/ Discurso Completo
Desde que nuestro presidente me comunicó que habían decidido otorgarme este reconocimiento, he tenido mucho tiempo para hacer balance de mi vida. Pienso en la niña que empezó a ir a clases de teatro en el taller de María Galleta y en la epifanía que sintió al descubrir que ese mundo de juego, fantasía y creación podía ser un modo de vida, una herramienta mágica para habitar vidas ajenas y desentrañar sus misterios. Recuerdo el temblor con el que pronuncié mis primeras frases entre cajas a los doce años en La Barraca de mi maestra Alicia Hermida. Con ella representamos a Federico García Lorca en su Fuente Vaqueros natal, aquí, en Granada. Así que mis inicios están poéticamente ligados a esta tierra.
Desde ese momento, empecé este camino en el que mi escuela principal y constante fue el trabajo. Formo parte de ese exiguo porcentaje de actrices y actores que pueden vivir de esta profesión. Y quiero compartir este Goya con todos esos compañeros que siguen adelante contra viento y marea, empujados por su vocación y su talento. Va por vosotros.
Decía que mi formación ha sido el trabajo constante, y no solo a través del cine o la televisión, sino también gracias al teatro. El escenario para mí es el gran maestro del actor y si hoy tengo más herramientas ante la cámara es en gran parte gracias a todos esos teatros que me he pateado durante años por todo el país. Amo tanto esta profesión que disfruto más del trabajo de mis compañeros que del mío propio. Os lo juro, me lleno de asombro y de agradecimiento con el talento ajeno. Ese ha sido y es una fuente inagotable de aprendizaje para mí.
Con muchos de vosotros y de vosotras he compartido cientos de aventuras delante y detrás de las cámaras. Imposible mencionar a todos esta noche dejadme que sobre todo en nombre de los que ya no están. Recuerdo especialmente a Bigas Luna, a quien cada año que pasa echo más de menos. Y permitidme que de los más de cuarenta directores con los que he tenido la fortuna de rodar mencione el nombre de las cuatro únicas directoras a Patricia Ferreira, que nos dejó hace poco más de un año y que fue una de las pioneras en ponerse detrás de la cámara y encontrar sus propias historias cuando para las mujeres estaba casi todo vedado.

Por suerte, están cambiando las cosas. Hoy sois muchas más y no sólo directoras y guionistas, también productoras, sonidistas, directoras de fotografía, foquistas, operadoras de cámara o ayudantes de dirección. Iba siendo hora, compañeras.
El cine es un empeño colectivo. La energía de todos los individuos que forman el grupo está enfocada en lograr un objetivo común. Remamos siempre juntos. Pese a nuestras diferencias, intentamos dar lo mejor de nosotros mismos en circunstancias a veces muy adversas. Y todo para contar historias que sirvan de lugar de encuentro, historias que nos ayuden a compartir lo que nos duele y lo que nos salva. Como dijo nuestra querida Marisa Paredes, precisamente en una gala de los Goya no hay que tener miedo a la cultura. Hay que tener miedo a la ignorancia, a la indiferencia, a la mentira, al fanatismo y a la violencia. Hay que tener miedo a la guerra.
Y me gustaría añadir, y creo que Marisa estaría de acuerdo conmigo: Hay que tener miedo a los nuevos imperialismos y a las limpiezas étnicas.
Un individuo se define por el número de personas que han tocado su vida, leí hace poco en alguna parte. A ellas quiero dedicarles este Goya. A las que me acompañáis esta noche desde el patio de butacas, y a las que estáis conmigo desde vuestras casas. A mis hijos, Teo y Bruna, la luz de mi vida. A mi padre Ángel, que ya nos dejó hace demasiado tiempo y, sobre todo, a mi madre, Fiorella, el motor de mi vocación, mi gran cómplice. Mamá: sin ti, sin tu apoyo, sin tu respeto y sin tu confianza nada de esto sería posible. Te voglio bene, mamá. Gracias.
Y ya termino. Echo la vista atrás y siento que he sido algo precoz en muchos momentos. Empecé siendo una niña. Tuve el honor de presidir esta Academia antes de cumplir los treinta, y hoy recibo este premio cuando aún me siento como esa niña que pronunció sus primeras frases entre cajas. Con todo por hacer, con el mismo temblor, con el mismo vértigo, con las mismas ganas de desentrañar el misterio.
¡Muchas gracias por tanto amor, nos vemos en el cine!
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