A 30 años de la perestroika

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I) PINCELADAS DE UNA REVOLUCIÓN SOCIAL: 1985-1991

El 11 de marzo de 1985 asumió Mijail Gorbachov como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) –con 53 años, era uno de los miembros más jovenes del Politburó partidario–, luego de una seguidilla de ancianos líderes que eran sustituídos únicamente por su muerte: Leonid Breznhev (14 de octubre de 1964 – 10 de noviembre de 1982), Yuri Andropov (12 de noviembre de 1982 – 9 de febrero de 1984), Konstantin Chernenko (13 de febrero de 1984 – 10 de marzo de 1985).(1)

Una  cita de Eric Hobsbawn permite ubicar la situación reinante en la URSS en aquel momento: “La ralentización de la economía soviética era palpable. La tasa de crecimiento de casi todo lo que contaba y se podía contar caía de manera constante de quinquenio en quinquenio desde 1970: el producto interior bruto, la producción industrial, la producción agrícola, las inversiones de capital, la productividad del trabajo, el ingreso real per cápita. Si no estaba en regresión, la economía avanzaba al paso de un buey cada vez más cansado.” (Falta la obra p.468)

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“De hecho, hacia los años setenta estaba claro que no sólo se estancaba el crecimiento económico, sino que incluso los indicadores sociales básicos, como la mortalidad, dejaban de mejorar. Esto minó la confianza en el socialismo quizás más que cualquier otra cosa, porque su capacidad para mejorar las vidas de la gente común mediante una mayor justicia social no dependía básicamente de su capacidad para generar mayor riqueza.”(ibídem p.469)(2)

En el plano militar, la imposibilidad de mantener la creciente carrera armamentista con EEUU, liderada por Ronald Reagan, que apostaba a una multimillonaria guerra de las galaxias, y el empantanamiento en Afganistán, agudizaban las contradicciones en la URSS y su aparato militar-industrial.

 El arriba y el abajo

 Cabe anotar que la iniciativa reformista vino “desde arriba”: no hay una presión popular explícita –huelgas, manifestaciones, etc– que fuera telón de fondo de este proceso en su arranque; en todo caso, habría que rastrear al topo de la historia haciendo su trabajo.

Se trató, fundamentalmente, de un sector del Partido y el Estado que ya no estaba dispuesto a mantener el statu quo dominante, principalmente integrado por cuadros más jóvenes, con formación profesional, intelectuales partidarios y dirigentes de la KGB como Andropov –que es reconocido como el antecedente reformista– y otros que eran conscientes de la alarmante situación de la URSS.

 Tres etapas del proceso

Uskoréniye (aceleración)

La primera respuesta partidaria a tal estado de cosas fue la llamada “aceleración del desarrollo” y del crecimiento como forma de salir del largo período del estancamiento en que se vivía.

Ambiciosas metas económicas –duplicar la producción para el año 2000– y sociales, como la resolución de las carencias básicas y el combate al alcoholismo, que pondrían a la URSS nuevamente en competencia con el capitalismo avanzado, mostrando el verdadero potencial de la sociedad soviética y su modelo socialista, eran las ideas rectoras de la nueva era.

Sin embargo, a poco de avanzar en el proceso, se hicieron cada vez más evidentes los obstáculos existentes en una sociedad envilecida a todos los niveles: “En esta misma época otro síntoma evidente de la decadencia de la Unión Soviética se refleja en el auge del término nomenklatura…  sugería precisamente las debilidades de la egoísta burocracia del partido en la era de Brezhnev: una combinación de incompetencia y corrupción. Y se hizo cada vez más evidente que la Unión Soviética misma funcionaba, fundamentalmente, mediante un sistema de patronazgo, nepotismo y pago.” (ibídem p.469)(2)

La distancia entre aquellos objetivos planteados en marzo del 85 y el socialismo realmente existente era tal, que ya no alcanzaba la aceleración del desarrollo sino que era necesaria una verdadera revolución dentro de la revolución.

Perestroika  (reestructuración)

La perestroika fue formulada en el XXVII Congreso del PCUS en febrero y marzo de 1986. A partir de allí, se van procesando un conjunto de reformas económicas que intentan modificar los métodos de ordeno y mando consolidados por un estado centralizado y totalmente burocratizado, apuntando a recrear un mercado capaz de dinamizar la estancada economía.

Glasnost (transparencia)

El año 1988 vería la introducción de la «glasnost» de Gorbachov, que dio nuevas libertades individuales a los ciudadanos, así como una mayor libertad de expresión y de religión.

Se  buscaba incorporar al debate a toda la sociedad para lograr quebrar la oposición interna y los frenos que los aparatos existentes oponían a todo cambio.

La Ley de Cooperativas aprobada en 1988 fue de las más radicales de las reformas económicas durante la primera parte de la era de Gorbachov. Por primera vez desde la Nueva Política Económica de Lenin, se permitió la propiedad privada de empresas.

En junio de 1988, la XIX Conferencia del PCUS lanzó un conjunto de reformas institucionales que ampliarían las garantías democráticas buscando limitar el poder exclusivo del propio Partido. Se pasó a un sistema presidencial y un nuevo legislativo.

Las elecciones para el Congreso de Diputados del Pueblo se celebraron en toda la URSS en marzo y abril de 1989. El 15 de marzo de 1990, Mijail Gorbachov fue elegido como el primer Presidente de la Unión Soviética y, meses después, será galardonado con el Premio Nobel de la Paz.

Final de juego

En marzo de 1991 se convocó un referendum y el 78% de los votantes optó por el «sí» a la continuidad de la Unión Soviética.

El 12 de junio de 1991, Boris Yeltsin fue elegido para el recién creado puesto de presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia con el 57% de los votos.

Sin embargo, la crisis separatista y nacionalista se acentuó con la salida de varias repúblicas de la Unión; la crisis económica y social se profundizó y el 18 de agosto de 1991 se produjo un intento de golpe de Estado liderado por un grupo de altos funcionarios del PCUS y del gobierno. Fracasó muy rápidamente al no contar con apoyo popular ni del conjunto de los aparatos. Yeltsin emerge como la figura política fundamental que encabezó desde el Parlamento la resistencia logrando imponer sus puntos de vista. Entre otras medidas, se ilegalizó al PCUS. El 25 de diciembre de 1991 dejó de existir la URSS y renunció definitivamente Gorbachov cerrando así el ciclo de la revolución rusa iniciada en 1917.

Epílogo

El sociólogo Manuel Casttells, en su famosa trilogía La era de la información, señala: “Sostengo que la crisis galopante que sacudió los cimientos de la economía y la sociedad soviéticas a partir de los años setenta fue la expresioón de la incapacidad estructural del estatismo y de la variante soviética del industrialismo para asegurar la transición a la sociedad de la información.

Por estatismo entiendo un sistema social organizado en torno a la apropiación del excedente económico producido en la sociedad por quienes ostentan el poder en el aparato estatal, en contraste con el capitalismo, en el cual el excedente se lo apropian quienes controlan las organizaciones económicas.” (p.32, tomo III)(3)

La agudeza de Hobsbawn y su irreprochable actitud como historiador nos dan elementos imprescindibles para la reflexión profunda en esta larga cita: “Dos observaciones pueden servir para concluir este panorama. La primera, señalar cuan superficial demostró ser el arraigo del comunismo en la enorme área que había conquistado con más rapidez que ninguna ideología desde el primer siglo del islam. Aunque una versión simplista del marxismo-leninismo se convirtió en la ortodoxia dogmática (secular) para todos los habitantes entre el Elba y los mares de China, ésta desapareció de un día a otro junto con los regímenes políticos que la habían impuesto. Dos razones podrían sugerirse para explicar un fenómeno histórico tan sorprendente. El comunismo no se basaba en la conversión de las masas, sino que era una fe para los cuadros; en palabras de Lenin, para las «vanguardias».”

“El comunismo era, en esencia, una fe instrumental, en que el presente sólo tenía valor como medio para alcanzar un futuro indefinido. Excepto en casos excepcionales –por ejemplo, en guerras patrióticas, en que la victoria justifica los sacrificios presentes–, un conjunto de creencias como estas se adapta mejor a sectas o elites que a iglesias universales, cuyo campo de operaciones, sea cual sea su promesa de salvación final, es y debe ser el ámbito cotidiano de la vida humana. Incluso los cuadros de los partidos comunistas empezaron a concentrarse en la satisfacción de las necesidades ordinarias de la vida una vez que el objetivo milenarista de la salvación terrenal, al que habían dedicado sus vidas, se fue desplazando hacia un futuro indefinido.”

“Pero ¿por qué fracasó o, más bien, se derrumbó? La paradoja de la Unión Soviética es que, con su desaparición, corroboró el análisis de Karl Marx, que había tratado de ejemplificar: ‘En la producción social de sus medios de subsistencia, los seres humanos establecen relaciones definidas y necesarias independientemente de su voluntad, relaciones productivas que se corresponden a un estadio definido en el desarrollo de sus fuerzas productivas materiales… En un cierto estadio de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones productivas existentes o, lo que no es más que una expresión legal de ello, con las relaciones de propiedad en las que se habían movido antes. De ser formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se transforman en sus grilletes. Entramos, entonces, en una era de revolución social.’

Rara vez se ha dado un ejemplo más claro de cómo las fuerzas de producción

descritas por Marx entran en conflicto con la superestructura social, institucional e

ideológica que había transformado unas atrasadas economías agrarias en economías industriales avanzadas, hasta el punto de convertirse de fuerzas en grilletes para la producción. El primer resultado de la «era de revolución social» así iniciada fue la desintegración del viejo sistema.” (ibídem p.491-493) (2)

II) PERESTROIKA Y ALGUNOS DE NOSOTROS

 Para muchas de las personas que militamos en las filas de la UJC o el Partido Comunista de Uruguay en la dictadura –especialmente para quienes nos enrolamos en ese período–, la fórmula gorbachoviana de “más democracia y más socialismo” era un viento esperanzador que soplaba en las alas a nuestro Partido y Juventud que, en la lucha antidictatorial, se había ganado el nombre de “Partido de la resistencia” (G. Caetano) por su entrega sin pausa a enfrentar y derrotar la dictadura y resurgía con el fermental planteo de una “democracia avanzada” para construir otro futuro.

La coincidencia temporal de ambos fenómenos, la instauración de la democracia el 1º de marzo de 1985 en Uruguay con la legalización del PCU y la llegada del reformista Mijail Gorbachov a la secretaría general del PCUS ese mismo mes, enlazaba dos situaciones distintas que se potenciaban en nuestro imaginario colectivo. Varios motivos pueden marcarse en este sentido:

1) A nivel internacional vivíamos desde hacía un lustro la contraofensiva neoliberal liderada por Reagan y Thatcher, caracterizada por su discurso agresivo y reaccionario contra el comunismo. En el plano nacional el anticomunismo fue parte esencial de la base ideológica de la dictadura, permeando a muchos sectores sociales que no nos conocían y estaban llenos de prejuicios y, justo es decirlo, actitudes sectarias propias en el movimiento sindical y estudiantil lo facilitaron en el seno de la propia izquierda.

2) La respuesta del mundo socialista en el plano político e ideológico, ubicando los temas globales de la paz, el desarme o el medioambiente en un nuevo escalón, en la voz de un nuevo líder comunista ruso que logró rápidamente la simpatía del mundo, resultaba un bálsamo para nuestra política e identidad.

3) La traumática experiencia de la dictadura hizo que los comunistas uruguayos revaloraran la democracia a fondo, superando aquellas visiones instrumentales y peyorativas que existían antes del 73 en casi toda la izquierda. La afirmación gorbachoviana de la democracia como valor universal e inherente al socialismo fue una definición que enlazaba con nuestras convicciones y experiencias más sentidas.

4) Para vertientes clave del Partido, la de la clandestinidad, la de la cárcel y las nuevas generaciones incorporadas torrencialmente en el 84 y 85, la propia dictadura había anulado el debate profundo sobre la realidad del socialismo existente, evitando la erosión que se vivió en otros lados ante el retroceso del “período del estancamiento” soviético, la invasión de Afganistán, el nuevo camino chino, etc. El anticomunismo dictatorial operó, por sicología inversa, como estímulo para su encantamiento con el renaciente socialismo real.

¿Cómo no sintonizar con semejantes ideas y en aquel contexto con la perestroika, más allá de la consustanciación histórica del PCU con el PCUS?

En 1988 una delegación del máximo nivel del PCU integrada por Rodney Arismendi, Jaime Perez, León Lev y Jorge Mazzarovich fueron recibidos por Mijail Gorbachov junto a una delegación del PCUS en Moscú.
La Revista Estudios Nº 101 publicó dicha entrevista así como el Informe de Arismendi al Comité Central de los días 28 y 29 de mayo de 1988.

Allí decía Arismendi: 
“Cuando hicimos la discusión sobre la perestorika primero expresamos nuestro apoyo entusiasta. La veíamos sin duda como un gran proceso transformador de carácter histórico y algunos de sus aspectos fueron entrevistos en nuestras discusiones. Se trata de la remodelación del socialismo, de la promoción creadora que está en la esencia de la teoría de Marx, Engels y Lenin y de llevar a planos mucho más altos a un movimiento comunista internacional que a pesar de la gloriosa historia está cargado de dificultades, a veces estancamientos y que exige evidentemente una etapa renovadora.”

Naturalmente, nada se puede decir de lo que habría opinado Arismedi sobre el final de la URSS y del PCUS; la cita vale para entender cómo se paraba el PCU ante la perestroika a tres años de iniciada y luego de estar en contacto directo con sus líderes.

A medida que avanzaban los procesos renovadores, no todo el PCU veía con buenos ojos las  posiciones cada vez más radicales y autocríticas de Gorbachov y su gente, lo mismo que con Jaime Perez y su dirección, que daban por tierra con tanta afirmación y teoría desarrollada por el propio Partido en las últimas décadas.

Las distintas visiones entre los dirigentes partidarios a la hora del golpe de estado contra Gorbachov en el 91 y la crisis partidaria que ya se venía desarrollando y terminó con la división, no hacen más que ratificar cuan dramáticamente vivieron los comunistas uruguayos aquel proceso que  afectaba lo esencial de su identidad: el PCU así como todo el movimiento comunista internacional (MCI), eran hijos de la Revolución Rusa de 1917 y su existencia era la prueba de la justeza de la teoría comunista.

La crisis propia no hizo más que concretar la crisis general del sistema socialista mundial y del MCI, tiñendo el proceso con los factores nacionales que le dieron su propia tónica y su especificidad, aspectos que merecen ser estudiados con el mayor detalle por historiadores, cientistas políticos y la propia izquierda, y no deben licuarse en las generales de la ley.

En este sentido, los trabajos desde la academia como los de A. Garcé, Ana Laura de Giorgi y F. Lanza, etc, y desde la política como los de W. Turiansky, de A. Toledo, de C. Yaffé, de J.P. Ciganda, F. Martínez y F. Olivari y más, son verdaderos aportes para un período crucial de la historia del PCU.

III)  ¿QUÉ NOS QUEDA 30 AÑOS DESPUÉS?

Estudiar la experiencia de la revolución rusa en toda su extensión es parte vital para los procesos de cambio social que transitamos. Después de todo, entender su nacimiento, desarrollo y muerte, no es más que ser consecuentes con un pensamiento materialista y dialéctico que estaba en su propio ADN.

Preguntas de fondo como:

¿estamos ante la crisis final del capitalismo?
¿estamos en la época de tránsito del capitalismo al socialismo en términos concretos?
¿es viable construir el socialismo en un solo país?
¿fue realmente socialista el modo de producción soviético?
¿cómo catalogar el modelo chino actual?
¿el marxismo-leninismo sigue vigente?

Y muchas otras vitales cuestiones merecen ser abordadas para orientar una labor política transformadora, aquí y ahora.

Para los que seguimos siendo críticos con el estado actual de cosas y no nos resignamos a las injusticias del mundo y del país, y entendemos al capitalismo como una etapa y no el fin de la historia, la experiencia soviética y del socialismo del siglo XX corto, de principio a fin, no deja de enseñar, maravillar y doler: todo junto viene el paquete y no es posible separarlo.

Aceptar su fracaso y entenderlo son pasos para avanzar hacia un mundo mejor.

En última instancia, la justicia de una causa no se mide por la victoria o derrota de sus luchas –algo muy claro para un pueblo artiguista como el nuestro–. La lucha contra la explotación del hombre por el hombre y de la mujer por el hombre, la desigualdad irritante del capitalismo actual, la destrucción medioambiental irracional, las carencias injustificables de millones de personas en todo el mundo, la discriminación de las minorías, el racismo y la xenofobia, el fanatismo religioso y político, son soportes reales que obligan a la acción transformadora.

Los valores universales de igualdad, libertad, justicia social y democracia desde un enfoque global de derechos humanos que no los reduzca a la versión occidental y cristiana, son caminos de amplio cauce para transitar junto al grueso de la humanidad para cambiar al mundo y cada país.

GORVACHOF-237x300IV) GORVACHOV Y SU LUGAR EN LA HISTORIA.

E. Hobsbawn declaraba, a quince años de derrotada la perestroika: “Pero no fui a Turín con la esperanza de aprender demasiado sobre la perestroika sino –como la mayoría de los demás– para homenajear a un hombre admirable, sobresaliente, bueno y honesto. Si el historiador que hay en mí se sintió ligeramente decepcionado, el fan de Mijail Gorbachov no. ¿Fue un gran hombre? No lo sé. Lo dudo. Fue –sigue siéndolo– un hombre íntegro y bondadoso cuyas acciones tuvieron consecuencias enormes, para bien y para mal. Ser su contemporáneo es un privilegio. La humanidad está en deuda con él. Y al mismo tiempo, si yo fuera ruso, también pensaría en él como en el hombre que llevó a su país a la ruina.”(4)

Es muy esclarecedora, también,  la reflexión de Juan Pedro Ciganda en su imprescindible trabajo sobre la perestroika: “Gorbachov apuntó a objetivos importantes, se fijó plazos ambiciosos y no se acercó en el tiempo que se dispuso a los nortes perseguidos y declarados. Tal vez los parciales éxitos se puedan medir en términos de Humanidad y la importancia de los mismos –pasajera– tuvo, en todo caso, una relación inversamente proporcional con los logros (o su ausencia) al nivel de la propia Unión Soviética. Democratizar la política, cambiar la cultura de la gente, transformar la economía, defender el socialismo y el rol rector del partido, impulsar la paz en el mundo, detener el camino hacia la peligrosísima sombrilla reaganiana (Star War) resultó un exceso de trabajo. (p. 42)(5)

Por Eduardo Vaz
Integrante de la Red Miramar

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Notas:

(1) wikipedia.org

(2) Histoira del siglo XX

(3) La era de la información. Fin de milenio. tomo III

(4) Pagina12

(5) Causas del fracaso relativo de la perestroika (1985-1991) Juan Pedro Ciganda

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