Fernando Barboza pasó por distintas etapas durante la confección de este libro. Entusiasmo, preocupación, desesperación, asombro, bronca, fueron las más positivas. Lo desafiaron a escribir un relato de la vivencia a nivel del suelo de los comunistas uruguayos. Nada menos. Él no es comunista, y un poco por eso nació la idea. Naturalmente, aceptó.
Pero a medida que avanzaba fue perdiendo el horizonte. De una punta de información salía una montaña, y después otra, y después otra. Contaba que le llegaban datos relacionados a lo que investigaba por conexiones más allá de lo racional, se atragantaba día tras día con las notas y los editoriales infames de los años 60 y 70 de los diarios montevideanos que iba a leer a los archivos, y volvía a atragantarse mientras constataba cómo ese mismo discurso fascista se continúa hoy. Rumiaba solo por muchos días lo que le habían contado los entrevistados, se lo guardaba sin poder decirlo, por imposible. Lo veíamos. De muchas horas de entrevistas dejó apenas unas pocas páginas transcriptas. Todo se sentía como una pérdida, la historia era inabarcable y había que elegir, hacer de tripas corazón y salvar el libro a costa de decir apenas partes. De eso se trataba, de juntar fragmentos y que en ellos el lector encontrara los reflejos que armaran otra figura, probablemente la propia. Y funciona.
A veces de la frase más sencilla salta un recuerdo entero. En los silencios bien contados de una conversación hay tanto o más que en varios libros. Hay voces de hombres y mujeres que dicen poco pero que tienen en cada palabra una gravitación poderosa. Trazos de personas y de situaciones que cortan la respiración, relatos de militantes sin fama que pusieron el cuerpo en los momentos más difíciles, historias de compromiso, de gente que sabe qué significa.
El lector encontrará una resumen de la historia del Partido Comunista Uruguayo, junto a la vivencia de las huelgas en las casas de la gente afiliada y no afiliada, sucesos anteriores y posteriores al golpe desde ángulos que aportan mucho; la persecución en el interior del país, los presos sin afiliación que marcharon igual, la campaña imposible del No en el plebiscito de reforma constitucional, entre otras muchas instancias, siempre desde la perspectiva de la gente de a pie, quizás la única perspectiva que importa.
Barboza escribe novelas, artículos, investigación, y en lo que cuenta está siempre el recorrido de su vista y su tacto sobre una herida enorme. Pasa por las calles, por la gente y por las situaciones como si cerrara los ojos y reconociera “sí, por acá, por acá está”, y aunque parece que contara otra cosa, lo que hace es seguirla, despacio, con una sensación amarga: la herida lo corta todo, está en todas partes, no cierra nunca.
Crónica
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