Desde que los humanos inventaron cómo medir el paso del tiempo, fijaron fechas dignas de ser recordadas, sea por lo bueno o malo que en las mismas aconteció en el pasado. Al correr de la historia, la conmemoración volvió costumbre en el ámbito familiar y en las sociedades organizadas sobre el territorio hasta abarcar, en algunos casos, todo el globo.
El simbolismo de las efemérides integra la memoria individual y colectiva con sucesos de distinta índole, enseñanzas del pasado y referencias a mitos y costumbre arcaicas que se reviven tras cada período transcurrido de tiempo. Pero cualquiera sea la evocación, la misma está referida, fundada en la fecha.
Ahora bien, con el chantaje de que todo merece ser conmemorado_ en el paroxismo de la discriminación positiva homenajeando a algunos con exclusión de los más_ han agotado los 365 días del año solar. Salvo que superpongan en los mismos días, lo que ya ocurre en algunos casos, y conmemoren que unos ganaron y otros perdieron en cualquier evento. El ultra consumo inducido por el capitalismo actual, apañado localmente_ no satisfecho con deglutir los bienes naturales poniendo en riesgo la vida humana sobre el planeta_ ahora devora el calendario solar.
Lo señalado no es peor que el invento de cambiar las fechas. Pegar los feriados a los fines reseñados creados por ley con asuetos de fines de semana produce dos conmemoraciones. Una oficial con actos en la fecha real y otra en la desfasada, en que puede omitirse el encuentro ritual, la costumbre o evento cultural de recordación o pedagogía, que la vacía de todo simbolismo. Todo el aporte al arraigo y pertenencia a la Nacionalidad, ese enorme patrimonio de colectividades humanas, se dilapida en beneficio del consumo inducido por juntar días no laborables. Lo que por otra parte puede fácilmente obtenerse con medidas no autodestructivas. Puedo enumerar media docena mas no es el meollo del tema.
Teniendo pronto este borrador me entero que el Presidente de la República propone volver las fechas patrias a su posición en el almanaque .Nobleza obliga; mis enormes diferencias ideológicas no impiden reconocer que estoy de acuerdo, aunque sus razones y alcance no sean los mismos. De hecho, su iniciativa no llega a la conclusión que sostengo: no se debe cambiar ninguna de las fechas que son conmemorativas para todo o cualquier estamento de la sociedad. Y menos desde la administración del Estado. Por este camino pronto cambiarán hasta la Navidad, cumpleaños de Jesús. Como hacen ahora con los niños, inocentes víctimas del atentado al calendario, impedidos de grabar esas memorables fechas. Como lo dice una bella profecía; por siempre los seres humanos construirán imperios que su ambición destruirá. Hasta que un día el último sobreviviente, en una playa desierta, reconocerá, marcadas en la arena… sus propias huellas.
Por Luis Fabre
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