“Napoleón”| Un megalómano “héroe” de pies de barro

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La recreación de la vida, auge y decadencia de un personaje histórico emblemático que destacó por su carisma, su nacionalismo exacerbado, su intrínseco talento político y sus inteligentes estrategias militares, constituye la materia temática de “Napoleón”, la espectacular superproducción del ya mítico cineasta británico Ridley Scott, quien ha incursionado, con singular éxito, en el cine histórico, el drama, el género policial y la ciencia ficción.

En ese contexto, la carrera del cineasta que abarca más de medio siglo, algunos cortos y más de treinta largometrajes, ha intercalado películas de encomiable factura artística con filmes realmente mediocres. Sin embargo, en casi todos los casos, sus producciones han cosechado un resonante éxito de taquilla.

No en vano, la mayoría de los trabajos de Ridley Scott se han caracterizado por apostar fuerte al espectáculo, mediante una formulación visual realmente de excepción, un puntilloso trabajo de montaje, una música sugestiva y diseños de producción de impronta realmente innovadora.

En ese marco, su mayor aporto a la historia del cine en el último tramo del siglo XX y en el amanecer del tercer milenio, son sus películas de ciencia ficción, que alcanzaron su cenit con “Alien, el octavo pasajero” (1979), un impactante relato de terror ambientado a bordo de una claustrofóbica nave espacial, en cuyo marco un grupo de astronautas y científicos deben enfrentarse a una devastadora amenazada desconocida.

El resonante suceso se reiteró apenas tres años después, en 1982, con la impactante “Blade Runer”, un drama de ciencia ficción distópica, que reflexiona sobre el incierto destino del ser humano, en un paisaje de devastación provocado por la contaminación ambiental. Esta película, que seduce también por su estética, es una suerte de testimonial futurista, que alude a la emergencia de sobrevivir en condiciones adversas.

En ese género, que ha sido crucial en la producción del autor británico, se destaca también “Marte” (2015), la odisea de un astronauta abandonado en un planeta realmente inhóspito.

El realizador aportó también otros dos significativos títulos al exitoso y siempre seductor género de ciencia ficción, como  “Prometheus” (2012) y “Alien: Covenent” (2017), que no alcanzaron la relevancia ni la calidad de sus films precedentes.

Empero, la intrínseca versatilidad de Ridley Scott también aportó películas memorables en el género histórico impregnado en algunos casos de ficción, como “Los duelistas” (1977), tal vez uno de sus mejores trabajos cinematográficos, “1942: la conquista del paraíso” (1992), “Éxodo, dioses y reyes” (2014),  “Cruzada” (2015), “El último duelo” (2021), la espectacular “Gladiador” (2000) y ahora “Napoleón” (2023).

Naturalmente, es muy conocida su incursión en el cine policial, con tres destacados films, como “Lluvia negra” (1989), “Gánster americano” (2007) y, naturalmente, “Thelma y Louise” (1991), un intenso alegato feminista con formato de intriga, que es, sin dudas, otro de los grandes logros de la extensa filmografía de Scott, quien ha sabido siempre fabricar productos de alto consumo, en una carrera despareja, pero siempre caracterizada por el éxito. En efecto, su cine siempre llena el ojo, particularmente en de los cinéfilos no demasiado exigentes, adeptos a las emociones fuertes y a los envases visuales lujosos.

En esa línea está precisamente “Napoleón”, sin dudas su producción más ambiciosa, que recrea un tramo crucial de la historia del emperador Napoleón Bonaparte, con la espectacularidad habitual en la filmografía del octogenario cineasta.

Por supuesto, no es la primera vez que la peripecia vital del emperador galo de origen corso es adaptada al cine. En ese contexto, hay por lo menos cinco películas que ameritan ser mencionadas como antecedentes, con una referencia inicial a “Napoleón” (1927), una película muda del realizador francés Abel Gance, que tiene una duración de nada menos que cuatro horas y es parte de un proyecto cinematográfico inconcluso, integrado por seis títulos. El film, que fue removedor para la época por la utilización de variadas y novedosas técnicas de filmación, es protagonizado por el actor Albert Albert Dieudonné y reconstruye la vida de Napoleón, desde su temprana infancia.

El segundo largometraje que resulta pertinente mencionar es “Desirée” (1954), que mixtura el drama con el romanticismo. En realidad, pese a que el militar y emperador es encarnado por el genial Marlon Brando, la verdadera protagonista de la historia es su joven amante Disirée Clady.

Esta película retrata a un Napoleón joven, ardiente y  apasionado, aunque para nada distante de la política y de la carrera militar. Pese a la gran actuación protagónica de Brando, este es un largometraje olvidable.

En 1960, se estrenóAusterlitz”, de Abel Gance, una nueva adaptación de la historia del monarca francés, quien en este caso es encarnado por el actor Pier Mondy, que encabeza un gran elenco integrado, también, por Jean Marais, Rossano Brazzi, Jack Palance, Claudia Cardinale y Orson Welles, entre otros.

Obviamente, este relato está centrado particularmente en la batalla de Austerlitz, que fue una de las mayores victorias militares de Napoleón Bonaparte.

Tal vez la mejor película filmada y estrenada que evoca al icónico Napoleón fue “Waterloo” (1970), del cineasta soviético Sergei Bondarchuk, que pone el foco precisamente en la batalla que marcó la más dolorosa derrota del emperador. Luego de ese impactante acontecimiento, la estrella del legendario corso declinó definitivamente. En efecto, fue apresado y exiliado en la isla Santa Elena, donde falleció.

El film, protagonizado por el gran Rod Steiger, trasunta todo el dramatismo de la decadencia de un personaje realmente mítico, que llegó a gobernar virtualmente a toda Europa y hasta se atrevió a colonizar Egipto, donde perpetró toda suerte de barbaridades.

El quinto título que merece una mención particular es “La última batalla (Monsieur N.)” (2003), que recrea el exilio de Bonaparte precisamente en la isla Santa Elena, donde Napoleón pasó los últimos seis años de su vida. La película, que tiene una impronta realmente dramática, está dirigida por Antoine de Caunes y protagonizada por el actor Philippe Torreton.

Obviamente, el personaje de Bonaparte, por su dimensión histórica e intrínseca riqueza, era ideal para crear un film realmente memorable, que marcara un antes y un después en la dilatada carrera del célebre director. Por supuesto, fue todo un desafío reconstruir la peripecia vital de un personaje tan singular, que marcó a fuego a la Europa de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.

Considerado a menudo un mero oportunista, un militar autoritario, un político ambicioso y un enfermizo megalómano, Bonaparte fue un personaje sin dudas referente de un período particularmente conflictivo de la humanidad, signado por la violencia, las guerras y los desbordes cuasi dictatoriales.

Su nacionalismo exacerbado no exento inicialmente de nihilismo lo transformó en objeto de culto, desde el aciago tiempo del Gran Terror que siguió al triunfo de la Revolución Francesa con la Toma de la Bastilla.

Este acontecimiento histórico, caracterizado por las ejecuciones masivas de personas presuntamente contrarrevolucionarias y la grosera violación de los derechos humanos, emuló la barbarie autoritaria del antiguo régimen monárquico.

En tal sentido, aunque no se explicite, al comienzo del relato se observa la muerte en la guillotina de la reina María Antonieta, esposa del también ejecutado rey Luis XVI y al verdugo alzando su cabeza amputada ante una multitud enfervorizada. Esta escena, que es contundente, testimonia cabalmente el odio de la mayoría del pueblo francés contra ambos monarcas, quienes perpetraron actos deleznables durante sus reinados.

 Este es precisamente el marco de referencia histórica en el cual el joven Napoleón Bonaparte se sumó a la revolución, como una suerte de convidado de piedra. Empero, su participación en este proceso político que terminó transitoriamente con la monarquía e instauró en Francia la primera república, lo transformó en un líder nato, tan venerado como odiado.

En poco más de dos horas y cuarenta minutos (la versión completa de la película tiene cuatro horas), Scott otorga nueva vida al brillante militar pero controvertido político con delirios de grandeza y sesgo autoritario, que es encarnado nada menos que por el actor estadounidense Joaquin Phoenix , ganador del Oscar al Mejor Actor por su magistral interpretación en “Guasón”. Esta es la segunda vez que Phoenix trabaja con Ridley Scott, luego de haber encanado al enajenado emperador romano Cómodo, en la recordada “Gladiador”.

El “Napoleón” de Scott se toma numerosas licencias – no errores propiamente dichos- que generaron una virulenta reacción de la crítica especializada en Francia, la cual fustigó ácidamente al realizador, por entender que su largometraje no respeta la historia ni al personaje propiamente dicho.

Esta nueva recreación del la vida, el auge y la caída de Napoleón Bonaparte es un gran espectáculo visual como nos tiene acostumbrados Ridley Scott pero meramente superficial, porque carece de densidad dramática y no indaga en la psicología de los personajes, como se podría esperar del abordaje de la peripecia vivencial de un personaje tal descollante.

A lo sumo, el Napoleón de Scott es un militar, que tiene la virtud de bajar de su torno para encabezar todas las batallas de su ejército. También es un hombre soberbio, que se corona a sí mismo, y un irrefrenable amante, vacío de pasión.

En su peripecia, cargada de triunfos y derrotas, lo acompaña Josefina de Beauharnais (Vanessa Kirby), su primera esposa y emperatriz, una viuda infiel de costumbres escandalosas para la época, que deviene en una auténtica víctima del monarca.

En efecto, en las escenas de sexo entre ambas no hay amor y ni siquiera un beso o una caricia. La imagen de sus encuentros de alcoba es la del macho cabrío que fornica a su esposa como si fuera un animal, con el único propósito de embarazarla y tener un heredero. Como la mujer ya no era fértil pese a su juventud, la insostenible situación culminó naturalmente en divorcio.

Sin embargo, la mujer jamás pierde sus privilegios, porque habita una confortable vivienda de estructura arquitectónica palaciega, recibe todos los meses dinero suficiente para seguir manteniendo un alto estándar de vida y dispone de un ejército de sirvientes.

Naturalmente, es visitada frecuentemente por el emperador, quien le manifiesta que aun la ama y, obviamente, la extraña. Sin embargo, cuando Napoleón se entera de su muerte, su rostro no expresa casi dolor.

El extenso relato, que, salvo en algunos desbordes de autoritarismo como la destitución del directorio, soslaya casi totalmente el perfil político de Napoleón, abunda en cambio en magistrales escenas bélicas, como la batalla que se disputa sobre un extenso río congelado en Rusia, con los cuerpos sumergidos en medio de un auténtico piélago de sangre.

Sin embargo, el film trasunta la impronta eminentemente trasgresora del monarca, cuando este abre un sarcófago y toca una momia –presuntamente del faraón Ramsés II- en una actitud de irreverencia y falta de respeto por los íconos de Egipto. Naturalmente, el tan promocionado bombardeo a las pirámides es pura ficción.

Más allá de la meticulosa reconstrucción de época y del impacto visual de imágenes realmente removedoras, la película se queda en la superficie, desestimando todo eventual análisis de los acontecimientos narrados y de quienes los protagonizaron.

En tal sentido, el personaje de Bonaparte está absolutamente desperdiciado y apenas limitado a su condición de militar con ínfulas de nobleza y delirios de grandeza. En efecto, el Napoleón de Ridley Scott es un hombre testarudo, ególatra y pragmático, que apela a cualquier recurso con tan de lograr sus propósitos.

Esta nueva y costosa adaptación de la peripecia existencial de Napoleón Bonaparte está muy lejos de colmar las expectativas de los cinéfilos exigentes, pese al prodigioso arsenal visual y sonoro que despliega el realizador británico en la pantalla.

El Napoleón que encarna Joaquin Phoenix sin demasiado esfuerzo ni  convicción para un actor de su superlativa estatura histriónica, es como un gigantesco paquete –que costó más de 200 millones de dólares- lujosamente presentado pero radicalmente vacío de contenido, despojado de encarnadura y emoción y, por supuesto, de todo perfil eventual reflexivo.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

 

FICHA TÉCNICA

Napoleón (Estados Unidos-Reino Unido/2023). Dirección: Ridley Scott. Guión: David Scarpa. Fotografía: Dariusz Wolski Música: Martin Phipps. Edición: Claire Simpson y Sam Restivo. Reparto: Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby, Tahar Rahim, Rupert Everett, Edouard Philipponnat, Catherine Walker y Ludivine Sagnier.

 

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