Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, narró cómo de pequeño los adultos veían “un sombrero” en uno de sus dibujos. Sólo los niños podían ver lo que era, “un elefante dentro de una serpiente”. Algunas personas han conservado la capacidad de distinguir a este elefante al llegar a la edad adulta. Son aquellos que han crecido acompañados de un libro.
Todos recordamos algún cuento que nos gustaba de pequeños: Pulgarcito, Alicia en el País de las Maravillas, La Bella y la Bestia… Son recuerdos muy especiales que marcaron nuestra infancia y, sin saberlo, también nuestra edad adulta. Estas primeras aventuras con amigos de papel despertaron una pasión por descubrir historias y personajes. Nuestros primeros libros nos dieron la oportunidad de ver el mundo de una manera distinta.
“Los cuentos de hadas son bien ciertos. No porque nos digan que existen dragones, sino porque nos dicen que podemos vencerlos”, escribió Chesterton, escritor y periodista británico. Cuando nos hacemos mayores abandonamos los cuentos. Los vemos como algo infantil e intentamos dedicar nuestro tiempo a historias más “serias”. Pero las novelas de terror, policiacas o de ciencia ficción tienen una estructura similar a la de los cuentos. Joseph Campbell, mitólogo y profesor estadounidense, denominaba a los puntos comunes de cualquier historia épica el viaje del héroe. El camino que recorre el protagonista, sus enemigos y sus demonios internos nos pueden ayudar a comprender nuestros propios problemas.
Oír cuentos hace que los niños desarrollen su capacidad de reflexionar. Siempre encontrarán en los cuentos una manera de resolver problemas, de combatir sus propios temores. Estimulan la memoria, la percepción, la comprensión, su capacidad de atención y su vocabulario. Es importante elegir bien el momento en el que contar los cuentos porque para el niño es un instante muy feliz. Reconoce que sus padres dedican parte de su tiempo a estar con él.
Es más difícil para los padres que no son lectores constantes compartir con sus hijos esta afición. Es muy común que estos padres se alejen de los niños. A menudo ven el entusiasmo de sus hijos por los cuentos y libros como un enemigo, cuando pueden convertirse en grandes aliados. Sólo con leerle a un niño cada noche se fortalecen los vínculos y los cuentos que siempre recordarán estarán unidos a la figura de sus padres.
No es perjudicial que un niño sólo quiera leer libros de un tema específico. Los padres pueden aprovechar esta afición para reconducirle a temas más complejos. Un niño que lea sólo libros de animales puede mostrar interés por la biología o la zoología. Un niño que prefiere leer a jugar con juguetes suele verse como algo extraño. El entorno tiende a pensar que no se desarrollará como los demás. Pero eso no es necesariamente malo. Los niños descubren en los libros historias con las que desarrollar su imaginación. Son una manera de no dejar morir la creatividad y la curiosidad que caracteriza la infancia. Es la manera de ver siempre al elefante dentro de la serpiente.
Javier González Sánchez
Periodista
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