/ El anticomunismo tan deseado
/ Tanto desde el Partido Nacional como del Partido Colorado, se define como principal objetivo electoral el impedir el triunfo del Frente Amplio. No lo verbaliza en cambio, al menos no como una cuestión central y excluyente, Cabildo Abierto. La filosofía enseña que la negación de algo no define lo contrario, y si vamos a los hechos, ni Álvaro Delgado ni Andrés Ojeda especifican con fuerza, método y argumentos ningún otro objetivo para volver al gobierno nacional.
Por primera vez desde 1985, la ideología entra claramente en la escena política, y quiere desarrollar e imponer su presencia. Los recursos metodológicos para hacerlos, el país lamentablemente los tuvo que conocer, pero insuflarles nueva vida es ir por senda oscura. De ese arsenal, ya hay elementos algunos planteados, y otros sugeridos.
Así, y tratando de focalizar en lo que realmente les interesa, los temas que podrían integrar un programa son simplemente nombrados; seguridad, educación, pobreza, etc., y es hecho de manera que parecen integrar una lista para ir al almacén. El que sí se nombra es el cuestionamiento a la reforma jubilatoria hecha desde el mayor movimiento social del país, la central obrera, ante la cual el Frente Amplio saldó las diferentes posturas que esto despertó con libertad de acción. Unos acompañan la decisión libérrima del movimiento social, respetable por principio, y otros favorecen una discusión a fondo con todos los protagonistas del tema, para lograr una solución a mediano plazo. Y no la enmienda aprobada que jamás llegará a ser soneto.
Está claro para quienes están hasta en la periferia del interés por la política nacional que el FA tiene una decidida posición en contra de las de la derecha (los del gobierno, con sus actos, no dejan opción a esa calificación) en materia de seguridad social. Aunque es un hecho central, no es solo el aumentar la edad jubilatoria lo que se cuestiona. Respecto de ésta, la experiencia internacional muestra que en los países en que se aumentó la edad laboral, menos de la mitad de las personas llegan trabajando a los 65 años, como la reforma vigente impone que sea la realidad en una década.
La tasa de empleo empieza a bajar marcadamente a partir de los 50 años, y después de los 60, y en promedio, las mujeres trabajando son el 15% de la fuerza laboral y 22% en los hombres. A los 65 años, las mujeres trabajando son el 7,2% de la fuerza laboral. Esto, en un país en el que dos de cada tres trabajadores no llega a fin de mes, según afirmación del senador Oscar Andrade.
Y tercero y último, para no abundar, la reforma aprobada empeora para los trabajadores la relación con las AFAP, que pasan de cobrar un porcentaje solo de la ganancia a cobrarlo aun con el trabajador desocupado.
El interés del hoy oficialismo en el tema no es el cuestionamiento al plebiscito. Esto, aunque éste tenga posibilidades ante (y nombremos plumas poco difundidas) un gobierno que bajó salarios, redujo a la mitad la multa a empresarios que falsifiquen documentación, su BPS dejó de fiscalizar laudos en sus inspecciones, decidió que no se aplique el Fondo de Insolvencia Patronal en el cierre de Casa de Galicia (amen de otras consideraciones críticas sobre el manejo de ese cierre), dejando a los empleados cesanteados sin nada, dejó afuera los fondos postconcursales, lo cual hoy es un conflicto con los trabajadores de Central Lanera, y decidió que los beneficios de un convenio laborales pasan a ser nulos si la empresa deja de existir, cuando el Estado es la tercera parte de esos convenios; la banca privada puede dar testimonio. Aunque no es una lista exhaustiva, son éstos elementos que predisponen al movimiento obrero a mostrar su oposición.
La intención del gobierno es claramente ideológica, y en ese sentido busca encadenar al FA a la decisión del PIT, violentando la realidad, para acuñar la existencia de lo que llama FAPIT, como si fuera divertido el hacerlo. Las líneas de acción que se propician así es intentar separar al empresariado del FA (una forma oscura de la derecha de reivindicar la existencia de la lucha de clases), sobrevalorar la influencia del PIT, que parece un primer paso hacia la construcción de un enemigo interno, y más.

Cuando ganó las elecciones el Partido Nacional en 1959 y hasta ser relevado por el golpe civil militar en 1973, se consolidaron representaciones que ya entonces no eran nuevas, como la del trabajador sindicalizado que encarnaba al Caballo de Troya del comunismo internacional, en tanto “enemigo interno” que venía a socavar el orden social. En la medida de sus necesidad de excluir sectores de lo considerado por ellos políticamente correcto, fueron diversificando los rostros del “comunista” estereotipado y esa etiqueta sirvió para calificar estudiantes que adoptaron formas violentas o transgresoras de militancia, miembros de grupos guerrilleros que justamente se oponían al PC, fieles y sacerdotes cristianos y líderes políticos que adhirieron en 1971 al Frente Amplio, la primera coalición de izquierdas que obtuvo una votación significativa en la historia del país.
El Partido Comunista siempre fue legal en este país, desde msu fundación en 1920 hasta el golpe de Estado civil militar de 1973. La despiadada Operación Morgan con la que los militares encarcelaron torturaron y mataron a comunistas, fue en definitiva la idea de construir un enemigo interno sobre el que triunfaban, sin que existieran motivos reales para atacarlo, más que ideológicos. Recuérdese que el MLN ya no estaba en acción cuando el golpe, y justificar el avasallamiento hecho les era esencial.
Hoy ya no hay URSS, el PC que subsiste fue raleado en miembros y capacidades por la crisis subsiguiente a 1991, y teniendo algunos cuadros (esto es, militantes que tienen tanta formación teórica como práctica), el autor no considera que hoy sea un partido de cuadros. Hoy, esa acusación sin sentido se dirige al PIT y en forma genérica, al FA: acusan al progresismo de comunismo, y quisieran ir ampliando ese círculo de su infierno particular en la medida en que puedan disfrazarlo de políticamente viable, y se les permita. Y la verdad, en el FA pueden encontrar fácilmente tanto ignorancia del marxismo como marxismo pesimismo.
Teniendo en cuenta el pasado y las huellas rabanito que empiezan a hollar esa vieja senda, la necesidad y la posibilidad que ojalá no encuentren es –reflejo del pasado y citando a Magdalena Broquetas– la de la explotación sistemática del miedo al comunismo por parte de quienes obtuvieron réditos de distinta índole mediante la sobrevaloración de la influencia del comunismo.
El temor al comunismo no circula hoy en los ámbitos sociales con la fuerza que este proyecto necesitaría para su política de humo; ni siquiera en los sectores manifiestamente conservadores. En el pasado, la generalización de las dudas sobre el futuro que encontró cauce en el anticomunismo antecedió a la adopción de medidas políticas autoritarias y a la justificación de rupturas democráticas, así como también sirvió para desestimar procesos de cambio social inspirados en matrices ideológicas muy diversas, se afirma citando nuevamente a Broquetas. Ojalá, por el bien de todos, que no se dé. Pero, como se dice en el juego del monte, la carta está en boca.
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.