A lo largo de la historia han existido potencias hegemónicas. Lograron serlo en primer lugar; por su fortaleza económica. Los casos más cercanos: el imperio británico en los siglos XVIII y XIX y el de los EEUU, (fuertemente contestado por la ex URSS durante largo tiempo) desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Utilizando su peso económico, político, cultural y militar ejercen en las relaciones internacionales una función de gobierno o dominio que determina un conjunto de instituciones y normas que de alguna forma controlan. Pero esas hegemonías y sus reglas no son eternas. Surgen potencias emergentes que contestan al poder hegemónico y a la vez las potencias imperiales cumplen su ciclo e inician la decadencia.
China es hoy la potencia emergente. Con una alianza con Rusia que ha regresado a los primeros planos de la geopolítica mundial. Estados Unidos, como ha sucedido a través de la historia, da batalla, aún reconociendo sus élites, que se encuentran en su proceso de fin de ciclo. Todo el andamiaje que Estados Unidos impulsó primero y lideró después (en solitario a partir de la implosión de la Unión Soviética) fue puesto en cuestión por la globalización de las últimas décadas.
El poder de las megacorporaciones transnacionales logró estar por encima de los estados y de los organismos internacionales, vulnerando sus reglas e imponiéndose a ellas.
Las políticas de la administración Trump; sabotearon el multilateralismo y sirvieron a esa realidad durante su gestión. China paso a levantar las banderas de su defensa y el de las decisiones globales adoptadas dentro de la ONU. Desde su entrada en la OMC en 2001 hasta hoy con sus críticas al G7 y sus iniciativas. China no solo se dirige a ocupar el lugar de primera economía del planeta. También está en camino de ejercer un liderazgo tecnológico con el desarrollo de la tecnología 5G. Esta tecnología es el embrión de una “cuarta revolución industrial”. La empresa líder del sector; la empresa china HUAWEI es el centro de los ataques de EEUU iniciados con Trump. Entre un imperio en decadencia y otro emergente, el mundo entró en una tensión creciente.
El orden internacional está en juego
Joseph Biden asume con un declarado propósito de restablecer el liderazgo mundial de su país. Ha desplegado una ofensiva que en primera instancia parece tener el objetivo de avanzar todos los casilleros que su antecesor retrocedió en la geopolítica global. Busca achicar los espacios que China se abrió durante la gestión de Trump. Busca retomar el liderazgo de la OTAN, recomponer la alianza transatlántica y presiona a Europa con intensidad para que adopte posiciones contra China y no ejecute acuerdos estratégicos comerciales y energéticos con China y con Rusia ya suscritos o a punto de culminar en su ejecución. (acuerdo de inversiones UE-China y la construcción casi terminada del gasoducto del Mar Báltico con Rusia). Despliega una ofensiva en America Latina frente a los gigantescos avances que China logró en el plano comercial y de inversiones en su “patio trasero.” Avanza en la construcción de un diálogo “ cuadrilateral”, QUAD en su sigla en inglés, compuesto por Australia, India , EEUU y Japón que pretende resultar un proyecto de OTAN para la disputa de la hegemonía China en su mar. Impulsa en el G7 el “Impuesto Mínimo Global”, buscando acotar márgenes de acción a las megacorporaciones. Biden despliega una ofensiva sobre China en lo político y apunta sobre los flancos débiles de los derechos humanos de China con las minorías étnicas, Hong Kong y Taiwán.
China responde con cada vez más firmeza a los ataques de Biden y Xi Jing Ping avanza con sus iniciativas estratégicas y su fortalecimiento militar y espacial. Reafirmando acuerdos con Rusia y transformándose en el aliado estratégico de Irán. El futuro del sistema internacional está en juego y en un punto de inflexión. El escenario es complejo y la dilucidacion de las tensiones y confrontaciones en curso es incierto. ¿Podrá surgir un orden internacional que “acomode” la nueva situación? ¿El enfrentamiento producirá una ruptura y quedará plenamente establecida una nueva “Guerra Fría” en todo su alcance? ¿ Se repetirá un esquema de hegemonía compartida como en la era de la URSS, con un mundo dividido y repartido en “ zonas de influencia”? ¿ Podrá la dinámica vertiginosa contemporánea dar lugar a un “Nuevo Orden Mundial” que aproveche la confrontación para construir una gobernanza mundial por sobre las megacorporaciones y las potencias?
Con muchas más incertidumbres que certezas, los paises de America Latina, no tienen otro camino que buscar decididamente una integración. Hoy condenados a la irrelevancia en el ajedrez global, la integración es lo que único que puede lograr una participación en la construcción de su propio futuro. Una América Latina que podría contar, a partir de las elecciones de 2022, con un liderazgo continental imprescindible, si Brasil logra sacarse de encima al engendro fascista de Bolsonaro y establece con Lula una amplia alianza democrática y progresista. Terminando con el ciclo nefasto de varios gobiernos de derecha en el continente. Construir una voz que levante un no alineamiento afirmativo, que bregue por un multilateralismo activo y la gobernanza basada en reglas del derecho internacional, proponiendo nuevas instituciones aptas para regular la globalización y democratice las existentes, parece ser el camino. Reglas que incluyan objetivos globales para los seres humanos que conviven con la naturaleza que queda en el planeta que habitan. Entre otros grandes objetivos, para que puedan seguir viviendo en el.
Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.
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