Comienza a asomar otro año y, desde nuestro lugar, juntamos balance de vida con proyecciones al inmediato futuro. La introspección es cada vez más difícil, la determinación de nuestra vida ya no es lineal, el determinismo no existe más. La diversidad nos provoca en todas las escalas, desde las amplias expresiones de la globalización hasta la oferta en la feria.
La interconexión comunicacional promueve la interacción entre congéneres con amistades y afectos. Nuestra vocación puede tomar cualquier canal en estudios, capacitación o trabajo, por un delta que nos llevará al mar abierto o nos enterrará en el barro. Nuestros mejores propósitos encontrarán distorsiones inesperadas, no predecibles.
La incertidumbre invade nuestra subjetividad y, más aún, de todos en todo el globo.
Formamos parte de una sociedad de consumo que se consume a sí misma; expoliando recursos naturales, degradando el medio ambiente, contribuyendo a la desigualdad y la exclusión, con sus consecuentes resultados de violencia. Una sociedad que ha banalizado los valores. La solidaridad voluntaria contiene intereses comerciales (como en la Teletón) o, como en el caso del Fondo de Solidaridad universitario, es coercitiva y obligatoria.
La instantaneidad y la banalidad en los medios de difusión, sobre todo en la televisión, anulan la asimilación de contenidos trascendentes. Le llaman, con nuestra tácita aceptación; entretenimiento.
No obstante
Si bien la libertad individual no asegura la libertad del otro, ello no implica llegar al individualismo extremo. Contiene la opción de actuar y vivir junto a otros. De integrar nuestros propósitos, vocaciones y aún nuestros sueños aumentando las probabilidades de hacerlos realidad.
El instinto de supervivencia debe abarcar nuestros afectos de sangre…incluyendo las generaciones que siguen. Las leyes de herencia no llegan a transferir buena vida, sólo bienes materiales sujetos a los avatares de la incertidumbre anotada. Es más productivo legar un mundo mejor… al menos que el que encontramos. Así que lo que hagamos por ese legado no es ocioso, será a repartir entre más herederos; millones.
“Vivimos navegando un mar de incertidumbre con islotes de certezas”
Uno de esos islotes apareció en la conferencia por el cambio climático en París donde la previsión del futuro primó sobre los intereses presentes. Por fin los más poderosos entienden- ayuda en verdad el que también sufran las consecuencias- que en habitaciones separadas, suites de lujo o palos sosteniendo un nylon, vivimos todos en la misma casa.
Actuar en consecuencia
El paradigma de la individualidad nos dificulta ver más allá de nuestra satisfacción personal…e inmediata. Pero, con la doble lección; de la naturaleza y las terribles acciones entre congéneres, ahora está claro que todos somos constructores de un destino común… y responsables del mismo. Que lo que hacemos o dejamos de hacer, aún desde nuestro pequeño lugar, aportará a un mundo distinto, mejor o peor.
La huella de carbono, todavía la menos visible, no es la única que dejamos. Individualmente hablando, la conciencia de ser un pequeñísimo, pero original organismo integrando la vida en uno mayor, nos confiere protagonismo. Hagamos lo mejor posible nuestro papel.
Por el Arq. Luis Fabre
luisfabre@gmail.com
Foto: ntcdelmundo.blogspot
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