El Tesoro más valioso que el oro negro

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Corría el año 1959 y la vida pueblerina se deslizaba con la modorra de un país amparado en las exportaciones de productos primarios que la reciente guerra en Europa había impedido producir en el viejo continente.

Por disposición del gobierno, sin dar cuenta a la población en aquel entonces, una empresa estadounidense perforaba el territorio bien cerca del pueblo en busca de petróleo. Después de meses de trabajo e inéditas profundidades sin encontrarlo- fieles a sus propósitos- los yanquis sellaron la perforación y se mandaron mudar.

Arq- Luis Fabre

Como el arroyo adyacente era uno de los “balnearios” cercanos al pueblo, algunos de los habituales usuarios comenzaron e meterse en la pileta de hormigón en la que, por la boca de la perforación, ingresaba un hilo de agua caliente… y salobre. Se tornaron habituales, con ese objeto, las excursiones de los Moreira, una familia de libaneses cuyo patriarca adoptó el apellido criollo cuando se afincó en el país. Imbuidos tal vez de una arcaica cultura termal, se apiñaban hasta media docena en aquel cubo de tres por tres. Una incipiente fama sobre la condición terapéutica de aquellas aguas circuló en el pueblo y, alargando el verano, unos cuantos “usuarios” más formaban cola esperando turno para introducirse hasta el cuello en la humeante pileta.

Llevó a las fuerzas vivas del pueblo poco tiempo conseguir los permisos y destapar la cañería para desde los 1200 metros el caudal que la napa subterránea proveía de agua salada y caliente, inédita en las producciones termales de nuestro país. Y a pesar de los avatares de su continuidad -por el deterioro del tubo perforado para correr petróleo en lugar de agua caliente con minerales- las Termas de Almirón hoy son un referente para Guichón.

Esta actividad rompió la hegemonía de las labores agrícolas –ganaderas del interior del país, incorporando el turismo como una opción de trabajo cuyo potencial, para realizarse, necesita aún aportes de los gobiernos de turno…y de la población local. Así se podrá optimizar el usufructo de un tesoro – más valioso que el oro negro- que los buscadores del norte abandonaron. Antes de que vuelvan por él.

Por el arquitecto Luis Fabre

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