda la nación, legándole una victoria pírrica, en el caso que llegue al poder en 2018, la oposición tampoco comprende, que al incentivar u omitirse, oficialmente, con relación a los ataques a la Democracia y a los llamados al golpismo por parte de algunos segmentos de la población, está dando un tiro por la culata, que sólo favorecerá a una tercera fuerza, con relación a la cual comete un terrible error, se cree que tiene una menor posibilidad de venir a controlar.
La misma cantidad del público radicalmente contrario al Partido de los Trabajadores, extiende ahora, paulatinamente, el proceso de criminalización de la política al PSDB y a otros partidos contrarios al PT, y ya hay quien defiende, en Internet y en las redes sociales, la tesis de que el país precisa librarse de las dos leyendas, y que la salida sólo vendrá por medio del rápido surgimiento de otra alternativa política, o de una intervención militar.
Bien intencionado en el área social, en la macroeconomía, en algunos momentos, y en áreas como las Relaciones Exteriores y Defensa, y actuando casi siempre bajo presión, el PT cometió innumerables errores – y no sólo de orden político – en los últimos años.
Dejar de investigar, con el mismo rigor que revitaliza ahora, ciertos episodios ocurridos en los ocho años anteriores a su llegada al poder, fue uno de ellos. Abrir la puerta a paracaidistas que nada tenían que ver con los ideales de su origen, atraídos por la perspectiva de poder, también fue un equívoco.
Como lo fue cerrar los ojos hacia el hecho de que algunos de sus militantes estaban cayendo, paulatinamente, en la tentación de dejarse seducir y contaminar, también, por las bendiciones y posibilidades derivadas de las victorias en las urnas. El mayor de todos, sin embargo, fue dejar de contestar, desde el principio, aquellos ataques más estrafalarios, sin otra motivación que la del odio y del preconcepto, que se evidenció desde que llegó a la Presidencia de la República.
Al adoptar, de forma persistente, esta posición, el PT le hizo un terrible y casi irreparable, favor a la Democracia.
En un país en que los blogueros son condenados a pagar indemnizaciones por decir que alguien es despreciable, la propia liturgia del cargo exige que un Presidente o una Presidente de la República usen la fuerza de la Ley para prohibir y ejemplarizar a quien los califica, pública y permanentemente, en Internet, de hdp, ladrón, bandido, asesina, terrorista, vaca, prostituta, etc, etc, etc. Y tal liturgia exige que esto se haga desde la asunción, no sólo para preservar a la autoridad máxima de la República, que no le pertenece a nadie en forma personal, ya que es conferida por el voto de millones de brasileños, sino, especialmente, para defender la democracia en un país y una región del mundo en que casi siempre estuvo amenazada.
Existe, por supuesto, la libertad de expresión, y existen la calumnia, el ataque a las instituciones, al Estado de Derecho, a la Constitución, que amenazan la estabilidad del país y la paz social, y el gobierno que elude la defensa de dichos pilares, en los cuales se fundamentan el Estado y la Nación, debería responsabilizarse directa, si no penalmente, por esta omisión.
Si Lula, Dilma, y otros líderes no se defienden, ni siquiera cuando son acusados de delitos como el descuartizamiento, el PT, como partido, hace lo mismo e incurre en el mismo error, al privarse de una defensa amplia y coordinada de la democracia – y no sólo en beneficio propio – dentro y fuera del entorno virtual.
En plena ascensión del discurso anticomunista y “anti-bolivariano” – Brasil ahora es un país “comunista”, con 55 mil millones de reales de ganancia para los bancos y 65 mil millones de dólares de Inversión Extranjera Directa el año pasado, y peligrosos marxistas, como Katia Abreu, Guilherme Afif Domingos y Joaquim Levy en el gobierno – su militancia insiste en vestirse de rojo como el diablo, como adoran recordar sus adversarios, cada vez que pone un pie en la calle. Esto, mientras raramente abandona, al mismo tiempo, el espacio de comentarios de los grandes portales y redes sociales, leídos por la mayoría de los internautas, a golpistas que se apropian de los colores de la bandera, ahora inclusive como un slogan.
Al hacer lo que están haciendo, el gobierno, el PT y el PSDB, están fortaleciendo una tercera fuerza, y especializándose en el peligroso arte de engordar a los cuervos.
¿De qué se alimenta la extrema derecha?
Del odio, de la violencia, del preconcepto, de la criminalización de la política, de la infiltración y de la preparación del Estado, del divisionismo, de la difusión terrorista de la calumnia, de los rumores y de la desinformación.
En el futuro, cuando se estudie el corto período de 30 años que nos separa de la redemocratización, se podrá ver con claridad – y esto lo echarán en cara los patriotas postreros, si es que los hay, en esta Nación – como la vacilación, la imprevisibilidad, la aversión a la planificación, la anemia partidaria y la más absoluta incompetencia por parte de la comunicación del PT, principalmente en la enumeración y difusión de datos irrefutables; y el irresponsable fomento al antinacionalismo y a la paulatina criminalización y judicialización de la política, por parte, con el PSDB al frente, de la oposición, consiguieron transformar el país libertario y nacionalista, que emergió de la lucha por la Democracia y que reunía a millones de personas en las calles para defender estos ideales hace 30 años, en una nación fascista, retrógrada, políticamente anacrónica, antinacional y conservadora, que reúne, ahora, en las calles, a personas para atacar al Estado de Derecho, el quiebre de las reglas que lo sustentan, y la interrupción del proceso democrático.
Un país cada vez más influenciado por una derecha “emergente” y embozada – abyecta y sumisa al extranjero y llena de prejuicios y arrogante con la mayoría de la población brasileña – estúpida, golpista y violenta, que está extendiendo su influencia sobre sectores de la clase media y del lumpen proletariado, y creciendo, como cáncer, en la estructura de la administración del Estado, en el área de seguridad, en los medios religiosos, en los medios de comunicación y en la comunicación.
Se destruyó la alianza entre la burguesía nacionalista y los trabajadores, que condujo al país a la Campaña de las Directas y a la elección de Tancredo Neves como primer presidente civil, después de 21 años de interrupción del proceso democrático.
Se destruyó la articulación de las organizaciones y sectores más importantes de la sociedad civil, en defensa del país, del desarrollo y de la democracia. Se destruyó, sobre todo, la esperanza y el nacionalismo, que, hoy, sólo persisten a un alto costo, en el corazón abnegado de patriotas que luchan, como Quijotes aguerridos e impolutos, en pequeñas organizaciones, y, sobre todo, en Internet, para evitar que la Nación naufrague, definitivamente, en medio de la desinformación, al escollo moral y a la apatía suicida de la actualidad; al pesado bombardeo de las fuerzas que codician, desde el exterior, nuestras riquezas; y que Brasil abandone y relegue, como quinto mayor país del mundo en territorio y población, cualquier intención que ya haya tenido de ocupar, de forma altiva y soberana, el lugar que le corresponde en el concierto de las Naciones.
Cuando se ve brasileños pidiendo a la Casa Blanca que interventa en la vida nacional, defendiendo la total privatización, desnacionalización y entrega de nuestras mayores empresas, a cambio, descaradamente, de comprar, como en el país del Tío Sam, por un real un litro de gasolina – si fuera por esta razón, ¿por qué no se mudan para Venezuela, y van a llenar sus tanques en estaciones de PDVSA, empresa 100% estatal, donde está costando 15 centavos? – tratando a los medios de comunicación extranjeros y pseudo organizaciones de todo tipo con sede en Europa y en los Estados Unidos como oráculos indiscutible a los que se debe reverencia y obediencia absolutas, los enemigos de Brasil se ríen, y se les hace agua la boca, anticipando la división y el deshilache de nuestra sociedad, y nuestra entrega y capitulación a sus dictámenes, con la definitiva colonización de nuestra Patria, y, sobre todo, del alma brasileña.
No hay mucho más para hacer – corriendo el riesgo de ser tildados una vez más de locos, ridículos y seniles, extintos, y sin más lugar en este mundo, que el de los reptiles que otrora cruzaban las planicies de Pangea – que pregonar, como João Batista, en el desierto, masticando las langostas del odio y del sarcasmo.
Es preciso reunir a los demócratas y a los nacionalistas donde los haya, para evitar y contraponerse, de forma inteligente, coordinada, al fortalecimiento descontrolado, ya casi inevitable, de las fuerzas antidemocráticas y antinacionales. El gobierno y la oposición – al menos la más equilibrada – necesitan dejar de echarle cebo a las aves de rapiña, que, dentro, y fuera del país, ansían y ya anticipan nuestra destrucción, y el control definitivo de nuestra población y de nuestras riquezas.
Cuando se hayan terminado, por el natural agotamiento e imposición de las circunstancias, los equívocos, las concesiones, los engaños, las omisiones, las pequeñas felonías, las traiciones a la verdad, al pasado y al futuro, ¿de qué se alimentarán los cuervos?
Por Mauro Santayana
(Jornal do Brasil)
Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte
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