La ya descongelada Guerra Fría, la pasión por la política y la militancia, la nostalgia, la ácida crítica social y el cine como privilegiado testigo de la historia son las cinco desafiantes vertientes temáticas de “Lo mejor está por venir”, la comedia dramática del genial y no menos laureado realizador italiano Nanni Moretti, que indaga en los entretelones y en la historia de los agitados años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
Se trata, obviamente, de una película de fuerte sesgo político, como ha sido habitual en las últimas tres décadas de la carrera del célebre y talentoso director y actor italiano. Obviamente, no es sorpresa para nadie medianamente informado que Moretti es un activo militante de la izquierda más radical, que incluso ha fustigado la moderación de partidos y dirigentes de la izquierda de su país, que se han limitado a convivir en el mapa político italiano sin despegar de la medianía.
Es obvio que a diferencia de lo que sucedía otrora, cuando era fuerte y hasta llegó a gobernar en coalición con figura de la talla del comunista Enrico Berlinguer y del socialista Bettino Craxi, hoy la izquierda italiana ocupa un lugar meramente marginal, en un país gobernado hace tiempo por la derecha. Actualmente, la primera ministra, que es el cargo de gobierno con mayor poder, es Giorgia Meloni, una conservadora radical.
La historia de Nanni Moretti como actor y cineasta siempre estuvo pautada por los avatares de su país en la posguerra, cuando, luego de la liberación de la ocupación nazi y de las elecciones de 1946 que tuvieron la novedad del voto femenino, el mapa político de su país se dividió entre dos bloques, uno de esos liderados por los demócratas cristianos y sus aliados y otro por dos partidos de izquierda que en el pasado eran muy fuertes: el Partido Comunista, que con el tiempo se sumó a la corriente del denominado eurocomunismo que disentía con el hoy desaparecido bloque soviético, y el Partido Socialista. Esa polarización de la posguerra generó, durante las agitadas décadas del sesenta y el setenta, mucha inestabilidad y permanentes cambios de gobierno y elecciones anticipadas.
Por supuesto, esas complejas coyunturas influyeron en las ideas de Moretti, quien siempre se declaró comunista. Por supuesto, su cine, particularmente a partir de la 1990, refleja claramente esa impronta ideológica, que lo indujo, por ejemplo, a enfrentar al poderoso, millonario y corrupto gobernante ultraderechista Silvio Berlusconi.
De su extenso y fermental filmografía, que abarca los últimos cuarenta años, se destacan “Caro Diario” (1993), “Aprile” (1998), “La habitación del hijo” (2001), “El caimán” (2006), “Habemus papa” (2011) y “Mi madre” (2015), entre otras. Aunque su trayectoria artística ha sido despareja y alterna grandes películas con productos que no están a la altura de su probado talento, su cine, siempre osado y revulsivo, ha marcado a fuego a la escena artística de Italia durante las últimas cuatro décadas. En efecto, tu trabajo creativo tiene una identidad propia que, como sucedía en el denominado neorrealismo italiano, mixtura el drama con la comedia, a menudo de sesgo irónico y desaforado.
Empero, lo que no está en tela de juicio, más allá de eventuales controversias y adhesiones o rechazos, es que lo suyo es cine de autor profundamente reflexivo, que siempre fusiona la política con la vida cotidiana y sus propias experiencias en materia creativa.
Por supuesto, en su rol de cineasta a menudo ha sido calificado como pesimista, al abordar temas tan candentes como la ansiedad, que es la patología psiquiátrica más arraigada del presente, la depresión y la desolación del ser humano en un mundo contemporáneo contaminado por la violencia, la incomunicación, la falta de empatía y las injusticias. No en vano, Moretti siempre visibiliza el fuerte vínculo entre lo humano y lo social. Esos son los signos identitarios de la producción de un realizador cinematográfico mayor y a esta altura cuasi legendario, que ha sabido construir una sólida identidad y un importante prestigio a nivel internacional, en un tiempo histórico en el cual la política ha desaparecido virtualmente del cine italiano, luego de la partida de emblemáticos maestros como Pier Paolo Pasolini, Gillo Pontecorvo, Elio Petri, Luchino Visconti, Marco Bellocchio, Ettore Scola y Dino Risi, entre otros.
Todo ese cine que tanto me gustaba en lo personal y disfruté a pleno durante mi adolescencia y juventud ya es historia, pero también es legado para las nuevas generaciones, porque aunque se haya descongelado la Guerra Fría y la bipolaridad planetaria sea pasado, subsiste, en el presente, la explotación de la clase obrera por parte de las oligarquías vernáculas y las trasnacionales, una práctica traccionada por los ortodoxos programas de ajuste económico aplicados a impulsados por los organismos multilaterales de crédito y de las calificadoras de riesgo, que detentan el poder global.
Aunque “Lo mejor está por venir” dista realmente de ser uno de los mejores títulos de Moretti, igualmente rescata la frescura de evocar algunos acontecimientos que en el pasado cambiaron al mundo y hasta alentaron algunas utopías –hoy cuasi invisibilizadas por el discurso conservador- de la tan ansiada emancipación del poder opresor del gran capital y de la encubierta dictadura del mercado.
En tal sentido, esta película es una suerte de homenaje al cine testimonial italiano de un pasado no tan remoto y también un tributo al arte cinematográfico en sí mismo.
No en vano, el relato se centra precisamente en el rodaje de una película ambientada en 1956, que narra la llegada a Roma de un circo húngaro, en pleno levantamiento de la población de ese país contra el opresor gobierno estalinista. El alzamiento fue duramente reprimido, con la participación de tropas soviéticas, que invadieron el territorio magiar.
En plena Guerra Fría, esa circunstancia produjo una furibunda reacción de las potencias occidentales capitalistas, pero también fue foco de algunas actitudes dubitativas de comunistas europeos, particularmente del otrora poderoso Partido Comunista Italiano, que, hasta la implosión de la Unión Soviética y la desaparición del bloque marxista, fue el más poderoso de occidente.
Al frente del proyecto cinematográfico está el cineasta Giovanni (Nanni Moretti) y su esposa Paola ((Margherita Buy), quienes encaran su nuevo emprendimiento por amor al cine y también por amor a los sueños y las utopías de su juventud. Aunque el matrimonio está desgastado por más de cuarenta años de convivencia y porque el cineasta tiene más pasión por su cine que por su pareja, el rodaje parece garantizado, más allá de eventuales carencias, gracias al apoyo económico del bastante corrupto financista francés encarnado por el estupendo actor Mathieu Almaric, cuya interpretación es todo un deleite. Incluso, el inesperado inconveniente que se presenta es el romance de Emma (Valentina Romani), la hija del matrimonio, con un hombre mucho mayor que ella pero de buena posición económica. Por supuesto, la madura pareja se tiene que digerir esa relación, porque la prioridad es la filmación de la película.
El relato comienza con una delirante reunión del equipo de producción con participación incluso de los actores, en la cual el director le explica a un joven la cantidad de comunistas que había en Italia en las décadas del cincuenta y el sesenta. En ese marco, su interlocutor le pregunta al cineasta: “¿tantos rusos había en esa época en Italia?” En esas circunstancias, el realizador le responde que no eran rusos sino italianos, porque en ese peculiar momento de la historia los adherentes al Partido Comunista Italiano sumaban millones. Por supuesto, la secuencia es hilarante, por el inevitable desencuentro entre generaciones, entre la juventud del pasado cargada de sueños socialistas en algunos casos plegados al bloque soviético, y la juventud del presente que asiste a la decadencia de la izquierda y al auge de la derecha más rabiosa en el país peninsular.
Obviamente, como se trata de un proyecto muy ambicioso e incluye a una troupe de circo, lo costoso será contratar artistas, incluyendo trapecistas y equilibristas, y, naturalmente, también incorporar animales de un zoológico, que luego serán devueltos.
Como no se trata ciertamente de una superproducción y todo tiene un superlativo grado de improvisación, el rodaje tropieza con varios contratiempos, algunos por carencias y otros por meras torpezas, como dejar a la vista celulares o equipos electrónicos que en la década del cincuenta naturalmente no existían. Esas circunstancias fuerzan los tiempos de filmación y derivan en la reiteración del rodaje de numerosas escenas.
Por supuesto, el corazón de la historia es la política, porque mientras en la ficción transcurre la filmación, que incluye el levantamiento de los rumanos contra el gobierno autoritario de matriz stalinista y la invasión rusa a Budapest para sofocar la rebelión con inusitada violencia, también prosigue la peripecia cotidiana de los personajes.
En esas circunstancias –siempre dentro del relato que está en pleno rodaje- el Partido Comunista Italiano debe resolver si apoya o no la intervención militar y se mantiene leal al bloque liderado por Moscú por entonces denominado Pacto de Varsovia, o repudia la agresión. Si se diera esta última posibilidad, el PCI se situaría en la misma postura que las potencias occidentales nucleadas en torno a los Estados Unidos, en la alianza militar del otro bloque denominada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que aun existe y hoy está apoyando a Ucrania en su guerra contra Rusia.
La película, que más que un drama es realmente una comedia de impronta satírica, que se burla de la política y evoca el pasado con una visión nostálgica no exenta de pesimismo, tiene un inocultable formato teatral.
En efecto, abundan los bailes y las canciones populares que hicieron historia, en las voces de referentes de la música italiana como Franco Battiato, Luigi Tenco y Fabrizio De André, así como guiños cinéfilos a “Lola”, de Jacques Demy, la emblemática “La dolce vita”, de maestro del neorrealismo Federico Fellini, “No matarás”, de Krzysztof Kieslowski, y “La jauría humana”, de Arthur Penn.
Todo es altamente disfrutable, en esta película para cinéfilos y obviamente cinéfilos de izquierda, porque, obviamente, no faltan las críticas al mercado y el cine de industria, cuando el director recibe un ofrecimiento de una célebre multinacional audiovisual que, en el presente, no sólo produce películas sino que también tiene una plataforma que contiene productos cinematográficos para ser consumidos en el ámbito familiar. Obviamente, estas empresas, que en la mayoría de los casos venden paquetes de cine comercial y también financian proyectos artísticos de liviana digestión y alto consumo, están en las antípodas de la postura del actor y director de “Le mejor está por venir”.
Aunque esta es una nueva entrega de un cineasta nostálgico que al igual que Woody Allen es autorreferencial y se ha mantenido siempre coherente con sus ideas y sus convicciones, el relato trasunta realmente optimismo. No en vano, el título original de este film en italiano es “El sol del futuro”, que ciertamente tiene más de una lectura, aunque todas son muy motivadoras y estimulantes. También lo es el personaje central (Nanni Moretti), quien pasea por el centro de Roma en monopatín eléctrico, mientras que en el pasado lo hacía en una moto Vespa, que otrora fue un medio de transporte de las clases proletarias,
Aunque por razones obvias no comentaré el epilogo de esta disfrutable historia, mi mensaje a los lectores, fundamentalmente a aquellos que como yo eran adolescentes a fines de la década del sesenta y principios de los setenta, es que el final es realmente festivo y a pura militancia, naturalmente de izquierda, acorde con la ideología del ya célebre actor, director y guionista italiano.
En ese contexto, “Lo mejor está por venir” es básicamente un homenaje al cine impregnado de nostalgia, pero también una ácida crítica a la política y a los políticos, a los dogmatismos exacerbados y a la contemporánea industria del pasatiempo, casi siempre gobernada por el mercado.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
FICHA TÉCNICA
Lo mejor está por venir (Il sol dellávvenire) Italia-Francia 2023. Dirección: Nanni Moretti. Guión: Francesca Marciano, Nanni Moretti, Federica Pontremoli y Valia Santella Fotografía: Michele D’Attanasio. Edición: Clelio Benevento. Música: Franco Piersanti. Reparto Nanni Moretti, Margherita Buy, Silvio Orlando, Barbora Bobulova, Mathieu Amalric, Zsolt Anger, Jerzy Stuhr, Arianna Pozzoli, Valentina Romani, Teco Celio, Elena Lietti, Flavio Furno. Guion: Francesca Marciano, Nanni Moretti, Federica Pontremoli y Valia Santella.
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.
Otros artículos del mismo autor:
- “Parthenope, los amores de Nápoles”: La apología de la libertad amatoria
- “Montevideo inolvidable”: Entre la nostálgica grandeza y la decadencia
- “El fruto del árbol sagrado” La tóxica patología del fanatismo
- “Las vidas de Sing Sing”: El arte como sanadora evasión
- “No other Land”: El drama de los insiliados palestinos